Uruguay
Hacia un nuevo modelo
de asistencia sanitaria
|
Los
paradigmas en debate y los intereses en juego
El
reciente conflicto en el sector estatal de la salud fue una nueva
manifestación de la profunda crisis que padece el sistema sanitario
del país. Los paradigmas asistenciales volvieron a ser materia de
discusión y los poderosos intereses en pugna dejaron entrever que
cualquier modificación que afecte seriamente a alguna de las partes
puede ser suficiente para reactivar la confrontación. Por tanto, los
cambios que se promueven, si se pretende que perduren, deberán ser
necesariamente de ejecución lenta y tendrán que contar con un
consenso previo seriamente trabajado. El conflicto (véanse detalles
en nota publicada por SIREL el 15 de setiembre último) reveló, entre
otras cosas, la existencia de poderosos intereses económicos cuya
acción contribuye al estancamiento del sector público y bloquea las
posibilidades de desarrollo de una gestión eficiente por parte de
las autoridades. Las cuantiosas deudas del Ministerio de Salud
Pública (MSP) con los laboratorios privados han permitido anudar una
intrincada trenza de compromisos del organismo estatal con el
oligopolio del medicamento, en manos de capitales multinacionales,
que explica parte de esa realidad.
Intereses creados, cruzados, enfrentados
Paralelamente, mientras hay quienes fomentan la instauración de un
sistema de seguros parciales, con atención diferencial según la
capacidad de pago del usuario, lo que dejaría en mayor desamparo a
los sectores de menores ingresos, otros pretenden rescatar el
espíritu solidario del sistema público y del mutualismo privado,
integrando ambos regímenes en un promisorio pero largamente
postergado sistema único nacional de salud.
Médicos empresarios y médicos empleados; laboratorios privados
extranjeros y laboratorios nacionales; policlínicas municipales,
hospital universitario, centros asistenciales públicos y mutualistas
privadas; autoridades bien remuneradas y funcionarios con bajos
ingresos; pacientes que pueden pagar para ser atendidos y otros que
no; políticos sensibles y de los otros, conforman una gama de
intereses que tornan impensable cualquier salida inmediata a una
crisis que ha devenido en endemia.
No
obstante, todos parecen coincidir en la necesidad del cambio de
modelo asistencial, en particular, en la sustitución del viejo
sistema curativo por un modelo de carácter esencialmente preventivo.
De
estos y otros temas conversamos con Alfredo Silva, secretario
general de la Federación de Funcionarios de Salud Pública (FFSP). El
dirigente sostuvo que el rechazo al aumento de la carga horaria
-pretendido inicialmente por el gobierno como contrapartida del
ajuste salarial acordado- se fundamentó, entre otras razones, en la
creciente sobrecarga de trabajo que soportan los funcionarios desde
hace por lo menos tres años. En ese lapso el número de pacientes
anuales se elevó de 1.200.000 a 1.800.000 (55 por ciento de la
población), sin que se incrementara el personal ni los créditos
presupuéstales. Además del aumento del estrés que genera esa
sobrecarga, la mayoría de los funcionarios se ha visto obligada a
trabajar en condiciones de progresivo deterioro, con notoria escasez
de insumos y medicamentos e importantes carencias de
infraestructura, y
“muchas
veces teniendo que ir a pie a trabajar porque con sueldos de tres
mil pesos (105 dólares)
es imposible pagar el transporte”. El precio del boleto
urbano en Montevideo es de 13,5 pesos, aproximadamente medio dólar,
y desde hace años es objeto de una fuerte política de contención por
parte de las autoridades municipales.
Según Silva, las demandas salariales y de otras mejoras por parte de
los funcionarios desbordaron el tradicional marco presupuestal
debido a una situación de agobio que se hizo insoportable tras
continuos reclamos insatisfechos. La reestructura del sistema de
salud que las autoridades comenzaron a implementar en el año 2001 -y
con cuya filosofía los sindicatos concuerdan, es decir, con el
cambio del modelo curativo por otro de carácter preventivo- no colmó
las expectativas generadas, debido que se aplicó
“sin tener en cuenta la opinión
de los funcionarios ni la de los usuarios”. Y porque se
cerraron policlínicas en forma progresiva -como las de los
hospitales Maciel y Pasteur- sin que previamente se hubieran
instrumentado mecanismos adecuados de atención a sus usuarios
habituales.
