Transgénicos

05/09/01

PNUD - MONSANTO

El GRR de Argentina 

frente al informe anual del PNUD

 para el 2001

 

Ante el desagrado ocasionado por el contenido del informe del Programa de la Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) 2001, y en particular por todas sus incomprensibles referencias sobre la Argentina "ocupada" por Monsanto, la Red de Alerta sobre Transgénicos (REDAST), procuró tener un lugar en el panel donde el PNUD presentaba su informe anual en Buenos Aires, el día 17 de julio, en el Salón Auditorio de la Biblioteca Nacional.

El esfuerzo resultó inútil y el panel se convirtió en lo habitual en estos casos: un recorrido por el contenido del informe a cargo de las consabidas “autoridades curriculares e intelectuales”, aunque con interesantes excepciones que sí, puntualizaron algunas omisiones del informe en cuestión.

Desde la REDAST concurrimos entonces físicamente y repartimos profusamente la declaración que adjuntamos (ver abajo), y en un momento dado, levantamos desde la última fila, un cartel que rezaba “PNUD - MONSANTO”, mientras a viva voz se les reprochaba al panel la hipocresía de evitar mencionar el verdadero núcleo del informe que es el respaldo a los compromisos de la Argentina con la Biotecnología, señalando también en medio de la sorpresa generalizada, que la contrapartida de los éxitos actuales de exportaciones de commodities de nuestro país, es el hambre que llena los caminos de piquetes reclamando comida.

Nuestra intervención logró modificar en buena medida el sentido del acto, que en adelante se transformó en un diálogo con el sector contestatario y de ese modo se extravío el perfil autogratificante que se pretendía. En todo momento algunos integrantes de la REDAST procuraron “arrojar” preguntas punzantes, ejerciendo el uso de la palabra que estaba formalmente monopolizada por el panel. Y de esa manera se cuestionó reiteradamente la línea político-ideológica del informe de marras.

Significativamente, el diálogo provocado, por fuera de los carriles previstos, fue aceptado y la REDAST alcanzó el estatuto de “interlocutor válido” según las palabras de algunos de sus propietarios legales y hasta en forma reiterada la Secretaria de Ciencia y Técnica presente en el panel, nos ofreció recibirnos a futuro para avanzar en un debate en el que manifestó, sorprendentemente, estar convencida que teníamos mucho que aportar. NO pudimos dejar de pensar que el “aire post Seattle” nos auxilió en la emergencia, dado que las investiduras reconocidas comienzan a entrar en grave crisis de legitimidad.

Enhorabuena por el Grupo de Reflexión Rural y la Red de Alerta sobre Transgénicos.

 Buenos Aires, Argentina Julio de 2001

 

REDAST ante el informe

PNUD 2001

El PNUD ha generado una merecida consideración porque a lo largo de los años ha elaborado conceptos como el Indice de Desarrollo Humano, empeñado en aproximarnos a la realidad de un modo menos falso que el tradicional Ingreso Bruto, nacional o per capita, que ha revelado su divorcio con el bienestar y el desarrollo sustentable de las sociedades.

Sin embargo, aunque no conocemos los motivos, registramos hechos preocupantes:

1.  Desde hace algunos años, el PNUD se ha ido acercando al Banco Mundial en conceptos claves como el de pobreza, aceptando de modo creciente, el manido concepto del ingreso menor a un dólar diario como medida de pobreza.

Como explica Michel Chossudovsky, en su libro “Falsedades globales”, el concepto de “un dólar diario” introduce dos terribles distorsiones: crea una falsa idea del alcance de la pobreza en el mundo, porque si en lugar de tomar dicho umbral tomamos el de insuficiencia de la población para nutrirse, guarecerse, curarse, abrigarse, la cantidad de pobres que habría que reconocer sería muchísimo mayor, y ese caballito de batalla de los 1300 millones de “pobres en el mundo”, se multiplicaría de modo sobrecogedor.

