Detrás del negocio del tabaco |
Que un periodista ingrese a una procesadora de tabaco no es
algo habitual en este país. Tal vez la nueva correlación de
fuerzas surgida de las últimas elecciones sea lo que permite
esta rareza. En cualquier caso, no da para pensarlo
demasiado sino para aprovechar la oportunidad. En la entrada
de la fábrica, el personal de seguridad está esperando
detrás de las rejas de un portón cerrado con una cadena y un
grueso candado. Accedemos a las instalaciones acompañados
por un miembro del personal administrativo de una de las
tantas industrias del tabaco que existen en Estelí, en el
norte de Nicaragua
La industria de elaboración del tabaco y producción de puros
se ha desarrollado vertiginosamente en los últimos 16 años.
En los años 80 existían solamente dos fábricas (Nicaragua
Cigars y Cubanica) y una preindustria. Fue a
comienzos de los 90, inmediatamente después de la derrota
electoral del Frente Sandinista, cuando la política de
privatización y las generosas exoneraciones de impuestos
para los inversionistas otorgadas por los nuevos gobiernos,
abrieron las puertas a la inversión extranjera como símbolo
de una nueva era de supuesto bienestar para la mayoría de
los nicaragüenses.
“Se hicieron exámenes de
Papanicolau a todas las mujeres
encuestadas y se encontró una enorme
cantidad de infecciones vaginales y
diferentes casos de precáncer
(NIC2). En varios casos se detectó
cáncer ya desarrollado”
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Actualmente en Estelí existen 35 grandes fábricas que
manejan el proceso del tabaco hasta la producción de puros y
emplean entre 15 y 18 mil personas. El 62 por ciento del
personal ocupado en este rubro son mujeres. Si se considera
todo el proceso productivo, incluyendo las fincas
tabacaleras, son 30 mil las personas que viven del tabaco.
Históricamente la concentración de la producción y
elaboración de tabaco se concentró en los departamentos de
Estelí y Nueva Segovia por las excelentes tierras y, sobre
todo, por la mano de obra experta y muy calificada.
Entrando en la fábrica, el ambiente casi aséptico y ordenado
de los locales donde trabajan cientos de mujeres contrasta
fuertemente con el insoportable y empalagoso olor a tabaco y
el frenético ritmo de trabajo que se vive hoy. Mujeres con
movimientos mecánicos concentradas en el despalillo y la
rápida selección de las hojas según su color, textura, clase
y tamaño. Mujeres que no levantan la cabeza, con la mirada
puesta en sus manos impregnadas en tinta para dar color a
las hojas según el gusto del cliente. Tinta que penetra en
el cuerpo a través de la piel y queda como mancha indeleble.
En el área de secado, hombres aguantando el insoportable
calor y el olor que penetra hasta lo más recóndito de los
pulmones.
En ese punto dimos un paso atrás, entrecerramos los ojos y
nos tapamos la boca con un pañuelo, sin entender cómo podían
aguantar este ambiente. Poco a poco nos fuimos acostumbrando
y pudimos respirar casi normalmente, pero sin que esta
sensación de dolor en las vías respiratorias se aplacara.
“¡Ya ven! Uno se adapta y puede seguir estando aquí sin
problemas”, explicó el administrador de la empresa.
Reyna Muñoz |
Según Reyna Muñoz, secretaria general de la
Federación Departamental de la ATC (Asociación de
Trabajadores del campo) de Estelí, los problemas
relacionados con la salud ocupacional en el rubro del tabaco
son muy serios. “En general -comenta Muñoz- hay una
gran incidencia de enfermedades en las mujeres y en el
sector agrícola, sólo el 3 por ciento tiene acceso al Seguro
Social, a una pensión y a la cobertura sanitaria. Aquí, en
el campo, los campesinos están acostumbrados a utilizar
animales para los trabajos pesados. Cuando son jóvenes el
campesino los cuida y los alimenta, pero cuando ya se
vuelven viejos y no les rinden más, los abandonan para que
se vayan a morir lejos. Eso es lo mismo que nos pasa a
nosotros, los trabajadores y trabajadoras”, aseveró Muñoz.
