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Un informe de la ONG estadounidense Human Rights
Watch, concluyó que
“en Estados Unidos la
libertad de asociación de los trabajadores está sometida a un acoso
constante”, y mediante un análisis de centenares de casos comprobó
numerosas violaciones a los derechos laborales de los trabajadores de la más
poderosa economía mundial. |
La
economía estadounidense no cesa de crecer. Los negocios van bien, los bancos
están llenos de dinero, las exportaciones aumentan, falta mano de obra para
atender la tremenda oferta de trabajos, aun cuando parece que baja la Bolsa de
Valores termina subiendo: todo va mejor en el mundo de Coca Cola. Aparentemente,
porque los nuevos puestos de trabajo –más de diez millones– creados en los
últimos diez años son tan distintos a lo que comúnmente se conoce como
“empleos”, que se cometería un grave error al considerar que la mayor parte
de los trabajadores estadounidenses se están beneficiando de ese crecimiento (véase
SIREL del 05/06/00, “Estados Unidos: Hacia el empleo chatarra”).
Pero además de la precariedad de esos nuevos empleos y de la reducción drástica
de las remuneraciones, los empleadores nunca tuvieron tantas ventajas legales y
posibilidades de maniobra para violar los derechos laborales como ahora.
No
es oro todo lo que reluce |
Según
el capítulo dedicado a los derechos laborales en Estados Unidos en el Informe
2000 del prestigioso Human Rights Watch (HRW) de ese país,[1]
“Vista desde un prisma amplio, la economía
estadounidense parece fuerte. Cuando se observa de cerca, sin embargo, aparecen
muestras alarmantes para los estadounidenses preocupados por la justicia social
y los derechos humanos. Una economía y una sociedad de dos niveles están
tomando forma. La inequidad de los ingresos ha alcanzado niveles históricos. La
sindicalización de los trabajadores y la negociación colectiva, motores del
crecimiento de la clase media y la solidaridad social en el siglo que acaba de
concluir, han alcanzado proporciones históricamente bajas.”
El
informe va aún más lejos, y afirma que “La
libertad de asociación de los trabajadores está en peligro en Estados Unidos,
con consecuencias aún imprevistas para la justicia social.”
No
obstante, ese país está obligado a amparar los derechos de los trabajadores
por varios convenios internacionales y por su propia legislación. Desde 1935
rige la Ley Nacional de Relaciones Laborales (NLRA, por sus siglas en inglés)
que consagra los derechos de los trabajadores a sindicalizarse, a negociar
colectivamente sus intereses y a hacer huelga. Esa ley prohíbe explícitamente
que los empleadores “interfieran,
limiten o coaccionen” a sus funcionarios en el ejercicio de sus derechos.
Pero en el terreno las cosas son bien diferentes. El HRW dice en su informe que “Sin
embargo, algunas disposiciones de las leyes estadounidenses entran abiertamente
en conflicto con las normas internacionales sobre libertad de asociación. La
protección del derecho a sindicalizarse de millones de trabajadores, entre
ellos los trabajadores agrícolas, los empleados domésticos y los supervisores
de bajo nivel, está expresamente excluida de la ley. Las leyes de Estados
Unidos permiten que los empleadores reemplacen permanentemente a los
trabajadores que ejercen su derecho a la huelga, lo que anula dicho derecho en
la práctica. Las nuevas formas de relaciones laborales han creado millones de
trabajadores a tiempo parcial, temporales, subcontratados, o de otra manera
‘atípicos’ o ‘dependientes’, cuya libertad de asociación se ve
frustrada por la incompatibilidad de la ley con los cambios en la economía.”
No
es necesario desempañarse en alguna de esas categorías para tener derechos
recortados o, simplemente, ser reprimido. “Incluso
para los trabajadores protegidos por la NLRA, la realidad en la aplicación de
la legislación laboral estadounidense está muy por debajo de lo previsto.
