De Río a Johannesburgo
La
Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible, que se celebrará en Johannesburgo
(Suráfrica) entre el 26 de agosto y el 4 de septiembre, reunirá a dirigentes
mundiales, activistas y representantes de empresas, para trabajar en un programa
con miras a asegurar que el planeta Tierra pueda ofrecer una vida digna a todos
sus habitantes, en el presente y en el futuro. La Cumbre se celebrará en el
Sandton Convention Centre, a las afueras de Johannesburgo. También se celebrará
un foro no gubernamental en un lugar próximo llamado Gallagher.
La
Cumbre Mundial del Desarrollo Sostenible se celebra 10 años después de Río. La
Conferencia sobre Medio Ambiente y Desarrollo que se celebró en Río del 3 al 14
de junio de 1992, llegó demasiado tarde como para impedir los problemas que
pretendía resolver, ignorando el principio de precaución, pero demasiado pronto
como para alcanzar acuerdos satisfactorios, a pesar de dos largos años de
negociaciones.
Conferencia de Estocolmo de 1972. Treinta años después de Estocolmo y 10 de Río,
los problemas sociales y ambientales, lejos de solucionarse, se han agravado. La
población supera los 6.200 millones de habitantes, el doble que en 1972, y hoy
800 millones de personas viven en la extrema pobreza. Las proyecciones muestran
que la población mundial llegará a los 8.000 millones de habitantes para 2025 y
a los 9.300 millones de habitantes para 2050, para estabilizarse en los 12.000
millones de personas a finales del siglo XXI.
El 15%
de la población mundial vive en países de altos ingresos y a el la corresponde
el 56% de todo el consumo del mundo, mientras que al 40% más pobre de la
población mundial, que vive en países en desarrollo, corresponde únicamente el
11% del consumo. El promedio de gastos de consumo de una familia africana se ha
reducido en un 20% en comparación con 25 años atrás.
La tasa
de pobreza general en los países en desarrollo, basada en un umbral de pobreza
de 1 dólar de ingresos al día, se redujo del 29% en 1990 al 23% en 1998. El
número total de personas que viven en la pobreza por ingresos se redujo sólo de
cerca de 1.300 millones a 1.200 millones. Hay 815 millones de personas
desnutridas en el mundo, y 777 millones de ellas viven en los países en
desarrollo. Las cifras están reduciéndose en Asia, pero aumentan en África.
Cada año
se pierden 14,6 millones de hectáreas de bosques y miles de especies, reduciendo
y erosionando irreversiblemente la diversidad biológica. La capa de ozono, a
pesar del Protocolo de Montreal, no se recuperará hasta mediados del siglo XXI.
El dióxido de carbono presente en la atmósfera (370 partes por millón) se ha
incrementado en un 32% respecto al siglo XIX, alcanzando las mayores
concentraciones en los últimos 20 millones de años, y hoy añadimos anualmente a
la atmósfera más de 23.000 millones de toneladas de CO2, acelerando el cambio
climático. Se prevé que las emisiones de dióxido de carbono aumenten en un 75%
entre 1997 y 2020. Cada año emitimos cerca de 100 millones de toneladas de
dióxido de azufre, 70 millones de óxidos de nitrógeno, 200 millones de monóxido
de carbono y 60 millones de partículas en suspensión, agravando los problemas
causados por las lluvias ácidas, el ozono troposférico y la contaminación
atmosférica local.
El
accidente de Chernóbil, la proliferación nuclear y la acumulación de residuos
radiactivos, son ejemplos de los riesgos de la energía nuclear. El posible
conflicto entre dos potencias nucleares, como India y Pakistán, por Cachemira, o
el de Oriente Próximo, donde Israel posee cerca de 100 bombas atómicas, son
ejemplos de que aún no ha desaparecido la amenaza nuclear.
El
consumo mundial de energía supera los 9.000 millones de toneladas equivalentes
de petróleo, y más de 680 millones de vehículos, la mayoría en el Norte,
circulan por costosas infraestructuras. Mientras cerca de dos mil millones de
personas carecen de electricidad.
La pesca
excesiva, el sobrepastoreo, el consumo de leña, el empleo de plaguicidas y
abonos, la contaminación, la producción de residuos y el crecimiento de las
áreas metropolitanas, destruyen los recursos a un ritmo nunca conocido. Los
cultivos transgénicos, inexistentes en 1992, hoy superan los 45 millones de
hectáreas, y han surgido nuevas amenazas, como la nanotecnología y la ingeniería
genética aplicada a los seres humanos.
