¿Enfermedades, trabajo o guerras?
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En
la última década, los conflictos armados a través de su
presencia en los medios de comunicación se han incorporado a
nuestra vida cotidiana, de modo que la población mundial ha
empezado a acostumbrarse a las imágenes y testimonios sobre
la guerra y sus consecuencias. Estas imágenes, a pesar de su
crudeza y de las necesarias actuaciones políticas y
económicas para prevenir sus causas y sus efectos,
pueden
distorsionar la realidad de las causas de pérdida de salud y
muerte en el mundo.
En este sentido, el comité internacional de la
Cruz Roja dio a conocer que
13 millones de personas fallecieron en todo el mundo durante
1999 a raíz de enfermedades infecciosas, muertes que en su
mayoría pudieron haber sido evitadas con escasas
inversiones. En su
Informed e catástrofes
mundiales del 2000, dicho comité indicó que la
cantidad de personas que mueren en todo el mundo por
malaria, sida o enfermedades infecciosas, es 160% superior a
la de víctimas de desastres naturales. Así mismo, desde 1945
murieron unos 150 millones de personas por tuberculosis y
malaria a los que se añadió más tarde el sida, en
comparación con las 23 millones de víctimas de guerras y
conflictos.
Según la OIT mueren seis mil
trabajadores por día, uno cada quince minutos.
Una cifra superior a los estragos
que ocasionan las guerras cada año.
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En el año 2002, de los 45 millones de muertes en adultos de
15 y más años, 32 se debieron a enfermedades no
transmisibles. Los traumatismos provocaron 4,5 millones de
defunciones, de las cuales el 70% correspondían varones,
atribuidas en gran medida a accidentes de tráfico y a actos
de violencia o de guerra. Así, las principales causas de
muerte en el mundo entre adultos de 15 a 59 años, han sido
el sida, la cardiopatía isquémica, tuberculosis,
traumatismos por accidentes de tráfico, enfermedades cerebro
vasculares, autolesiones y violencia, considerando además
que en los países desarrollados el 78% de las muertes de
adultos se producen después de los 60 años, mientras que en
los países en desarrollo esta cifra se reduce al 42%.
Como consecuencia de las escasas inversiones en planes de
prevención, las enfermedades infecciosas podrían aparecer
progresivamente en países en donde las mismas estuvieron
previamente bajo control, añade el comité; así, se registra
un aumento de malaria en las ex repúblicas soviéticas de
Azerbaiyán y Tayikistán. En Rusia, por ejemplo, desde el
comienzo de los noventa hubo un repunte de la sífilis. Lo
lamentable es que aunque los presupuestos estatales pudieran
dedicar algo de incremento a los programas de salud, no lo
hacen.
Más allá de las enfermedades crónicas y transmisibles,
la Organización
Internacional del Trabajo (OIT) estima que anualmente mueren
en el trabajo más de dos millones doscientas mil personas,
(750.000 mujeres y 1.500.000 hombres). Los
expertos de la organización declaran que de todas maneras
las estadísticas son muy inferiores a la realidad señalando
que en muchos países se carece de información y de
comunicaciones sobre accidentes y muertes vinculados a la
actividad laboral.
En todo caso, son seis mil muertos a diario, uno cada quince
segundos, que es una cifra superior a los estragos que
ocasionan las guerras cada año.
Desde una óptica social y de salud, en el análisis de la
mortalidad mundial de los seres humanos cabe plantearse sus
causas, las edades en que se produjeron, cómo afectaron a la
supervivencia de quienes dependían económicamente de ellas,
a qué nivel socioeconómico pertenecían quienes fallecieron,
en qué medida podían haberse evitado y en definitiva cómo,
de qué y cuándo mueren los ricos y los pobres. Este análisis
debe contribuir, junto con otros muchos, a aportar los
elementos necesarios para disminuir desigualdades,
inequidades e injusticias entre grandes sectores de la
población del planeta.
Josep M. Jansà
Agencia de Salud Pública de Barcelona
Publicado en La Vanguardia
21 de febrero de 2005
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