Internacional

 

Colombia

Asombros y desconciertos

 

El referendo del 25 de octubre en Colombia se tradujo por una derrota política del gobierno, al tiempo que en las elecciones de gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y ediles del día siguiente triunfaron los candidatos alternativos.

 

 

Ganar la guerra, naturalmente, tiene costos elevados y supone para el pueblo asumir sacrificios, pues lo prioritario es el gasto militar, además de garantizar la marcha del país por los senderos del crecimiento económico. Estos costos y sacrificios son: restricción de las libertades ciudadanas; imposición de nuevos tributos para financiar el incremento del gasto militar; ajuste fiscal para atender la deuda externa y cubrir el hueco de las finanzas públicas; reducción del gasto público, incluyendo el destinado a inversión social; reforma a los regímenes laborales y de seguridad social (flexibilización y reducción de costos laborales, aumento de los aportes parafiscales y modificación regresiva del sistema de pensiones); reforma del Estado (liquidación, reducción, fusión y privatización de entidades y servicios públicos, con su secuela de despidos masivos). Así, se sacó provecho de la popularidad del Presidente para introducir de contrabando el paquete de medidas neoliberales que fueron recetadas por el FMI y el Banco Mundial.

 

Revisando cuentas con el FMI, no cuadraron. El aumento desmesurado del gasto militar y de la deuda externa, por efecto de la devaluación monetaria, obligó al gobierno a comprometerse con este organismo a hacer un nuevo ajuste fiscal, según consta en carta de intención suscrita el 2 de diciembre de 2002. En esta oportunidad, las medidas económicas tendrían un mayor alcance. Sin embargo, debía enfrentar la dificultad de pedir al Congreso su aprobación, con el consecuente desgaste del mismo y del propio gobierno ante la opinión pública, además de la resistencia del empresariado. Entonces se les ocurrió la idea de incorporar el paquete fiscal a un proyecto de referendo reformatorio de la Constitución, que supuestamente pondría fin a la corrupción y la politiquería, vicios imputables a la clase política, es decir a los miembros del Congreso. Como quiera que la convocatoria al referendo debía hacerse por ley, negoció con la mayoría parlamentaria uribista el retiro o modificación de los puntos contrarios a sus intereses políticos y económicos. Así, logró la expedición de la ley de convocatoria del referendo tramposo, mediante el cual el constituyente primario aprobaría el paquete fiscal bajo el engaño de estar combatiendo la corrupción y la politiquería.

 

Como referendo se define la convocatoria que se hace al pueblo para que apruebe o rechace un proyecto de norma jurídica o derogue o no una norma ya vigente, incluida la Constitución. Es diferente a la figura del plebiscito, definida como el pronunciamiento del pueblo, convocado por el Presidente de la República, para apoyar o rechazar una determinada decisión del Ejecutivo. La utilización del “referendo” resultaba novedosa para una ciudadanía formada en los moldes de la democracia restringida, y fácil sería darle gato por liebre si el mismo se afirmaba en la posibilidad de derrotar a la subversión, la corrupción y la politiquería, conforme lo prometió Uribe Vélez en su campaña electoral.

 

Pero en el referendo no sólo se participa votando sí o no, sino también absteniéndose, por la sencilla razón de que la ley prevé que para su aprobación se requiere un número de sufragantes que “exceda de la cuarta parte del total de ciudadanos que integran el censo electoral”. Es decir, un ciudadano tiene tres formas posibles de participar en un referendo constitucional: votando sí o no o no sufragando. Dicho en otros términos, en una votación de un referendo constitucional se participa no sólo sufragando sino también absteniéndose, porque en ambos casos se generan consecuencias jurídicas. El que vota en cualquier sentido participa tanto como el que no lo hace.

 

El referendo gubernamental tenía la característica de ser extenso y sinuoso, de tal manera que el ciudadano, enfrentado a responder las 15 preguntas en escaso tiempo, se limitara a responder sí a todo, como lo había pedido el Presidente en múltiples apariciones en todos los medios de comunicación, incluidos los noticieros y en los programas de farándula de la televisión. El referendo se presentó como la panacea de todos los males de la nación. No votar significaría apoyar el terrorismo. Sed dijo: con la reducción de los salarios de los maestros y empleados de la salud podremos pagar las deudas que tenemos con los mismos; con los ahorros generados por la eliminación de las contralorías departamentales podremos financiar la ampliación de cobertura en educación; acabaremos con la corrupción y la politiquería (¿con un referendo aprobado por los corruptos y politiqueros?). Toda esta hojarasca de frases vacuas fue acompañada de imágenes en todos los espacios: empresarios, divas, actores, políticos, gente humilde, etcétera, llamando a votar. En los días anteriores a la votación se difundió un video de la guerrilla cometiendo atrocidades, al cual se le incorporó una frase de cierre: “Estos no quieren que usted vote”, con la clara intencionalidad de colocar a quienes promovimos la abstención del lado del terrorismo.

 

Naturalmente que a la población se le ocultó que por cuenta de la rebaja de sueldos, de pensiones y del gasto público, además de la supresión de contralorías, el Gobierno aseguraría la cobertura del hueco fiscal por lo menos hasta 2010, es decir recursos cercanos a los 20 billones de pesos. En otras palabras, ¡ahorrar con plata ajena!

