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Ignacio
Ramonet |
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Ocultado por los
grandes medios, pasó desapercibido un documento decisivo: el informe
publicado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que
denuncia que cada año en el mundo 270 millones de asalariados son
víctimas de accidentes de trabajo, y 160 millones contraen
enfermedades profesionales.
El estudio revela que la
cantidad de trabajadores muertos ejerciendo su oficio supera los dos
millones por año... De manera que el trabajo mata a 5.000 personas
por día. “Y estas cifras, señala el informe, están por debajo de la
realidad”.
Según la Caja
nacional de seguro médico (CNAM)
cada año en Francia el
trabajo mata a 780 asalariados (más de dos por día). También en este
caso “las cifras están subestimadas”. Y hay alrededor de 1.350
millones de accidentes de trabajo, lo que corresponde a 3.700
víctimas diarias, es decir, por jornada de ocho horas, a razón de 8
heridos por minuto...
Los defensores del
pueblo llamaban antes “el impuesto de sangre” a este sufrimiento
silencioso, a este canon destinado al crecimiento y la
competitividad. A la hora de ocuparse de las jubilaciones, conviene
recordar este tributo. Y pensar en los cientos de miles de
asalariados que llegan al final de su vida desgastados, extenuados,
arruinados. Sin poder disfrutar su tercera edad. Porque si la
esperanza de vida aumentó, se traduce también debido a las secuelas
de la actividad profesional en un estallido de enfermedades del
jubilado: cánceres, afecciones cardiovasculares, depresiones,
ataques cerebrales, artrosis, deficiencias sensoriales, demencias
seniles, Alzheimer, etcétera.
Esto vuelve
especialmente repugnante el ataque contra el sistema de
jubilaciones. Un ataque coordinado, impulsado por los motores de la
mundialización liberal -el G8, el Banco mundial, la OCDE- que desde
los años 1970 lideran una ofensiva contra la Seguridad Social y el
Estado providencia, continuado por la Unión Europea cuyos jefes de
Estado y gobierno, de derecha e izquierda, decidieron en ocasión de
la cumbre en Barcelona en marzo de 2002 postergar cinco años la edad
de jubilación. Lo cual implica una grave regresión social y el
abandono del proyecto de construir sociedades más equilibradas e
igualitarias.
En momentos en que
las clases medias están empobrecidas y reducidas, la riqueza sigue
concentrándose en la cúspide:
hace 30 años un patrón
recibía cuarenta veces el salario promedio de un trabajador, hoy
gana mil veces más... Y ve acercarse sin inquietud
el momento de cesar su actividad. Cosa que está lejos de ser el caso
de los asalariados corrientes, especialmente los docentes.
En Italia, España,
Alemania, Grecia, Austria, Francia, se multiplicaron por cientos de
miles los paros para protestar contra el desmantelamiento del
sistema de jubilaciones que por otra parte es preciso reformar.
Porque la cantidad de activos disminuye al tiempo que se incrementa
el de los jubilados. Y porque el peso de las pensiones, que hoy
representa el 11,5% del PIB, representará en 2020 el 13,5%, en 2040
el 15,5%, y se convertirá en una carga insoportable para el Estado.
A pesar de la
crisis bursátil que a hecho perder más del 20% de su valor a los
fondos de pensión, la opción de una jubilación por capitalización no
se descarta, y menos aún si la reforma del sistema de reparto se
hace sólo a costa de los asalariados. Como si únicamente se tratara
de un problema técnico, sin consecuencias para el conjunto de la
sociedad. Todas las variables -monto y extensión de las
cotizaciones, edad de jubilación, monto de las pensiones- se
modifican sistemáticamente en detrimento del asalariado y de los
ingresos laborales. No se ha buscado ninguna solución alternativa,
que recurra al aporte de las empresas o que grave las ganancias
financieras.
Se considera
normal que 2 asalariados pierdan por día la vida en su trabajo, y
que otros ocho sean sacrificados por minuto a la conveniencia de las
empresas.
Pero no que éstas
y el capital participen en mayor medida en las pensiones del
personal. ¿Cómo no comprender la furia de los trabajadores?
Ignacio Ramonet
Tomado
de “Le Monde Diplomatique”
Convenio diario “La Juventud” / Rel-UITA
13 de
junio de 2003
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