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20.12.01
La industria de la confección textil es una de las más globalizadas. Para aumentar al máximo sus beneficios, las grandes marcas buscan las zonas de menores costos. Los países del Sur suelen acoger a las partes del proceso de producción que necesitan mano de obra poco cualificada. Estos países presentan la ventaja para las grandes multinacionales de pagar bajos salarios, comparado con los países occidentales donde se venden las prendas.
Muchos países del Sur se han dotado de
legislaciones muy favorables a la inversión extranjera, a base de exenciones
fiscales y aduaneras para aquellas empresas que producen dentro de zonas francas
de exportación. Centroamérica es un buen ejemplo.
En América Central, las plantas de confección de prendas de vestir para la
exportación -maquilas- desde los años 80 han pasado a tener gran peso económico.
En 1996 se registraron unas 800 plantas maquiladoras en todo el territorio
centroamericano, con unas 245.000 trabajadores. Las exportaciones generadas por
las actividades de maquilas ascendieron ese mismo año a 2.300 millones de
dólares, lo que supone un 33% de las exportaciones totales y un 10% del PIB
centroamericano.
Las empresas de maquila suelen ser propiedad norteamericana, asiática o
nacional. Todas trabajan como subcontratistas para grandes multinacionales del
sector textil. A su vez estas subcontratan parte de su producción, con lo cual,
la red llega hasta pequeños talleres y domicilios de trabajadores.
Entre un 60 y un
90% de los trabajadores son mujeres, y realizan tareas simplificadas y
fragmentadas, como coser cuellos o botones. La mayoría de las prendas van a
parar al mercado estadounidense, en las tiendas que distribuyen marcas como
Nike, Guess, Levi Strauss, etc. La política comercial
norteamericana favorece este mercado, eliminando aranceles y cuotas sobre las
prendas fabricadas en Centroamérica.
Nicaragua, Honduras, Costa Rica, El Salvador y Guatemala se plantearon desde
finales de los setenta, y bajo la presión del FMI y del Banco Mundial, vincular
sus economías al comercio internacional. Esta estrategia pretendía alcanzar un
triple objetivo: la entrada de divisas, la transferencia de tecnología y la
creación de empleo.
La entrada de divisas ha quedado limitada, pues las importaciones de las
maquilas representan alrededor de las tres cuartas partes de sus exportaciones.
La maquila depende de componentes, telas, máquinas, etc. suministrados por la
empresa matriz. De cada 100 dólares exportados por las maquilas, sólo 25
entran en el país en forma de divisas. Lo mismo sucede con la transferencia
de tecnología. De cada 100 dólares exportados por la maquila, 1,5 dólares
corresponden al consumo de bienes intermedios locales. No existen impulsos
externos para que la industria nacional se modernice. Por otro lado, la maquila
contribuye muy poco al desarrollo de los recursos humanos, pues en general, no
reciben capacitación que fortalezca su competitividad laboral.
En cuanto a la
creación de trabajo, la maquila ha contribuido ha disminuir el desempleo
centroamericano y ha permitido la entrada de las mujeres en el mercado laboral.
Esto es positivo pues las trabajadoras consiguen independencia económica y
mejoran en su rol familiar. Pero si hablamos de un desarrollo humano a largo
plazo, las condiciones de trabajo que padecen las mujeres en la maquila
contradicen la idea de progreso social. Se está estableciendo un sistema de
explotación laboral a gran escala, con la negación de algunos de los derechos
humanos de las trabajadoras de la maquila.
Si una escasa generación de divisas, limitada transferencia de tecnología y
generalización de la explotación laboral, es el balance del impacto de la
maquila en el desarrollo socioeconómico, los gobiernos centroamericanos tendrían
que plantearse nuevas alternativas viables de desarrollo. Sin olvidar el consumo
responsable, una tarea de los consumidores occidentales, que deben exigir unas
prendas fabricadas con el respeto a los derechos humanos de los trabajadores.
Como reivindican las mujeres de la maquila en América Central: "Trabajo sí, pero
con dignidad"
Autora:
Anna Feillou
ONG SETEM
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