Paraguay
Con Belarmino Balbuena Cardozo
Campesino y
albañil
de un país
para todos
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Es
secretario de organización de la MCNOC,
tiene 42 años, pero aparenta menos. Su cargo lo
obliga a pasar buena parte de su tiempo en Asunción, donde
aprendió que también la gran ciudad necesita una reforma agraria.
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¿Cómo está constituida la Mesa Coordinadora Nacional de Organizaciones
Campesinas (MCNOC)?
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Tiene 28 organizaciones distritales y 5 organizaciones nacionales. En este
momento no somos una organización única o centralizada, sino una mesa de
coordinación. Sin embargo, estamos trabajando con el objetivo de mejorar
nuestra estructura, contar con personería jurídica y con estatutos.
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¿Cuántos afiliados?
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Tenemos unas 11 mil familias asociadas, que en su mayoría son de pequeños
productores de algodón.
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¿Esas 11 mil familias no producen otra cosa que algodón?
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Bueno, dependen casi exclusivamente del algodón, de ahí los problemas. No
estamos en contra de la producción de algodón, pero la situación es
bastante perjudicial para los campesinos por distintas razones: el bajo
precio en el mercado; se perdieron las semillas nativas; se corre el
riesgo de envenenarse con tanto plaguicida que se aplica y, por último, la
gente ha perdido la posibilidad de diversificar su producción. En este
país la mayoría se echó a producir algodón, el resultado ha sido la deuda
y la morosidad de más de 300 mil campesinos, todos pequeños productores, y
muchos han perdido su terreno, su chacra. Por ello hicimos un análisis y
proponemos el autoconsumo. Primero, producir la alimentación para que la
gente pueda resistir en su terreno, quedando en un segundo plano el tema
del algodón. Un estudio reciente informa que muchos productores han dejado
el cultivo de algodón, y se pasaron a cultivos para su sustentación.
- El
algodón es lucrativo, pero sólo para un puñadito de empresas y personas.
- El
ministro de Agricultura es representante de CADELPA1,
quienes hicieron todo ese negociado con los tubos matapicudo y con las
semillas. En el algodón hay una gran corrupción. Nosotros planteamos otro
tipo de producción. Nos movilizamos y conseguimos algo de crédito para el
desarrollo de la producción de aves de corral, chanchería y la pequeña
industria.
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Imagino que no ha sido fácil. Mucha gente fue convencida de que en el
algodón estaba la salvación.
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Pero hoy la gente está muy castigada y se ha dado cuenta. Hicimos tres
movilizaciones procurando que se condonaran las deudas, pero si te
perdonan esas deudas, al otro año te volvés a endeudar. El gobierno no
tiene un plan de desarrollo. No hay apoyo técnico ni herramientas. El
sistema crediticio te ata, hace trampa, es un usurero. Los precios que se
pagan son muy bajos y muchas veces no salvás ni los costos de producción,
y con el rendimiento de las nuevas semillas no alcanza. Antes había mucha
variedad de semillas y eran buenas. Por ello estamos planteándole al
Estado que se recuperen esas variedades y se organice un banco de semillas
autóctonas.
- ¿MCNOC
tiene una posición con respecto a la semillas transgénicas?
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Estamos en contra totalmente. Hemos participado en varios seminarios
internacionales y estamos informados sobre el problema y el peligro. Ya
concientizamos a nuestro pueblo y tratamos de cuidar todas nuestras
semillas nativas, y como decía, debemos crear las condiciones técnicas y
jurídicas para salvaguardar nuestras semillas y que se prohíba el ingreso
de semillas transgénicas, porque pueden afectar la salud de toda la
población, y por el monopolio que generarán.
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¿Hay hambre en el campo paraguayo?
- En
muchas partes hay hambre. Para superar esa situación hay varios modelos
que se plantean a partir del campesino. Hay grupos que orientan hacía la
mecanización de la agricultura. La Federación Nacional Campesina (FNC)
está por la industrialización del país. Nosotros creemos que la solución
no está en la mecanización, sino en cultivar para el autoconsumo y con el
sobrante organizar pequeñas industrias.
En
este sentido venimos desarrollando un proceso de concientización. La gente
cae en la propaganda neoliberal, en que todo te lleva a la eficiencia
total. Entonces en vez de cocinar un buen locro con nuestro maíz, vamos al
almacén. En vez de tomar naranjas y hacer un buen jugo, compramos un
paquete de jugo con colorante y todo. Es que la propaganda ha entrado en
todas partes. Por eso lanzamos un plan contra este modelo que está
llegando hasta el último rincón del campo. Nuestra propuesta de desarrollo
pasa por plantar alimentos, controlar las semillas, crear organizaciones
de mujeres y cooperativas campesinas. Ahí nosotros sintetizamos nuestro
modelo cooperativo campesino que movilice la producción, la pequeña
industria y el almacén de consumo comunitario.
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¿Pero la gente quiere quedarse en el campo?
- Sí.