Desapareció el conflicto Este-Oeste, pero los gastos militares apenas se han
reducido, e incluso han aumentado tras los atentados del 11 de septiembre, con
una única superpotencia, EE UU, mientras han estallado numerosos conflictos y
sobre todo se han ahondado las diferencias entre el Norte y el Sur, así como las
desigualdades dentro de cada país. La ideología neoliberal pretende erigirse en
el pensamiento único, dictando las políticas económicas de todos los países.
El Norte
consumista y desarrollado no quiere asumir sus responsabilidades en la
destrucción ambiental y en la explotación de los pueblos del Sur, negándose a
hacer ninguna concesión sustancial (deuda externa, transferencia de tecnología,
comercio internacional, ayuda al desarrollo, reducción de las emisiones de CO2),
y a cambiar su insostenible modo de vida.
A las
élites que gobiernan el Sur tampoco les interesa que algo cambie. Ellas son el
Norte del Sur, y no están dispuestas ni a redistribuir más equitativamente la
renta y la tierra, ni a democratizar sus países, ni a respetar los derechos
humanos, ni a acabar con la corrupción, ni a frenar la destrucción de sus
ecosistemas. En Johannesburgo las élites del Sur pretenden practicar un
nacionalismo demagógico, para vestir su voracidad y el expolio de sus pueblos y
ecosistemas, y en el fondo se alegrarían tanto como George W. Bush del fracaso
de la Cumbre de Johannesburgo.
La
"Carta de la Tierra" quedó reducida en Río a un prólogo descafeinado y sin valor
normativo. Los fondos para implantar la Agenda 21 son raquíticos, y para colmo
el Banco Mundial es el organismo encargado de su gestión. La Cumbre de Monterrey
no logró aumentar la Ayuda Oficial al Desarrollo al 0,7% del PIB de los países
industrializados.
Pero el
hecho más significativo desde la Cumbre de Río es la creación de la Organización
Mundial de Comercio y la aceleración de la globalización económica, eliminando
las trabas al comercio mundial de mercancías y servicios, sin consideración por
la degradación ambiental, las crecientes desigualdades y la destrucción de
empleos en las economías del Tercer Mundo. El Convenio sobre el Cambio
Climático, debido a la presión del gobierno estadounidense, no contempló en 1992
ningún compromiso firme para estabilizar las emisiones de los gases causantes
del efecto invernadero, y las mismas inconsistencias afectan al Convenio sobre
Diversidad Biológica.
No
obstante, hay que destacar algunos pasos positivos, como el Protocolo de Kioto
en 1997 (que debería ratificarse y entrar en vigor en Johannesburgo, si EE UU y
sus aliados no lo impiden), el Protocolo de Bioseguridad (también debería
ratificarse, con la oposición de EE UU), la creación de la Comisión sobre el
Desarrollo Sostenible, la firma de un Convenio sobre Desertificación y la
creciente organización de la sociedad civil en torno a las ONG y a los
movimientos sociales. El auge de la energía eólica y solar es otro indicador
claro de que es posible también otro futuro energético, sin nucleares ni
combustibles fósiles.
El
mundo, la biósfera en la que vivimos, no puede soportar por mucho más tiempo el
actual modelo de desarrollo insostenible, con las terribles desigualdades
sociales y la degradación ambiental. Río, ¿sirvió para algo? A riesgo de pecar
de optimismo, cabe afirmar que Río supuso un avance en la conciencia colectiva.
Johannesburgo, independientemente de sus resultados concretos, tendrá efectos
similares.
La
Cumbre
del
Desarrollo Sostenible
de
Johannesburgo
Uno de
los objetivos de la Cumbre de Johannesburgo es la ratificación de varios
tratados internacionales: Protocolo de Kioto, Protocolo de Cartagena sobre
Bioseguridad, el Tratado Internacional sobre Recursos Genéticos de Plantas para
la Alimentación y la Agricultura, el Convenio de Estocolmo sobre Contaminantes
Orgánicos y Persistentes (COP), el Convenio de Rotterdam sobre consentimiento
previo informado antes de exportar ciertos productos químicos peligrosos y
plaguicidas, el acuerdo de la ONU sobre recursos pesqueros que incluye varios
planes de la FAO, el Convenio de Basilea sobre el transporte de residuos tóxicos
y el Convenio europeo de Aarhus sobre el acceso a la información, que debería
globalizarse. Kofi Annan, Secretario General de las Naciones Unidas, resumió los
progresos que esperaba ver en Johannesburgo en cinco esferas:
1.
Agua y el saneamiento: Poner el agua potable al alcance de por lo menos
1.000 millones de personas que carecen de agua apta para el consumo y proveer de
saneamiento adecuado a 2.000 millones de personas. El agua contaminada, el
saneamiento inadecuado y la falta de higiene causan más del 80% de todas las
enfermedades en los países en desarrollo. El paludismo por sí sólo provoca más
de un millón de muertes al año. Para el año 2025, las dos terceras partes de la
población mundial podrían vivir en zonas sometidas a una escasez de agua de
moderada a aguda.
