Transgénicos:

la última novedad

 de las empresas químicas

Entrevista con David Hattaway

Hattaway es estadounidense, pero vive en Brasil desde su adolescencia. Es economista y trabaja en el Instituto para la Promoción de la Agroecología, en Brasilia. Su compromiso con estos temas empezó hace muchos años, y su opinión al respecto es la de un especialista siempre muy bien informado.

 - ¿Cuál es la situación actual en Latinoamérica con respecto al uso de agrotóxicos en la agriculura?

- En los últimos años el mercado mundial de plaguicidas químicos no cesa de crecer. En Brasil, que representa aproximadamente el 5 por ciento del mercado mundial de estos productos, las ventas crecieron de 1.000 millones de dólares a 2.500 millones anuales en la última década. En América Latina, el incremento del uso de químicos agrícolas ha sido más o menos similar, a pesar de que en ese mismo período se introdujeron determinados cultivos transgénicos que, supuestamente, deberían utilizar menos agrotóxicos. Esto se nota claramente en los mercados de Estados Unidos, Canadá y Argentina, que son los principales –y casi únicos– productores del mundo de plantas transgénicas. En esos países las ventas de productos químicos de uso agrícola han aumentado enormemente. Esta industria química integrada por Monsanto, DuPont, Agrevo, Zéneca –ahora muchas cambian de nombre porque se están comprando entre ellas– desde los años 50 están siempre lanzando nuevos productos, nuevas generaciones de plaguicidas. Por ejemplo, a fin de los años 60, cuando en Estados Unidos ya se había prohibido la primera generación de agrotóxicos, los organoclorados,[1] en los países del sur se siguieron vendiendo durante muchos años sólo para ganar más dinero y financiar así la generación siguiente que son los organofosforados. Estos químicos son tóxicos en forma aguda, pero también existen cada día más pruebas de que son neurotóxicos a mediano y largo plazo. Esta segunda camada experimentó el mismo proceso que la anterior, y muchos productos prohibidos en el Norte se usan intensivamente en el Sur. La siguiente novedad que presentaron las compañías químicas, sobre todo a nivel de insecticidas, son los carbamatos, y posteriormente surgieron los piretroides. Quiere decir que es una cadena sin fin en la que se compite lanzando productos “nuevos y mejores”, apoyados en enormes campañas publicitarias en las que se invierte muchísimo dinero.

- Esa acumulación de capital permitió el desarrollo de la biotecnología.

- Así es. Las mismas empresas –o las nuevas fusiones entre ellas– que venden agrotóxicos, están introduciendo ahora su más reciente producto: los transgénicos. Es el salto más grande que han dado, pero no deja de ser un salto más en la evolución de la industria de los plaguicidas. Por medio de la introducción de plantas que tienen el insecticida incorporado genéticamente (como el maíz o el algodón transgénicos con el gen Bt), o son plantas genéticamente modificadas para ayudar a vender el herbicida de la misma empresa. Monsanto nos vende una soja transgénica resistente al herbicida de Monsanto (glifosato), y nos dice que el suyo es más seguro que el de las demás empresas. Pero siempre dijeron eso, como ya vimos. A pesar del grano de arena de verdad que pueda haber en las gigantescas campañas publicitarias, todo no deja de ser una estrategia para vender más productos que su competidor. Hace muchos años que están diciendo: “Este es nuevo, es mejor, es más eficaz, es menos peligroso”. Prácticamente quieren convencernos de que nos va a hacer bien consumir químicos.

- ¿Cómo es ese proceso de fusión entre las CTN y cuáles son sus objetivos?

- Varias empresas que ya eran importantes en el sector de la química fina y en el farmacéutico, se expanden ahora lateralmente hacia otros rubros, principalmente al de semillas agrícolas. O sea que ya tenían un insumo importante como el agrotóxico, y ahora controlan también la propia semilla, mientras desarrollan una política agresiva patentando todo lo que se les pone al alcance y comprando todas las pequeñas y medianas empresas de semillas. Por otra parte, la investigación pública en mejoramiento de vegetales en muchos países está funcionando en sociedad o bajo contrato con estas transnacionales. Por este medio las empresas influyen las orientaciones de los presupuestos de las instituciones públicas para la investigación, cuya fuente principal de recursos terminan siendo las CTN. Estas exigen que se desarrollen proyectos de investigación vinculados con los transgénicos, utilizando plasmas nacionales a los que se les agrega genes patentados por las CTN.

