Banana split

No consumo banano regularmente, lo cual no me impide conocer que 500 millones de personas son dependientes de ese fruto -especialmente en África y Asia- como su principal fuente de proteínas. A escala comercial el banano es la fruta más popular y consumida en todo el mundo, de ahí que un puñado de empresas haya llenado las páginas de la historia con incalificables acciones contra la soberanía de un buen número de países y contra los derechos humanos de sus trabajadores y trabajadoras. A estos países, con cruel ironía, se les dio en llamar “repúblicas bananeras”. Es que el mercado siempre premia y exalta a los “ganadores” y castiga y desprecia a los “perdedores”

 

Hoy, el banano es nuevamente noticia. Una serie de artículos de prensa - sugestivamente difundidos en los principales medios de todo el mundo- dan cuenta del peligro de la desaparición del banano. Las informaciones coinciden en señalar que el banano corre peligro de desaparecer en el término de diez años, pero no coinciden en las causas. Mientras unas identifican el peligro en la llamada “Enfermedad o Mal de Panamá” (producida por el hongo Fusarium oxysporum f.sp. cubense) que afecta las raíces dañando el sistema vascular del bananero, produciendo un  marchitamiento general de la planta que lleva a la muerte;  otras responsabilizan a la sigatoka negra, enfermedad producida por el hongo Mycosphaerella fijiensis. Sin embargo, curiosamente todas las informaciones coinciden en que la única forma de salvar al banano es encontrar una variedad modificada genéticamente resistente a estos patógenos. Otra coincidencia es que la amenaza (ya sea la sigatoka o la Enfermedad de Panamá) está resurgiendo con virulencia en forma simultánea en varios continentes.

Al igual que lo que me sucedió semanas atrás con el gusano de las raíces del maíz (Diabrotica virgifera) y su extraña proliferación en Europa, la masivamente anunciada amenaza sobre el banano despertó mi curiosidad y sospechas. Como hemos visto, la sigatoka y la Enfermedad de Panamá son producidas por dos especies de  hongos. Mi razonamiento es que si de hongos se trata, deben existir determinadas condiciones ambientales (temperatura, humedad) que faciliten su proliferación, lo cual alentó mis sospechas. ¿Es posible que en todos los continentes se dieran al mismo tiempo idénticas condiciones ambientales para facilitar el ataque de los hongos y que además en todo los casos se trate de la misma cepa del patógeno? Descartada esta posibilidad, toma otra dimensión el vaticinio de que solamente “un híbrido modificado genéticamente” salvará al banano de este supuesto ataque global de los hongos. Y me asalta la duda que todo se trate de una campaña destinada a convencer a los consumidores de que si quieren continuar disfrutando del banano, deben aceptar la fruta transgénica. Por otra parte, no me sorprendería que en los próximos meses alguna compañía anunciara el descubrimiento del “salvador” material transgénico.

Durante el año pasado la cosecha mundial de transgénicos creció 12% y casi seis millones de agricultores utilizaron estas variedades en 16 países. Entre los nuevos países que sembraron semillas transgénicas figuran Colombia y Honduras y próximamente ingresará al grupo Filipinas, los tres importantes productores de banano. Para la industria de la biotecnología, que no debe estar conforme con ese crecimiento de 12% anual, el banano representa una gran oportunidad.

Como generalmente sucede, detrás de todo esto hay una historia donde las tres o cuatro grandes compañías que dominan la producción y comercialización del banano en el mundo tienen una gran responsabilidad en lo ocurrido con este fruto, que en su tiempo fue denominado “oro verde”. El banano comestible es estéril y carece de semillas en cambio, el banano silvestre (llamado Musa acuminata y que es resistente a la sigatoka y otros hongos) contiene semillas muy duras que hacen que el fruto resulte poco atractivo y difícilmente comestible. Seguramente de este banano silvestre se obtendrán los genes para el material transgénico a desarrollar y si esto ocurre, como veremos a continuación, nada se habrá avanzado.

Fueron botánicos franceses los que descubrieron durante los años 20 en Asia, la variedad denominada “Gros Michel”, que proliferó en todo el mundo convirtiéndose en prácticamente la única exportable. La variedad fue liquidada hace cincuenta años por la enfermedad de Panamá. En el siglo XIX los británicos habían descubierto en el sur de China la variedad Cavendish, la que pasó a sustituir a la Gros Michel y prácticamente desde 1960 es la única variedad que se comercializa en todo el mundo. Quiere decir que el talón de Aquiles de las grandes corporaciones bananeras fue la práctica de un monocultivo extensivo y basado en una sola variedad. A esto se sumó que las plagas y los patógenos se tornaban resistentes a los agrotóxicos hasta convertirlos en ineficaces. Ahora, con la Cavendish amenazada, se apuesta a una variedad transgénica, lo cual volverá a reproducir el círculo vicioso.

Pero, ¿no existe otra salida o alternativa? A poco que uno se proponga investigar sobre el tema se encuentra con hechos sorprendentes. Tal el caso del Servicio de Información Agropecuaria del Ministerio de Agricultura y Ganadería del Ecuador (SICA). Resulta que el SICA mantiene un proyecto financiado por el Banco Mundial para el manejo alternativo de la sigatoka negra. Cualquier persona que ingrese al sitio Web del SICA puede enterarse que “en Ecuador, para controlar la sigatoka, se han venido haciendo fumigaciones aéreas y terrestres con una amplia gama de fungicidas, en una frecuencia de alrededor de 24 aplicaciones/año, en la creencia de que mientras más aplicaciones de este tipo se hagan, se va a conseguir la protección de los cultivos, constituyendo esto un error, pues las plantas tienden a debilitarse cada vez más, pierden sus defensas naturales y quedan expuestas a ataques más severos y agresivos del patógeno”. Y a continuación aparece todo un capítulo destinado al manejo ecológico del suelo como base para el control de la sigatoka. En el mismo sitio puede encontrarse otro trabajo titulado “Hacia una producción bananera sostenible”, donde entre otras medidas propuestas se destaca el establecimiento de cultivos diversificados, cobertura muerta del suelo (mulch), uso de abonos orgánicos, uso de biofertilizantes, etc. A quien lea estas líneas seguramente le asaltará la misma simple pregunta que yo me formulé: ¿entonces?. Detrás de ese “entonces” existen demasiados intereses, mentiras y complicidades que nada tienen que ver con los intereses del público consumidor.

Por otra parte, en algunos lugares se está desarrollando la producción orgánica del banano, ese es el caso de Tenerife (Islas Canarias). Precisamente en Canarias, concretamente en la localidad de El Valle de Aridadne (La Palma) entre los días 3 y 8 del próximo mes de noviembre se celebrará la “Conferencia Internacional para la Producción Ecológica del Plátano”, patrocinada entre otras instituciones por el Gobierno Canario, la Sociedad Iberoamericana de Agroecología, la Sociedad Europea de Nematología, la Sociedad Afroasiática de Nematología y la Regional Latinoamericana de la UITA. Seguramente que de esta Conferencia surgirán respuestas a nuestras preguntas y con ellas tendremos más claro lo que deberemos defender y cómo.

 

Autor:

Enildo Iglesias

© Rel-UITA

19 de febrero de 2003

 

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