El negocio del cambio climático

 

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"No podemos ser optimistas sino cuidadosos", afirmaba Paul Crutzen, premio Nobel de Química 1995, cuando la comunidad internacional prohibía el uso de los CFC, causantes de la destrucción de la capa de ozono que nos protege de las radiaciones ultravioletas, que pueden ocasionar distintos tipos de cáncer de piel y daños irreparables en la vida terrestre y acuática.

Hoy, el agujero de la capa de ozono ostenta el dudoso récord de ser tan grande como en el año 2000, cuando, según la NASA, llegó a tener una superficie de más de 28 millones de kilómetros cuadrados, tres veces Australia o Estados Unidos incluida Alaska. Según las medidas tomadas sobre la Antártida, el agujero está creciendo ahora más rápidamente que en los últimos años, cuando paradójicamente el año pasado fue el más pequeño en toda una década.

Especialistas en meteorología y expertos de la NASA se han visto sorprendidos por el contrasentido de que, pese a disminuir el uso de los CFC, prohibidos por el Protocolo de Montreal en 1987, el agujero en la capa de ozono detectado en la Antártida sea el mayor registrado hasta ahora.

Este curioso fenómeno se debe, según ha explicado la Organización Mundial de Meteorología, “a cambios anuales de las condiciones meteorológicas en la baja estratosfera sobre la Antártida, más que a cambios en la cantidad de compuestos químicos que destruyen la capa de ozono”.

Los meteorólogos sostienen que además de los factores climáticos que han agravado este año el problema, (como la mayor formación de un tipo de nubes polares que aceleran el proceso destructivo), los aumentos en el dióxido de carbono en la atmósfera, como sostiene Mike Newchurch, científico del departamento de Ciencias Atmosféricas de la Universidad de Alabama, pueden crear el mismo efecto que estas nubes polares. 

Pero debido a la persistencia de esos compuestos en el aire, los expertos calculan que la recuperación completa de la capa de ozono tardará décadas. "En 50 años el agujero de ozono va a desaparecer, aunque puede ocurrir que por procesos adicionales de la estratosfera haya una demora", sostiene el Nobel Paul Crutzen. Richard McPeters, investigador de la NASA, asegura que la paradoja de que años después de que los CFC hayan sido prohibidos se siga incrementando el agujero de ozono, se debe al lento proceso que convierte al CFC en destructivo y, por lo tanto, al lento proceso que lo hará desaparecer. "Los CFC necesitan mucho tiempo para llegar a la atmósfera, por lo tanto van a necesitar mucho tiempo para ser eliminados", concluye McPeters.

Hemos conocido estos días, durante la Cumbre sobre Cambio Climático de Moscú, que Rusia, responsable del 17% de las emisiones de dióxido de carbono (responsable igualmente del cambio climático), piensa seguir los pasos de Australia y Estados Unidos (el país más contaminante del mundo con un 36% de las emisiones), y de momento va a aplazar la firma que había comprometido para apoyar el Protocolo de Kioto de 1997.

“Somos un país nórdico, y un recalentamiento de dos o tres grados puede que hasta nos venga bien”, espetó un socarrón Putin durante la Cumbre. El gran problema, además del “meramente” medioambiental, es que Rusia tiene la llave para desbloquear Kioto, que no entrará en vigor hasta que los estados adscritos sumen un 55% de las emisiones totales del planeta. De ahí esta “sintonía contaminante” de Bush y Putin a finales de septiembre en Camp David. La suma de las emisiones de ambos países desbloquearía matemáticamente Kioto, hecho que pretende aprovechar Rusia para obtener contrapartidas económicas de los países que defienden el acuerdo.

"Sería excelente si todos los países del mundo aúnan fuerzas en relación a los gases invernadero", ha afirmado Jonathan Shanklin, uno los primeros científicos que descubrió el agujero en la capa de ozono en 1985. "El descubrimiento del agujero en la capa de ozono demostró que podemos cambiar nuestra atmósfera muy fácilmente. Fue una gran sorpresa. Y podría haber más sorpresas guardadas para nosotros".

Por lo visto aún no ha sido suficiente sorpresa que en un año hayamos vivido desde desbordamientos de ríos en el centro de Europa hasta una ola de calor sin precedentes que en Francia ha matado a 11.000 personas. Para algunos países parece que resulta rentable hacer negocio con la amenaza de seguir deteriorando el clima. 

 

Jacobo Quintanilla

Agencia de Información Solidaria

7 de octubre de 2003

 

  

 

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