- ¿Qué importancia tiene América Latina para estas empresas?

- Varía mucho de un país a otro. Las CTN ya han demostrado que están interesadas en invertir en cultivos extensivos destinados a la exportación hacia el mercado mundial. Es lo que pasa en Argentina con la soja y algo con el maíz, en Brasil no han logrado introducir nada por el momento, pero su intención es hacerlo con soja para exportación y con maíz que se produce en gran escala para el consumo interno. En algunos países andinos la prioridad de estas empresas parecería ser el algodón, donde ya existe la industria de las flores transgénicas. No son todas las mismas transnacionales, pero sí lo son todas ellas. Esta introducción necesita seleccionar primero a los agricultores, porque la tecnología transgénica es rentable cuando se aplica en gran escala. Para ello es necesario mucha tierra, capacidad administrativa, maquinaria y algo de capital. Quiere decir que los agricultores pobres quedan fuera de esta opción, a no ser que se plieguen como empleados de concesionarios locales del paquete tecnológico que, normalmente, pueden ser los terratenientes más grandes. Creo que en los próximos años se pretenderá difundir para la agricultura el mismo modelo que ya se utiliza para la producción de cerdos, pollos y otros, de producción “contratada”, en la cual el agricultor recibe créditos, semillas y demás insumos, instrucciones técnicas de cómo producir, y el agricultor asume el riesgo de implementar o no ese paquete así como el riesgo climático que, ese sí, las CTN nunca van a asumir. Los campesinos prácticamente no tendrán opción, y deberán seguir la corriente o desaparecer. Además, los riesgos serán mayores que los actuales, en virtud de la uniformidad genética de los cultivos. Es lógico que este tipo de riesgos sea más fácil de asumir por empresas medianas y grandes que por personas individuales, por lo que es posible que se inicie un proceso de mayor concentración de la tierra y, sobre todo, de “empresarización” de la propiedad.  

Por eso es pertinente preguntarse qué va a pasar en los próximos años con el proceso de fusiones entre las empresas bioquímicas con las de alimentos, cuando la semilla, el agrotóxico, el transporte y el procesamiento de frutas y verduras estén en manos de las mismas cuatro o cinco empresas. Creo que este es un tema que a los sindicalistas les debe interesar mucho, y la UITA está en una posición privilegiada –por agrupar a trabajadores y productores agrícolas y a funcionarios de la industria de la alimentación– para obtener elementos de análisis de esta situación de primerísima importancia para toda la humanidad en los años venideros.

- ¿Cuáles son las principales tendencias futuras de los transgénicos?

- Las próximas generaciones de plantas transgénicas, que ahora están en los laboratorios, seguirán teniendo características de pesticida, pero en cinco o diez años la oferta de vegetales transgénicos estará orientada a plantas que presenten nuevas características alimenticias o ventajas para su procesamiento. Por ejemplo, el tomate, la frutilla u otras frutas y hortalizas rápidamente perecibles tenderán a ser todas “larga vida”, procedimiento que consiste en introducir genes capaces de inhibir el desarrollo de una enzima que controla el proceso de maduración después de la cosecha. Eso permitirá que los productos agrícolas puedan ser transportados muy lejos de donde fueron cultivados, lo que representa una clara ventaja para la industria en el caso de las exportaciones, y también en el efecto llamado de “distanciamiento”: esto es, que cuanto más lejana es la fuente de un producto, más alto es su precio. Para el consumidor no representa absolutamente ninguna ventaja. También se proyectan, por ejemplo, tomates con menos contenido en agua, conveniente para las industrias que fabrican pulpa de tomates o ketchup. Las CTN químicas, que ya dijimos se expanden lateralmente al sector de las semillas, empiezan también a invertir en el de la industria procesadora de alimentos y de comercio de granos, como Cargill, ADM, Bunge, entre otros. Y por otro lado, empresas de la alimentación como Nestlé o Campbell están viendo el interés que tiene para ellas trabajar la genética de las semillas para facilitar la industrialización de los productos. Por eso es pertinente preguntarse qué va a pasar en los próximos años con el proceso de fusiones entre las empresas bioquímicas con las de alimentos, cuando la semilla, el agrotóxico, el transporte y el procesamiento de frutas y verduras estén en manos de las mismas cuatro o cinco empresas. Creo que este es un tema que a los sindicalistas les debe interesar mucho, y la UITA está en una posición privilegiada –por agrupar a trabajadores y productores agrícolas y a funcionarios de la industria de la alimentación– para obtener elementos de análisis de esta situación de primerísima importancia para toda la humanidad en los años venideros.  

