¿Recurso universal o mercancía?
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¡Aguas con el agua! |
Para advertir de
un peligro los mexicanos exclaman: ¡Aguas! De ahí que el título,
más que un juego de palabras, sea una urgente advertencia sobre la
gravedad de un problema que muy pronto afectará a todos los seres
vivientes. El agua, que es un bien natural perteneciente a toda la
humanidad, es derrochada, contaminada, se destruye su ciclo
natural originando la actual crisis. Convertida en una mercancía,
la crisis despierta la sed de negocios.
“Beber agua embotellada
(mineral, spring y purificada), se ha tornado un fenómeno social
global. Es el negocio más dinámico en toda la industria de
alimentos y bebidas, dominado por dos gigantes como Nestlé y
Danone.
El crecimiento es de 7 por ciento por año y el margen de lucro de
hasta 30 por ciento. La facturación total del sector fue de 22 mil
millones de dólares en el año pasado”.1
El mercado global de este sector representa un volumen de 89
mil millones de litros por año, del cual prácticamente la mitad es
consumido en Europa Occidental.
El
impacto sobre la producción de alimentos
Si el mundo
sigue con el modelo agrícola actual, gran consumidor de agua (que,
es bueno recordar, fue impuesto por otras transnacionales), la
consecuencia será una reducción en la producción de alimentos. Ya
en 1998 el Worldwatch Institute, de Washington,
pronosticaba que el mundo no sólo estará sediento para el 2025,
sino también hambriento.
A lo anterior se
suma el uso ineficiente de entre 80 y 90 por ciento del agua
destinada a la agricultura. En 1998 Brasil perdía 40 por ciento de
los 10,4 billones (millones de millones) de litros distribuidos
anualmente en el país. En Colombia, el desperdicio de agua se
ubica entre el 30 y el 60 por ciento. Estudios realizados en
México señalan que para producir, por ejemplo, una tonelada de
trigo (cuyo precio internacional es de aproximadamente 120
dólares), se requieren mil toneladas de agua, mientras que con
esta misma cantidad se pueden elaborar productos industriales con
un valor aproximado de 14 mil dólares. Otra guerra en el
horizonte: industria versus agricultura.
Por otra parte, la escasez
de agua lleva a que muchas plantaciones en todo el mundo sean
irrigadas con agua contaminada.
Así se abre un dramático
círculo vicioso: la baja rentabilidad de los cultivos básicos ha
obligado a los productores a optar por producir para la
exportación, pero estos cultivos requieren de abundante riego; el
magro margen que dejan los nuevos commodities no le
permiten al productor pagar por el suministro de aguas negras
recicladas, por lo tanto sigue utilizando agua contaminada; si el
agua que el productor utiliza es de buena calidad, la desperdicia,
pues no tiene capacidad económica para adquirir los modernos
equipos de riego (presurizados, goteo, etc.) que ahorran agua.
Pero, ¿qué pasa con el agua?
El senador estadounidense
Paul Simon advirtió en 1999 que el consumo de agua per cápita a
nivel mundial aumenta dos veces más rápido que la población, lo
cual, aparte de poner en peligro la salud, podría aumentar las
probabilidades de guerras entre países.
Achacar el aumento del consumo de agua a la
“población”
es una forma de esconder el verdadero problema. Si bien se puede
efectuar un ahorro, por ejemplo cambiando el baño de inmersión por
la ducha, una persona no puede beber diariamente más litros de
agua que lo normal. El despilfarro del agua, al igual que otros
impactos ambientales, obedece a las prácticas de consumo. Desde
1900 la economía mundial creció 20 veces, el consumo de
combustibles fósiles 30 y la actividad industrial 50. Dentro de
este consumo desenfrenado se inscribe también el del agua.