Muchos trabajadores que intentan formar sindicatos son espiados, hostigados,
presionados, amenazados, suspendidos, despedidos, deportados o son víctimas de
represalias por su ejercicio del derecho a la libertad de asociación”,
afirma el HRW, y agrega: “Una cultura de
casi impunidad está tomando forma en gran parte de las leyes y las prácticas
de Estados Unidos. Un empleador decidido a resistirse a la sindicalización de
los trabajadores puede lograr fácilmente que los procedimientos legales se
arrastren durante años, temiendo apenas a que se le obligue a colocar una nota
escrita en el lugar de trabajo prometiendo no volver a repetir la conducta
ilegal. Muchos empleadores han llegado a considerar el pago de salarios
atrasados (n.d.r: indemnización)
para los trabajadores despedidos por su actividad sindical como un costo
habitual de funcionamiento, rentable si sirve para deshacerse de líderes
sindicales y desbaratar los esfuerzos de sindicalización de los
trabajadores.”
El
informe del HRW identifica a los empresarios privados como a los principales
culpables del atropello a los trabajadores, pero acusa al gobierno de Estados
Unidos de incumplir con los convenios internacionales que “responsabilizan
a los gobiernos de la protección de las personas o grupos vulnerables frente a
prácticas sistemáticas abusivas por parte de actores particulares.”
Algunos
casos concretos |
Nadie
parece estar a salvo de la alergia antisindical que padecen los empleadores
estadounidenses, desde los pequeños talleres de confección hasta un gigante
como Microsoft, se puede hallar a cualquier sector en el rubro de los
antisindicalistas. El informe 2000 del HRW analizó numerosos casos concretos de
violaciones a los derechos laborales, de los cuales los que siguen son apenas
una breve pero jugosa muestra.
Smithfield
Foods es la empresa de procesamiento de carne porcina más grande del mundo. Una
fábrica de Smithfield Foods en Wilson, Carolina del Norte, emplea a unos 300
trabajadores que producen jamón, salchichas, panchos[2]
y otros productos porcinos. Los trabajadores de esta fábrica intentaron formar
un sindicato a principios y mediados de 1999, pero perdieron la elección. Human
Rights Watch entrevistó a trabajadores que expresaron en detalle las amenazas
realizadas por los patrones de Smithfield, en reuniones a puerta cerrada,[3]
de cierre de la planta si los trabajadores votaban a favor de la negociación
colectiva.
“Al
recordar las reuniones a puerta cerrada de los patrones con los trabajadores, el
empleado del departamento de envíos Robert Atkinson dijo: ‘Vi unos siete
videos diferentes sobre cómo el sindicato sólo cobra tu cuota, declara la
huelga, entra en peleas y cosas así. Nos perjudicó realmente que la gente sólo
oyera una parte. Sería mucho más justo que el sindicato pudiera venir y hablar
con nosotros. La empresa tiene una gran ventaja al hacer que la gente venga a
reuniones y mostrarles videos. Mucha gente no va a las reuniones del sindicato.
Tienen miedo de que la empresa se entere.’
”
Muchas
leyes estadounidenses contienen artilugios groseros que, de hecho, niegan las
libertades y derechos consagrados a veces en esas mismas leyes. Los empleadores
y los consultores antisindicales que contratan habitualmente para oponerse a la
sindicalización de los trabajadores han refinado sus métodos para
"predecir", conforme a las leyes estadounidenses –a diferencia de
amenazar ilegalmente – cierres de lugares de trabajo, despidos, recortes de
salarios y beneficios y otras terribles consecuencias de que los trabajadores
formen y se afilien a un sindicato. Por ejemplo, una "predicción" de
que el lugar de trabajo se cerrará si los empleados votan a favor de la
representación sindical es legal si está “cuidadosamente
expresada y basada en hechos objetivos”, y no en la opinión subjetiva del
empleador.
