Con
Luis Enrique Ramírez
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Desde
escombros y cenizas,
nace una
nueva Argentina |
Desde diciembre pasado,
todos los jueves, se lo encuentra junto a miles de argentinos,
protestando cacerola en mano frente a la Corte Suprema de
Justicia. Muchas veces, cuando el brazo se cansa, toma el megáfono
y entonces su voz cascada se suma al caceroleo, con los gritos de
la gente, que tienen bien abollada a la impunidad.
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- ¿Por qué abogacía?
- Por casualidad. Hasta
confesaría que de vago, porque en el Colegio Nacional teníamos que optar
por alguna de las especialidades y me pareció que la que menos esfuerzo me
iba a llevar era letras. Después, reconozco que el Derecho me gustó.
- ¿Y la especialidad
laboral?
- También casualidad.
Fue una materia a la que no le di mucha importancia, la preparé en poco
tiempo. Luego, en un estudio jurídico en el que compartíamos gastos con
otros colegas, había un viejo abogado sindical que necesitaba gente nueva
y con él comencé el acercamiento al mundo sindical. Después, buscando una
remuneración fija, ingresé como abogado de Ferrocarriles Argentinos y ahí
también, por azar, me tocó la gerencia de relaciones industriales, con lo
cual tuve que ponerme a estudiar la parte laboral. Así que yo siempre digo
y confieso que en mi caso no fue un tema de vocación, sino que la vida me
fue llevando, colocándome en un lugar que realmente me agrada.
- ¿Estamos hablando de
los años...?
- Me recibí en 1969, y
en el 71 ya estaba trabajando en Ferrocarriles Argentinos y en el 73, 74
empecé a trabajar en lo sindical estrictamente, a tal punto que participé
en varios convenios colectivos de la ronda de 1975.
- ¿Fue en 1973 cuando
tomaste contacto con nuestra afiliada, el SATIF?
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- Efectivamente, por
intermedio de ese viejo abogado al cual hice referencia.
- Estamos hablando de
las postrimerías de 1960. Otro país, ¿y otro movimiento sindical?
- ¡Sin dudas! Un
movimiento obrero totalmente diferente al que hoy podemos encontrar.
- Diferente, ¿en qué?
- Bueno eran épocas en
la cuales parecía que el progreso social era una constante, podría
detenerse, pero todos teníamos la certeza de que íbamos siempre hacia
delante. No se nos cruzaba por la cabeza el retroceso, había una fuerza
sindical realmente significativa, que hacía posible que los convenios
colectivos permitieran mejorar siempre la situación anterior. Hoy tenemos
un panorama absolutamente diferente: un movimiento obrero débil y una
negociación colectiva que pretende ser, en muchos casos, una herramienta
de la flexibilización laboral, es decir de un retroceso. Las diferencias
son notables. Por otra parte, los trabajadores sindicalizados son
muchísimo menos. Tenemos un movimiento obrero realmente debilitado como
actor social.
- ¿Se sabe en cuánto
ronda la tasa de sindicalización actualmente en el país?
- No he visto
estadísticas confiables recientes, pero ha bajado muchísimo. No creo que
llegue a un 40%.
- En la época a la que
hacías referencia superaba el 60%.
- Sí, sí. Diría que hubo
épocas en que estaba en un 70%, porque las organizaciones sindicales daban
respuestas. Hoy en día, mucha gente continúa afiliada porque todavía los
sindicatos tienen el control sobre las obras sociales, y este es uno de
los grandes desafíos que tienen. Por estar tan compenetrado con el
problema de la administración de sus obras sociales, el sindicalismo está
descuidando la acción sindical pura. Parecería que el cometido principal
del sindicato fuese administrar su obra social, y si algún día cambiara el
régimen legal se encontrarían con que están vacíos de objetivos.
- Pero todo parece
indicar que también le llegará su hora a las obras sociales. ¿No?
- Lo vengo anunciando
desde hace bastante tiempo: el proceso de privatización de la seguridad
social ha avanzado sobre casi todas las estructuras. Prácticamente ya está
todo privatizado: el sistema jubilatorio, el sistema de accidentes y
enfermedades profesionales. Nada más falta el toque final a las obras
sociales sindicales, que ya tienen un fuerte proceso de privatización,
porque eludiendo un poco la ley con algún subterfugio han aparecido las
gerenciadoras, es decir que se han metido por adentro, manteniendo la
cáscara, la apariencia de ser sindical, pero de hecho están siendo en
muchos casos manejadas por intereses privados.