La vida por un
salario
En 2004 una organización de Dinamarca financió un
proyecto piloto para desarrollar un estudio en el contexto
de la salud ocupacional. Encuestaron a 400 trabajadores, el
62 por ciento de ellos eran mujeres. Los resultados fueron
espeluznantes. Al 100 por ciento de los encuestados se le
detectó parasitosis aguda y generalizada. Se encontraron
graves enfermedades respiratorias en la mayoría de las
personas y severos problemas de artritis sobre todo en las
mujeres. “Hay muchos casos de lesiones por esfuerzos
repetitivos (LER). En el trabajo de despalillo
-aclaró Muñoz- las mujeres procesan hasta 30-40
libras diariamente, y cada libra tiene entre 100 y 150
hojas, dependiendo del grosor. El trabajo se desarrolla de
pie, porque el patrón está convencido de que sentadas las
mujeres se distraerían y eso afectaría a la producción. Las
mujeres tendemos a sufrir de artritis y hasta de
deformaciones en los huesos. Sin embargo, son muy pocos los
casos en que éstas se reconocen como enfermedades laborales,
y nos toca pelear con el Instituto de Seguridad Social para
que les den una pensión, porque ya no pueden trabajar”,
culminó Muñoz.
Los problemas de salud que acarrea este trabajo no terminan
aquí. El proyecto piloto detectó otro fenómeno muy alarmante
que afecta a las mujeres. Se hicieron exámenes de
Papanicolau a todas las mujeres encuestadas y se encontró
una enorme cantidad de infecciones vaginales y diferentes
casos de precáncer (NIC2). En varios casos se detectó
cáncer ya desarrollado. Los porcentajes de afección en este
universo de mujeres encuestadas llegaron mucho más allá de
los límites máximos establecidos por la Organización Mundial
de la Salud (OMS).
“Tuvimos que intervenir de inmediato -agregó la dirigente
sindical- y logramos que la misma empresa se hiciera cargo
de estos casos. Nos enfrentamos también a algo que nos
dificultó el trabajo, muchas mujeres al ver lo que estaba
pasando, no quisieron hacerse el examen porque estábamos
próximos a la Navidad y no querían conocer su situación para
no pasar mal estos días de vacaciones y de fiestas
familiares. Fue algo muy desesperante”.
Frente a esta realidad se está planteando un nuevo estudio
para ir más a fondo de lo que se descubrió. Ya hubo una
reunión con una experta en salud ocupacional para poder
descubrir si existe relación entre las enfermedades
detectadas y las condiciones de trabajo.
Reynulfo Vásquez |
Según relata Reynulfo Vásquez, secretario de
Organización de la Federación de la ATC de Estelí,
“Ya sabemos que el trabajo es el principal causante de gran
parte de lo que se les detectó a los trabajadores y
trabajadoras, pero no es fácil probarlo. En el caso de los
problemas respiratorios, el empleador dice que la gente se
adapta y se acostumbra al área del secado o al olor que está
en las otras áreas, pero la verdad es que la gente no siente
nada porque ya se intoxicó, el cuerpo no reacciona y está
expuesta a morirse pronto. Hemos gestionado la utilización
de equipos de protección, pero muchas veces son los mismos
trabajadores quienes no los quieren utilizar y, de todos
modos, son mascarillas inadecuadas, no apropiadas”, dijo
Vásquez.
Durante la hora que permanecimos de visita en la fábrica no
pudimos intercambiar una sola palabra con las y los obreros.
Cabizbajos, realizando movimientos frenéticos con sus manos,
sólo de vez en cuando levantaban la cabeza para mostrarnos
con una dolorosa sonrisa. En la pared una Circular decía
textualmente: “Por este medio se les comunica que queda
prohibido salir fuera del horario establecido según sus
Contratos firmados, Reglamento Interno de la empresa y el
Código del Trabajo. En caso de incumplimiento se les quitará
su Séptimo de Planilla de Pago y efecto a sus horas no
trabajadas, dado que ocasiona pérdidas económicas para la
empresa”.