Esta
malintencionada distinción legal no siempre está clara para los trabajadores
o, de hecho, para nadie que busque indicaciones con sentido común de qué está
permitido y qué prohibido. Lamentablemente para los derechos de los
trabajadores, los tribunales federales tienden a dar un amplio margen a los
empleadores en la "predicción" de consecuencias horribles si los
trabajadores votan a favor de un sindicato. Quizás porque los propios jueces
carecen de sindicato.
Una
predicción que un tribunal consideró "cuidadosamente
planteada" fue realizada por el propietario de un restaurante de
Illinois donde los trabajadores estaban intentando formar un sindicato y
negociar colectivamente. En un discurso –grabado subrepticiamente por un
trabajador– durante una reunión a puerta cerrada, el propietario dijo: "Si
se forma un sindicato la empresa se fundirá. El cáncer nos va a comer por
dentro y nos vamos a quedar a mitad de camino... No estoy amenazando. Estoy
exponiendo un hecho... Mi posición en este tema me la dictan sólo mi cerebro y
mi cartera." La justicia laboral de primera instancia concluyó que
esta declaración era ilegal, informa el HRW. Pero un tribunal federal de
apelaciones revocó la decisión y concluyó que la declaración del empleador
era una predicción legítima que no interfería, limitaba o coaccionaba a los
empleados en el ejercicio de su derecho a la libertad de asociación.
En
una fábrica de partes para automóviles de Illinois donde los trabajadores
empezaron a sindicalizarse, agrega el Informe 2000 del HRW, un supervisor dijo a
los empleados: "Espero que estén
listos para empacar y trasladarse a México." La justicia laboral
concluyó otra vez que se trataba de una amenaza de cierre de la planta, pero de
nuevo el tribunal de apelaciones revocó la decisión argumentando que se
trataba de "una broma, no de una
amenaza."
El
caso de los trabajadores agrícolas |
Cerca
de 30.000 trabajadores agrícolas temporales llegan a Estados Unidos cada año
en el marco de un programa especial denominado H-2A, por el que reciben
autorización legal para trabajar en áreas en las que los empleadores afirman
que existe una carencia de trabajadores nacionales. Los trabajadores del H-2A
cuentan con una situación especial entre los campesinos inmigrantes. Entran en
Estados Unidos abierta y legalmente. Están cubiertos por leyes relativas a los
salarios, compensaciones laborales y otras normas.
Pero
los documentos válidos no son una garantía de protección de la libertad de
asociación de los trabajadores del H-2A. Como trabajadores agrícolas, no están
protegidos por la disposición contra la discriminación de la NLRA destinada a
proteger el derecho a la sindicalización.
Los trabajadores del H-2A están ligados a los cultivadores que contratan su mano de obra. No tienen posibilidad de sindicalizarse para mejorar las condiciones ni de cambiar de empleadores. Si intentan formar o afiliarse a un sindicato, el cultivador para el que trabajan puede cancelar su contrato laboral y hacer que los deporten.
El
HRW analizó un caso concreto de inmigrantes del H-2A en Carolina del Norte,
donde en 1999 fueron empleados más de 10.000 de ellos. Son mayoritariamente
mexicanos solteros que cosechan tabaco, batata, pepinos, chile verde, manzanas,
duraznos, melones y otros varios cultivos de temporada desde abril hasta
noviembre.
“De
donde venimos no hay trabajo",
dijeron los trabajadores a HRW cuando se les preguntó cuál era su principal
motivo para emigrar. Muchos de los trabajadores proceden de aldeas rurales en México.
Algunos tenían dificultades para hablar español, ya que en su aldea natal se
habla principalmente el mixteco, una lengua indígena local. En la mayoría de
los casos las ganancias en dólares estadounidenses de sus empleos del H-2A son
la única fuente de ingresos para sus familias y sus comunidades.