Hay muchísimo dinero en
la salud. Podemos estar hablando de un gasto de 20 mil millones de dólares
a repartirse entre el sector público, el privado, las obras sociales. La
tendencia en el mundo y en Argentina es exactamente la misma,
los grandes negocios tienen que
ser para el sector privado, y en este modelo no se tolera nada que tenga
cierto color a administración social.
- Entonces, finales de
los 60, otro movimiento obrero, pero también se respiraba otro país.
- El movimiento obrero
ha ido acompañando los cambios en el país, que desgraciadamente también
han provocado un tremendo retroceso en todas las áreas. El modelo
neoliberal que se instala definitivamente aquí en la década del 90, ha
diseñado una sociedad que nada tiene que ver con aquella que conocimos
justamente en la década del 60 o del 70. De todas formas, muchos creemos
que esta crisis, que es la crisis del sistema, nos va a permitir construir
otro país y una nueva sociedad.
- ¿Y qué cosas hay que
cambiar?
- Todo. Por eso se está
hablando intensamente en muchos sectores de la necesidad de instalar una
asamblea constituyente, porque en Argentina han fracasado todas las
instituciones republicanas y democráticas. El único aspecto positivo e
importante de este proceso es la brutal y masiva toma de conciencia.
Quizás la gente tiene muy claro lo que no quiere, y apenas percibe lo que
quiere envuelto en una nebulosa. Es decir, una gran masa de argentinos
podemos ponernos de acuerdo sobre lo que no queremos, sin embargo todavía
nos cuesta definir con un consenso similar qué queremos. La gente sabe que
todas las estructuras sociales, políticas, económicas y judiciales han
fracasado. Hubo una degradación tan grande del funcionamiento de esas
instituciones que creo que ya no es cuestión de hacer cambios, sino que
debemos pensar en nuevas prácticas democráticas. Acá fracasó la
democracia, porque la
democracia para nosotros los argentinos, ha sido simplemente una
convocatoria a votar, pero no ha sido una convocatoria a decidir,
que sería la verdadera democracia. Por lo tanto, tenemos que plantearnos
nuevas formas democráticas para que, por ejemplo, los partidos políticos
expresen la voluntad de la gente y no a la voluntad de las cúpulas.
- En diciembre del año
pasado muchos señalaban al gobierno de De la Rúa como el culpable de la
debacle. Creo que la crisis tiene raíces mucho más profundas que se nutren
de pésimas administraciones anteriores.
- Más allá de los
tremendos fracasos del gobierno de De la Rúa, atribuir la crisis a los dos
años de su gobierno sería simplificar demasiado. Lo que explotó fue el
modelo. Lo que se estaba cayendo a finales del año pasado, y se sigue
cayendo a pedazos ahora, es el modelo que se empezó a construir durante la
dictadura militar, que introdujo ya algunas bases. Pero lo grave es que
después, en 1983, cuando los argentinos creíamos que recuperábamos la
democracia nos encontramos con que sólo se restituyó la formalidad, y
tenemos una prueba lapidaria en la figura de Domingo Cavallo. Nosotros
votamos, siempre hemos votado hasta ahora con la esperanza de un cambio, y
después nos encontramos con este personaje que había sido funcionario de
la dictadura militar y luego aparece en todas las siguientes
administraciones. Si uno votaba a los peronistas aparecía Cavallo, si
votaba a la Alianza aparecía Cavallo. Esa es la demostración terminante de
que el poder pasaba por otro lado, las elecciones eran fuegos artificiales
con las que nos entreteníamos. Por eso en la sociedad argentina hay una
enorme frustración que va a costar remontar. No se cree en nadie, y de ahí
el slogan "que se vayan todos", porque de alguna forma aún los que no han
sido malos de alguna manera han acompañado todo esto.
Sin embargo, en
diciembre del año pasado se produjo un movimiento que creo importante,
porque va más allá de las movilizaciones y sus consecuencias, un
movimiento de toma de conciencia de un sector muy importante de la
sociedad, y cuando se toma conciencia no hay retroceso. Con la economía
nos puede ir bien o nos puede ir mal, pero cuando uno adquiere conciencia
de ciertas cosas, eso está ahí y llega para quedarse. La toma de
conciencia de la sociedad está permitiendo un cambio que va a ser
doloroso, que va a ser largo, esto no va a cambiar de un día para otro.
