Colombia
La
problemática de las drogas incluye el cultivo, la producción,
manufactura, venta, tráfico y distribución de sustancias
sicotrópicas, así como la provisión de precursores químicos y una
gama de actividades criminales conexas, como el lavado de dólares
y, por supuesto, la demanda.
Hasta hace poco se consideraba que el problema de las
drogas se podía enmarcar en una división simple de trabajo, consistente en
que los países ricos consumían sustancias ilícitas de origen agrícola que
algunos países pobres les suministraban. Colombia producía la marihuana
dorada que los cuerpos de paz norteamericanos de la Alianza para el
Progreso de los años sesenta hicieron popular en California y, por su
parte, Afganistán e Indochina los opiáceos que los heroinómanos
londinenses requerían.
La política para enfrentar el problema de las drogas
enfatizaba, como consecuencia, en la erradicación de cultivos en la
fuente, por un lado, y en mezclas variables de represión, prevención y
tratamiento para tratar el tema del consumo en los países desarrollados,
por otro. Se entiende, entonces, que los esfuerzos en políticas de
prevención y tratamiento en los países productores fuesen casi
inexistentes y aislados, como en el caso colombiano.
Una serie de eventos perversos, como el de los
inmensos márgenes de ganancia auspiciados por la prohibición, la
regulación de la oferta, las ventas de precursores para la siembra y la
producción, y de agentes químicos para las fumigaciones, el reducido
esfuerzo en combatir eslabones poderosos del negocio por fuera de los
países productores (como los millonarios depósitos lavados en bancos de
primera línea), han contribuido a que el estatus les convenga a sólidos
intereses. Sucesivos informes de las Naciones Unidas, pese al presupuesto
creciente en la lucha antinarcóticos mundial, indican que el negocio
aumenta a la par del consumo.
A pesar de que el grueso del negocio y de la demanda
está en el Norte, la tradicional división del trabajo se ha roto. Los
países de fuerte consumo, como los Estados Unidos o los europeos
occidentales, producen ahora anfetaminas y metanfetaminas, incluyendo
éxtasis, para clientes internos. Y a los que se les atribuía el papel de
proveedores, como Colombia, ya registran preocupantes estadísticas de
consumo en todos los estratos y de diversos tipos de drogas.
Las Naciones Unidas, particularmente en la sesión
especial de 1998, han llamado la atención sobre la importancia de las
políticas de reducción de la demanda, incluyendo estrategias de prevención
del uso de drogas y de disminución de los efectos adversos del abuso. Las
Naciones Unidas han urgido por el equilibrio entre las políticas de
reducción de oferta y demanda.
No resulta exagerado afirmar que, gracias al esquema
que ha colocado a Colombia como país proveedor de drogas, menos del 1% del
presupuesto total se dedique a prevención y tratamiento de un problema que
crece. Los esfuerzos que han realizado los ministerios de Educación y
Salud en los últimos años, así como los valiosos estudios y metodologías
propuestas por el programa presidencial Rumbos, han transcurrido de forma
aislada y han carecido de continuidad.
Información, educación, creación de conciencia
pública, intervención temprana, tratamiento, rehabilitación, prevención de
reincidencia, integración social, participación ciudadana, son conceptos
imprescindibles para diseñar y desarrollar políticas consistentes de
reducción de demanda.
Rafael Orduz
rorduzme@cabl.net.co
5-02-2003
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