Transgénicos

10/04/01

Los Verdes

“meten miedo”

 


Cuando no hay ética no hay límites y por ello, los “eficientes controles sanitarios” hoy, no significan nada. Alimentarse es un acto de alto riesgo, sin embargo, gritar ¡Cuidado!, es considerado por el establishment un hecho terrorista, condenable.

 Este artículo del Grupo de Reflexión Rural, nos permite conocer el pensamiento y la  labor del  Dr. Steven Drucker, quien nos habla sobre las relaciones carnales entre la agencia pública de seguridad alimentaria y las trasnacionales en los Estados Unidos. Situación, que sí mete miedo


 

Resistir significa en primer lugar rechazar. Hoy, la insurgencia consiste en ese rechazo que no tiene nada de negativo, que es un acto indispensable, vital. La prioridad de prioridades es rechazar el horror económico, salir de la trampa y a partir de ahí seguir adelante.

Viviane Forrester

(Una extraña dictadura)

 

La acusación de “meter miedo” a la sociedad, partió de varios lobbies de la biotecnología cuando Greenpeace “escrachó” productos con OGM en algunos supermercados.

Los mismos defensores del productor y del consumidor argentino, agregaban que “los controles que se realizan sobre los cultivos liberados y los productos alimenticios eran altamente eficientes, comparables a los más estrictos del mundo y, en cambio, demostraban que en la Unión Europea, la fragilidad de los mismos los hizo incapaces de detectar y prevenir la vaca loca”.

No ha pasado mucho tiempo y lamentablemente los consumidores argentinos quedamos azorados ante la degradación de la Secretaría de Agricultura, responsable de liberar los cultivos manipulados genéticamente, y del Servicio Nacional de Sanidad Animal (SENASA), intervenida y reconociendo que se había ocultado los brotes de aftosa. Como resultado de los “eficientes controles sanitarios”, se cortaron TODAS las exportaciones de carne.

Pero ya el año pasado el Grupo de Reflexión Rural (GRR), había advertido sobre los peligros del feed lot, haciendo referencia a anabólicos y antibióticos y al uso de harinas de huesos como suplemento (Ver artículo “Comer sin Preguntar”, SIREL / Transgénicos Nº 5). El diario “La Nación” (Suplemento Campo, 15/07/00)  publicitó un promotor de crecimiento vacuno denominado “RALONE”, donde en letra pequeña advertía que ese producto “no deberá ser administrado a animales de establecimientos rurales inscriptos como proveedores para la Unión Europea y/o para otros países que prohiben el uso de sustancias anabolizantes”. Rara coincidencia con los cultivos de tabaco transgénico, que fueron detectados por los “mete miedo” y que luego fueron destruidos por el gobierno ya que ... “no estaban permitidos...

Pero volviendo a la utilización de harinas animales, el 13 de marzo de 2001, “La Nación” publicó: “...el primer ministro de Baviera, Edmund Stoiber, instó a que la carne procedente de la Argentina sea sometida a tests para la detección del mal de la vaca loca. Estoy seguro de que los alimentos producidos en Alemania son más seguros y de mayor calidad que muchos de los productos baratos importados de otros países y continentes”, aseguró el líder regional. El representante de Baviera, estado alemán donde se detectaron más casos de vaca loca, declaró: “Exijo que la carne del este de Europa o de la Argentina se someta a los mismos tests que la carne alemana” (Agencia, EFE).

Para no “meter miedo” vamos a tener que esperar a que un laboratorio alemán haga las pruebas. Nuestros eficientes sistemas de control, parecen no satisfacer las “frágiles normas europeas”. Como dice el viejo refrán “la mentira tiene patas cortas”, y como ahora se está descubriendo como funcionan los controles oficiales en “un modelo globalizado”, donde el comercio está manejado desde fuera de las fronteras nacionales, queremos agregar al escándalo nacional y al europeo, el del paradigma de la eficiencia: la Administración de Drogas y Alimentos de los EE.UU (FDA, por sus siglas en inglés).