En segundo lugar, introduce algo éticamente insostenible. Como también nos lo recuerda Chossudovsky, ningún país de los enriquecidos toma ese concepto de “pobreza de ingreso”, sino el de necesidades básicas insatisfechas. Por eso el PNUD atribuye al Canadá más de un 17% de pobres y a EE.UU. casi un 14%. “Contra” un 11% de pobres para México o Tailandia.

2.  Entre los antecedentes que el PNUD había sabido labrar, estuvo la de su atención al desarrollo local, al desarrollo de tecnologías locales, al crecimiento autogenerador. Las profusas imágenes de sus publicaciones al menos inducían a pensar así.

El informe que presenta este año ofrece un curioso giro en total consonancia con la definición de pobreza que hemos señalado antes: “En el caso de los países pobres, la investigación con fines de adaptación es pertinente, ya que les permite tomar prestado y adaptar tecnologías creadas en otros sitios.”

Esta política de dependencia tecnológica de los países empobrecidos, respecto de los países enriquecidos, es repudiable. Se ajusta como un guante a la mano con el control mundial desde un único centro, altamente tecnologizado. Elimina de un plumazo el concepto de diversidad cultural, al cual el PNUD ha declarado su apoyo en ocasiones anteriores.

En el caso argentino el informe del PNUD llega al escarnio. Embanderado desde siempre en mitigar la pobreza del mundo, llama la atención que poniendo a la Argentina como modelo de desarrollo “biotecnológico” (se refiere a la ingeniería genética aplicada a alimentos, pero usa el neolenguaje de las transnacionales del área, con Monsanto a la cabeza), no haga ni siquiera una referencia a la correlación entre el índice de desarrollo humano y la brutal expansión de las plantaciones transgénicas en el campo argentino. Argentina simultáneamente en los 90, ha visto crecer la pobreza y la producción de OGM.

Las semillas modificadas genéticamente, son el paradigma de una agricultura en gran escala, puramente extractiva, destinada a la exportación de commodities, y son parte de un paquete tecnológico que vació el campo de su población. Cientos de miles de pequeños productores y trabajadores rurales, han emigrado hacia los nuevos cinturones de pobreza de las grandes ciudades argentinas.

Hoy podemos experimentar con particular dramatismo social, algunas de las horribles paradojas del productivismo: mientras la Argentina bate todos los históricos récords de producción y exportación de granos, miles de piqueteros se transforman en el nuevo símbolo de un país. Se ha pasado del sueño menemista de pertenecer al Primer Mundo, al duro despertar en el Cuarto Mundo, con piquetes por doquier, cortando las rutas y reclamando planes asistenciales y bolsones de comida para paliar la terrible miseria en que viven.

Un hecho resulta inseparable del otro: cerca de cien niños mueren al día por enfermedades evitables, vinculadas con la desnutrición y con la pérdida de calidad de vida, y millones de argentinos viven en la pobreza extrema y sufren hambre, debido a que somos una potencia aceitera, a que somos el segundo país (luego de EEUU), en exportación de transgénicos y porque se nos impuso un modelo rural de exportación de insumos forrajeros.

Este modelo hizo desaparecer en poco más de diez años todos los mecanismos de seguridad alimentaria que construyeron varias generaciones de argentinos rurales. Acabó con la vida en el campo, instalando una agricultura sin agricultores, y enajenó el patrimonio genético de nuestras variedades de semillas entregándolas a las transnacionales de la biotecnología.

¿NO le llama la atención al PNUD el desarrollo simultáneo de la pobreza argentina y las plantaciones transgénicas? ¿No ha reparado siquiera en el proceso de exclusión galopante que los OGM de Monsanto, han exacerbado más todavía que la Revolución Verde?