 ONG como las ambientalistas, de defensa del consumidor, de promoción de la agroecología, y sindicatos como los de los trabajadores de la industria de la alimentación y movimientos de pequeños productores agrarios, principalmente del sur de Brasil, se involucraron en esta batalla de muchas formas distintas: concientizándose entre ellas, en sus bases y sus respectivos públicos, trabajando con la prensa, realizando manifestaciones y seminarios, para dar información a la opinión pública y alertarla sobre los riesgos que se corren con los transgénicos.

- ¿Cuáles son los principales riesgos de la diseminación de plantas transgénicas para la biodiversidad de la región?

- América Latina posee una biodiversidad riquísima, y no sólo en las zonas tropicales, como se ha creído habitualmente, sino en las pampas y en otras zonas como la puna. Esos hábitat, que recién empiezan a ser estudiados seriamente, se han revelado dueños de una biodiversidad impresionante, insospechada. Lo que crece allí muchas veces no lo hace en ninguna otra parte del mundo, y eso da lugar a complejos sistemas que incluyen vegetales, animales, insectos, aves y microorganismos. En lugares aparentemente tan áridos como la puna, o tan sin gracia como la pampa, existen estos sistemas de vida poco estudiados que son muy importantes para el clima de regiones enteras e incluso para las posibilidades de explotación por el ser humano. En los últimos 50 años la ciencia ha aportado nuevas tecnologías para poder conocer mejor estos sistemas, de forma de poder trabajar con ellos sin destruirlos. Liberar los transgénicos en cualquier parte del mundo representa un severo riesgo ambiental, pero en América Latina puede ser peor que en otros lugares.

- ¿Por qué en Brasil se ha generado una resistencia hasta ahora exitosa en contra de los transgénicos?

- Los transgénicos han entrado principalmente en Argentina, que tiene varios millones de hectáreas plantadas con transgénicos. Chile también planta pero fundamentalmente para semilla que se usa en Estados Unidos porque tiene zonas con climas similares a los que tienen en ese país. Las CTN tienen mucho interés en entrar en Brasil, y están invirtiendo mucho para lograrlo. Está Monsanto, en primer lugar, después Novartis, Aventis y otras, que quieren introducir semillas para el cultivo de soja, maíz, algodón, y luego vendrán otras como la caña de azúcar. En 1994 el Congreso brasileño aprobó una ley de Bioseguridad[2] que fue reglamentada por el Poder Ejecutivo en enero de 1995. Esta ya es una diferencia muy grande con otros países latinoamericanos que no tienen su propia legislación al respecto. En Brasil, formalmente, las empresas deben cumplir con esta ley, y sus peticiones de autorización son analizadas por una Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad (CTNBio) creada por esa ley. Los primeros ensayos en pequeña escala –mal fiscalizados por la autoridad pública– comenzaron a hacerse en 1997, y ya al año siguiente Monsanto tenía la autorización para vender la soja resistente al glifosato. Creo que la ley de Bioseguridad brasileña es bastante buena y prevé varios controles sucesivos, como los de los ministerios de Salud Pública y de Medio Ambiente. Para la liberación de la soja de Monsanto esos dos ministerios habían sido obviados, y el ministerio de Agricultura estimaba que sus pruebas, que analizaban apenas la eficacia agronómica del producto, eran suficientes. Pero no se habían hecho estudios de impacto ambiental ni de posibles consecuencias en la salud humana. Dos organizaciones sociales –Greenpeace Brasil, y el Instituto de Defensa del Consumidor (IDEC)– iniciaron una acción civil en la justicia federal que tuvo éxito porque obtuvieron suspensiones de las liberaciones de transgénicos, y poco después la justicia resolvió prohibirlos en forma cautelar. Finalmente, a mediado de este año, el tribunal de primera instancia federal dictaminó que no sólo la soja, que motivó el proceso, sino cualquier transgénico sólo podrá ser liberado en Brasil cuando la CTNBio establezca procedimientos más adecuados para proteger al ambiente y a la salud humana, y cuando esté reglamentado el sistema de etiquetado de los productos elaborados con organismos genéticamente modificados. Nada de eso existe hasta hoy, y las empresas apelaron ese fallo.

