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Monsanto y sus doce apóstoles

 

 

”Consumers Alert”, la fundación de Monsanto, informó que el viernes 12 se distribuirían alimentos transgénicos en Villa Alegría, una comunidad pobre de la periferia de Cancún. A las 8.30 horas canales de televisión, radios y diarios de varios países se dieron cita en el lugar, al igual que unas ochenta personas.

 

En Villa Alegría viven hacinadas, en estado de extrema pobreza, unas 150 familias. No tienen luz ni agua, aunque sí una iglesia evangélica. Doce jóvenes de la galaxia Monsanto se preparaban para distribuir las canastas básicas, cuando estalló un escándalo promovido por militantes ambientalistas que acusaban a la trasnacional de practicar un “proxenetismo marquetinero”. El griterío era infernal. Algunos pobladores se rebelaron, y devolvieron las canastas. Otro, que había ingerido uno de los dulces entregado por la Monsanto, lo vomitó.

 

Los representantes de la fundación promotora de los transgénicos protestaron furiosos que habían sido saboteados. Tres de los jóvenes universitarios contratados especialmente para el evento se me acercaron, entre sorprendidos y confundidos. “¿Qué cosa terrible tienen estas canastas?”, me preguntaron. Humillación, les respondí.

 

Monsanto y la prensa

 

Así como son endiosados, a menudo a los gringos se los cree ingenuos. El pasado sábado llegamos al Hotel Sierra para ver qué estaba sucediendo en el espacio reservado a las Organizaciones No Gubernamentales. Allí se había anunciado un seminario sobre “Biodiversidad, biotecnología y agricultura sustentable”. ¿A que no adivinan quién era el responsable de esa actividad? M O N S A N T O, por intermedio de “Consumers Alert”.

 

Ingresé al seminario con un camarógrafo. La camiseta que lucía, de “Los Guerreros Verdes de Acapulco”, provocó sin duda inquietud entre los presentes, todos vinculados a la transnacional. Sin darme por aludido, permanecí sentado escuchando la exposición de una señora de la delegación estadounidense, que luego dio paso al ex presidente de la federación nacional y de los agricultores de Iowa, un productor de soja y maíz transgénicos. Éste comenzó su discurso refiriéndose a Norman Borlaug, a la Revolución Verde, y como corolario, a cuán benéficos pueden ser los transgénicos para acabar con el hambre en el mundo.

 

Tras esa catequesis monsantina, llegó al hotel el resto de nuestra gente. La sesión fue interrumpida y los activistas desalojados, a pesar de que la actividad estaba reservada para las ONGs. Se comunicó también la prohibición de filmar. Alguien me invitó a abandonar la sala. Sin hablar, mostré mi acreditación, en la que en grandes letras se lee: “periodista”. El hombre, algo desconcertado, pidió disculpas y muy cordialmente autorizó al camarógrafo a filmar la sesión.

 

 

Sebastián Pinheiro

© Rel-UITA

16 de setiembre de 2003

 

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