El mes de setiembre, próximo pasado, estuvo en Buenos Aires, el Dr. Steven Drucker, abogado estadounidense, quien durante su breve estadía en Argentina, nos brindó su vasta experiencia sobre la revolución biotecnológica, sus orígenes, sus amenazas a la civilidad, sus silencios engañosos. Pero sobre todas las cosas nos dejó la gratificante certeza de que la mundialización que comporta riesgos, también nos ofrece una oportunidad para luchar por una relación racional y fraterna del ser humano, con la tierra, y el desarrollo sustentable[1].

El Dr. Steven Drucker, al que seguimos en sus disertaciones y en algunos momentos pudimos dialogar con él, nos trajo un cuestionamiento tan dramático como sincero, “no sigan los dictámenes de la FDA, hace 8 años que esa agencia nos está mintiendo, a nosotros los norteamericanos y a ustedes”. “Por esto les pido perdón...Argentina ha sido engañada por mi país”. Lo que sigue, son aspectos salientes de sus numerosas conferencias que realizó en su maratónica estadía en Buenos Aires.

“Cuanto desearía que, así como la primavera simboliza el despertar de la naturaleza, hoy la Argentina despierte a la verdad”, precisó en términos enérgicos. Drucker es un experto en el tema de ingeniería genética, sus respuestas son fundamentadas, sólidas y minuciosas. “La temática de los alimentos, comentó, la conozco desde la época de la irradiación atómica (ver artículo “La irradiación de los alimentos vuelve disfrazada” sesión seguridad alimentaria, www.rel-uita.org), desde entonces tengo el proyecto de escribir un libro sobre la integración de la religión, ciencia y ética. Pero cuanto más investigaba con la idea del libro, más comencé a preocuparme por la manipulación genética de los alimentos. Una mañana de agosto 1996, decidí abandonar todo el proyecto del libro y dedicarme de lleno a la formación de la Alianza que formalizaría la demanda, que se concretó el 27 de mayo de 1998, cuando la Alianza para la Bio-Integridad colocó una demanda totalmente sin precedentes, contra la FDA.

Con el aporte de científicos, profesionales de la salud, líderes religiosos y consumidores, se demandó la realización de pruebas obligatorias y etiquetado de todos los alimentos genéticamente modificados. El juicio, alega que la política actual de la FDA, que permite que tales alimentos alterados genéticamente sean comercializados sin pruebas ni etiquetado, viola los mandatos estatutarios de la agencia, de proteger la salud pública y brindar al consumidor información relevante sobre los alimentos que come.

Como consecuencia de la presentación judicial, se nos entregó un expediente de 44.000 fojas con documentos internos, de los científicos de la FDA, en esos registros se revela que la burocracia del FDA declaró como seguros los alimentos GM, a pesar del amplio desacuerdo de sus propios expertos, alegando además abrumadora mayoría entre los científicos. Aparte de contradecir lo que proclama la FDA, que sus decisiones están basadas en la ciencia, esta evidencia demuestra que la agencia violó la ley de los Estados Unidos, al permitir la comercialización de los alimentos genéticamente modificados sin primero haber sido probados como seguros, en la teoría de que son generalmente reconocidos como seguros.”

El Dr. Drucker historia el comienzo de esta revolución biotecnológica, que en Argentina, en particular en ámbitos académicos, ha sido recibida como panacea: “La FDA recibió órdenes expresas de promover la industria biotecnológica. Esta política comenzó bajo la administración Reagan-Bush (1981-1988) y ha continuado con Clinton-Gore. Más aún, cuando en 1991 la FDA creó una posición nueva la del Delegado Comisionado para Política, para que supervisara la ejecución de la política en alimentos genéticamente modificados. Para ese cargo se designó a Michael Taylor, un abogado de Washington DC, que había estado representando a Monsanto y a otros miembros de la industria biotecnológica en temas regulatorios. Durante su ejercicio, las advertencias de los científicos de la FDA fueron sistemáticamente ignoradas. Subsecuentemente, el señor Taylor fue contratado por Monsanto como Vice-Presidente de Política Pública. Además, cuando el Vice-Presidente Dan Quayle introdujo la política definitiva de la FDA en 1992, el Dr. Taylor se refirió a este hecho, como un alivio regulatorio para la industria biotecnológico.

