Calidad Alimentaria

 

El derecho a la alimentación

 

La Comisión de Derechos Humanos de la ONU aprobó, el pasado 21 de abril, una resolución histórica sobre el Derecho a la alimentación. Este Derecho será entendido, a partir de ahora, como uno de los Derechos fundamentales del ser humano, y se considerará al hambre como un "ultraje y una violación de la dignidad humana".

 

A nadie se le escapa que el derecho a tener una alimentación básica para llevar una vida plena, es un derecho esencial. Sin embargo, la aprobación de esta resolución no contó con el voto favorable de la primera potencia mundial, los Estados Unidos.

 

La resolución aprobada por 52 votos de los 53 miembros de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, exige la adopción de "medidas urgentes a nivel nacional, regional e internacional" para erradicar el hambre en el mundo. Entre esas medidas está incluida el alivio de la deuda externa de los países en desarrollo "a fin de reforzar las actividades nacionales para aplicar políticas en pro de una seguridad alimentaria sostenible". Sin duda este párrafo es el que ha llevado a Washington a su oposición frontal. La condonación de la deuda externa por parte de este país a los Estados no industrializados, es una utopía.

 

EE.UU., además, justificó su voto por una referencia a un artículo del Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales y Culturales en el que se afirma que "el derecho a una alimentación adecuada está inseparablemente vinculado a la dignidad inherente a la persona y es inseparable de la justicia social". Según el representante estadounidense, estas palabras podían interpretarse como el reconocimiento del derecho del ciudadano a recibir alimentos de su Gobierno y a plantear recursos jurídicos de carácter nacional o internacional si se le negase tal derecho. Ya en la Cumbre de Roma contra el Hambre, celebrada en noviembre de 1996, EE.UU. afirmó su oposición a la constitución del Derecho de toda persona a tener acceso a alimentos sanos, porque dicho objetivo "debía ser realizado progresivamente, y no podía ser una obligación internacional".

 

Lo que podría entenderse como uno de los mayores avances de los últimos años en materia de legislación social (incluso a nivel mundial), es para el Gobierno estadounidense motivo de miedo y alarma. ¿Por qué? ¿Por qué un país que ha abanderado la intervención militar en muy distintos Estados, defendiendo el derecho de "injerencia humanitaria", decide oponerse a un derecho tan "humanitario" como es el Derecho a la alimentación?

 

Y mientras esto se discute en Ginebra, según la FAO (Agencia de la ONU para la Alimentación y la Agricultura), 826 millones de personas en todo el mundo pasan hambre, de ellas 34 millones padecen desnutrición crónica en países considerados ricos, y el 34% de los habitantes de la vasta región del África subsahariana sufren desnutrición o "hambre extrema".

 

El último informe de la FAO, publicado en octubre y titulado "Estado de la inseguridad alimenticia mundial", indicaba que no se podrá alcanzar el objetivo de la Cumbre de Roma de 1996 que pretendía reducir en 400 millones el número de personas desnutridas en el mundo para el año 2015.

 

El informe señalaba también que, desde el último censo realizado, no ha habido ningún progreso en la disminución de la población hambrienta. En los años noventa, los avances han sido muy limitados. Si traducimos esta situación a datos, estamos hablando de que, en los últimos treinta años, el número de hambrientos sólo se ha reducido en un 14%.

 

Las zonas más afectadas por el hambre, son Asia, con un 25% de la población desnutrida (es decir, 515 millones de personas), y sobre todo, el África subsahariana. Esta última región, azotada por "guerras sin audiencia", (como la del Congo, la de Sudán, la de Angola, Sierra Leona, Somalia, etc.), por el Sida y otras enfermedades, por la inexistente industrialización, la corrupción, las catástrofes naturales, la sequía,… es un campo de cultivo perfecto para el hambre estructural, y la dificultad de llevar a cabo políticas para erradicarla. El producto interior bruto per cápita del Africa subsahariana podría haber alcanzado un nivel de 3.500 dólares en 1990, si no hubiera existido un estado de desnutrición generalizada. La cifra se ha mantenido en 800 dólares.

 

La solución al hambre reside en la ayuda internacional, en políticas de desarrollo básico y en la toma de "medidas enérgicas", tal y como señala la FAO. Sin embargo, la oposición de EE.UU. a algo tan básico como reconocer el Derecho a la alimentación (o a la vida, porque estamos hablando de lo mismo), supone un lastre demasiado pesado para actuar con fuerza. Al menos el resto de las naciones miran hacia delante; sólo cabe esperar que caminen con paso firme y solidario.

Autor: Miguel Jiménez

Periodista

Centro de Colaboraciones Solidarias

caravantes@tsai.es

8-5-01

 

 

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