HRW
afirma haber obtenido pruebas de la existencia de una campaña de intimidación
contra los trabajadores del H-2A desde que entran en Estados Unidos con el
objetivo de desalentarlos en el ejercicio de la libertad de asociación. “Los
abogados de los Servicios Legales y los sindicalistas son el enemigo",
les dicen los capataces de los cultivadores. Lo más significativo es que estos
capataces hacen pasar a los trabajadores por un ritual similar a la quema de
libros en el que se deshacen colectivamente de los manuales de "Conoce tus
derechos" entregados por los abogados de los Servicios Legales y los
sustituyen por manuales del empleado editados por los cultivadores.
En
diciembre de 1997, la Oficina de Contabilidad General (GAO, por sus siglas en
inglés) de Estados Unidos informó que "los
trabajadores del H-2A tienen pocas probabilidades de quejarse sobre violaciones
de la protección de los trabajadores por temor a perder sus trabajos o a que no
los contraten en el futuro." El temor a ser incluido en una lista negra
es fundado, según un estudio de 1999 del Carnegie Endowment, que basó sus
conclusiones en entrevistas conducidas en México con trabajadores mexicanos
actuales del H-2A. El estudio del Carnegie, informa el HRW, concluía que "las
listas negras del H-2A parecen generalizadas, están muy organizadas y se
producen en todas las fases del proceso de reclutamiento y contratación. Los
trabajadores informan que el período de inclusión en una lista negra dura
ahora tres años, en comparación con la sanción de un año que se aplicaba a
principios de los noventa."
Las
conclusiones |
Después
de constatar este inquietante panorama –que puede resultar sorprendente para
muchos que miran hacia Estados Unidos como la Meca de la democracia–, el HRW
elaboró las siguientes conclusiones: “Tanto
la experiencia histórica como una revisión de las condiciones actuales en todo
el mundo demuestran que los sindicatos fuertes, independientes y democráticos
son vitales para las sociedades en las que se respetan los derechos humanos. Los
derechos humanos no pueden desarrollarse donde no se respetan los derechos de
los trabajadores. Esto es cierto tanto para Estados Unidos como para el resto de
los países.
Las
violaciones a los derechos laborales en Estados Unidos son especialmente
preocupantes teniendo en cuenta que el gobierno estadounidense está presionando
a otros países para garantizar el respeto a los derechos de los trabajadores
internacionalmente reconocidos, como parte de un sistema de comercio e
inversiones globales, en la Organización Mundial del Comercio (OMC), por
ejemplo, o en el nuevo Tratado de Libre Comercio de las Américas. La
insistencia estadounidense en que se deben mantener relaciones comerciales
basadas en el respeto a los derechos se ve socavada cuando en Estados Unidos se
violan sistemáticamente derechos laborales fundamentales.
Sin llegar a menospreciar la gravedad de las violaciones a los derechos de los trabajadores en Estados Unidos, se ha de mantener una perspectiva equilibrada. Los trabajadores estadounidenses no se enfrentan generalmente a graves violaciones a los derechos humanos, tales como asesinatos de sindicalistas por parte de escuadrones de la muerte o la ilegalización de la negociación colectiva o la huelga. Pero la ausencia de una represión oficial sistemática no significa que los trabajadores de Estados Unidos pueden ejercer efectivamente el derecho a la libertad de asociación. Por el contrario, en Estados Unidos la libertad de asociación de los trabajadores está sometida a un acoso constante y el gobierno está incumpliendo la responsabilidad que le confieren las normas internacionales de derechos humanos de evitar dichos ataques y proteger los derechos de los trabajadores.”
Autor: Carlos Amorin
©
Rel-UITA
[1]
www.hrw.org/spanish/informes/2000
[2] “Perros calientes”.
[3]
En Estados Unidos los empleadores tienen derecho a organizar reuniones a
puertas cerradas con sus trabajadores, para los cuales la asistencia es
obligatoria. Este recurso es habitualmente utilizado para amenazar e
infundir temor a los trabajadores antes de las elecciones sindicales. El
sindicato no tiene el mismo derecho.