Los mismos científicos de la FDA, rechazaron el intento de igualar la bioingeniería con el mejoramiento convencional. La directiva de la Casa Blanca, en el sentido de fomentar la biotecnología, abogó por la premisa de que los alimentos genéticamente alterados, son esencialmente los mismos que otros. Sin embargo, los intentos de las agencia en acomodar su política para conformar las directivas recibidas, encuentra fuerte resistencia. Numerosos expertos de la agencia protestaron diciendo que la propuesta que ellos habían sometido había sido ignorada, al igual que el reconocimiento del potencial de la ingeniería genética en producir toxinas inesperadas e impredecibles, carcinogénicos y alergénicos, riesgos normalmente ajenos en el mejoramiento genético convencional”.

El Dr. Drucker trajo a colación, los comentarios realizados por el del Dr. Louis Pribyl, del Grupo de Microbiología de la FDA, quien dijo: “hay una profunda diferencia entre los tipos de efectos inesperados de la genética tradicional y la ingeniería genética ... algunos aspectos de la división de los genes pueden ser más riesgosos”.

Por su parte el Dr. E.J. Matthews del Grupo de Toxicología, advirtió que: “las plantas genéticamente modificadas pueden contener toxinas inesperadas de composición química singularmente diferente a las usuales.” Otra advertencia la brindó el Director del Centro de Medicina Veterinaria (CVM, por sus siglas en inglés), quien además pidió que se demostrara que los productos genéticamente modificados son seguros, antes de la comercialización. Concretamente dijo: “el CVM cree que los alimentos animales derivados de plantas genéticamente modificadas, representan una particular preocupación para la seguridad animal y alimentaria”. El explicó que residuos de sustancias inesperadas, pueden hacer de la carne y leche productos dañinos para el ser humano.

Numerosas críticas domésticas, son resumidas por la Dra. Linda Kahl, quien ofició de compiladora de la información dentro de la agencia, concluyendo que la misma “tratando de ajustar una cuña cuadrada en un agujero redondo; tratando de forzar la conclusión, que no hay diferencia entre alimentos modificados por ingeniería genética y alimentos modificados por mejoramiento tradicional”, declaró: “los procesos de ingeniería genética y mejoramiento tradicional son diferentes y, de acuerdo a los técnicos expertos en la agencia, conducen a riesgos diferentes.”

“La FDA distorsiona la realidad, señala el Dr. Drucker, ya que la agencia no solo sabía de la preocupación de sus propios expertos, también sabía que había un mayoritario desacuerdo en la comunidad científica sobre los alimentos modificados genéticamente. Por ejemplo, el Coordinador en Biotecnología de la FDA reconocía en una carta a un funcionario canadiense, el 23 de octubre de 1991, que no había consenso científico con respecto a la seguridad. Más aún, la FDA distorsionó los test que habían sido realizados. Calgene obtentor del tomate Flavr Savr  -el primer alimento completo genéticamente modificado puesto a la venta en el mercado norteamericano- para ofrecer al público pruebas de inocuidad, voluntariamente lo sometió a estudios de alimentación, y solicitó a la FDA revisar la información obtenida por un laboratorio privado. Los científicos de la FDA notaron un patrón de lesiones estomacales que originaron reparos en la seguridad y reiteradamente solicitaron más ensayos. ¡Ninguno fue realizado! Consecuentemente, los expertos de la FDA concluyeron que los datos son insuficientes para una demostración de seguridad, y que quedaban todavía cuestionamientos sin resolver. Sin embargo, la FDA no solo aprobó el tomate, sino que además aseguraba que todos los aspectos relevantes sobre seguridad habían sido resueltos satisfactoriamente y como consecuencia que el Flavr Savr anduvo tan bien, será innecesario que cada alimento genéticamente modificado subsecuente pase a través de los mismos rigurosos test.

