Uruguay
“Prohibieron ir a la calle y al Estado criticar.
Prohibieron reírse del chiste
de su triste gobernar.
Prohibieron el desarrollo del futuro nacional”.1
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La Federación
Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua (FUCVAM),
organizó una marcha a pie de Montevideo a Punta del Este. La
consigna “En defensa del Fondo Nacional de Vivienda, Trabajo y
Dignidad” presidió a más de 200 caminantes, que partieron el
pasado 16 de enero. Luego de caminar los casi 140 kilómetros que
hay hasta el principal balneario del país, lo anunciado por el
Ministerio del Interior se cumplió: la marcha no pudo culminar en
Punta del Este con el acto previsto el domingo 19.
Los
cooperativistas reclaman que el gobierno entregue al Fondo Nacional de
Viviendas una partida de 100 millones de dólares que según un informe
elaborado por el senador socialista Reinaldo Gargano les corresponde, pero
fueron desviados con otros fines en los últimos cinco años.2
El
domingo en la tarde la marcha fue detenida por la policía. En un momento
de mucha tensión, también llegaron los coraceros blandiendo sus palos al
son de cánticos descalificadores y patoteriles. La marcha se detuvo, y
allí en ese mojón, se detuvo también la democracia. Quien suscribe recordó
cuando en Uruguay existían ciudadanos de primera, segunda y tercera
categoría, donde correr era peligroso y gritar un delito. Volvieron a la
memoria otros tiempos, otras marchas (¿o las mismas?), donde el
cooperativismo, los sindicatos y los estudiantes iban rasgando la larga y
maldita noche dictatorial a fuerza de coraje, rebeldía e imaginación.
En
este país sacudido por la miseria, con una tasa de desempleo histórica, la
crisis ha convertido a miles en almácigos que, con las raíces al aire,
buscan oportunidades en otras tierras. En este estado de cosas, los que
deberían hablar, callan; los que deberían dar la cara, se esconden; y un
grupito de vividores y alcahuetes busca a los victimarios entre las
víctimas. Cuando tuvieron que detener a los que robaron hasta vaciar el
país, miraron para otro lado sin que se les moviera un pelo, ni su
soberbia.
El
recorte criminal de políticas públicas, la implantación de un modelo
excluyente y avasallador construido desde un mercado opresor, esta
generando un descontento generalizado y necesita cada vez más de un
Estado opresor. Si no se pone freno, el peso de las vallas terminará
socavando los cimientos democráticos.
En
una de las últimas entrevistas que concedió Paulo Freire se le preguntó
qué opinaba sobre una marcha que había realizado el Movimiento de los Sin
Tierra. Paulo, con lucidez y al mismo tiempo con mucha ternura respondió:
“Sueño con un país, con una América Latina, donde se organicen muchas
marchas. La de los sin tierra y también la de los que no pueden ir a la
escuela y la marcha de los fueron a la escuela y fueron reprobados. La
marcha de los discriminados, la de los que intentaron amar y no pudieron.
La marcha de los que intentaron ser y no lo consiguieron”.
Se
pretende poner freno a la historia, pero la gente sabe que las vallas son
las libertades que faltan. Otras marchas vendrán, pues está prohibido
olvidar y nadie quiere quedarse quieto en este Uruguay que se cae a
pedazos. Continuaremos marchando.
Autor:
Gerardo Iglesias
© Rel-UITA
23 de enero de
2003
NOTAS
1
- Rubén Blades, “Prohibido Olvidar”, CD “Caminando”.
2
- Brecha, “Marcha de FUCVAM a Punta del Este”, 17.12.03.
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