 

Un documento del ala socialdemócrata del Partido Liberal explicando las razones de fondo que determinaron la decisión de la mayoría de abstenerse de votar el referendo, se calificó como una traición al Presidente, olvidando que fue precisamente Uribe Vélez quien cometió un acto de traición al postular su nombre, en disidencia al candidato oficial, con el apoyo incondicional de los neoliberales del partido y de los conservadores, quienes también habían traicionado a su candidato oficial. Asimismo, una carta en la que se señalaban las inconveniencias de participar en el referendo, enviada por los maestros a los padres de familia, fue piedra de escándalo y hasta de calumnias, porque supuestamente se amenazó a los padres con represalias contra sus hijos.

 

Los empresarios, por su lado, financiaron una inmensa campaña de publicidad a cargo de un movimiento autodenominado “Colombianos por el Referendo”, que tomó universidades, empresas, espacios públicos utilizando un lenguaje engañoso sobre las bondades del referendo.

 

El presidente Uribe Vélez, y todos los promotores del referendo, afirmados en su popularidad que, según las encuestas, era superior al 70 por ciento daban por hecho la derrota estruendosa de los promotores de la abstención, pues al fin y al cabo eran la minoría. Así, llegó el esperado 25 de octubre de 2003: la votación no alcanzó el umbral del 25 por ciento. La inmensa “minoría” derrotó a la escasa “mayoría”. Este resultado asombró a los abstencionistas y desconcertó a los promotores del referendo.

 

Más pronto de lo que se esperaba, asistimos al resquebrajamiento del esquema mesiánico del Presidente. Por sobre todo, se destaca el hecho de que el gran protagonista del acontecimiento que puso al desnudo ese esquema fue el pueblo colombiano, al abstenerse de votar la reforma parcial de la Constitución. Se podría afirmar que no protagoniza nada un pueblo que se abstiene de participar en un proceso que es inherente a su condición de constituyente primario, pero, en este caso, la abstención se caracterizó por ser activa, es decir, estuvo precedida de una intensa campaña de disuasión ciudadana sobre los riesgos que encarnaba el plebiscito travestido de referendo.

 

Al día siguiente, 26 de octubre, se llevaron a cabo las elecciones de gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y ediles. Los candidatos realizaron sus campañas simultáneamente con la campaña del referendo. Los uribistas de toda laya esperaban ganar en los principales departamentos y ciudades, igualmente afirmados en la popularidad del Presidente. La atención se centró en Bogotá, por la importancia que reviste el alcalde del Distrito Capital con cerca de 8 millones de habitantes, considerado el segundo cargo en importancia política del país. El candidato del uribismo, Juan Lozano, ligado a los grandes medios de comunicación, se enfrentaba a Luis Eduardo Garzón, Lucho, candidato del Polo Democrático Independiente, hombre de origen humilde que había presidido la Central Unitaria de Trabajadores. Lucho obtuvo la votación más alta, cercana a los 800 mil sufragios, un nivel sin precedentes en la Ciudad, aventajando a Juan Lozano por más de 100 mil votos. Asombro y desconcierto.

 

Simultáneamente, el candidato a la Gobernación del Valle, Angelino Garzón, también proveniente del sindicalismo y ministro de Trabajo de la anterior administración, ganó de manera contundente, con cerca de 600 mil votos. El candidato liberal obtuvo la cuarta parte, y el candidato del conservatismo la décima parte. En el departamento del Choco, y en Pasto, capital de Nariño, triunfaron Julio Ibarguen Mosquera y Raúl Delgado, ex dirigentes sindicales. En Nariño, en Barranquilla, Bucaramanga, Barrancabermeja, entre muchos otros departamentos y ciudades, triunfaron los candidatos de la izquierda democrática o de oposición al neoliberalismo, a lo cual debemos agregar el inmenso número de diputados, concejales y ediles elegidos, así como las votaciones significativas que obtuvieron candidatos del PDI y otros sectores independientes, aun aquellos que no lograron ser electos. De esta manera, podemos afirmar sin duda alguna que estamos en presencia de la mayor votación de la historia colombiana a favor de sectores alternativos. Asombro y desconcierto.

 

Los grandes perdedores fueron, indudablemente, los sectores políticos ligados al neoliberalismo; el esquema de gobierno autoritario, de corte bonapartista de Uribe Vélez; el FMI y el Banco Mundial; las guerrillas estalinistas, y todos los escépticos que ya habían perdido la esperanza de que el pueblo colombiano superara sus miedos para emprender la ruta hacia la paz, donde sea posible la construcción de una democracia integral, para la justicia social y bajo el imperio de los derechos humanos.

 

La indiferencia, síntoma de autismo, trae consigo la pérdida del sentido de la solidaridad y se traduce en impotencia a la hora de asumir retos con otros. Nuestros sueños se reducen al estrecho mundo del individualismo. Esta es, precisamente, la condición humana que nos hace vulnerables a la manipulación de quienes representan a los centros de poder económico y político. Enajenan nuestras ideas y nuestra autonomía para convertirnos en simples instrumentos de sus intereses y proyectos.

 

Pero ahora existen razones para el optimismo, pues el 25 y el 26 de octubre de 2003 el pueblo colombiano hizo la mayor demostración de resistencia y desobediencia civil, mediante la utilización de los mecanismos de participación democrática que nos ofrece la Constitución Política que nos rige.

 

Instrumentos de la más variada naturaleza y sonido logran producir una sinfonía; lo determinante para que esto suceda es que ninguno de los músicos se ausente del concierto.

 

 

Jorge Luis Villada

© Rel-UITA

27 de noviembre de 2003

 

     

 

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