El Terremoto en El Salvador

 "Si lo dice el Presidente debe ser mentira"

Miles de desaparecidos y damnificados. Barriadas que han quedado totalmente sepultadas. Al desnudo: la corrupción, la pobreza, la exclusión que multiplica la magnitud del desastre; el poco Estado y el descrédito generado por el actual gobierno.

El día sábado 13 de enero del 2000 a las 11:35 (-06:00 GMT), un terremoto sacudió la costa pacífica de Centroamérica. Según los primeros informes tuvo una magnitud de 7.6 en la escala de Richter. La falta de información precisa impide cualquier evaluación confiable de víctimas, magnitud de lo sucedido y daños materiales. Precisamente el epicentro frente a las costas de nuestro país El Salvador, ha ocasionado que sea éste con seguridad, el más afectado de la región centroamericana.

La capacidad del gobierno para atender este tipo de desastres, es tal que ni siquiera puede dar un informe preliminar confiable de víctimas, daños, zonas afectadas, peligros latentes, etc. La incapacidad gubernamental es tal, que pasadas 36 horas del desastre no podía dar un diagnóstico preliminar completo de la situación nacional.

La atención de los hechos se ha centrado principalmente en la colonia "Las Colinas" en Santa Tecla, ciudad vecina de la capital, en donde un alud de tierra soterró varias cuadras de casas construidas a la orilla de la "Cordillera del Bálsamo". Esta cordillera ha sido objeto de disputas legales en los últimos años. La Alcaldía de Santa Tecla (Nueva San Salvador) y grupos ambientalistas, han luchado por parar las urbanizaciones sobre y en las inmediaciones de esta frontera natural de la ciudad, cubierta principalmente por cafetales. La Cámara de la Construcción promovió amparos legales en contra de medidas supuestamente "intervencionistas" que "distorsionaban" el mercado de tierras y la iniciativa privada, según ellos generadoras de empleo y prosperidad por si mismas.

Tanto "Plan 80" (elaborado en los años 60´s) como "Plamadur" (90´s) ambos, intentos de Planes de Desarrollo de la Ciudad, señalaron en su momento la necesidad de atención a las fronteras naturales de la misma. Otros estudios analíticos posteriores, profundizaron en estos temas. Un estudio elaborado por el Programa Salvadoreño de Desarrollo y Medio Ambiente (PRISMA), financiado por USAID en 1997-98[1], propuso las bases para crear regulaciones sísmicas en la Región Metropolitana para evitar que sismos como el que acabamos de vivir, cobrara a nuestra sociedad saldos irreparables. Una de las principales anotaciones del estudio en mención, fue el señalar que la vulnerabilidad y la falta de regulaciones podría hacer que terremotos de menor magnitud que el de 1986 causaran mayores daños y víctimas que este mismo, dado el aumento de los riesgos y de la irresponsabilidad en el crecimiento de la ciudad. Esto es exactamente lo que ha sucedido. "El terremoto de la República de Armenia en diciembre de 1988 afectó una zona donde había muchos edificios altos de baja resistencia sísmica y quedaron sin vida más de 25 mil personas. En contraste, en el siguiente año hubo un terremoto de mayor magnitud en California -donde se aplican normas exigentes para el diseño sismorresistente- y murieron tan solo 70 personas", ejemplifica este estudio en su introducción.

De igual forma, en el caso de nuestro país no estamos frente a situaciones "naturales" o frente a fenómenos naturales indomables y de voluntad divina. Estamos frente a riesgos "antrópicos" en donde se combinan fenómenos naturales con riesgos creados por el hombre, específicamente creados por las Políticas de Estado negligentes, que sopesan dogmáticamente en favor de la libertad del mercado y en contra toda regulación, muy a pesar que éstas impliquen prevenir desastres y salvar vidas.

La humanidad durante toda su historia ha lidiado con los fenómenos naturales y esta acumulación ha permitido crear formas de convivir con nuestro hábitat, tratando de minimizar los riesgos y diseñando formas de relacionarnos con la naturaleza. Son aquellos que creen en los timones de las fuerzas del mercado orientadas por las ansias de ganancia y no en esta acumulación de sabiduría humana, los que han tomado las decisiones que provocan la vulnerabilidad. Los que piensan que deben dejarse de lado las regulaciones por tener un leve olor a medidas intervensionistas y de corte estatista o quizás peor... ¡comunista! Y que por tanto se debe construir donde sea más rentable para el constructor y más barato para el consumidor, aunque esto signifique construir con materiales dóciles y abajo de la cordillera del blasamo o al borde de un precipicio. Son estos mismos los que quizás, ojalá, al ver los desastres en nuestro país, su conciencia este diciéndoles que algo está mal en su "cosmovisión" en su visión ideologizada y dogmática del mundo, que según ellos debe ser regido por el dios-mercado, por el "becerro de la máxima ganancia".

