Internacional

 
 

 

En defensa del capitalismo

patriótico

Con los escándalos financieros causados por algunas empresas estadounidenses, han arreciado los ataques al capitalismo, lo cual encierra una gran injusticia.

Como tantas otras cosas en el mundo, los capitalistas pueden dividirse en malos y buenos. Es posible, según las consecuencias que todos padecemos, que abunden más los primeros que los segundos, pero no es justo acusar y criticar al barrer.

Comenzaremos por Estados Unidos, dado que las compañías colocadas recientemente ante la picota pública bajo la acusación de haber manipulado sus cuentas, tienen su sede en ese país. Y recordando que una de las tantas características de los estadounidenses, que los diferencian del resto de los mortales, es su honestidad llegada la hora de declarar su pago de impuestos. Este pago justo y puntual de los impuestos, se convierte en ingresos para el Estado. Es decir, más armas, barcos, aviones, etc., lo cual ha llevado a que Estados Unidos sea la primera potencia mundial. Los estadounidenses están orgullosos de pagar sus tributos, eso es lo que permite que cualquier ciudadano o ciudadana le reclame, por ejemplo al burócrata que lo atiende indolentemente, una mejor atención, con el argumento: ¡yo pago mis impuestos!

Esta sana costumbre viene de antiguo. Alfonso Capone (alias Alcapone, alias Scarface) rey del hampa en la época de la ley seca y declarado en 1929 el hombre más importante del año junto a Albert Einstein y Mahatma Gandhi, fue enviado a prisión ese mismo año. ¿Acusado por su dedo fácil en el gatillo de la ametralladora? No, fue condenado a diez años en Alcatraz por evadir impuestos. Se le acusó de defraudar al fisco en 300 millones de dólares y para ejemplo del resto de los italianos, latinos, negros y otros indisciplinados, cumplió con un mes de cárcel por cada 2,5 millones defraudados.

En el Sur las cosas son distintas. Aquí el deporte nacional, practicado con gran entusiasmo y mayor arte, es el de evadir impuestos. ¡Así nos va!

Pero sucedió que el Sr. Bush se vio obligado a combatir el Mal, donde quiera que éste se encontrase. Magnánimo y sin siquiera consultarnos, en su condición de presidente de los Estados Unidos asumió el reto de defendernos a todos, estadounidenses o no. Como esta cruzada tiene, entre otros, un alto costo monetario, fue que aparecieron los capitalistas patrióticos con sus balances adulterados.

Es conocida la tendencia de las empresas que operan en el Sur -no importa si son pequeñas, medianas, o de gran porte- a llevar una doble contabilidad, con el objetivo de esconder ganancias para evadir impuestos. Muy diferente fue la actitud de algunas empresas -las buenas- de la gran nación del Norte: ellas adulteraron sus balances para mostrar ganancias inexistentes, que a su vez les permitieran pagar mayores impuestos y de esa forma contribuir a combatir el Mal.

Como es notorio no fueron comprendidas. Enron, WorldCom y otras compañías fueron condenadas. "Esta es la crisis de la moderna economía corporativa", sentenció el decano de los economistas, Jhon Kenneth Galbraith. Esta condena al capitalismo bueno tuvo consecuencias inmediatas. Coca-Cola, Washington Post, Bank One, General Motors, Ford y otras grandes compañías -que posiblemente pensaban en sumarse a la patriótica práctica de adulterar sus balances con la noble finalidad de pagar mayores impuestos- anunciaron que tomarán medidas para convertir sus declaraciones de resultados en "más exactas y claras".

No tengo elementos para calcular el monto de lo que, por concepto de esos patrióticos impuestos extras, dejarán de aportar las compañías cuestionadas. Pero para tener una idea aproximada, me basta recordar que entre las 100 economías más grandes del mundo, 51 son compañías y que la mayoría de ellas se encuentran radicadas en los Estados Unidos.

De manera que serán varios miles de millones de dólares los que, al impedirse el pago de esos impuestos extras, harán falta para continuar con la guerra contra el Mal. Guerra a la que no se le divisa el fin luego de un año de magros resultados, salvo el asesinato de civiles inocentes. Pues ese costo extra ahora lo tendremos que pagar todos los habitantes del planeta, para ello y a modo de ejemplo, subirán las tasas de interés del Fondo Monetario Internacional y se reducirán los ya escasos programas internacionales de ayuda social.

A todo esto, el capitalismo bueno, a través de las compañías transnacionales, continuará con aquello que mejor sabe hacer: ganar dinero. Por nuestra parte, los merecidamente castigados habitantes del Sur, quedamos parafraseando a Churchill: nunca tantos le debemos tanto a tan pocos.

 

Autor:

Enildo Iglesias

© Rel-UITA

19 de agosto de 2002

 

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