Brasil

Con Elio Neves

 

El sindicato como práctica de libertad

 

Dirigente de la Central Única de Trabajadores (CUT) y presidente de la Federación de Empleados Rurales Asalariados del Estado de São Paulo, Elio Neves hilvana reflexión y praxis en un tejido sindical y de luchas donde los desafíos se anudan con la utopía. Neves prácticamente no ve, pero no necesita sus gruesos lentes para identificar a un ciudadano cuando tiene frente a sí a un trabajador.

 

 

 

 

Fundada en abril de 1989 la federación agrupa a 41 sindicatos. Su jurisdicción es un verde socavón de caña de azúcar y naranjales en el centro del Estado de São Paulo, donde además de la violencia visual de ambos monocultivos, los empresarios hacen sentir la suya. “Esa violencia se manifiesta de múltiples formas llegando incluso al amedrentamiento y la agresión física”, comenta Neves. “Este año un sindicato solicitó la fiscalización del Ministerio de Trabajo de una plantación de tomates en Riverão Branco, corroborándose nuestra denuncia de trabajo infantil y trabajo esclavo. A raíz de esa intervención un hacendado fue detenido. Pasaron unas horas y el local sindical sufrió la embestida de una horda de bandidos, y un dirigente fue severamente golpeado. Ante las amenazas y el peligro que corría el resto de la directiva, tuvimos que trasladar a esos compañeros y a sus familias a otra región. Esta fue una situación de mucha violencia; aquí la democracia y la libertad sindical son consideradas como plagas, y los dirigentes de la FERAESP sufren amenazas y presiones cotidianamente. Hay una campaña sistemática contra la sindicalización por parte de los empresarios, por eso la gran mayoría de los trabajadores que se sindicaliza lo hace clandestinamente. Cuando reclaman sus derechos son despedidos y sus nombres pasan a integrar las listas negras. Infelizmente, en nuestro medio se padece una constante violación a los derechos humanos”.

 

- Las condiciones de trabajo también son inhumanas.

 

La salud de la gente

Un cosechador llega a completar 50 cajas en una jornada de trabajo, para lo cual debe cortar en promedio unas 5 mil naranjas. Subiendo y bajando por unas estructuras de madera mal llamadas escaleras, cargando un saco que cuelga de sus cuellos. Una caja pesa aproximadamente 27 quilogramos, por lo que al cabo de la jornada un cosechador recoge 1.350 quilos de fruta, y eso por dos dólares y medio. “Al fin de cada día duelen los pies, duele la espalda, duelen las manos, duele hasta el pelo”, comenta João, un cosechador.

- Trabajando se corren muchos riesgos porque los trabajadores se enfrentan a un verdadero arsenal químico, donde incluso es peligroso el traslado a las fincas. En un sólo accidente el pasado año murieron 17 trabajadores. Para tener una idea del puzzle perverso que era ese proceso productivo: la naranja era molida por CUTRALE, la principal empresa de jugo de naranja de Brasil; las frutas provenían de una hacienda y los trabajadores eran contratados por una seudo cooperativa de otra ciudad. Ese accidente ocurrió en noviembre y hasta la fecha no se ha identificado quién es el responsable, porque uno compró la naranja, otro la plantó y luego otro contrató a los trabajadores. Lo cierto es que antes de que la fruta llegue a CUTRALE para ser molida, los trabajadores ya fueron masacrados por la gran agroindustria paulista.

 

- Es el ignominioso subsidio del gobierno que fomenta la agroindustria para que la fruta y el jugo sean competitivos.

 

- Así es. Además, aquí la producción se realiza sin ninguna responsabilidad social y ambiental, a tal punto que los cosechadores de naranja reciben menos del salario mínimo, trabajan sin estar registrados, hay trabajo infantil y, como mencioné, las condiciones laborales son pésimas. Cuando el gobierno brasilero y los empresarios dicen aquí que la producción es competitiva, es necesario aclarar que lo es porque el trabajador brasilero es exprimido al máximo. El bajo costo se basa en las pésimas condiciones laborales y en la absoluta falta de respeto hacia el ambiente. Hay regiones enteras de monocultivos que todavía queman la caña de azúcar, que utilizan una carga de agrotóxicos incontrolable sin tener en cuenta los impactos en la salud y el ambiente.

 

- En ese escenario la federación tiene mucho por hacer, y recordamos que durante el pasado año la UITA participó en una campaña internacional a favor de vuestra lucha por mejores condiciones económicas.

 

- El sector pagaba R$ 0,12 (doce centavos de reales) la caja y nosotros solicitábamos R$ 0,22 (US$ 0.08). Conquistamos esa reivindicación con medianos productores, pero no superamos los R$ 0.18 con los grandes productores y sin firmar convenio con los sindicatos. Además del precio, exigíamos que los trabajadores no recogieran naranjas cuando se estaban fumigando las plantaciones y no fueran rociados con venenos al entrar en las fincas. Aquí es una práctica habitual que los trabajadores sean pulverizados antes de ingresar a los naranjales, como si ellos fueran el principal agente de enfermedad para las plantaciones.