Los
pacientes fueron derivados entonces a las policlínicas periféricas,
a las cuales, sin embargo,
“no se les amplió el personal técnico ni de enfermería”.
Los problemas se multiplicaron y los pacientes
“empezaron a deambular de un lado
para otro, porque quedaron sin cobertura, y porque tenían en un
lugar el médico, en otro la farmacia y en otro distinto los análisis
y la radiología. El sistema se volvió caótico y muchos pacientes
terminaron por quedar sin asistencia”. En estos casos la
reestructura no fue sinónimo de cambio sino de recorte.
Los
trabajadores sindicalizados están de acuerdo con el cambio de modelo
asistencial y con la filosofía que lo orienta, pero no con la forma
en que se implementa, pues para que ese cambio tenga resultados
positivos
"faltan elementos,
falta personal médico y no médico, infraestructura, materiales,
medicamentos y rubros. Si el Estado no dispone de los rubros
necesarios es inútil predicar buenas intenciones".
Además, no existen garantías de que quienes toman las decisiones
estén imbuidos de tales intenciones.
Diez
aspirinas por un peso
Silva también cuestionó la política de medicamentos:
"en realidad no hay una política
de medicamentos, lo que hay es una gran presión de los laboratorios
internacionales". El laboratorio nacional Dorrego -que
produce la mayoría de los fármacos que utiliza el MSP-
"ha reducido sensiblemente su
producción porque es lo que conviene a los intereses de los
laboratorios". No se produce, o al menos no se
distribuye, el ácido acetilsalicílico (aspirina) porque Bayer
"la vende al MSP a un precio
subvaluado". Como contrapartida, el MSP compra a Bayer y
a otros laboratorios una gran cantidad de medicamentos que son
realmente caros.
La
situación de endeudamiento y las dificultades presupuestales
determinaron que el MSP perdiera el crédito con los laboratorios y
tuviera que empezar a comprar al contado. Los volúmenes de
medicamentos que se compran
"apenas alcanzan cada vez para un par de semanas",
lamentó Silva. Mientras tanto, el Dorrego, que está en condiciones
de producir casi toda la farmacología requerida, actualmente sólo
cubre alrededor del 20 por ciento de las necesidades del MSP. Y lo
que ocurre con la aspirina
"también pasa con el bromazepán
(psicofármaco)
y con otros medicamentos importantes como el alhidróxido de alumino
(gel antiácido, conocido popularmente como gelal):
el que produce el Dorrego es de excelente calidad, sin embargo el
MSP compra gelal de varias marcas que generalmente es más caro que
el de producción propia".
Finalmente Silva señaló que la lucha de los trabajadores de la salud
pública demostró
"al propio
gremio, al conjunto del movimiento sindical, al Uruguay y al mundo,
que aún a pesar de las condiciones desfavorables es posible pelear
por un aumento salarial y lograrlo, aunque no se haya obtenido una
reivindicación completa". Agregó que la propuesta del
sindicato no es solamente de orden salarial, pues
"está integrada por un montón de
cosas que hace tiempo venimos planteando y que tienen que ver con la
instrumentación del modelo asistencial que queremos para el país".
Al
igual que otros trabajadores,
"queremos caminar hacia la
construcción de un sistema único nacional de salud que complemente
los servicios públicos con los que brinda el hospital universitario,
con la red de centros asistenciales municipales y con el mutualismo
privado. Queremos una complementación real de servicios, internación
y atención, asentada sobre la base de un sistema solidario, en el
cual quien tenga más que pague más y quien tenga menos pague menos,
pero donde todos puedan acceder a un mismo nivel de asistencia".
Washington Fernández
©
Rel-UITA
28 de octubre de 2003
|