Estados
Unidos
¿Por
qué vamos a la guerra? |
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La guerra es una acción política
iniciada por un gobierno con apoyo de su población.
“La guerra es
la política por otros medios”, escribió Carl Phillip Gottfried
von Clausewitz (1780-1831), general prusiano cuyo libro “Sobre la Guerra”
es un clásico sobre el tema.
“El objetivo
principal es político, el conflicto armado es el medio hacia un fin
político, sin el cual la guerra carece de sentido”.
Aquí el término política tiene un
sentido amplio. La política de un gobierno incluye su modelo económico.
Más exactamente, la clase social que sustenta el poder en un país es la
que establece la política del mismo. Esto quiere decir que una guerra es
parte de la política (y la economía) de la clase social dominante de un
país.
Los gobiernos no hacen guerras por
razones “humanitarias”. Estas pueden ser parte de las excusas para lograr
el apoyo de la población. En cambio, el tema de la seguridad es crucial:
alguien nos amenaza, hay un peligro externo, un enemigo… corremos peligro
de ser atacados, debemos defendernos.
Durante siglos, filósofos y
pensadores expusieron este tema para que los gobiernos logren la adhesión
de sus gobernados. Entre estos, Platón y Machiavelo puntualizan la
importancia de tener “un enemigo externo” a quien culpar de los problemas
internos y de “amenazar nuestra seguridad”. Así se mantiene el fervor
patriótico que anula el análisis y la crítica y hace que el conjunto de la
sociedad acepte el discurso de la clase gobernante.
Temor, patriotismo y enemigo
externo, triángulo mágico que explica guerras, invasiones, asesinatos
masivos, saqueos, limpieza étnica, racismo… La clase dominante impone
estos valores gracias a la telaraña de instituciones como la escuela,
iglesia y medios de comunicación, todos supuestamente neutrales
ideológicamente.
La Alemania Nazi aplicó esta
fórmula para iniciar la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) que, como toda
guerra, fue un intento de lograr militarmente el control de la una parte
del mercado y del cual Estados Unidos resultó claro triunfador.
Estados Unidos también utiliza la
misma fórmula: por ejemplo, en 1983 invadió la pequeña isla caribeña de
Grenada so pretexto del peligro que corrían un puñado de estudiantes
norteamericanos, a quienes nadie había amenazado. Resultado: luego de la
invasión y de la imposición de un gobierno pro-norteamericano, Grenada
pidió un préstamo al Fondo Monetario Internacional, finalizando su
proyecto socialista.
Cuando George Bush padre era
presidente (1988-1992), invadió Panamá a fines de 1990 para arrestar al
general Manuel Noriega. El ataque, donde murieron más de 1.000 ciudadanos
panameños, fue para “proteger la vida de norteamericanos, reestablecer la
democracia…” y “evitar que Noriega siga envenenando a nuestros hijos
contrabandeando drogas”. Después que Noriega fuera arrestado, juzgado y
encarcelado por tráfico de drogas… nada cambió en Panamá. Ni tampoco
disminuyó el tráfico y consumo de drogas en Estados Unidos.
En 1912, Estados Unidos invadió
Nicaragua e impuso a Anastasio Somoza en el poder, inaugurando uno de los
gobiernos más crueles y corruptos del continente. “Yo fui el ejecutor de
la política de las grandes empresas, de Wall Street y los Bancos”, dijo el
general Swedley Buttler, quien comandó a los marines durante la invasión.
Cuando el presidente Franklin Delano Roosevelt fue cuestionado por las
arbitrariedades de Somoza, contestó, “Puede que sea un hijo de puta, pero
es NUESTRO hijo de puta”.
Cuando Somoza fue asesinado en
1956, le sucedió su hijo, Anastasio Somoza Debayle, continuando con la
corrupción, asesinatos y torturas de opositores, con el apoyo de
Washington y las empresas norteamericanas. Pero cuando en 1979 Somoza fue
depuesto por la revolución Sandinista, el gobierno de Ronald Reagan
(1980-1988) bloqueó económicamente a Nicaragua y luego formó los “contras”,
ejército mercenario que atacó aquel país durante años. Reagan habló
entonces del “peligro” que representaba Nicaragua para Estados Unidos.
Nadie puede seriamente considerar
a Grenada, Panamá o Nicaragua “peligros” para la seguridad del país más
poderosos del planeta. Sin embargo la constante manipulación de los
sentimientos de inseguridad y temores de la población, junto al
patriotismo, logran su objetivo y la sociedad aprueba y justifica guerras
e invasiones que benefician a la clase en el poder, quien mantiene así su
hegemonía interna y sus empresas mantienen su liderazgo económico global.
La experiencia del 11 de
septiembre fue traumática para la sociedad norteamericana, a quien los
gobernantes bombardearon con patriotismo sin descanso. Ante la posibilidad
de otro ataque externo, el país debe armarse más, aceptar sacrificios como
pérdidas de ciertas libertades individuales y, naturalmente, atacar,
destruir a los responsables.
El 11 de septiembre es la excusa
ideal, el sueño de cualquier régimen dictatorial neonazi para imponer su
voluntad a la sociedad y al resto del mundo. Bush y sus aliados no podían
perderla y actuaron en consecuencia. Imponen su política por medio de la
guerra y sus empresas reciben contratos para actuar en territorio de sus
víctimas, hoy, Irak. Sin 11 de septiembre hubiera sido algo más difícil
pero igualmente Bush hubiera lanzado una campaña contra Irak. Su padre lo
hizo contra el mismo país, y contra Panamá. Reagan contra… La lista es
interminable. Los controles sobre los sentimientos de la población, muy
eficientes.
Autor:
Eduardo Stanley
Fresno - California
24-04-03 |