A la fecha, no hay evidencia confiable mostrando que alguno haya exitosamente cumplimentado el estándar que el Flavr Savr no pudo satisfacer. Además, el gobierno distorsiona consistentemente el hecho, que en 1989 un alimento genéticamente modificado mató docenas de americanos y lisió permanentemente mas de 1.500. Ese producto (un suplemento del aminoacido L-Tryptophan) contamina al menos una toxina inusual, nunca hallada en remesas producidas convencionalmente. Muchos expertos piensan que el proceso de bioingeniería es el posible causante de la toxicidad, y el coordinador en biotecnología admitió que esta posibilidad no puede excluirse. Pero en expresiones públicas, los funcionarios de la FDA han ocultado el hecho que el producto fatal era resultado de bioingeniería y en cambio culparon a los suplementos dietarios; y otros voceros gubernamentales persistentemente proclaman que ningún alimento transgénico haya jamás dañado un consumidor.

Además de violar cánones básicos de ética, el comportamiento de la FDA viola el Acta de Alimentos, Drogas y Cosméticos de los Estados Unidos, el cual establece que los nuevos alimentos y aditivos sean demostrados como seguros por medio de test, antes de ser comercializados. Mientras la FDA admite que los organismos de bioingeniería caen dentro de esta previsión, ésta asegura que están exentos de los test porque ellos son generalmente reconocidos como seguros (GRAS), aun sabiendo que ni sus propios científicos los han reconocido como seguros.

Más allá que el estatuto prescribe que aditivos, tales como aquellos utilizados en alimentos de ingeniería genética, solo pueden ser reconocidos como seguros sobre la base de tests que han establecido sean inofensivos. Pero en verdad, tales test no existen para los alimentos transgénicos. Consecuentemente, cada alimento genéticamente modificado en los Estados Unidos está en el mercado ilegalmente y debe ser retirado para testaje riguroso de seguridad. La FDA ha liberado deliberadamente un puñado de alimentos potencialmente dañinos, en la mesa de los americanos.”

Los científicos firmantes de la demanda y componentes de la Alianza, son:

El Dr. Steven Drucker, de 53 años, creció en una familia judía no muy practicante, en Des Moines, Iowa, pero ya como abogado en Los Angeles, se unió a un grupo de estudio del Torah, y se acercó así al Judaísmo y a la idea de que “todos tenemos la misión de sostener la INTEGRIDAD de la creación de Dios, de allí el nombre de la Alianza por la Bio-Integridad”. Fue su propósito entonces incluir en dicha alianza, también a líderes religiosos, que objetaran el consumo de alimentos genéticamente modificados, algunos de los firmantes son:

Es importante hacer un paralelismo entre lo que hemos escuchado por boca del Dr. Drucker y lo que nos toca escuchar y constatar aquí en Argentina, donde los lineamientos procedimentales de la FDA, son aceptados por nuestros entes reguladores, que permanentemente profesan su admiración a lo que consideran “un modelo” en el mundo como agencia de control y seguridad de alimentos. Mucho más que eso, es sorprendente que las mismas palabras, expresiones y argumentos de la documentación que son cuestionados en la demanda de la Alianza por la Bio-Integridad, son repetidas en forma de documentos, notas y conferencias por funcionarios de la SAGPyA y SENASA, en la definida actitud de favorecer las pruebas a campo de los OGM y su posterior liberación.

Y esto sí, realmente “mete miedo”.  

 

 


[1] Iglesias, Enildo 2000 Frente a la Vieja Injusticia, en el Nuevo Milenio “Bienestar para Todos” Ediciones Rel-UITA

 

 

 

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