Internacional

 

 

UNA CONSIGNA NACIONAL

¡Ni un colombiano más asesinado!

EDUARDO PIZARRO LEONGÓMEZ 1

 

Es lo que los colombianos tenemos que exigirles a las Farc, al Eln y a las Auc.

Debo confesar que me impactó mucho la principal condición que les puso el presidente Álvaro Uribe Vélez a los grupos paramilitares para poder iniciar un proceso de negociación: "¡Ni un colombiano más asesinado!". Esta frase debería constituir la consigna central de los organismos del Estado, de los medios de comunicación, de los partidos políticos, de las universidades y colegios, de las iglesias y las ONG de todo el país en los próximos años. Cada día, en todos los periódicos, en todas las emisoras, en todos los noticieros, en todos los salones de clase debería usarse esta frase como la reafirmación de un propósito colectivo de la nación colombiana.

Colombia no puede continuar sin un horizonte estratégico. Es indispensable idear un proyecto nacional que sirva de motor para cohesionar y movilizar todos los esfuerzos y recursos de la nación hacia un objetivo común. La extraordinaria experiencia de Bogotá que, en medio de un contexto de guerra interna, logró mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos y su capacidad de convivencia pacifica, evidencia que sí es posible lograr resultados tangibles en este plano.

Hace dos décadas, durante una feroz oleada de violencia contra los inmigrantes en Francia por parte de grupos racistas, se creó una Organización No Gubernamental (ONG) llamada SOS Racisme, la cual lanzó una campaña nacional de una eficacia impactante. Se trataba de una pequeña mano extendida en señal de "deténgase", que la mayoría de los franceses se colocaban diariamente en la solapa de la camisa o el saco y en la cual había impreso un pequeño letrero que decía: "Ne touche pas a mon pot", "No toque a mi hermano" (o para ser más precisos, "a mi mompirri", utilizando la jerga de Pedrito el Escamoso). Mediante esta campaña se creó una renovada conciencia en toda Francia acerca del valor de la vida humana y el respeto a los derechos humanos.

En la última década fueron asesinadas más personas en Colombia que durante todos los años sumados del período de la Violencia clásica (1946-1953) y el período de la Violencia tardía (1953-1964). Durante esos años de triste recordación fueron asesinadas alrededor de 200 mil personas. A un promedio de 25 mil asesinatos anuales, en los últimos 10 años han sido asesinados al menos 250.000 colombianos. ¿Cuántas viudas, cuántos huérfanos, cuántas familias destruidas ha dejado este carrusel de la muerte en que se ha convertido Colombia?

La violencia está erosionando al país. Está destruyendo el sentido de comunidad. Ante el clima de violencia generalizada, los colombianos se están replegando hacia la vida privada y se están quebrando los lazos de la solidaridad social. La desconfianza está minando el escaso capital social del país. La violencia está destruyendo la democracia, ante todo, la mayor conquista democrática de Colombia en los últimos 20 años -la elección popular de alcaldes- debido a las amenazas y asesinatos de alcaldes y concejales por parte de los grupos armados de extrema izquierda y de extrema derecha. Por último, está erosionando la economía nacional y empobreciendo al país. La violencia dejó de ser un subproducto de la pobreza, para convertirse en el principal generador de pobreza en el país.

Los colombianos tenemos que exigirles a las Farc, al Eln y a las Auc: "¡Ni un colombiano más asesinado!". Ningún discurso ideológico, ningún principio ético, ninguna postura política puede continuar justificando esta orgía de sangre, sin pies ni cabeza, que está horrorizando al mundo.

pizarroeduardo@aol.com 

14 de enero de 2003

 

NOTA


1  Profesor del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internaciones de la Universidad Nacional de Colombia.

 

 

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