Así las cosas, el
mismísimo Banco Mundial (BM) se sintió obligado a advertir que “la
contaminación, el calentamiento global y la falta de eficacia y
medios en el manejo de los actuales recursos hídricos conducirá a
que uno de cada cinco países del mundo experimente problemas con
el líquido”. Falta de efectividad y medios en el manejo
y necesidad de inversiones, son las claves del pensamiento del BM.
Pensamiento que, ¡oh casualidad!, coincide con aquellos que
aseguran que gran parte de la crisis del agua pasa por la
contradicción entre empresas públicas y privadas. Las empresas
públicas -argumentan-, además de su “natural ineficiencia”
mantienen los precios artificialmente bajos por causa de las
presiones políticas, y como el precio de esa mercancía llamada
agua se mantiene bajo, no genera ganancias suficientes para
realizar nuevas inversiones. En consecuencia, la solución es
privatizar.
Las compañías privadas nos
hacen el favor de asumir el control del agua porque el Estado, es
decir todos nosotros, no somos capaces de hacerlo eficientemente.
Las privatizaciones del agua en Argentina y alguna localidad de
Uruguay (para tomar solamente dos ejemplos), no han solucionado
ninguno de los problemas existentes, por el contrario, los han
agravado.
José Antonio Chaves, un
exprofesor brasileño que montó una firma especializada en la
gestión de activos ambientales es muy claro al respecto:
“El
agua es una inversión más segura que el café o la soja, que sufren
oscilaciones de precios en función de la zafra y stocks mundiales,
y que el mismo oro”.
En su opinión, "los hidrocommodities (¡vaya
palabrita!), son opciones de
inversión atrayentes principalmente para los fondos de
pensión, que necesitan componer sus carteras con aplicaciones
seguras y rentabilidad firme en el largo plazo”.2
¿Está claro?
Todo atado y bien atado
Si hoy el gobierno
canadiense decidiera reservar las extracciones masivas de agua, su
exportación o incluso la gestión de los servicios de distribución
a compañías privadas canadienses, podrá ser objeto de acciones
judiciales por parte de las compañías de otros países del TLC, a
las que deberá indemnizar. En otras palabras, una vez iniciada la
exportación de agua hacia un país miembro del Tratado, éste
tendría derecho a reclamar, prácticamente a perpetuidad, la
fracción correspondiente de las aguas canadienses. En la
eventualidad de extender tales cláusulas al ALCA, los gobiernos de
todos los otros países americanos perderían incluso el derecho a
decidir no exportar su agua hacia un país que, como Estados
Unidos, la dilapida. En los hechos, el agua quedaría así
fuera del principio de soberanía permanente sobre los recursos
naturales.
El
agua “mejorada”
Posiblemente el primer
caso de agua “mejorada”
de la cual se tenga memoria es el agua bendita utilizada en las
iglesias. Pero ahora las grandes compañías de refrescos también
son atraídas por el buen negocio. Coca-Cola y Pepsi-Cola hacen
valer la capacidad instalada en sus redes de distribución, para
vender agua purificada “adicionada
con sales”,
engañando al consumidor que supone estar adquiriendo agua mineral.
Quiere decir que primero se privatiza el suministro del agua. Los
nuevos propietarios no actúan con criterio social (por ejemplo
llevando el servicio a pequeñas poblaciones alejadas de los
centros urbanos) pues eso resultaría ineficaz, no
rentable y por lo tanto perjudicial para los negocios. Pero se
aseguran nuevos clientes, las compañías de “aguas mejoradas”,
quienes a su vez reciben beneficios fiscales.
Después de dedicar todo el
2000 a reorganizar sus negocios en el mundo (lo cual significó,
entre otras medidas, la eliminación de numerosos puestos de
trabajo) Coca-Cola escogió como prioridad para el año
pasado la disputa por el liderazgo en los sectores de agua
embotellada y jugos. El presidente de Coca-Cola Américas, Jeffrey
Dunn, acaba de anunciar que la compañía optó por utilizar agua de
la red pública incrementada con sales minerales en lugar de buscar
agua mineral en la fuente. “Nuestro
modelo es el mejor –aseguró
el pragmático Dunn– pues directo de la fuente es más caro y la
fuente puede secarse”.3
La respuesta de Dunn a los que afirman que el agua de la
transnacional no puede ser considerada agua mineral es simple:
“Bueno,
es agua con minerales”.
