Internacional

 

 

¿Son los chinos los más explotadores?

De todos los países en desarrollo que son “fábricas mundiales” orientadas a la exportación, China es el que presenta los salarios más bajos, por debajo de Camboya y Vietnam, donde el costo de la vida es inferior.

 

 

Según la investigadora Anita Chan, la gran expansión económica china de los noventa no incrementó los salarios en términos reales. Unido a la inexistencia de sindicatos, a una enorme reserva de mano de obra campesina y al sistema de registro local (hukou), que limita los movimientos y los derechos civiles de los trabajadores, el Estado logra mantener los salarios muy bajos en su búsqueda de competitividad.

 

Ésa sería una de las claves, dice, para entender por qué China le está ganando la partida a México en su competición por el primer puesto en el mercado textil de Estados Unidos, pese a que México no paga aranceles en el mercado estadounidense y goza de una ventaja geográfica manifiesta.

 

Chan sugiere que la clave es la sobreexplotación de la mano de obra china, y afirma que el salario mínimo mexicano es el doble que el vigente en Shenzhen, una de las ciudades más prósperas de China. Pero no todos están de acuerdo con esta comparación.

 

“Le aseguro que en Shenzhen viven mejor que en México. Ése es un calculo engañoso, que se basa en la tasa oficial de cambio y no en la capacidad adquisitiva real”, dice el académico Hu Angang de la universidad pekinesa Tsinghua. Calculada según su cambio en dólares, como hace el Banco Mundial, la renta per cápita en China es de 890 dólares, lo que la coloca en el puesto 138 en el ranking mundial de países. Si el cálculo se hace según la capacidad adquisitiva, que tiene en cuenta lo que un chino puede hacer con su salario en su país, resulta una renta per cápita de 3.950 dólares. En este segundo cálculo, China asciende 11 lugares en el ranking mundial de países y se sitúa en el puesto 127.

 

Con México pasa lo contrario. Con el primer método, cambiando pesos por dólares, México obtiene una renta de 8.240 dólares (9,2 veces más que China) y el puesto 69 en el ranking de países. Pero si se atiende al cálculo de la capacidad adquisitiva, la renta queda en 5.530 dólares (1,4 veces la china) y México desciende al puesto 80.

 

“En México no alcanza con el salario mínimo, mientras que en China los trabajadores pueden tener más capacidad adquisitiva con menos dinero calculado en dólares”, señala un experto mexicano residente en la capital china. En su opinión, independientemente del costo de la mano de obra, en la actual batalla textil los chinos están ganando porque trabajan más en menos tiempo, y porque su tecnología es superior. “Aquí el tejido se corta con láser, mientras que en México se usan cortadoras”, dice este experto.

 

De todas formas, la impresión es que la ventaja china de costos laborales es considerable para explicar la victoria de China ante sus alternativas fabriles en Europa del este o en México. Y esa victoria tiene detrás un ejército laboral de reserva de origen rural, casi inagotable, que permite sostenerla durante muchos años. Lo único que está por verse es si esa ventaja será socialmente estable en los próximos años.

 

A las autoridades chinas cada vez les preocupan más la pobreza de grandes sectores de la sociedad y la mejora de la condición de los menos afortunados en general. El economista Zhao Zhong, de la Universidad Beida, de Pekín, explica así esa preocupación: “Desde 1997 China produce más de lo que consume. Hay en las autoridades un propósito de aumentar el consumo de los campesinos para que éstos contribuyan al crecimiento”.

 

El primer ministro Wen Jiabao parece defender el mismo enfoque cuando dice que la mejora del nivel de vida de los campesinos y de los sectores urbanos más pobres es una vía genuina para “incrementar la demanda y promover el crecimiento económico”.

 

El problema no parece ser la pobreza, sino el crecimiento. Parece que se quiere actuar contra la pobreza porque esta es obstáculo para el crecimiento. ¿Es correcto este planteamiento? El historiador Wang Hui, director de la prestigiosa revista Dushu, cree que el pragmatismo y la obsesión por la estabilidad social podrían hacer a los nuevos dirigentes chinos “más sensibles hacia lo social”. Eso es lo que parece estar ocurriendo.

 

El secretario general del Partido Comunista Chino –y presidente–, Hu Jintao, ha dicho que la mejora del nivel de vida de los más pobres debe ser el “objetivo principal” de la modernización en China. La federación china de sindicatos publicó hace unos meses el primer manual “para la defensa de los legítimos derechos de los trabajadores”. El manual, como el anuncio del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social de que se sancionarán los abusos salariales y el no pago a los trabajadores emigrantes, o la abolición de la normativa que permitía a la policía detener, repatriar y, en la mayoría de los casos, abusar de los emigrantes rurales que acuden a las ciudades en busca de trabajo, forman parte de la misma tendencia.

 

No tiene nada que ver con ideología y, probablemente, muy poco con humanismo, tal como lo entendemos en Occidente. Es puro pragmatismo y búsqueda de la estabilidad.

 

 

Semanario Brecha (Uruguay)

27 de junio 2003

 

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