Las
Lesiones por Esfuerzos Repetitivos
El
cuerpo diciendo... ¡basta!
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En nombre de la eficiencia y teniendo a la globalización como
excusa, los trabajadores son un insumo cada vez más
prescindible para las transnacionales.
“Las reducciones de tamaño
compensan a las acciones y a los directivos. Es muy
sencillo: Wall Street prefiere un dólar ahorrado en costes a
un dólar de beneficio extraordinario”. Sin
embargo la reestruc-turación empresarial global en términos
de ocupación laboral no sólo impulsa una drástica
disminución de empleos, su objetivo está enfocado a degradar
al máximo la calidad de los que restan. A su vez, la falta
de empleo y los niveles inéditos de desocupación han servido
de pretexto a los empresarios para comprimir salarios,
demandar mayor productividad, incrementar la jornada laboral
en un régimen de “trabajo sin fin” que declara la guerra a
los “tiempos muertos”, comprimir tareas en una sola persona
y sacrificar a todos los trabajadores en un ambiente cargado
de estrés y presiones. Mientras las condiciones de trabajo
se degradan, se introyectará a cada trabajador y trabajadora
que “la empresa es el eje que estructura su existencia”,
desplazándolo todo, inclusive la salud.
Cada día pierden la vida en el mundo 3.300 personas, bien por
accidente o enfermedad profesional, pero son muchas más
aquellas que de por vida padecerán las secuelas de un modo
de producción para el cual el lucro es un factor excluyente,
y en una sociedad en la cual el bienestar de la gente ha
sido desplazado por el bienestar de las transnacionales. En
este entorno, las condiciones de trabajo generadas por el
neoliberalismo se caracterizan por su precariedad, por el
estrés y el sufrimiento que provocan. Las nuevas formas de
organización del trabajo, sumadas a la intensificación del
ritmo de producción, generan unas condiciones propicias para
un mayor deterioro de la salud de los trabajadores, que han
hecho surgir en todo el mundo una verdadera epidemia de
distintas afecciones, entre ellas las Lesiones por Esfuerzos
Repetitivos (LER).
Explotación a fondo
Las LER (también denominadas tendinitis o disturbios
osteomusculares), constituyen una enfermedad muy antigua,
sin embargo su magnitud epidemiológica es un fenómeno
actual. Son la expresión trágica de un ritmo de trabajo tan
intenso y repetitivo que el organismo humano sencillamente
lo rechaza. Hace dos años se conocieron en Buenos Aires las
penosas y degradantes condiciones de trabajo en una línea de
montaje de la empresa Yazaki, una transnacional japonesa con
sucursales en 64 países, donde 10 jóvenes trabajadoras
repetían la misma acción 1.100 veces en sus 8 horas de
trabajo. Si alguna de ellas disminuía el ritmo en la línea
de producción, comenzaba a sonar una alarma que aturdía a
todas, hasta que el grupo retomaba la velocidad inicial y
desaparecía el ruido. Paula trabajaba encintando arneses
eléctricos para camionetas hasta que le diagnosticaron que
sufría del síndrome del túnel carpiano. Hoy no puede hacer
ningún esfuerzo. A los 25 años le dijeron que no va poder
trabajar más. Para darle el pecho a su beba se tiene que
acostar porque se le duermen los brazos. Si durante el día
lleva en brazos a su hija, de noche no puede dormir por el
dolor. “Sentís un dolor que te va desde arriba del hombro
hasta la punta de los dedos. Yo creo que es lo peor que me
pasó en mi vida. Sentís indignación. A veces le digo a mi
marido: por favor, agarrá la nena porque siento que se me va
a caer”.
Un informe de la OIT sobre las condiciones de trabajo en las
avícolas de Estados Unidos narra cómo se inicia el infernal
proceso: “Un colgador de pollos debe agarrar el ave por
ambos muslos y colgarlo de las patas en las argollas de una
cinta transportadora. Lo habitual es que se exija a los
trabajadores colgar un promedio de 23 aves por minuto. En
general, siete colgadores en un cinta pueden colgar 38.640
aves en cuatro horas antes de llegar a un período de
descanso”. Es decir 5.520 aves cada trabajador, casi 10.500
kg. Huelga comentar las consecuencias.
Estas condiciones de trabajo determinan unas “formas
específicas de sufrimiento, que la gente padece cada vez más
pero que resiste en silencio, que se calla y no expresa su
dolor”. Cuando aparecen los primeros síntomas de las LER, el
miedo a perder el trabajo es un sufrimiento aún mayor, y
entonces no se denuncia, y la enfermedad avanza. En Brasil
las LER se clasifican en cuatro grados:
Grado I
Sensación de peso y molestia en el miembro afectado. Dolor
espontáneo, a veces con puntadas ocasionales durante la
jornada de trabajo, que no interfieren con la productividad.
Ese dolor es leve y mejora con el reposo. No hay síntomas
clínicos.
Grado II
Dolor más persistente y más intenso. Aparece durante la
jornada de trabajo de forma continua. Es tolerable, permite
el desempeño de la actividad, pero afecta el rendimiento en
los períodos de mayor esfuerzo. Está más localizado y puede
ser acompañado de hormigueos y calor, además de pequeñas
distorsiones de sensibilidad. Pueden observarse pequeños
nódulos y dolor al palpar el músculo afectado.
Grado III
El dolor se hace más constante, más fuerte y tiene
irradiación más definida. El reposo, en general, disminuye
la intensidad del sufrimiento, pero no lo elimina por
completo. Se manifiesta con mayor frecuencia fuera de la
jornada laboral, especialmente de noche. Se pierde fuerza
muscular. Disminuye la productividad y en algunos casos hay
imposibilidad de ejecutar la función. Las señales clínicas
son evidentes. La inflamación es frecuente, así como la
transpiración y la alteración de la sensibilidad. Mover o
palpar la zona afectada causa dolores fuertes. El retorno al
trabajo en esta fase es problemático.
Grado IV
Dolores fuertes, continuos, a veces insoportables, que llevan
a un intenso sufrimiento. El dolor se acentúa extendiéndose
por todo el miembro afectado y, en general, con irradiación
por la columna vertebral. La pérdida de fuerza y control de
los movimientos son constantes. La inflamación es
persistente y pueden aparecer deformidades. Las atrofias,
principalmente de los dedos, son comunes en función del
desuso.
La capacidad de trabajo es anulada y la invalidez se
caracteriza por la imposibilidad de un trabajo productivo
regular. Las actividades cotidianas se ven muy perjudicadas.
En este nivel son comunes las alteraciones sicológicas, con
cuadros de depresión, ansiedad y angustia, asociados a
cuadros de dolor.
Quizás muchos piensen que en Uruguay no suceden estas cosas,
pero también hay avícolas y otras actividades que obligan a
esfuerzos repetitivos, como por ejemplo quienes pasan su
jornada ante un teclado de computadora, el personal de
limpieza de grandes superficies, los choferes profesionales
del transporte público o, sin ir más lejos, ¿usted le
preguntó alguna vez a la cajera o al cajero del supermercado
si le duelen los brazos?
Gerardo Iglesias
Dr. Roberto Ruiz
© Rel-UITA
8 de
setiembre de 2004