Discusión de científicos
Mientras los científicos discuten sobre la peligrosidad o no de los transgénicos,
o sobre las bondades y maldades de los mismos, cualquier persona con un mínimo
conocimiento sobre agricultura que observe el campo, podrá efectuar sus propias
y alarmantes comprobaciones.
Las malezas
"vacunadas"
de Monsanto
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Nuestro
observador se encuentra frente a enormes extensiones de tierra destinadas al
cultivo de soja. Allí no existen las tradicionales glebas y él sabe que la razón
es que ahora se utiliza el método de siembra directa. Con este método ya no se
ara la tierra, simplemente se entierra la semilla con máquinas especiales sobre
la camada de vainas, hojas y tallos que quedaron de la cosecha anterior.
Pero también
observa algunas plantas guachas
(1) de soja.
Claro –piensa– son producto de las semillas caídas durante la cosecha. Y deduce
algo que los científicos defensores de los transgénicos deliberadamente no
mencionan: esa soja guacha
está “vacunada” por Monsanto. Hija de una semilla transgénica creada para ser
resistente al herbicida glifosato, que Monsanto vende junto con la semilla,
ahora es una maleza resistente al glifosato. De manera que a la soja
guacha hay que combatirla con
otro herbicida, generalmente Paraquat o similares igualmente peligrosos, luego
plantar la soja transgénica y posteriormente eliminar las malezas que se
desarrollan durante el cultivo, con glifosato.
Mientras en la
siembra de soja convencional se utiliza un litro de glifosato por hectárea, la
soja transgénica requiere 2,5 litros, a lo cual hay que sumarle el nuevo
herbicida para la soja guacha.
El productor, que ve incrementarse sus costos, procura abatirlos. Deja de
adquirir Roundup (el glifosato de Monsanto) sustituyéndolo por glifosato
proveniente de China, sustancialmente más barato. Y como teme que no resulte tan
eficaz, lo utiliza en dosis mayores.
¿Qué queda
entonces del argumento que los transgénicos reducen la utilización de
agrotóxicos?
Un modelo de agricultura
que ya nos dejó sin agricultores, ahora amenaza con dejarnos sin tierra.
Nuestro
imaginario observador no ignora en que grado se ha concentrado la propiedad de
la tierra y que, como consecuencia, miles de familias han sido expulsadas del
campo. Él sabe que el nuevo modelo agrícola de monocultivos destinados a la
exportación requiere de mayor escala, más cantidad de hectáreas. Pero ahora mira
los campos y ve el suelo compactado, con zanjas secas y la tierra cuarteada,
casi sin vegetación, salvo algunas malezas típicas de los suelos empobrecidos
por la erosión.
El suelo no es
un recurso renovable. La tierra tarda 12 mil años en crear una capa apta para la
agricultura. ¿Qué pasó para que esa riqueza natural se haya deteriorado tanto en
pocos años? La respuesta la encontramos en una información proveniente del
Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Argentina. Según
estimaciones del INTA 60 millones de hectáreas (equivalentes a las provincias de
Santa Fé, Buenos Aires y Córdoba juntas) se encuentran erosionadas. Las causas
se originan en que “el cultivo explosivo de soja sin una conveniente rotación,
aumenta la vulnerabilidad del agrosistema y afecta la conservación del suelo”.
¿Resulta
imprescindible para Argentina –podríamos preguntarnos lo mismo sobre Brasil–
producir soja para la exportación? Si lo es, ¿qué precio debería tener esa soja
para compensar –si esto fuera posible– las negativas e irreversibles
consecuencias que genera? Nos amenazan con que la alternativa es
transgénicos o hambre. Si
Argentina se encuentra entre los tres mayores productores de soja del mundo,
¿por qué más del 40% de su población es pobre y por lo tanto mal alimentada?
Seguramente
nuestro observador tiene respuestas a esas interrogantes. Mientras, los
científicos que defienden los transgénicos siguen ignorándolas y, por lo tanto,
no necesitan responderlas. Es que desde sus ciudadanos escritorios no se divisa
el campo. Además, el peso de la chequera les atrofia la conciencia.
Enildo
Iglesias
© Rel-UITA
7 de julio de
2003
(1)
Se le denomina así en Argentina y Uruguay a una planta de cultivo que nace fuera
de época sin ser sembrada.
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