La economía y
las calles hostiles, amenazan a jornaleros
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Uno de los
grupos más vulnerables de trabajadores está luchando contra dos
tipos de presiones, la economía y las nuevas medidas de
seguridad.
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SAN FRANCISCO, California.
Antes del 11 de septiembre del 2001, podían verse en todos lados, con
sombreros de seguridad en lugares de construcción, integrando grupos de
jardineros o arreglando las fachadas de casas en ciudades y pueblos.
Hoy en día, estos inmigrantes que
ofrecen su mano de obra, quienes hacen de todo -desde poner ladrillos
hasta podar rosas- están batallando bajo una economía en problemas y la
mirada dura y vigilante del creciente aparato de seguridad.
Los jornaleros, junto a otros
nuevos inmigrantes, constituyen la mitad de los que ingresaron al mercado
laboral durante los 90s.
A lo largo de la costa oeste, el
empleo para estos trabajadores declinó a la mitad. Mientras que el número
exacto es difícil de establecer, la Oficina General de Contabilidad -el
brazo investigador del Congreso- reportó que este año hay 260.000
jornaleros en el país.
“El trabajo está escaseando”,
dijo el jornalero Daniel Rosas Romero, de 42 años y residente en San
Francisco. Y agrega que aunque muchos desistieron y decidieron regresar a
sus países, nuevos inmigrantes desempleados aparecen cada día.
Y ahora, con la seguridad como
tema dominante del gobierno, ciudadanos comunes ven a estos trabajadores
con desconfianza. “Ahora sentimos el racismo por todos lados”,
incluso por parte de patrones reacios y residentes que se sienten
envalentonados para lanzarse contra los jornaleros, explicó Rosas, quien
llegó ilegalmente al país en el 2001.
De acuerdo con el Servicio de
Inmigración y Naturalización (INS), quien afirma haber aumentado los
procedimientos de “remoción” desde el 11 de septiembre,
314.000 inmigrantes indocumentados están en proceso de deportación. De
este número, el 90 por ciento son mexicanos, seguido por hondureños,
salvadoreños y dominicanos. Los jornaleros provienen de este
mosaico de nacionalidades.
Envuelto en una mullida chamarra,
Rosas permanece parado en una esquina y mira correr a otros jornaleros
detrás de una camioneta que se detiene para levantar su carga humana.
A diferencia de muchos
indocumentados que tratan de no llamar la atención, los jornaleros tienen
que ser visibles para encontrar trabajo. A lo largo de la calle César
Chávez de San Francisco, estos trabajadores aparecen al amanecer,
habitualmente estirando sus brazos doloridos después de dormir bajo
puentes o en refugios.
En el área de Los Ángeles, después
del 11 de septiembre, la policía reporta un aumento de pedidos para alejar
a los jornaleros, según Pablo Alvarado, coordinador de la Red Nacional de
Organizaciones de Jornaleros, con base en Los Ángeles.
En Long Island y Chicago, grupos
latinos acusan a la policía de usar leyes contra la vagancia para conducir
redadas contra trabajadores, dijo Alvarado. Una vez detenidos, muchos son
vulnerables. La mayoría incluso carecen de certificados de nacimiento
necesarios para obtener identificaciones consulares de México.
El vocero del INS de Los Ángeles,
Francisco Arcaute, dijo que los agentes de inmigración aumentaron su
cooperación con las policías locales y participaron en acciones contra
jornaleros.
Este tipo de acciones aumentarán
bajo el nuevo Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos.
“Confiamos en que tendremos un mayor impacto en el caso de los
indocumentados, incluido los jornaleros”.
Estas duras medidas han enfriado
la acción organizativa, haciendo que los trabajadores eviten participar en
reuniones y conferencias. “Estamos percibiendo el miedo”, dijo
Alvarado.
En junio, tres trabajadores que
iban a una conferencia sindical en Nueva York, fueron detenidos cuando
estaban cambiando una goma pinchada de su auto. Un policía de Pennsylvania
los entregó al INS. Uno fue deportado y los otros dos están en proceso de
deportación, incluyendo Julieta Bolívar, de 33 años, quien podría ser
deportada a Bolivia después de vivir 17 años en Estados Unidos. Sus tres
hijos son ciudadanos norteamericanos.
En Maryland, un importante centro
laboral para jornaleros, cerró durante la época del francotirador de
Washington, por temor a que los trabajadores fueran baleados o detenidos
durante la investigación.
El congresista Luis Gutiérrez
-Demócrata de Illinois- presentó en septiembre una propuesta de ley para
protección de los jornaleros, pero observadores estiman que no tiene
chances en un Congreso Republicano. Este año, el Fondo México-Americano de
Defensa Legal y Educación, ganó sendas demandas contra leyes anti-jornalero
en dos ciudades de California.
Ahora, algunos jornaleros de San
Francisco están recibiendo advertencias y hasta infracciones por parte de
la policía, quien argumenta que interrumpen el tránsito.
Renee Saucedo, un abogado de la
organización no lucrativa Centro Legal La Raza, que administra el Programa
Laboral Jornalero, sugiere que el racismo está en pleno. “Creo que se
busca un chivo expiatorio en una comunidad que se percibe vulnerable”.
La ciudad congeló los fondos para
el programa, argumentando que su pobre administración afecta en lugar de
ayudar a los trabajadores.
Algunos comerciantes y dueños de
casa dicen que la presencia de los jornaleros alejan clientes y deprecian
el valor de las propiedades.
Francisco Miranda, de 37 años, un
residente legal, fue despedido de United Parcel Service (UPS) y ahora
busca trabajo en puntos de contacto laboral. El afirma que antes era
suficiente tener una dirección y un número de seguro social para encontrar
trabajo, pero ahora los empleadores son reacios a contratar latinos.
“En estos tiempos de guerra y terrorismo, tienes que decirle todo… La
situación está dura”.
Autor:
Marcelo Ballve
ballve@hotmail.com
Colaborador de Pacific
News Service,
reportó para
Associated Press en Brasil y el Caribe.
Traducción:
Eduardo
Stanley
27 de febrero de
2003 |