República
Dominicana
Con Cesáreo Contreras
Leche amarga
De la ubre al balde de las transnacionales |
|
Mientras Nestlé
anuncia nuevos recortes en su planilla y los ganaderos se debaten en
un escenario adverso e inmoral, la lechería dominicana se encuentra
en estado de extinción. Cesáreo Contreras, presidente de la
Asociación Dominicana de Hacendados y Agricultores, nos recibe en su
casa en Santo Domingo. Antes de iniciar la entrevista transmitimos
nuestras impresiones sobre la situación lechera y la operativa
excluyente de las transnacionales del sector. Don Cesáreo escucha
inmóvil, atento, pero distante. Sin mediar comentario, nos pide que
demos lectura a un aviso publicado en el diario El Nacional el 7 de
octubre: “Vendo 300 vacas en ordeño con buena producción, 100 vacas
preñadas, 100 novillas preñadas y 100 añejas de inseminación
artificial. Se permite hacer pruebas de brucelosis y tuberculosis en
la finca. Tratar...”
—
Esas son mis vacas, nos dice
Don Cesáreo como un latigazo, al tiempo que se quita los lentes que
limpia sin apuro. El silencio es un manto frío que invade la sala y
parece callar los alrededores de la casa.
Cesáreo Contreras |
Don
Cesáreo tiene 77 años, y aunque se graduó como abogado en 1951,
durante unas tres décadas se dedica exclusivamente a la ganadería,
hasta que recientemente decidió abandonar la actividad.
— Me
crié entre vacas, viendo a mi madre y a mi padre ordeñar. La imagen
que recuerda con cariño provoca una sonrisa que armoniza el ambiente
y contribuye al diálogo.
Como
podrán imaginar, para mí vender esas vacas es algo traumático, y no
vendo la finca porque sé que nadie la compraría. Cuando me instalé
en Monte Plata fue con la ilusión de promover un medio de vida
honesto y con la idea de contribuir en esa mi región -una de las más
pobres del país- a través de una actividad que fuera imitada por los
demás ganaderos de la zona, mejorando así su estándar de vida. La
lechería era una actividad con mucha potencialidad en una zona como
Monte Plata, de buena pluviometría, de fácil producción de pasturas
y muy próxima a la capital. En realidad puedo decir que logré aquel
sueño, porque hace bastante tiempo Monte Plata es tal vez la región
de mayor producción de leche de calidad del país.
—
¿El cierre de la finca es definitivo?
—
Sí. Estoy cerrando con enormes pérdidas, porque como ustedes saben,
esta actividad exige muchas instalaciones. Lo malo es que, además de
perder los establos, los corrales, la maquinaria, los tractores, el
sistema de reguío, y tantas otras cosas, se cierra una empresa que
daba trabajo a cuarenta personas.
—
Seguramente no es el primero ni será el último ganadero que decide
abandonar la actividad...
—
Claro que no. Sospecho que de continuar el deterioro de la situación
económica del país y la falta de rentabilidad en la lechería, la
deserción será masiva. Debo confesar que la crisis se ha acentuado
con la devaluación de la moneda ocurrida a principio de este año. La
moneda dominicana se ha devaluado en un 100 por ciento: de 17 pesos
dominicanos por dólar, ha pasado a 35. En la lechería dominicana
gran parte de los insumos son importados, entre ellos el maíz, la
soja, fertilizantes, los medicamentos. Ello ha incidido a que los
costos de producción se incrementaran. Por otro lado, aquí no es
como en Costa Rica o en Puerto Rico, donde hay una política ordenada
entre las plantas procesadoras y los productores. En República
Dominicana eso no se ha logrado. Las empresas procesadoras han
actuado siempre por su lado, de espalda a los ganadores.