El ejecutivo inclusive reconoce que en Europa también existen
problemas con la denominación: “Ellos quieren que coloquemos en
la etiqueta la advertencia ‘agua industrializada’. Eso no suena
bien para el producto, no sería bueno para los negocios”.
Marcos Póvoa, director de Panamco (una de las embotelladoras ancla
de Coca-Cola) en Brasil, manifestó el pasado marzo que se
encomendó una investigación que detectó que por encima de lo
saludable, beber agua es “fashion”.
Por ello es que la compañía está lanzando una campaña que
explicará que beber agua es “una
actitud”.
Las otras empresas aguateras
Nestlé
La ciudad de São Lourenço, en Minas Gerais (Brasil), es famosa por
sus aguas minerales.
A
comienzos de los 90 Nestlé adquirió algunas fuentes del lugar y se
dio inicio a una serie de acciones criminales. Los habitantes del
lugar -para quienes el agua mineral es fuente de empleo y orgullo-
comenzaron a notar que el agua de sus fuentes mermaba y perdía el
sabor. La causa era que Nestlé inyectaba gas en sus fuentes para
aumentar el rendimiento, hasta el punto de casi extinguir la
capacidad de alguna de ellas. Ese y otros actos prohibidos por la
ley cometidos por Nestlé, como desmineralizar aguas minerales para
utilizarlas en el “agua mejorada” vendida con la marca Pure
Life, llevaron a que se organizara el Movimento de Cidadania
pelas Águas, que ahora está promoviendo un boicot a todos
los productos de la compañía en Brasil.4
Danone
La transnacional francesa
se auto define como una compañía con responsabilidad social y
mantiene algunos acuerdos de alcance mundial suscriptos con la
UITA, que muestran esa actitud. Pero el agua es un negocio...
y negocios son negocios. Una de sus últimas adquisiciones (junto
con la brasileña AmBev) fue la compañía de capital nacional Salus.
El agua mineral Salus es líder del mercado (42 por ciento) por lo
tanto la compañía al momento de su venta era –y continúa siendo–
rentable. En noviembre de 2000 Salus contaba con 280 trabajadores,
meses después habían sido despedidos 48, es decir el 20 por
ciento. La empresa plantea ahora que se deben “tercerizar” algunas
secciones que implican otros 24 puestos de trabajo y que, además,
hay otros 28 trabajadores excedentarios. La cifra total de puestos
de trabajo eliminados se elevaría entonces a 100, más de la
tercera parte del personal existente en noviembre de 2000. Queda
claro que lo que Danone y AmBev compraron fue un hidrocommodity
y que pretenden recuperar lo antes posible la inversión para
adquirir otro. Lo demás no es cosa suya.
A
modo de conclusión
La vida no es una
mercancía, por ello es necesario encontrar urgentemente el sentido
y el espacio de un patrimonio común de la humanidad que no pueden
quedar sometidos a los imperativos del mercado. Excluir el
agua de todas las transacciones internacionales, colocarla fuera
del campo de la Organización Mundial del Comercio y de los
tratados sobre las inversiones internacionales y pensar en
organizar la forma de compartirla a nivel mundial, sería un primer
e importantísimo paso. El tema del agua, como el del cambio
ambiental, son de orden político, por lo tanto público.
Enildo
Iglesias
11 de octubre de 2002
1- Assis
Moreira, Gazeta Mercantil, 03.05.01
2-
Gazeta Mercantil, 19.11.99
3- Gazeta
Mercantil 07.07.01
4- Más información en
www.cidadaniapelasaguas.net y en
www.rel-uit.org |