Uruguay
En momentos en que se manifestaba un fuerte rechazo al cierre de Norteña, tanto por parte de sus trabajadores, como de la población sanducera y distintas organizaciones sociales y políticas a escala nacional, Victorio de Marchi, copresidente de la transnacional brasileña AmBev, se entrevistó con el presidente Jorge Batlle y su ministro de Industria, Energía y Minería, Pedro Bordaberry. Como la reunión se realizó en el ambiente distendido de la estancia presidencial de Anchorena, Don Victorio se sintió tentado a mostrar sus habilidades de ilusionista, sacando de la galera una “inversión” de 16 millones de dólares. Cuatro de ellos destinados a ampliar la maltería de Paysandú y 12 para financiar la producción de cebada en la zona. Tanto el jefe de Estado como su ministro asumieron el papel de partenaires manifestando públicamente su satisfacción por esta “inversión” que, según AmBev, generaría 350 nuevos empleos(1). Luego del acto de ilusionismo y los aplausos oficiales, ¿qué quedó?
Los 12 millones
El pasado año, AmBev dejó de financiar el cultivo de la cebada, medida que retrotrajo a los productores a las condiciones existentes tres décadas atrás, pero con una situación del país bastante más deteriorada que la de entonces. La expectativa de siembra de cebada para 2002 se ubicaba entre 105 y 110 mil hectáreas, pero solamente se sembraron 68 mil. En consecuencia, se dejaron de sembrar 40 mil hectáreas debido a una decisión empresarial unilateral y equivocada.
Frente a esta situación, AmBev, para no paralizar sus malterías –entre Paysandú y Nueva Palmira cuenta con una capacidad de malteo de 135 mil toneladas, equivalente a 200/220 mil toneladas de cebada en el campo y aproximadamente 100 mil hectáreas sembradas– se vio en la necesidad de importar el grano de Europa, que puesto en las malterías tuvo un costo ubicado entre 180 y 185 dólares por tonelada. Al mismo tiempo, pagaba la cebada nacional a 113 dólares. Tenemos derecho a preguntarnos: ¿si la cebada tenía un buen precio internacional, por qué no se pagó un precio mayor al productor uruguayo?
La explicación es sencilla: dado que AmBev es tomadora de precios en el mercado internacional, pero decisoria en la fijación del precio interno, para promediar sus costos bajó el precio de la cebada local, perjudicando a los productores, cuyas expectativas eran recibir 120 dólares por tonelada.
En el presente año la compañía reconoció el error y comenzó a financiar nuevamente el cultivo de cebada. ¿En qué consiste este financiamiento? Son préstamos para adquirir fertilizantes, herbicidas (el peligroso y contaminante glifosato) funguicidas y gasoil. En lo que tiene que ver con la semilla esta se le anticipa al productor, que la devuelve luego de la cosecha a razón de 180 kgs. de cebada por cada 100 kgs. de semilla recibida. Queda claro entonces que se trata de préstamos, los que luego de la cosecha el productor devuelve con los intereses correspondientes.
Para el año en curso la aspiración de AmBev es que se siembren entre 110 y 120 mil hectáreas de cebada y es posible que lo logre, pues los productores no tienen muchas alternativas dado que una de ellas, el trigo, enfrenta los problemas conocidos con el hongo fusarium. Sin embargo, existe el riesgo que esta meta no se alcance, pues si la siembra no se puede realizar en época o si como consecuencia del precio base fijado a la cebada, el productor opta por “saltearse” el cultivo de invierno y plantar en época de cultivos de verano (particularmente oleaginosas, debido a su buen precio actual) nuevamente se tendrá que importar cebada. Si esto ocurre, AmBev volverá a importar cebada y a promediar sus costos fijando un precio menor a la cebada nacional.
Resumiendo: la mentada “inversión” se reduce a un retorno a prácticas comerciales del pasado, que AmBev unilateralmente decidió abandonar y que ahora, con los resultados negativos a la vista, vuelve a retomar. Queda claro entonces que tanto la inversión, como la creación de nuevos puestos de trabajo, resulta una ilusión óptica.