Frente al proceso devaluatorio, las empresas lácteas incrementaron
el precio del producto para cubrir la diferencia. Sin embargo, se
han negado a otorgarle el aumento que los ganaderos solicitan. En
ese disparo de los costos en un 100 por ciento, los ganaderos apenas
recibieron un incremento del 15. Ante ello hemos luchado mucho y
logramos que el gobierno promulgara una ley para regularizar el
mercado de la leche. Sin embargo, el mes pasado el Consejo Nacional
para la Reglamentación y Fomento de la Industria Lechera (CONALECHE)
elevó el precio que pagan por litro las plantas procesadoras, pero
éstas la han ignorado. Leche Rica -que tiene parte importante del
mercado y una mayor influencia política- consiguió neutralizar su
aplicación, y las autoridades aceptaron esa posición de forma
complaciente. Eso quiere decir que los ganaderos van a tener que
seguir produciendo con déficit. En un negocio poco rentable como
éste, hay dos caminos: hacer lo que hice, salirse del negocio
rápidamente, o continuar muriendo en forma lenta pero segura.
—
Pierde usted, pierden los trabajadores de la finca, sus familias, y
pierde el país.
—
Sí, claro. Cuando a los poquitos medios de subsistencia que tiene el
campo se les da un golpe tan tremendo, perdemos todos, y al tiempo
que crece la pobreza, también lo hace la desesperanza y la
frustración en la gente.
—
Llama la atención la posición del gobierno, que permite el desacato
a un puñado de empresas en contra de los 30 mil productores que hay
en el país.
—
Eso es muy curioso. Nosotros teníamos mucha ilusión porque el
presidente de la República, Hipólito Mejía, es una persona ligada al
campo que en forma reiterada ha comprometido su respaldo a la
producción nacional. Tengo la convicción que él conserva ese
interés, pero la política es una cosa que no acabo de entender,
porque una cosa es lo que se piensa y otra es la que se hace. El
mismo secretario de Agricultura, que está totalmente identificado
con el presidente en cuanto a querer apoyar el campo, preside
CONALECHE, que dictó la resolución; las procesadoras se niegan a
acatarla y él se pliega a estas empresas de forma inexplicable,
cuando tiene en sus manos los recursos políticos y económicos para
hacer cumplir la resolución. El no hace nada y deja que las empresas
hagan lo que se le de la gana en perjuicio de los productores.
—
Hace un mes se publicó un artículo en Listín Diario, donde se decía
que Nestlé incrementaba en RD$ 0,64 el precio de la leche a los
ganaderos. Según este anuncio la transnacional está contribuyendo
con los productores.
—
Esa es precisamente una de las cosas que distorsionan. Nestlé
anuncia ese incremento, pero fue parte en todas estas discusiones
que deberían conducir a que el aumento fuera rentable. Yo tuve una
reunión con el representante de Nestlé, a quien conozco y estimo, y
me dijo: “nosotros vamos a aumentar a nuestros ganaderos, y vamos a
aumentar ya, haya resolución o no”. Efectivamente antes de
instalarse resolución, Nestlé aumentó 64 centavos, pero sabe muy
bien que esa cantidad es totalmente insuficiente para compensar el
incremento de costos. De esa manera también trata de recusar la
resolución, pues la empresa sabía que se estaba gestionando para los
ganaderos no un aumento de 64 centavos sino de 2,44 pesos
dominicanos.
—
Pero la propia Nestlé queda muy bien frente a la opinión pública.
Afuera subsidios
Insensibilidad adentro
“Ningún gobierno responsable permite que su producción
nacional sea destruida porque aparezcan productos más baratos
en el mercado internacional. Ahora mismo estamos viendo cómo
los países desarrollados se comprometieron a abrir sus
mercados agropecuarios a la competencia exterior eliminando
las barreras arancelarias y los subsidios, pero en la realidad
en vez de cumplir con ese compromiso, cada día cierran más sus
fronteras a la competencia exterior y aumentan sus subsidios.
Esta es una situación que no va a cambiar. Ningún país
desarrollado va a poner en juego la seguridad alimentaria de
su población ni tampoco va a permitir arruinar a la población
que tiene como medio de vida la producción agropecuaria. Y eso
es lo correcto. Lo es en los países desarrollados, donde
apenas el 3 por ciento de la población depende de la
agropecuaria, con mayor razón, y lo debe ser más aún en países
como el nuestro en donde el 40 por ciento de la población
tiene como único sustento la agropecuaria.”
Cesáreo Contreras
Tomado del artículo Lechería dominicana: problemas y
soluciones.
