Los derechos humanos de las mujeres a la propiedad agraria
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Imaginemos a una mujer de un país en desarrollo que ha pasado muchos años trabajando un huerto, abonando las tierras para producir alimentos para su familia. Un día, su marido decide quitarle la parcela, el suelo que ella ha fertilizado es lo que necesita para cultivar los frutales que proporcionan los ingresos para mantener a la familia. Él es el jefe de la familia y la decisión no se discute. Ella termina con otra parcela menos fértil, lejana a su casa, donde tiene que comenzar de nuevo.
Millones de campesinas de todo el mundo tienen muy pocos derechos de propiedad agraria, esos derechos individuales o colectivos a las tierras, que comprenden los derechos de propiedad, tenencia y explotación de las tierras. Para las mujeres ha sido difícil obtener derechos sobre las tierras, pero el paso de la agricultura de subsistencia a la comercial ha agravado esta situación.
"La globalización ha disparado la demanda de cultivos comerciales -explica Zoraida García, especialista de la FAO en género y tenencia agraria-. En consecuencia, las tierras donde las mujeres antes producían alimentos para sus familias ahora están dedicándose a la producción comercial, que suele estar bajo control de los hombres. La falta de derechos y seguridad sobre la tenencia de las tierras es uno de los obstáculos más graves para el incremento de la producción agrícola de alimentos y la obtención de ingresos para las campesinas".
La proporción de mujeres jefas de familia continúa creciendo. Un tercio del total mundial de las economías campesinas va adelante gracias a la renta conseguida por las mujeres. Sin embargo, ellas son propietarias de menos del 2% de las tierras. En muchas sociedades, las tradiciones y las leyes impiden que las mujeres sean propietarias de tierras, mediante compra o por herencia. Y el acceso de las mujeres a otros recursos decisivos para la producción de alimentos -como el agua y créditos- también es limitado.
Tener acceso a tierras, de propiedad privada o colectiva, no siempre es un asunto jurídico. "Podemos asegurar la tenencia de la tierra mediante la propiedad y el acceso a ésta, pero también es necesario tener autoridad y derecho de explotarla, lo que frecuentemente depende de las tradiciones y la economía", afirma García.
En Nicaragua, por ejemplo, las leyes imponen la propiedad conjunta de los cónyuges. Esta legislación ha resultado muy útil para mejorar el acceso de las mujeres a las tierras, aunque en los hechos no es suficiente ya que a menudo sólo el hombre puede conseguir créditos para comprar insumos, por ejemplo, semillas, aperos y fertilizantes. En muchos otros países, las mujeres pueden heredar y ser propietarias de tierras pero, por tradición, los hombres deciden la explotación de las tierras y sólo ellos tienen reconocimiento oficial como agricultores.
"Todo se reduce a que no se reconoce a las mujeres como agricultoras -afirma García-. Se les reconoce como trabajadoras rurales y como parte de la fuerza de trabajo familiar, pero no como agricultoras por derecho propio". Lo que tiene consecuencias ya que cada vez hay más familias encabezadas por mujeres y éstas tienen menos acceso a créditos e insumos, además de que sólo reciben el 5% de los servicios de extensión en todo el mundo. "Las campesinas son de las personas más pobres del mundo -explica la experta-. Pero no es un problema de caridad, el derecho a las tierras es un derecho humano, y las mujeres y los hombres deberían disfrutar de los mismos derechos".
Desde hace 10 años, el Servicio de Género y Desarrollo de la FAO viene tratando desde diferentes ángulos el problema de los derechos de las mujeres y la tenencia agraria. Una de las tareas importantes ha sido asesorar a los gobiernos de distintos países de todo el mundo para elaborar programas de reforma agraria más sensibles a las cuestiones de género. "Los gobiernos tienen que reconocer a las mujeres como agricultoras y propietarias de tierras, lo que es muy importante al iniciarse las reformas agrarias", explica García.
Otra de las actividades importantes del Servicio de Género y Desarrollo de la FAO es la investigación de las diversas repercusiones para los hombres y las mujeres de los actuales sistemas de tenencia agraria. "Damos apoyo a instituciones de investigación para elaborar estudios de casos sobre el acceso de las mujeres a las tierras -explica Zoraida García-. Pero la investigación tiene algunas lagunas y se necesita más información sobre las consecuencias que tendrían otra legislación y otros sistemas de tenencia agraria. La recopilación de esta información permitirá reforzar la posición de las mujeres respecto a la posesión de tierras".
La experta añade que lo primero es crear conciencia en la FAO, en los demás organismos de desarrollo y en los gobiernos, de la importancia de reconocer el derecho de las mujeres a las tierras. "La FAO necesita incorporar la dimensión de género en todas sus actividades agrícolas y relativas a la tenencia agraria, tanto en sus actividades con los gobiernos como en las comunidades", afirma. Es necesario incluir a las mujeres en las reuniones de capacitación y en los servicios de extensión. "Si las mujeres no asisten a las reuniones donde se debaten los derechos a las tierras y a otros recursos y se toman decisiones al respecto ¿cómo van a conocer sus derechos o a ser capaces de influir en las decisiones? La FAO tiene que ayudar a asegurar la participación de las mujeres y su empoderamiento".
FAO
8 de marzo de 2002
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