 

- Además de esa lucha, tengo entendido que la FERAESP conformó una cooperativa (UNICAMPO), invadió tierras improductivas y lucha en pro de la soberanía alimentaria.

 

- Lo que ocurre es que por más que se ha luchado y resistido a este modelo llamado agronegocio –un modelo de exportación que sólo se preocupa por la gran producción– no es fácil conseguir relaciones de trabajo justas. Porque ellos no sólo ocupan grandes extensiones de tierra, también importantes parcelas en el área económica y política del país. Aplican una tecnología excluyente avanzando hacia un desempleo total. Entonces, es obvio que debemos luchar por mejores condiciones laborales y más puestos de trabajo, pero es preciso hacer mucho más. Es necesario entender que los trabajadores no somos sólo empleados, somos seres humanos que queremos vivir con dignidad, cuidar de nuestras familias, alcanzar un progreso cultural, entre otras cosas fundamentales. Pero si las tierras fueron ocupadas y en ellas se desarrolla un modelo que nos marginaliza, es necesario organizarnos y luchar para encontrar soluciones a nuestros problemas. Claro que en esa lucha vamos a enfrentar ese capital, su poder económico e influencias políticas, por ello actuamos con mucha creatividad y en varios frentes simultáneamente.

 

FERAESP nació en 1989, y la lucha por la tierra como una alternativa al desempleo figura como uno de sus objetivos fundamentales. Si las grandes empresas ocupan enormes extensiones donde se prescinde de los trabajadores, nada más justo que reivindicar procesos de reforma agraria. Ahora bien, no podemos caer en la trampa que una vez conquistada esa tierra apliquemos allí las mismas prácticas que utiliza el patrón. Nuestro esfuerzo, nuestro desafío, es construir un modo de producción vinculante con los intereses de los trabajadores, tanto de aquellos que han conquistado tierras y hoy ya producen, como para quienes aún no tuvieron esa oportunidad y precisan trabajar y alimentarse. Es un gran desafío y de ahí la lucha de la Federación, que no es diferente a la que desarrollan otras organizaciones sindicales, pues no olvidamos reivindicar mejores condiciones de trabajo en una relación de empleo digna entre el trabajador y el patrón. Y además tratamos de mejorar la vida del trabajador, la de su familia y sobre todo construir una alternativa de trabajo, de ciudadanía y desarrollo del ser humano, rompiendo con la dependencia de ese gran capital llamado agronegocio. Esa dependencia significa eternizar la explotación. Luchamos por esos cambios, tal vez eso haga que el gran capital instalado y el propio poder político patrocinen situaciones de enfrentamiento con nuestra federación, porque obviamente nuestro fortalecimiento posibilitará encontrar nuevas salidas para los trabajadores.

 

- ¿Es por ello que han adquirido un establecimiento como centro demostrativo y punto de encuentro de prácticas agroecológicas?

 

- Es cierto. No hablamos sólo en términos teóricos, hay una práctica ligada a nuestro razonamiento y a nuestras propuestas. Como se dice por aquí, es necesario “meter la mano en la masa”. En los últimos años la FERAESP conquistó varias áreas de tierras donde tenemos más de 1.300 famillas asentadas. Son trabajadores y trabajadoras que disputaron la tierra con ese gran empresariado; mucha gente fue perseguida y hasta hubo algunos muertos, pero alcanzamos muchas conquistas, y hoy esos trabajadores poseen asentamientos en medio de este mar de caña y naranjales. Mientras el gobierno continúa brindando su apoyo al gran empresario y despreciando la lucha de los trabajadores, somos conscientes de que nuestros asentamientos deben proponer respuestas y soluciones para la problemática que enfrenta nuestra gente. Es para levantar ese desafío que nuestra organización tiene un área demostrativa en la cual el colectivo desarrolla sus experiencias, perfecciona sus conocimientos y comparte los riesgos.

 

Es con esa visión que la Federación compró ese sitio. Allí queremos probar que somos capaces de producir alimentos de calidad a un costo accesible para los trabajadores y, por supuesto, sin ser dependientes del sector agroindustrial dominante. Hay dos grandes desafíos: uno, producir alimentos sin ser testaferros de la industria química y donde dejaremos de ser consumidores de insumos; el segundo desafío es que esos productos lleguen directamente a otros trabajadores.

 

 

Elio Neves y Siderlei de Oliveira, Presidente de la CONTAC

Allí en el predio también vivimos una lucha con nosotros mismos, en la cual hay que vencer preconceptos, lo internalizado desde el capitalismo, y eso no es tarea fácil. Porque cuando el enemigo está en el ambiente externo la gente lo identifica sin dificultad, pero cuando los enemigos de nuestros ideales están dentro de nuestra cabeza, de nuestro corazón, es complicado superar esa situación. Ese predio, entonces, es un espejo, un referente, donde a partir de la experiencia práctica, promovemos la preservación y multiplicación del acervo cultural, y la motivación hacia otros trabajadores. Allí producimos alimentos, intentando que los mismos lleguen a otros trabajadores de manera respetuosa y solidaria.