Ahora bien, la segregación territorial es uno de los fenómenos que quizás haga más compleja la situación. Mucha atención puede ponerse en las zonas urbanas y ahí irá la ayuda, pero son muchas las zonas rurales inaccesibles en donde el desastre y el dolor está disperso y en donde no llega la ayuda ni el interés. Ahí donde nadie nunca se preocupa por la pobreza precisamente por que está escondida, está seguramente escondido el desastre y el dolor. Ahí mismo donde si sirve mostrar la marginación para hacer "Alianzas" electorales, pero no sirve para poner atención real. Posiblemente es ahí donde la sociedad civil deba concentrar sus esfuerzos ya que lo que no sirve para propaganda, no es de interés de los gobernantes.

Mientras la gente luchaba por desenterrar a sus familiares en "Las Colinas" el Presidente Francisco Flores intentó hacer propaganda del dolor ajeno el día sábado por la tarde. Como siempre acompañado del equipo de publicistas que lo llevó al poder, el mismo equipo que está todo el tiempo vigilante de cómo piensa y cómo actúa la sociedad civil, para igualmente guiar publicitariamente como debe aparentar, pensar y actuar el equipo gobernante. El mismo equipo que también guarda una similitud excepcional con los equipos propagandísticos de los mejores tiempos del fascismo, fue abucheado por la gente que luchaba contra la muerte y por la vida, cuando estos profesionales rapaces de la apariencia, hacían sus primeros intentos de labor propagandística en la coyuntura del terremoto. Lo que no sabe el Presidente Flores -alguien debe decírselo por cierto- es lo que la gente ya comenta: "Si lo dice el Presidente debe ser mentira".

Ahora nos dicen que la solución a nuestros males es endeudarnos más. Que la buena noticia es que el BID está dispuesto a dar más prestamos ágiles, los mismos préstamos que en muchos casos nos han llevado hasta la vulnerabilidad y el desastre socioambiental en que nos encontramos. La solidaridad la pagaremos nosotros y nuestros hijos e hijas en las próximas décadas.

¿Dónde está la solidaridad de los que han hecho valer sus ansias de ganancia y que se han salido con la suya al construir sobre y alrededor de la cordillera? ¿Dónde está la solidaridad de los que se han hecho más ricos, a través de esos millonarios proyectos urbanísticos? ¿Dónde está la solidaridad de los que están lucrando ante el desabastecimiento de productos de primera necesidad y de combustibles? ¿Dónde está la solidaridad de esos mismos que siempre dicen que "hay que apretarse el cincho" y que nos lo aprietan a nosotros y ellos se sirven con la cuchara más grande? ¿Dónde está la solidaridad de los que descuentan las donaciones de sus impuestos de renta y que por tanto se vuelven más generosos por que deben pagar menos?

Ahora resulta que la solidaridad será financiada por el mismo pueblo salvadoreño que ha sufrido. Ahora resulta que la solidaridad es endeudar más a nuestros niños y niñas. Ahora resulta que la solidaridad, es aprovechar la situación para aprobar los préstamos que están dando a los privados todo aquello que pueda generar ganancias y que aún está en manos del Estado.

Pues bien, parece que ahora más que nunca la sociedad civil debe organizarse en forma rápida y contundente. En primer lugar para atender las necesidades inmediatas del desastre. La experiencia de 1986 en donde muchos funcionarios y empresarios hicieron fortunas con la generosidad de los pueblos hermanos y del nuestro mismo, aún esta fresca en la mente de los y las salvadoreñas. La sociedad civil, los sindicatos, las comunidades organizadas antes y después del desastre, los comités de vecinos, los grupos religiosos, las ONG, y todas las formas comunales y organizativas deben convertirse en gestoras de nuestro propio resurgimiento. No es el momento de paternalismos de ninguna índole. La misma sociedad civil debe tomar un rol político en estos momentos, señalando las implicaciones de la tragedia y cuales son las dinámicas de la exclusión económica y territorial que nos han llevado a tal magnitud de desastre. Debemos señalar hoy más que nunca, cuales son los problemas estructurales de la sociedad que nos hacen más vulnerables y actuar contra ellos con fuerza, al mismo tiempo que actuamos sobre sus consecuencias, que son las más sentidas en este momento.

En primer momento la prioridad es atender las necesidades de nuestra gente, poniendo especial atención no solo a las zonas donde el desastre ha sido publicitado, sino también en donde está escondido, inaccesible y marginado. Esta organicidad debe permitirnos identificar con detalle las dinámicas de la exclusión que configuran la vulnerabilidad. No podemos dejar pasar este desastre sin identificar estas dinámicas y actuar contra ellas, en forma política, social y económica a nivel nacional e internacional.

Debemos identificar claramente las intenciones de los grupos hegemónicos, de acrecentar su hegemonía con el desastre y a costa del dolor de nuestro pueblo. Solo la acción organizada de la sociedad puede ayudar a reponernos, en lo que sea posible, de la tragedia y a señalar las cosas que siempre hemos señalado... las dinámicas de la pobreza y la exclusión, han multiplicado por miles, las magnitudes del desastre.

 

Gilberto Ernesto García Dueñas
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[1] 1997. Boomer, Salazar y Samayoa. Riesgo Sísmico en la Región Metropolitana de San Salvador.

 

 

 

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