El hambre:
las
cifras de una
vergüenza mundial
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Los
gobiernos de países desarrollados,
indiferentes ante el informe de la FAO
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En la
actualidad hay en el mundo 840 millones de personas subnutridas, el 95% de
las cuales vive en los países identificados como en vías de desarrollo.
Esta cifra la ha revelado la Organización de las Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación (FAO), durante la presentación de su informe
anual el pasado 16 de octubre. Según sus datos, 30 millones de personas
mueren cada año por la mala distribución mundial de alimentos. Una
vergüenza colectiva.
La
Cumbre Mundial de la Alimentación, celebrada en Roma en 1996, concluyó con
un objetivo muy definido: reducir a la mitad el número de personas que
sufren malnutrición para el año 2015. Lo indignante no es que este
objetivo se haya tenido que retrasar hasta el 2050 (si todo sigue como
hasta ahora), sino que se llegará a dicha fecha porque las personas irán
muriendo, no por los logros conseguidos en la lucha mundial contra el
hambre.
La
pobreza es la mayor responsable del hambre en un mundo de abundancia. No
hay escasez de alimentos; hay escasez de voluntad para solucionar el
problema.
Otras
causas del hambre son las sequías e inundaciones (cada vez más extremas y
frecuentes por el cambio climático) y las turbulencias políticas, sociales
y económicas.
Los
conflictos armados son una de las causas más comunes de inseguridad
alimenticia. En 15 países han provocado situaciones de emergencias
alimenticias excepcionales en 2001 y principios de 2002. En la República
Democrática del Congo, martirizada por la guerra, el número de personas
subnutridas se ha triplicado en un año.
En Afganistán, desde que Estados
Unidos iniciara su cruzada, el número de personas que pasan hambre en este
país ha aumentado en más de dos millones.
Desde
el punto de vista económico, las guerras en África subsahariana
representaron pérdidas de casi 52.000 millones de dólares en producción
agraria entre 1970 y 1997; una cifra equivalente al 75% de toda la ayuda
oficial al desarrollo recibida por los países afectados por los
conflictos. Los intereses económicos de los países ricos y de ciertas
multinacionales son demasiado apetecibles como para enterrar el hacha de
guerra. La inestabilidad facilita la obtención de determinados recursos
como los diamantes de Sierra Leona, el petróleo de Sudán o el coltan de la
República Democrática del Congo.
El
acceso a la tierra es otro de los factores claves para la seguridad
alimenticia. Los países pobres que han recurrido a repartos más
equitativos han progresado más rápidamente en la reducción del hambre. En
la actualidad, alrededor de 30 países hacen frente a situaciones de
emergencia alimenticia: 67 millones de personas necesitan ayuda urgente.
Estos países no desarrollan cultivos adecuados, tienen grandes extensiones
de tierra en posesión de unos pocos y los terrenos de los pequeños
agricultores son tan reducidos que no cubren sus necesidades.
La
expectativa de vida de un recién nacido en los países más pobres es de 38
años. Uno de cada siete niños nacido en los países donde el hambre es
extrema morirá antes de cumplir cinco años.
Al año, 6 millones de
niños menores de cinco años mueren por carencia de alimentos y nutrientes
esenciales. La sensación de hambre que padecen es tan dura que llegan a
tragar tierra para intentar llenar el vacío del estómago.
La
FAO calcula en 24.000 millones de dólares la inversión pública adicional
que debería realizarse al año para acelerar el progreso en la reducción
del hambre y conseguir el objetivo de la Cumbre Mundial de la
Alimentación. Pero es una inversión que no llega.
A raíz de los atentados del 11 de
septiembre Estados Unidos aprobó un presupuesto en armamento récord:
379.000 millones de dólares. Cada día mueren más de 25.000 personas por
hambre y las ayudas no aumentan; se reducen. Queda demostrado que hay
muertos de primera categoría, muertos de segunda y muertos que ni siquiera
pueden aspirar a ser una categoría.
No
hay excusas ante este problema. No se puede decir que no hay soluciones o
que no se pueden producir más alimentos. Los gobiernos -del Norte y del
Sur- deben demostrar si les importa el destino de 840 millones de personas
hambrientas; han de probar que las muestras de preocupación en las cumbres
internacionales son más que meras palabras.
Autor:
Christian Selles
Agencia de
Información Solidaria
chselpe@yahoo.es
5 de
noviembre de 2002 |