2.
Energía: Dar acceso a la energía a 2.000 millones de personas que carecen
de servicios modernos de energía; promover las fuentes de energía renovables;
reducir el consumo excesivo y ratificar el Protocolo de Kioto para abordar la
cuestión del cambio climático. La población de los países industrializados
consume 10 veces más energía por habitante que la población de las regiones en
desarrollo.
3.
Salud: Abordar los efectos de los materiales tóxicos y peligrosos;
reducir la contaminación del aire, que mata a tres millones de personas todos
los años, y la incidencia del paludismo asociada con el agua contaminada y la
falta de saneamiento.
4.
Productividad agrícola: Trabajar para revertir la degradación de las
tierras, frenar la erosión y la desertificación, que afecta aproximadamente a
los dos tercios de las tierras agrícolas del mundo.
5.
Diversidad biológica y ecosistemas: Revertir los procesos que han
destruido aproximadamente la mitad de los bosques tropicales húmedos y los
manglares de la Tierra, amenazan al 70% de los arrecifes de coral y están
diezmando las pesquerías. Más de 11.000 especies están amenazadas de extinción,
más de 800 ya se han extinguido y otras 5.000 podrían extinguirse, a menos que
se adopten las medidas adecuadas. Entre los objetivos oficiales de la Cumbre
están los siguientes:
·
Lograr
que la mundialización facilite el desarrollo sostenible
·
Erradicar la pobreza y mejorar los medios de vida en las zonas rurales y
urbanas;
·
Modificar los patrones insostenibles de producción y consumo, incluida la
cuadruplicación de la eficiencia energética en los próximos 20 ó 30 años;
·
Promover
la salud mediante el acceso seguro y económicamente asequible al agua potable,
la reducción del plomo en la gasolina y la mejora de la calidad del aire en
locales cerrados;
·
Proporcionar acceso a la energía y mejorar la eficiencia energética mediante la
creación y la utilización de tecnologías que fomenten las fuentes de energía
renovable y de alta eficiencia energética, y modificar los patrones
insostenibles de consumo de energía;
·
Ordenar
de manera sostenible los ecosistemas y la diversidad biológica mediante el
mejoramiento de los indicadores y los sistemas de gestión, haciendo frente a los
problemas de la pesca excesiva, las prácticas no sostenibles en materia de
selvicultura y la contaminación marina;
·
Mejorar
la gestión de los suministros de agua y la distribución de recursos hídricos de
manera que sea más equitativa;
·
Proporcionar recursos financieros y tecnologías ecológicamente sostenibles;
·
Apoyar
el desarrollo sostenible en África mediante programas nuevos y amplios que
permitan crear instituciones y sistemas que puedan abordar cuestiones
relacionadas con el hambre, la salud y la protección del medio ambiente, así
como la gestión de los recursos;
·
Fortalecer el sistema de administración internacional con miras al desarrollo
sostenible.
Protocolo de Cartagena
sobre
Bioseguridad
Después
de cinco años de difíciles negociaciones se logró aprobar en Montreal un
Protocolo de Bioseguridad que es el primer tratado internacional que reconoce a
los organismos manipulados genéticamente una categoría de organismos necesitada
de su propio marco jurídico. Este acuerdo internacional permitirá a los países
importadores de alimentos transgénicos regular su entrada de acuerdo con el
principio de precaución, lo cual supone un avance notable, aunque otros aspectos
son insatisfactorios, y pueden entrar en contradicción con la Organización
Mundial de Comercio, erigida en promotora de la libre circulación de todo tipo
de productos, incluso los más dañinos para el medio ambiente yla salud.
El 29 de
enero de 2000, a pesar de la poderosa oposición de los países exportadores de
transgénicos, como Estados Unidos y Canadá, 130 países acordaron el llamado
Protocolo de Bioseguridad, que les da el derecho, sobre la base de la aplicación
del llamado principio de precaución, de rechazar las importaciones de
transgénicos. La Unión Europea acordó en junio de 2002 ratificar el Protocolo de
Cartagena sobre Bioseguridad del Convenio de Diversidad Biológica, aprobado en
enero de 2000 en Montreal (Canadá).
El
Protocolo se refiere exclusivamente a los organismos transgénicos vivos, dejando
fuera todos los productos derivados (como es el caso de los piensos, por
ejemplo, aunque sus materias primas provengan de organismos transgénicos). Pero
a pesar de sus limitaciones, es un paso adelante y se deben hacer todos los
esfuerzos para que sea ratificado en Johannesburgo.