“Aquí la gente trabaja por producción -explica Vásquez-
el salario básico no llega a los 60 dólares mensuales y para
ganar un poco más duplican esfuerzos y ganan según lo que
logran producir. Si por un lado ese tipo de trabajo les
permite llevar a sus casas un salario regular, por el otro
crea diferentes problemas. En general, la situación de los
trabajadores en Nicaragua es difícil y en el campo es
todavía peor. Más del 70 por ciento de la población vive en
la pobreza y tiene que sobrevivir con 2 dólares al día. Más
de dos millones de personas viven en extrema pobreza y los
que tienen la suerte de tener un trabajo reciben un salario
mínimo que no cubre ni la mitad de la canasta básica. Esto
no alcanza para una familia que se compone como promedio de
5 o 6 personas. Es por eso que la mayoría de las familias
comen salteado, como decimos en Nicaragua”, aseveró
Vásquez.
Trabajo infantil
Mientras pasábamos de un recinto a otro vimos una niña que
se ocultaba detrás de su madre. En sus manos tenía una hoja
de tabaco, no sé si para jugar o para ayudar. En la pared,
otra Circular prohibía la entrada a los menores de edad y
adolescentes. En el cuarto de al lado, donde se producen
puros, un niño y un muchacho estaban sentados; mirándonos de
reojo dejaron de manipular las capas que envuelven las hojas
de tabaco.
“Los
niños no deben trabajar, pero es una
realidad muy compleja que no podemos
obviar y que hay que abordar de
manera global”
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Según Reyna Muñoz ya no existe trabajo infantil en la
industria y preindustria, pero no se ha podido detener en
las fincas. “Hubo un esfuerzo para erradicar el trabajo
infantil, pero no es nada fácil. En las fincas siguen
empleando a niños, niñas y adolescentes, y esto es el efecto
de tanta pobreza, atraso y desempleo que los gobiernos
pasados han traído al país. Muchas veces son niños que
ayudan a los padres que están en el desempleo, o en otros
casos trabajan para tener su propio dinero y ayudarse a sí
mismos o a la familia. En las fincas donde hay medidas
restrictivas para evitar multas, hemos visto niños llorando
porque no los dejan trabajar y son escenas desgarradoras. En
Nicaragua -continuó Muñoz- existe un Código de
la Niñez y Adolescencia, pero no ha dado los frutos
esperados, porque muchas veces no hay condiciones para dar
respuestas a los menores para que no estén obligados a
trabajar. Los niños no deben trabajar, pero es una realidad
muy compleja que no podemos obviar y que hay que abordar de
manera global”.
Al fin de nuestro recorrido, salimos por el mismo portón que
se volvió a cerrar. Nos acompañaban las preguntas que no
pudimos hacer y las dudas acerca de cómo hablar de lo que
habíamos visto.
Nuestros acompañantes nos relataron el esfuerzo desplegado
para que en las fábricas se organizaran sindicatos y
comisiones mixtas, los esfuerzos para dar charlas sobre
salud ocupacional y prevención de las enfermedades y de cómo
en estos ocho meses de nuevo gobierno los empleadores han
sido más accesibles en permitir el contacto entre
trabajadores, trabajadoras y las organizaciones sindicales.
“En el pasado -comenta Reynulfo Vásquez- nunca
hubiese sido posible entrar en una industria como lo hicimos
hoy. Había mucha más represión y no querían que entrara
gente para hablar con los trabajadores. Algo está cambiando,
y nos ha permitido tener algún tipo de relación y hacer
trabajo de incidencia con el 60 por ciento de la gente
empleada en el tabaco”.
En Estelí,
Giorgio Trucchi
© Rel-UITA
4 de setiembre de
2007 |
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Fotos: Giorgio Trucchi y
Alessandra Basilico
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