Sería ingenuo pensar que con las próximas elecciones algo va a cambiar, ya
estamos viendo que los candidatos son exactamente los mismos. De todas
formas, hay cambios en la sociedad, hay alianzas antes impensables, y esto
se detecta claramente en como la clase media ha evolucionado, cuando uno
ve marchas como la del pasado 9 de Julio, donde se vio codo a codo a los
"piqueteros" -los sectores más marginados de nuestra sociedad- con la
clase media; incluso con gente de la clase media alta. Mujeres con tapados
que se veían costosos, hombres con sobretodos de pelo de camello, pero
juntos y con el mismo fervor, sin mirarse con desconfianza. Esto me
impresionó muchísimo.
- Una clase media que
antes supo cantarle loas al gobierno de Menem y a la famosa paridad del
peso con el dólar, y fue partidaria de las privatizaciones de las empresas
públicas.
- Lo más grave de
nuestra sociedad, en la cual la clase media urbana ha sido muy importante,
es su escala de valores que se ha ido conformando a través de modelos
materialistas, insolidarios, consumistas, donde lo que importa es lo que
le pasa a uno y nada más. Sin embargo, no voy a olvidar nunca lo que me
sucedió en una de las manifestaciones que hicimos frente a la Corte
Suprema, donde al final una señora que yo no conocía nos agradeció por lo
que estábamos haciendo y dijo: "Mire, yo he vivido en el mismo barrio 25
años, ¿y sabe una cosa?, conocía a una o dos personas, hoy conozco a todos
los vecinos." En Argentina
hoy nos encontramos, nos reconocemos porque tenemos el mismo tipo de
problemas.
Bueno, esto es un cambio
revolucionario diría yo, esto de encontrar que todos tienen problemas, y
esta apreciación de que nadie se va a salvar solo, bueno, ya es el
principio para un cambio importante.
- ¿Cuáles eran las
reivindicaciones de las manifestaciones alrededor del Palacio de Justicia?
¿Cómo fue esa experiencia?
- Entre el 19 y el 20 de
diciembre se produjeron los hechos que terminaron con la renuncia del
gobierno de De la Rúa. Poco tiempo antes había salido una sentencia de la
Suprema Corte de Justicia que había permitido dejar en libertad al
expresidente Carlos Saúl Menem, que causó indignación en muchos sectores,
y mucho más entre la gente vinculada con el derecho y con la justicia.
Nosotros habíamos hecho una declaración durísima por este tema,
cuestionando esa situación y diciendo que era un hecho más de esta Corte
que había demostrado estar siempre al servicio del gobierno de turno y que
no actuaba como defensora de los derechos de los ciudadanos y de la
Constitución Nacional. En nuestro país existe desde la década del 90 lo
que hemos llamado un pacto mafioso de impunidad entre los tres poderes
-legislativo, ejecutivo y judicial -,
que en lugar de funcionar como en
una República, como contrapeso y control de los otros, en realidad cada
uno actúa como guardaespaldas del otro. Entonces la Corte
Suprema era guardaespaldas jurídica de los actos del Poder Ejecutivo,
estuviesen o no ajustados a la Constitución, y el Poder Legislativo cubría
las espaldas de la Corte desactivando cualquier pedido de juicio político.
A su vez el Poder Ejecutivo cuidaba las espaldas del Poder Legislativo,
como se pudo comprobar con una ley donde hubo una denuncia de sobornos a
los senadores y el Ejecutivo hizo todo lo posible para desactivar la
investigación. Funcionaba como un círculo de protección para la impunidad.
Nuestra sensación, como
ciudadanos y como hombres vinculados con el derecho y con la justicia, era
de impotencia absoluta, porque de nada nos servían las leyes, la
Constitución y las instituciones. De pronto la sociedad nos mostró un
camino. Había que salir a la calle. Si no nos servían los códigos, la
Constitución, las leyes, las instituciones, la gente tenía que salir y
manifestarse. Y salimos con la cacerola que es un símbolo del repudio
social a una clase de dirigentes. Por supuesto, con un miedo tremendo
porque no es fácil que los abogados asuman que hay que sacarse el disfraz
de abogado, tan formal, tan acartonado, tan rígido, y agarrar una cacerola
y someternos al posible ridículo. Pero de pronto nos encontramos
desbordados y hubo que cortar la calle. Más de mil personas, de las cuales
llamativamente el 90% no eran abogados ni gente vinculada con el Poder
Judicial, era gente común de la sociedad de todos los extractos sociales
que compartía ese reclamo. Se hizo una convocatoria prácticamente sin
dinero, sin medios, nuestra
Asociación de Abogados
Laboralistas es una entidad modestísima desde el punto de
vista económico, así que prácticamente se hizo con nada, y sin embargo la
gente respondió de una forma que nos llamó la atención.