Si este tema se hubiese visto sólo como un progreso técnico bloqueado por algunos militantes “ecolocos”, el resultado habría sido distinto, pero el impacto de lo que estaba pasando ya en Europa también le dio fuerza a nuestra posición. Todos los movimientos sociales, sean ONG o sindicatos, han hecho un gran trabajo educando a su público para que la gente entendiera que este no es un asunto meramente técnico. Hoy por hoy, todas las organizaciones tienen personas capaces de explicar a los demás cuáles son los desafíos que representan los transgénicos, y tienen material de base para difundir.

- ¿Cuál fue el papel de las organizaciones sociales y los sindicatos en esa resistencia?

- ONG como las ambientalistas, de defensa del consumidor,[3] de promoción de la agroecología, y sindicatos como los de los trabajadores de la industria de la alimentación y movimientos de pequeños productores agrarios, principalmente del sur de Brasil, se involucraron en esta batalla de muchas formas distintas: concienti­zán­­dose entre ellas, en sus bases y sus respectivos públicos, trabajando con la prensa, realizando manifestaciones y seminarios, para dar información a la opinión pública y alertarla sobre los riesgos que se corren con los transgénicos. En Brasil sirvió mucho apoyarse en los textos legales existentes, porque fue posible reclamar su cumplimiento, como primer paso. Mientras aquella acción de Greenpeace y el IDEC se procesaba en la justicia, la sociedad pudo ir procesando la discusión, y fue sorprendente para nosotros, que somos militantes de la primera hora, el resultado que se obtuvo. La movilización social, que no fue muy grande, llamó la atención de la prensa y se pudo instalar la polémica en la cual siempre aparecía también nuestra posición. Si este tema se hubiese visto sólo como un progreso técnico bloqueado por algunos militantes “ecolocos”, el resultado habría sido distinto, pero el impacto de lo que estaba pasando ya en Europa también le dio fuerza a nuestra posición. Todos los movimientos sociales, sean ONG o sindicatos, han hecho un gran trabajo educando a su público para que la gente entendiera que este no es un asunto meramente técnico. Hoy por hoy, todas las organizaciones tienen personas capaces de explicar a los demás cuáles son los desafíos que representan los transgénicos, y tienen material de base para difundir.  


[1] El más conocido es el DDT. Fueron prohibidos por haberse comprobado que son cancerígenos, que se acumulan en el ambiente y no se degradan, porque son bioacumulables, esto es, que dentro del organismo humano se fijan en los tejidos grasos y no se pueden eliminar naturalmente, y se trasmiten por la cadena trófica alimentaria.

[2] Se puede obtener una copia del texto completo de la ley en www.ctnbio.gov.br y pulsando el botón “Legislacão”.

[3] Véase texto completo de Código de Defensa del Consumidor de Brasil en www.mj.gov.br y pulsando en botón “Defesa do consumidor”.

 

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