Listín Diario, 2 de setiembre 2002. |
— No
solamente eso. Si se da seguimiento a la prensa encontrará en esa
época y antes, frecuentes publicaciones de organismos de
consumidores -más o menos fantasmas- que consideraban una herejía
que los ganaderos pretendieran un aumento en los precios, porque
ello iba a significar un incremento tal que la leche se convertiría
en un producto prohibitivo para los pobres. De modo que esta gente
dispone de múltiples recursos que les permite presentarse como
benefactores y echarle la culpa a los ganaderos.
Hace
unos cuantos días, Giovanni Gottardo, gerente general de
Parmalat, dijo
que si se aumentaba el precio de la leche como querían los ganaderos
de 7 a 9 pesos, la leche subiría a 40. Pero lo que no dice es que en
los últimos seis meses han aumentado 6 pesos el precio al público.
Si aumentan 2 pesos a los ganaderos, la leche pasa de 25 a 40 pesos.
No sé cuál es la lógica de ese razonamiento, pero sí sé cual era la
intención de las trasnacionales: quedar ellos como benefactores de
la comunidad responsabilizándo de lo malo a los productores. Tienen
el control total de la prensa, tienen mucha influencia política y
pueden neutralizar una resolución. Por ello yo tomo la decisión de
vender mis vacas, porque esta actividad no tiene presente ni futuro.
—
Sin embargo, las transnacionales, en sus códigos de conducta,
manifiestan que respetan las leyes nacionales.
—
Eso como estribillo vale, pero ustedes y yo sabemos que es todo lo
contrario. Si ellos no violentan la ley, pueden acomodarla a sus
intereses (risas).
—
Tenemos a Parmalat, Nestlé, la Rica pagando por debajo de los costos
de producción, pero hay otro problema: el ingreso de leche
subsidiada.
—
Ese es el gran problema: la posibilidad que tienen las plantas
procesadoras de abastecer sus necesidades para mantener su operativa
con la leche subsidiada del exterior. Pero aquí se da una situación
coyuntural interesante. Producto de la devaluación, la leche
importada se ha encarecido, y actualmente la que están procesando
tanto Parmalat como Nestlé y Rica, cuesta 10 pesos el litro. Se
niegan a pagar 9,44 pesos la leche criolla porque no les interesa
estimular la producción local. Ellos están apostando al hecho que
seamos deficitarios, que no haya producción local, para justificar
una mayor importación de leche cuando el precio disminuya. Nosotros
reconocemos que operar con leche importada es mucho más fácil que
hacerlo con leche de producción nacional, porque ésta hay que
recogerla a lo largo y ancho de todo el país y lidiar con miles de
ganaderos, mientras que con la leche importada usted con un fax, una
secretaria y un almacén pone toda la cantidad que quiera.
—
Pero las transnacionales dicen apoyar al país.
— Es
un cuento (risas).
Las transnacionales vienen a aprovecharse del país. Pongamos un
caso, a pesar de la crisis de la industria en Argentina, había
excedente para la exportación y Nestlé presionó al gobierno
enormemente para que se le permitiera traer leche de allí porque le
salía más barata que la producción local. Todas estas
transnacionales están buscando el sitio en que les salga más barata
la materia prima y que el resto se lo lleve el diablo. Los
importadores de leche nacionales unidos a los países exportadores
han creado un frente común para quedarse con el mercado, arruinando
la producción nacional.
— En
Argentina ha cerrado más del 10 por ciento de los establecimientos
lecheros por las mismas razones que usted vende sus vacas.
—
Exactamente. Sin embargo, las procesadoras aquí y allá conservaron
su rentabilidad, y el consumidor no se benefició de la baja de
precios a nivel de la finca.
— La
usurpación globalizada.
—
Claro. Yo no veo dentro del panorama internacional cómo actividades
como la lechería podrán sobrevivir. Por lo que uno ve, oye y lee en
la prensa, hay una decidida posición de los países desarrollados
para que los mercados de los países pobres estén al servicio de sus
excedentes subsidiados. El libre mercado es libre mercado para
ellos. No es posible pensar que un productor dominicano de leche
pueda competir de igual a igual con un productor europeo. Hablar de
eso es como pretender poner a competir a Mike Tyson con un niño de
cinco años.
Gerardo Iglesias
Bernabel Matos
©
Rel-UITA
14
de octubre de 2003
|