El PNUD pinta de rosa la realidad argentina y nos arrulla con que: 

“Los procedimientos de solicitud de registro, examen y

 aprobación en materia de seguridad alimentaria y registro de semillas

 se basaron en la legislación vigente”

¿De qué legislación vigente nos habla el PNUD? Los OGM se expanden en el mercado argentino desde mediados de los 90 como una mancha de aceite, a una velocidad galopante y a espaldas de todo conocimiento por parte de la población. Los primeros proyectos de ley sobre el particular datan de 1999, 2000 y 2001. Proyectos, porque al día de hoy, seis o siete años después de la irrupción masiva de OGM en el país, Argentina NO cuenta todavía con “legislación vigente” en la materia. Uno podría preguntarse: ¿cómo se confeccionó semejante informe?

Si lo que propugna el PNUD, a través de la elección de Argentina y Egipto como modelos de estados solventes en el área de la ingeniería genética, es facilitar el ingreso de tecnología de Primer Mundo al Tercer Mundo, entonces el PNUD desnuda su verdadero papel de punta de lanza del imperialismo metropolitano en tierras del pobrerío planetario.

El culto de Mark Malloch Brown a “los nodos mundiales de innovación tecnológica” empobrece la cultura del planeta y fortalece la homogeneización cultural, que es uno de los mayores peligros que afronta la humanidad.

El PNUD en relación a los alimentos transgénicos, repite toda la monserga que las empresas promotoras han repetido con insistencia: “cultivos que requieren pocos o ningún plaguicida o fertilizante”. ¿Quién puede creer que Monsanto inventó la soja GM resistente a herbicidas para disminuir su uso?

“Si bien son controvertidos los organismos genéticamente

modificados pueden representar un enorme adelanto tecnológico

para los países en desarrollo”.

Como Greenpeace sostiene en su presentación: “el PNUD debería comprender que los complejos problemas de hambre y desarrollo agrícola no serán solucionados con “panaceas” tecnológicas. Esta crisis, es resultado de la negativa y del desprecio hacia la investigación y la inversión en el uso y desarrollo de tecnologías agrícolas sustentables desde una perspectiva de las comunidades marginadas”.

El apoyo para el desarrollo agrícola ha descendido dramáticamente durante los últimos diez años. La cooperación en los campos de la agricultura, las actividades forestales y la pesca que solían brindar los países donantes de la OCDE se ha reducido a la mitad: de más de 7 mil millones de dólares en 1989, a menos de 3 mil millones en 1999.

La caída en el apoyo de las instituciones multilaterales como el PNUD y el Banco Mundial a la investigación en agricultura ha sido particularmente dramática: pasó de 3,500 millones de dólares en 1989 a menos de 500 millones en 1999.

“Que el PNUD promueva el uso de transgénicos en países en desarrollo como una solución al problema del hambre, después de abandonar cualquier papel relevante y sustancial en el apoyo al desarrollo de la agricultura, es extremadamente hipócrita y le resta toda credibilidad al PNUD. En vez de abogar por la exportación de tecnología genética insegura y riesgosa hacia los países del sur (ricos en biodiversidad), las agencias como el PNUD deberían concentrarse en la promoción y diseminación de métodos probados y sustentables para mejorar las prácticas agrícolas.”

Por lo que antecede esta red rechaza y repudia el informe anual del PNUD y denuncia su carácter cómplice con la ola neoconservadora que está diezmando al planeta. Papel que cumple con su apoyo incondicional al actual desarrollo tecnológico rural, con su estímulo al ingreso del capital privado, con su declarada “asociación con las empresas multinacionales” y, como dice muy sueltamente Mark Malloch Brown, porque el PNUD “está comenzando a utilizar sus fuertes vínculos con los gobiernos y las presencias estables en los países [...] para desempeñar una función mucho más activa [... mediante] el uso estratégico de la capacidad tradicional del PNUD para contribuir a apoyar y reforzar las estructuras gubernamentales, impulsar el entorno macroeconómico y restablecer el imperio de la ley.”

Ya sabemos lo qué es “el entorno macroeconómico”; sólo nos queda por saber qué gobiernos reforzarán sus estructuras y a qué ley se refiere.

 

La Plata, 22 de agosto de 2001

 

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