Y además, ahora mucha gente de la ciudad quiere volver al campo. A
diferencia de Argentina o Uruguay, en Asunción ya no quedan fábricas. ¿Qué
puede hacer la gente? ¿Delinquir? Aquí ya tenemos 5.600 muertes violentas
por año, es como una guerra. Ese es el resultado de esta situación de
crisis prolongada. Por ello hemos exigido la intervención del sistema y de
la administración del Estado.
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Muchos se venieron a la ciudad en busca de una vida mejor y, según lo que
cuentas, hoy quieren regresar. ¿Ustedes están organizando a estas familias
para su retorno al campo?
- La
gente está volviendo a la zona urbana del interior. Vuelve a la lucha,
porque nosotros no tenemos tierra para repartir, sólo tenemos la
posibilidad de cuestionar los latifundios y llevar adelante una lucha por
la tierra. Después de Brasil, Paraguay es el país donde la tierra se
encuentra en menos manos, y hay unos 300 a 400 mil campesinos sin tierra.
Eso está generando una conciencia en la ciudad. Lo que nosotros planteamos
es llevar la reforma agraria a la ciudad, pues ella necesita urgente de
una reforma agraria. Aunque la iglesia es un poco conservadora, hay
algunos sectores que se están pronunciando a nuestro favor. Trabajamos en
un país subdesarrollado, sin industrias, lo único que tiene es su tierra.
Entonces, debemos producir, producir mejor, organizar a la gente y que el
gobierno trabaje en la salida y colocación de nuestros productos.
-
¿Dónde naciste?
- En
una pequeña zona llamada Coronel Oviedo, al oeste de Asunción. Soy de
familia campesina, diez hermanos que están todos en el campo. Yo tengo 42
años, casado y con dos hijos que viven en un asentamiento. Mi compañera es
secretaria de finanzas de un almacén de consumo del asentamiento.
-
¿Cómo es el proceso de un asentamiento?
-
Muchas veces ocupábamos las tierras en forma desordenada y tuvimos
problemas. Se lograban las tierras pero se perdía en la organización. En
nuestro asentamiento habíamos ganado unas 28.000 hectáreas. Allí entraron
todos los partidos, todas las sectas y fueron tres, cuatro años de un
relajo tremendo. La gente ya no podía resolver sus problemas, y entonces
comenzó a unirse, a organizarse. La zona se llamaba El Distrito. Hoy
controlamos ese pueblito. No participamos en las elecciones pero marcamos
nuestro apoyo para asegurarnos de que funcione el control. Allí tenemos
una coordinadora de sectores populares que coordina todas las necesidades.
Cuando hay movilización en esa zona la gente sale en masa. Los
reaccionarios quedan solos y no pueden hacer nada. La gente plantea,
"Tenemos que controlar el Municipio". Nosotros discutimos el poder.
Manejamos la administración y tenemos el control de toda la situación. Es
mejor estar en la oposición -dice riendo-.
-
Volviendo al asentamiento, ¿cómo se organizan?
- Por
ejemplo, yo estoy en un terreno comunitario. Los compañeros me invitaron a
participar para ayudarlos. Tengo una casita pequeña, y una buena parte de
los terrenos son comunitarios y la chacra se hace en forma colectiva
-
¿Extrañas el campo?
- Si,
bastante. Cuando más problemas, mejor para mí, porque hay que coordinar y
atender los problemas, entonces estoy entretenido y no extraño tanto. Allá
la vida es otra.
-
¿Imaginas un mundo sin campo?
- No.
Hoy en día se revalora el trabajo del campo. A pesar de todo, todavía allí
la gente no pierde su forma de convivencia, de formar cooperativas, de
planificar la producción. Las futuras generaciones dependen del campo, y
por ello tenemos que cuidar mucho el medio ambiente. Nosotros sufrimos los
efectos de una producción mecanizada efectuada por brasileños en la zona
fronteriza. En la zona del Alto Paraná ya no hay árboles ni para que
duerman los pájaros. Está totalmente deforestado, y hay un uso de
agrotóxicos a mansalva. Ese es nuestro problema también.
- ¿Es
posible otro Paraguay?
-
Creo que sí. Si tenemos unidad, si dejamos de lado las pasadas luchas
internas por discusiones de métodos, de modelos, vamos a llegar. Nos hemos
superado mucho, el tema es que no tenemos ni un solo parlamentario que
valga la pena. Los que están representan a familias reaccionarias de la
oligarquía, y los movimientos de izquierda son bastante desnutridos por
acá. Estamos replanteando la lucha y vamos a volver contra la corrupción,
porque aquí, con lo que se roba en un mes tendríamos millones de guaraníes
para hacer la reforma agraria, pero sucede que hay una mafia en el poder.
Para
cambiar hay que mostrar modelos alternativos y cosas trabajadas. Eso
quiere la gente, verlo, tocarlo, participar y opinar. La gente no es tonta
como algunos creen. Hay que trabajar, nosotros decimos que no es tiempo de
comunicados sino de trabajo, la unidad se construye en la lucha, y hay que
crear conciencia. Si continuamos dispersos y divididos no golpeamos a
nadie.
Autor:
Gerardo Iglesias
© Rel-UITA
17 de setiembre de 2002
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