La lucha contra la lepra
no termina en 2005
|
Cada año se descubren
600.000 casos de lepra en el mundo: uno cada minuto. En
total hay tres millones de discapacitados en el globo por
esta enfermedad y cerca de un millón de personas están
siguiendo el tratamiento de cura. El rechazo que todavía
rodea a esta enfermedad, la inaccesibilidad de las zonas
donde habitan muchos de los afectados, las migraciones hacia
las grandes ciudades y la falta de formación específica del
personal médico propician la vigencia de una enfermedad que
tiene el 80% de sus afectados en India y Brasil. Y todo a
pesar de que, desde 1982, existe un tratamiento fiable para
la lepra. Es por esto que resulta improbable que este año
2005 se cumpla el plazo establecido por la OMS para eliminar
esta enfermedad como problema de salud pública: menos de un
caso por cada 10.000 habitantes.
Este año se ha conmemorado el
52º Día Mundial de la Lepra. Y, a pesar de que este año
expira el plazo establecido por la Organización Mundial de
la Salud (OMS) para eliminar la lepra como problema de salud
pública, la prevalencia oculta de la enfermedad plantea el
riesgo de olvidar a miles de enfermos de las zonas más
afectadas.
La lepra se ha convertido en una enfermedad olvidada, pero
no porque se haya solucionado el problema que supone, sino
porque una buena parte del mundo ha mirado durante mucho
tiempo hacia otro lado. Y lo sigue haciendo. Resulta
improbable que este año 2005 se cumpla el plazo establecido
por la OMS para eliminar esta enfermedad como problema de
salud pública –menos de un caso por cada 10.000 habitantes–
en los países afectados. Baste recordar que previamente se
marcó el año 2000 como fecha límite, no se cumplió el plazo,
se pospuso hasta 2002, y esa meta aún no se ha alcanzado.
Las razones por las que no se consiguió la eliminación de la
lepra en los plazos previstos por la OMS aún persisten en
las zonas más afectadas. La manifiesta relación, todavía
hoy, entre pobreza y lepra; las dificultades para abordar el
problema en zonas urbanas; y la falta de una estrategia
clara una vez alcanzado el objetivo a escala nacional
convierten la eliminación definitiva en una empresa
tremendamente ardua.
Durante demasiado tiempo, la lucha contra la lepra ha sido
excesivamente lenta, y nada proporcional respecto al desafío
que supone. Tras las recomendaciones propuestas por la OMS,
los gobiernos de los países afectados se han volcado en
lograr una tasa nacional inferior a un caso por cada 10.000
habitantes, olvidando en muchas ocasiones la presencia de la
enfermedad en el ámbito regional. Sobre todo en las zonas
rurales y urbanas más degradadas.
Si alcanzan ese objetivo a escala nacional, es probable que
destinen menos presupuesto aún a las zonas afectadas por la
prevalencia oculta. Debemos hacer frente a esta enfermedad
hasta el final, sin desatender a los miles de afectados que
continuarían existiendo. No podemos olvidarnos de ellos si
queremos eliminar la lepra definitivamente.
El 80%
de casos, en India y Brasil
Se corre el peligro de repetir la situación que se produce
en países como Ecuador desde la década de los ochenta. En
1989, este país alcanzó un índice nacional del 0,9; pero aún
existen zonas en las que se superan los 4 casos por cada
10.000 habitantes. El riesgo se plantea sobre todo en países
como la India o Brasil, que suman más del 80% de los casos
detectados en el mundo y tienen unas de las tasas de
prevalencia oculta más altas.
En pleno siglo XXI hay unos tres millones de discapacitados
a causa de esta enfermedad, y cerca de un millón de personas
están siguiendo el tratamiento de cura. Pero es incalculable
el número de casos que aún no han sido detectados, a pesar
de que cada año se descubren más de 600.000: uno cada
minuto.
La lepra debía haber desaparecido de la faz de la Tierra,
tal y como ha ocurrido en los países más desarrollados, pero
aún perdura en las zonas más degradadas del planeta. Algo
incomprensible si se tiene en cuenta que existe un
tratamiento de cura fiable desde 1982, que se aplica de
manera generalizada desde 1987, y que es gratuito desde hace
una década. Algo irracional si se considera que, en la
mayoría de los países en los que la enfermedad es endémica,
los ministerios de salud no la integran en sus servicios
sanitarios. Y, sobre todo, algo ilógico ya que la lepra
podría ser tratada fácilmente si perdiera su secular
característica de enfermedad maldita.
Lejos de lo que siempre se ha creído, y a pesar de ser una
enfermedad infecciosa, la lepra no se contagia fácilmente ni
es hereditaria. Tienen que darse unas condiciones muy
determinadas para que el bacilo de Hansen, causante de la
enfermedad, se transmita entre personas: carencia de
higiene, mala alimentación, hacinamiento, larga y continua
intimidad con el enfermo… Pero el rechazo que todavía rodea
a esta enfermedad, la inaccesibilidad de las zonas donde
habitan muchos de los afectados, las migraciones hacia las
grandes ciudades y la falta de formación específica del
personal médico propician la vigencia de esta enfermedad.
Creencias y marginación
Las dificultades a la hora de enfrentarse a la lepra han ido
evolucionando a lo largo del tiempo, pero mantienen un
constante lastre del pasado. Si en los albores de la era
moderna el mayor obstáculo era la inexistencia de un método
de cura, hoy en día el problema se centra en creencias y
circunstancias que deberían estar superadas. Países que,
debido a intereses comerciales, no reconocen tener lepra
dentro de sus fronteras, enfermos marginados por el estigma
y el rechazo social... son factores que dificultan
enormemente una actuación efectiva y definitiva.
A pesar de que en los últimos veinte años han sido curados
más de doce millones de casos, la lepra continúa vigente en
las zonas más pobres del planeta. Y tan sólo uno de cada
tres enfermos tiene acceso al tratamiento que logra
negativizar la enfermedad. Una de las grandes pretensiones
para eliminar la lepra es la integración de la enfermedad en
los sistemas nacionales de salud de los países afectados, y
tratarla como una afección más. Pero la limitada cobertura
médica, la escasez de personal sanitario especializado y la
escasez de medios son los escollos a salvar.
Esta enfermedad supone una traba para el desarrollo social
de las comunidades afectadas y, por ende, de todo el país.
Por eso, es necesario continuar realizando campañas de
prevención efectivas, formar a personal sanitario,
desarrollar programas de detección precoz y localización de
casos ocultos, sensibilizar a la población en riesgo,
afectados y sus familiares, fomentar la creación de centros
de referencia y su integración en los servicios de salud
nacionales… En suma, llevar a cabo un trabajo exhaustivo de
cara a conseguir la eliminación total.
Cuando finalice este año, en el que la OMS quiso que la
eliminación de la lepra fuera una realidad, existirán las
estrategias, las herramientas y los conocimientos para
luchar contra esta enfermedad. Exactamente como ahora. Pero
lo que no puede perdurar es el olvido al que se ven
sometidos los millones de afectados de lepra estimados en el
mundo. Ni las dificultades de acabar con una afección cuya
curación es sencilla. Las zonas donde la lepra es endémica
ya sufren el problema de la pobreza, y no podemos permitir
que una tragedia se agrave con otra.
José Luis Gamarra *
Agencia de Información Solidaria
26 de abril de 2005
* Presidente de ANESVAD.
|