Violencia y pobreza:
prevención de
riesgos
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La
Organización Panamericana de la Salud
(OPS) aportó
recientemente unas cifras preocupantes sobre el “impacto de la violencia
en las Américas”. En la Región 120.000 personas son asesinadas cada año y
180.000 mueren por suicidios y accidentes. Entre el 20 y el 60 por ciento
de las mujeres son víctimas de violencia intrafamiliar y por otro lado, se
produce un aumento alarmante de las pandillas juveniles. Los expertos de
la Organización Mundial de la
Salud (OMS)
afirman que la violencia es prevenible a través de decisiones políticas,
del reforzamiento de sistemas de vigilancia y del diseño de campañas
adecuadas a cada país.
Según la
OPS, los países
con mayor tasa de criminalidad son Colombia, Honduras, El Salvador,
Jamaica y Venezuela con unas cifras entre 65 y 35 muertes anuales por cada
100.000 habitantes. Las cifras más bajas se registran en Canadá, Costa
Rica y Estados Unidos, con tasas entre 2 y 7.
El caso de
las pandillas juveniles es un conflicto social de alto riesgo. Se calcula
que sólo en El Salvador y Honduras hay más de 30.000 jóvenes que forman
parte de estas bandas. Más de la mitad tiene menos de 15 años y sólo una
cuarta parte de ellos ha completado la educación primaria. Muchos de estos
chicos pasan luego a formar parte del crimen organizado. Es esencial el
reconocimiento institucional para la prevención de los problemas de
violencia. Así lo han experimentado en Cali (Colombia) realizando un mapa
de la violencia en el que se han corregido factores de riesgo como
horarios de discotecas y venta de alcohol, con excelentes resultados en el
descenso de la criminalidad.
“La
violencia de género es uno de los abusos más comunes y devastadores en las
Américas, y muchas mujeres son víctimas de sus propios compañeros. Es
esencial informar a las mujeres de sus derechos y que los profesionales de
la salud estén preparados para detectar los casos de violencia”, según
Marijke Velzeboer, de la OPS.
Un factor
que subyace en gran parte de los casos de violencia es la pobreza.
Consideramos la pobreza como “una insatisfacción grave de las necesidades
humanas básicas”, incluyendo entre ellas no sólo la alimentación, la
vivienda o el vestido sino también, como dice Susan George, las
necesidades de dignidad.
Para el
sociólogo español José María Tortosa, son muchos los factores que
relacionan pobreza y violencia. “Las migraciones internacionales, se dice
que son una de las estrategias que el Sur puede utilizar contra el Norte.
La pobreza es el factor que interviene en la expulsión de una mano de obra
que busca empleo en los países ricos. Ese trabajo, si existe, va a ser en
aquellos puestos que los autóctonos no quieren. Y también es sabido que
esa inmigración da pie para el racismo preexistente”. El ciudadano medio
tiene la percepción de que los pobres son una amenaza. Del limosneo se
puede pasar a la agresión contra la propiedad o contra las personas.
Pobreza y criminalidad se consideran unidas. La respuesta inmediata es la
autodefensa: se pide más ley y orden.
Al tratar
la pobreza, deberíamos tener en cuenta las situaciones que producen
violencia estructural: explotación, discriminación y marginación. Se trata
de analizar los mecanismos sociales que impiden a determinados sectores de
la población el poder mantenerse, sostener una economía privada autónoma y
participar en la vida social convencional.
“Parece
que hay razones funcionales para mantener e incluso aceptar la pobreza y
otras razones estructurales, ideológicas o culturales. De hecho, todas las
sociedades producen explicaciones de la existencia de la pobreza que
guardan relación directa con las diferentes formas que adopta la violencia
cultural. Las religiones, cuando se convierten en ‘teología de la
sumisión’ pueden convertirse en un mecanismo de justificación de la
existencia de la pobreza. Lo mismo puede decirse de las ideologías
políticas. El neoliberalismo -que achaca la pobreza a la falta de interés
por parte de los pobres- y el marxismo -que reduce en última instancia el
fenómeno a la explotación del hombre por el hombre, han sido dos ejemplos
visibles”, según afirma Tortosa. “El neoliberalismo ha producido más
pobreza, pero no la ha negado. Se ha procurado, hacerla invisible o
trasformar a los pobres en habitantes de guetos. En general, la violencia
cultural se produce cuando se obliga a las personas a que o no vean el
problema o a que dispongan de explicaciones para el mismo pero mantengan
la situación. La relativa ausencia de discusión de estos asuntos, por un
lado, y su tratamiento habitual cuando llegan a los medios de
comunicación, por otro, son ejemplos de violencia cultural”.
La
violencia puede prevenirse. Hacen falta voluntad política y estrategias
adecuadas en la lucha contra la pobreza.
María José Atiénzar
CCS.
España, agosto del 2003.
Convenio
La Insignia - Rel-UITA
1º de
setiembre de 2003 |