Protocolo de Kioto
El
Protocolo de Kioto de diciembre de 1997 concluyó con la adopción de un acuerdo
de reducción de emisiones de gases de invernadero por los 39 países
industrializados, incluidos los de la antigua URSS. El compromiso, que se
encuentra en un difícil periodo de negociación y ratificación, tras la negativa
del Presidente George W. Bush a ratificarlo, secundado por Australia y Canadá,
obliga a limitar las emisiones conjuntas de seis gases (CO2, CH4, N2O,
compuestos perfluorocarbonados (PFC), compuestos hidrofluorocarbonados (HFC) y
hexafluoruro de azufre) respecto al año base de 1990 para los tres primeros
gases y 1995 para los otros tres, durante el periodo 2008-2012, en proporciones
diferentes según el país: reducción de un 8% para el conjunto de la Unión
Europea, un 7% para EE UU y un 6% para Japón. Ucrania, la Federación Rusa y
Nueva Zelanda se comprometen a mantener sus emisiones de 1990. En conjunto la
reducción global acordada es de un 5,2% para los países industrializados.
El
Protocolo es probable que se apruebe en la Cumbre de Johannesburgo en Suráfrica,
y la opinión pública debe presionar todo lo necesario para que así sea. En su
primera etapa no obliga a los países en desarrollo, dadas sus reducidas
emisiones actuales por habitante, y sobre todo las emisiones históricas
acumuladas. Los países industrializados, con el 20% de la población mundial, son
responsables de más del 60% de las emisiones actuales, y de la práctica
totalidad de las emisiones históricas, y a pesar de estos hechos
incuestionables, EE UU condicionan la ratificación del Protocolo a la asunción
de compromisos por parte de China (el segundo emisor mundial) y otros países en
desarrollo, contradiciendo el llamado Mandato de Berlín, alcanzado en la COP1 en
1995.
El
Protocolo de Kioto ha sido firmado por la mayoría de las partes, aunque sólo lo
han ratificado la Unión Europea y Japón entre los grandes países desarrollados
afectados, y según la mayoría de los científicos del IPCC es un paso totalmente
insuficiente para evitar el cambio climático aún en el caso de aplicarse de
forma estricta, pero incluso este mínimo compromiso se ve amenazado por la
oposición del gobierno de EE UU y los "detalles" de la aplicación y el
desarrollo de algunos instrumentos del protocolo, tras el acuerdo alcanzado en
la Conferencia de las Partes en Marrakech en el año 2001, como el mecanismo de
desarrollo limpio (CDM) de cooperación de los países industrializados con los
países en desarrollo (artículo 12 del Protocolo), los sumideros (art. 3.3, 3.4 y
3.7), el intercambio de emisiones, las iniciativas de aplicación conjunta (Joint
Implementation, JI y AIJ) entre países industrializados (art. 17) y las posibles
sanciones por incumplimiento de los compromisos adquiridos.
La Unión
Europea tiene, en general, las posiciones más avanzadas entre los países del
Anexo I, gracias a la presión de la opinión pública europea y de los partidos
verdes, y ya lo ha ratificado, coincidiendo con la presidencia española. Por lo
que se refiere a los países en desarrollo, éstos rechazan cualquier medida que
pueda impedir sudesarrollo, v en con preocupación las repercusiones en sus
países y en algunos casos tratan de obtener fuentes adicionales de capital a
través del mecanismo de desarrollo limpio. Estados Unidos es el gran responsable
del cambio climático, pues con sólo el 4,6% de la población mundial, emite el
24% del CO2 mundial (más de 20 toneladas por habitante y año). Las emisiones de
gases de invernadero en EE UU han aumentado un 21,8% entre 1990 y 1998. El
Protocolo de Kioto obliga a EE UU a reducir sus emisiones en sólo un 7%.
Los
gobernantes de EE UU no quieren reducir las emisiones domésticas, y pretenden
con todo tipo de artimañas (negativa a ratificar el Protocolo, sumideros,
mecanismos de flexibilidad) seguir con su insostenible modo de vida consumista y
despilfarrador, a costa de afectar de forma irreversible al clima del planeta, y
sobre todo a las poblaciones más pobres del Tercer Mundo.
Para que
el Protocolo de Kioto entre en vigor tiene que ser ratificado por un número
suficiente de países desarrollados, que en conjunto sean responsables del 55% de
las emisiones. Dada la posición de la administración republicana de Bush en EE
UU, y su oposición a la ratificación, ésta no está ni mucho menos asegurada.
Estados Unidos, con el 36,1% de las emisiones en 1990 de los países del Anexo I,
en la práctica casi tiene poder de veto, mas cuando cuenta con la complicidadde
otros países, como Australia y Canadá. (Continuará)
La
Insignia
11 de julio de 2002 |