 

- El rescate cultural es una tarea fundamental.

 

- El modelo de producción exige más órdenes y mando que intervención del conocimiento. El conocimiento fue transferido a la máquina, al laboratorio, y entonces el ser humano pierde importancia. Necesitamos rescatar y valorar lo que nosotros sabemos pero que otro se lo apropió. Los trabajadores que emigran de un lado a otro van perdiendo sus raíces y con ellas su identidad. Sin embargo todavía hay entre nosotros trabajadores y personas que tienen mucho conocimiento. Nuestra tarea es conservarlo y darlo a conocer a otros compañeros y compañeras. Un ejemplo: esta región no tiene castaña de cajú, una fruta consumida en la región pero que viene del nordeste. Cuando yo era niño aquí había cajú, pero desapareció, ahora sólo hay naranjales y caña. Nuestra gente está reintroduciendo el cajú a partir de un trabajador que lo produce en su campamento y que vive de ese fruto. Hemos llegado a un acuerdo por el cual además de hacer la producción de mudas, él está pasando su saber a otros. No obstante, ese compañero no sabe procesar la castaña de cajú, y nosotros hemos encontrado otro trabajador que sí sabe hacerlo. De no trabajar con rapidez y eficiencia, todo ese saber se perderá y la dependencia luego será total.

 

- La cooperativa y el predio demostrativo, han sido concebidos como espacios para el fortalecimiento sindical.

 

- El sindicato es la herramienta principal, el sitio, la cooperativa y el resto son anexos de esa herramienta. Por lo tanto, es el sindicato lo que necesita ser fortalecido, de lo contrario esos emprendimientos se desvirtúan. La necesidad de producción y distribución de alimentos honesta y solidaria, no puede caer en prácticas oportunistas o ambiciosas. El objetivo estratégico y fundamental es la organización de los trabajadores y esa organización es el sindicato. Fortaleciendo al movimiento obrero y mostrando a la sociedad a partir de nosotros mismos que se puede, llegarán los cambios. Pero reitero: ningún instrumento de producción o comercialización puede ser mayor que el sindicato.

 

-Por último, ¿qué opinión le merece el programa gubernamental “Fome Zero” (hambre cero)?

 

- El nombre “Fome Zero” es sugestivo. En Brasil cerca de 50 millones de personas viven debajo de la línea de miseria, y unos 10 millones de indigentes viven de la basura. El nombre es sugestivo, pero el nombre correcto debería ser “Ciudadanía Plena”. Es preciso alimentar, pero también producir alimentos y generar empleo. Es necesario también producir y fomentar cultura; acceder a una vivienda, promover planes de vivienda. En síntesis, es preciso que tengamos calidad de vida y posibilidades de crecimiento, cosas a las cuales todo humano tiene derecho por el solo hecho de serlo.

 

El programa “Fome zero” que los medios y las empresas apoyan es el que da alimentos por intermedio de una canasta o una tarjeta. No les interesa un programa que desarrolle políticas de empleo, que mejore los salarios, que fortalezca la agricultura familiar atendiendo los conceptos de autosustentabilidad. Tampoco les interesa invertir y auspiciar una agricultura con capacidad de ser más productora que consumidora de insumos, que respete el medio ambiente y que no extinga oportunidades para las futuras generaciones. No están interesados en que la gente que todavía hoy vive de la agricultura pueda continuar produciendo en esos suelos, para que nuestros trabajadores tengan la oportunidad de escoger, si quieren vivir en el campo o buscar una actividad urbana, pero que no sean empujados a abandonar el campo para hacinarse en los cinturones de miseria alrededor de las ciudades.

 

En nuestra opinión, el gobierno tiene que invertir en el rescate de la plena ciudadanía, no nos podemos conformar con un programa que solamente ofrece alimentos, que bien podríamos denominar de compensación social. Hay que atacar las cuestiones estructurales de fondo que provocan tanta injusticia, hambre y miseria. No vamos a alcanzar el hambre cero sin una reforma agraria, no vamos a conseguir ciudadanía sino atacamos el poder financiero, si continuamos entregando los recursos del pueblo brasilero a los banqueros internacionales y a los banqueros nacionales, si continuamos trabajando y produciendo riquezas para quienes no las necesitan porque ya tienen demasiado. Necesitamos que la riqueza de este país sea distribuida con equidad. Precisamos que el patrimonio cultural, técnico, científico producido, sea socializado.

 

Sinceramente, no advierto cuál sería el avance si el actual gobierno continúa con políticas compensatorias, creyendo que de forma paternalista o asistencialcita resolverá problemas crónicos. De no enfrentar las distorsiones y los problemas estructurales, asistiremos a una gran farsa.

 

 

Gerardo Iglesias

© Rel-UITA

30 de julio de 2003 

 

 

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