El 28 de diciembre
comenzaba la feria judicial, que abarca todo enero, así que nuestra idea
era hacer un acto ese día. Luego, cada uno se tomaría su vacaciones, y
otros seguirían trabajando pero sin actividad judicial. Sin embargo
empezamos a sentir la presión de la gente que nos decía: "Esto no puede
quedar así nomás, esto hay que seguirlo"; y nosotros respondíamos:
"Tribunales cierra, no hay actividad judicial, no hay abogados"; y nos
decían: "No importa, este no es tema sólo de los abogados, es un tema de
toda la sociedad, ustedes hicieron punta y tienen que seguir". Bueno, con
más temor que el 28 de diciembre hicimos nuestro segundo "cacerolazo" el
10 de enero en plena feria judicial, plena época de vacaciones. ¡Otra
sorpresa! Se congregaron más de 3 mil personas. Estábamos muy contentos,
imaginate, y la gente que preguntaba: "¿Y ahora qué?, ¿y ahora qué?"
Tuvimos que hacer una reunión de comisión directiva informal ahí mismo, en
medio del "cacerolazo", y decidimos convocar a otro "cacerolazo" para el
17.
Ese desbordó la plaza,
más de 5 mil personas. Llegaron políticos de todos los partidos,
los que
podían todavía circular entre la gente, asombradísimos de que ignotos
abogados de una prácticamente desconocida asociación hubiesen provocado
esa manifestación, de la cual nosotros fuimos nada más que el disparador.
Ese día nos comprometimos a estar allí todos los jueves. Y cada jueves
vino más gente.
Fue un impacto
fuertísimo. Y esas movilizaciones, la gente, la sociedad movilizada
rompieron el pacto mafioso de impunidad. El poder político le bajó el
pulgar a la Corte. El gobierno de Duhalde dio luz verde para que se
constituyera la Comisión de Juicio Político que en función del pacto
mafioso de impunidad, ni siquiera estaba constituida. Tal era el grado de
impunidad y de aceptación de que esto funcionaba así. Conformada la
Comisión de Juicio Político, la Corte contragolpeó y emitió una sentencia
donde declara inconstitucional "el corralito"; un misil bajo la línea de
flotación al plan económico del gobierno, decimos nosotros. Esa era otra
prueba de que el pacto mafioso estaba roto. Al día siguiente del fallo, en
un programa de radio que tiene los sábados, el presidente Duhalde calificó
a los miembros de la Corte de "chantajistas" porque lo habían estado
presionando con que si no paraba el juicio político ellos iban a sacar el
fallo.
En este momento podemos
señalar que se avanzó muchísimo, porque no sólo se constituyó la Comisión
de Juicio Político, sino que además avanzó emitiendo un dictamen
acusatorio contra los nueve integrantes de la Corte, que están acusados de
mal desempeño y de gravísimas irregularidades, algunos más y a otros
menos, pero los nueve, que era nuestra aspiración.
- Por último, recogiendo
la consigna de esta semana en Buenos Aires, "Otro mundo es posible", ¿es
posible otra Argentina?
- Sin dudas. Lo que
ocurrió desde diciembre hasta ahora ha establecido los cimientos para una
nueva Argentina. Nadie tiene que engañarse, imaginar que la vamos a tener
en poco tiempo, estas construcciones son de largo alcance, pero hoy se
percibe un cambio de valores, y están los pilares para esa construcción.
Así que, soy profundamente optimista.
Autor:
Gerardo
Iglesias
© Rel-UITA
12 de
setiembre de 2002
NOTAS
1
Secretario General de la
Asociación Latinoamericana de Abogados Laboralistas.
Expresidente de la Asociación de Abogados Laboralistas de
Buenos Aires.
2
Sindicato Argentino de Trabajadores de la Industria Fideera, primera
organización afiliada a la
UITA en Argentina. |