Los cuatro millones
Frente al anuncio de la inversión de cuatro millones de dólares para la ampliación de la maltería de Paysandú, el ministro Bordaberry se mostró complacido por este “proyecto exportador” mediante el cual “va haber trabajo”(2). ¿Será así?
La inversión está destinada a aumentar en alrededor de 35 mil toneladas la capacidad de malteo en la planta de Paysandú. ¿Por qué esta inversión se realiza en Paysandú y no –como se anunció anteriormente– en la maltería de Nueva Palmira, ubicada en las cercanías del puerto? La explicación es que para aumentar la capacidad de malteo en Paysandú alcanza con construir nuevas piletas de germinación (en las que se invertirán los US$ cuatro millones) mientras aumentar la capacidad de Nueva Palmira, al no existir la infraestructura adecuada, requeriría de una inversión sustancialmente mayor.
Con la inversión proyectada, la de Paysandú se convertirá en una maltería importante, pasando de las actuales 93 mil toneladas a producir entre 125 y 130 mil toneladas. Pero, ¿qué pasará con la generación de empleos?
Muy esquemáticamente explicado, las piletas de germinación son una especie de enormes zarandas sobre las cuales se coloca la cebada, la que es sometida a un proceso donde se controlan las condiciones de temperatura y humedad. Las nuevas piletas existentes en Norteña fueron importadas de Brasil y el equipo de frío de Estados Unidos. Suponemos que lo mismo ocurrirá con las que se proyectan adquirir, con el agregado que AmBev ya solicitó que los nuevos equipos se declaren “de interés nacional”, lo cual significa una importante exoneración de impuestos. De manera que, por este lado, el trabajo generado será insignificante (por ejemplo el transporte de los equipos desde el puerto a Paysandú) y en todo caso precario.
Por otra parte, puede pensarse que si Norteña incrementa 40 por ciento su capacidad de malteo, también aumentará en forma proporcional el número de empleos. Si el ministro Bordaberry es optimista, seámoslo también nosotros e imaginemos que con la nueva inversión, el número de trabajadores en la maltería se duplica. En esta sección trabaja un operario por turno, lo que significaría, en ese hipotético caso, cuatro nuevos puestos de trabajo(3). Ni siquiera esto ocurrirá, pues la tecnología instalada permite que el incremento de producción previsto se realice sin generar un solo empleo.
La Mesa Nacional de Cebada
Si todo lo anterior no fuera suficiente para desnudar las “inversiones” de AmBev, existe semioculto, otro tema igualmente preocupante. A inicios de la década de los 90 se crea la Mesa Nacional de la Cebada (MNC), conformada por las empresas privadas e institutos de investigación. En total la integraban siete instituciones, las cuatro empresas maltero-cerveceras entonces existentes (Salus, Maltería Uruguay, FNC y Norteña), Facultad de Agronomía, INIA (La Estanzuela) y el Laboratorio Tecnológico del Uruguay (LATU). Esta experiencia permitió coordinar e intensificar los trabajos de investigación, al contar la MNC con recursos adecuados que las empresas aportaban según su capacidad de malteo. El retorno de esta inversión se produjo con creces a través de proyectos de investigación –cuyos resultados luego se hacían públicos– que permitieron un mejor manejo de la cebada, tanto desde punto de vista agronómico como de su calidad maltera en la fábrica, convirtiendo a la Mesa en un ejemplo para Argentina y otros países.
Por lo que sabemos, la MNC no realizó ninguna actividad durante los años 2001 y 2002, no obstante, AmBev está llevando adelante algunos proyectos bilaterales. Lo anterior nos lleva a preguntarnos: ¿Continuará funcionando la MNC, cuyos resultados positivos quedaron más que demostrados a lo largo de una década? ¿Los proyectos bilaterales que ahora impulsa AmBev, tienen como objetivo “privatizar” los conocimientos adquiridos que antes eran públicos? No es disparatado ni antojadizo exigirle a nuestros gobernantes –y a la propia AmBev– una urgente y adecuada respuesta a estas interrogantes.
Enildo Iglesias © Rel-UITA 30 de julio de 2003
(1) El Observador, 15.04.03 (2) El País, 22.06.03 (3) Debido al reciente acuerdo entre el Sindicato y Norteña, el personal trabaja en un régimen de 36 horas semanales.
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