Internacional

 

Lucro, maldito lucro

 

Según el diccionario, mercancía refiere al “trato de vender y comprar comerciando en géneros”. Define mercantilizar como “convertir en mercantil algo que no lo es de suyo” y mercantilismo como “espíritu mercantil aplicado a cosas que no deben ser objeto de comercio”. 

 

Si vemos a la mercancía como un objeto que pasa de una mano a otra, la mercancía aparece como algo inevitable. Podremos discutir si la mercancía es necesaria o no; si contamina (tanto en su versión final, como en alguna etapa de su elaboración) o no; si se encuentra al alcance de la mayoría de las personas o no; si son peligrosas o no; si unas son más imprescindibles que otras, etc. Pero no podremos discutir sobre la existencia misma de la mercancía y debemos admitir su existencia como algo normal. Lo cual no quiere decir que no deba discutirse –y resolver– como elaborarlas, que hacer con ellas y como distribuirlas más equitativamente.

 

Si nos quedamos con esta definición “pura” de mercancía, caemos directamente al concepto de mercado y, con un paso más, pasaremos a admitir que el mercado es quien rige la economía y la sociedad moderna. Y este es el sofisma que hoy aflige al mundo. Para salir del intríngulis a que nos ha llevado el capitalismo, junto a sus políticos y economistas, hay que empezar por reconocer que la sociedad actual está regida por la mercancía, no por el mercado y que todo se ha convertido en mercancía. Al punto que hasta las miserias humanas se convierten en mercancías y, por lo tanto en generadoras de lucro. Las enfermedades, la vejez, la muerte, como también el derecho a calmar el hambre y la sed... todo se convierte en mercancía. En consecuencia, creamos y sobrevivimos en una sociedad mercantilizada. Y sus habitantes (Sebatião Pinheiro dixit) al transformarse en consumidores, perdieron su condición de ciudadanos y junto a ella, también perdieron su capacidad para cambiar la actual sociedad mercantilista que convierte en mercancía lo que no es.

 

Así las cosas, no es novedad que desde el comienzo del capitalismo el trabajo humano se convirtió en una mercancía, característica que mantiene hasta nuestros días. Lo nuevo es que también el desempleo se convirtió en una mercancía capaz de generar lucro. No nos estamos refiriendo al papel que en nuestras economías juega el ”ejército de reserva” de los desocupados. Como veremos a continuación, el desempleado que quiere dejar de serlo, ve que su necesidad de empleo se convierte en una mercancía capaz de generar lucros para alguien.

 

De acuerdo a los datos que disponemos, uno de los primeros en iniciar el negocio de lucrar con el desempleo fue Nicola Piccenna, un empresario de Matera (localidad situada al sur de Italia) que durante el otoño europeo de 2001, puso en “venta” 150 puestos de trabajo en su empresa para aquellos demandantes de un empleo dispuestos a pagar anticipadamente 60 dólares. Ese desembolso generaba el derecho a que su currículo profesional fuera examinado por los responsables de la compañía. El argumento del bueno de Don Nicola fue: “Si ofreces puestos de trabajo en el sur de Italia te responden más de 10 mil personas y ni siquiera tienes tiempo de leer los currículos”. Suponiendo que debido al cobro de los 60 dólares solamente recibió el 50% de los currículos estimados, el emprendedor Don Nicola se embolsó la nada despreciable suma de 300 mil dólares.

 

Dos años después, los imitadores aparecieron en otros países, entre ellos Colombia. Un interesante informe aparecido en el periódico bogotano El Tiempo(1) relata las vicisitudes –y los gastos– de quien procura un empleo en ese país. Veamos algunos ejemplos:

 

  • Una transnacional requiere publicistas y periodistas, luego de una larga charla (que hace que algunos de los numerosos interesados abandonen la sala) todo se reduce a un empleo precario de vendedor. El salario es una pobre comisión sobre las ventas, pero antes hay que pagar $ 15.000 (US$ 5,55) para inscribirse.

  • Se requieren mensajeros. Hay que pagar $ 10.000 pesos por una hoja de vida (la que la persona lleva no sirve) y $ 20.000 más por concepto de exámenes médicos (le pinchan un dedo y listo) en total se debe pagar el equivalente a US$ 11. En cuanto a salario, le pagarán $ 50 por sobre repartido, corriendo los gastos de transporte por su cuenta. Como el pasaje de bus cuesta $ 700 deberá repartir 14 sobres para adquirir un solo pasaje, de los tantos que necesitará a lo largo del día.

  • Para ser vigilante de un edificio el postulante, obligatoriamente, debe realizar un curso de una semana y esperar a que surja una vacante. El curso cuesta $ 85.000 por nivel y son cuatro niveles, que hacen un total de US$ 126. Los cursos deben tomarse antes de entrar a trabajar o en caso contrario en las horas libres. El salario equivale a US$ 144 mensuales por un horario de 12 horas diarias, siete días a la semana. El séptimo día el horario es de 24 horas.

 

Cambiar la sociedad mercantilista en que vivimos requerirá, entre otras cosas, de decisiones políticas, las que una vez recuperada nuestra condición de ciudadanos, podremos impulsar. Sin embargo, para terminar con aquellos que hoy lucran con los que procuran un empleo, alcanzaría con simples medidas policiales.

 

 

Enildo Iglesias

© Rel-UITA

22 de julio de 2003

 

 

(1)  Así se busca empleo en Colombia, 16.07.03 

 

 

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