Todos esos factores exponen a los niños a riesgos que hace
sólo unos años ni siquiera se podían imaginar. Las amenazas
más mortíferas siguen siendo viejos factores como el agua
insalubre, la falta de saneamiento, el paludismo y la
contaminación del aire en locales cerrados. Unas causas que
provocan cada año la muerte de más de tres millones de niños
menores de cinco años.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha publicado un
atlas que trata el impacto del medio ambiente en la salud de
los niños. El estudio insiste no sólo en el impacto de la
pobreza sobre la salud infantil y el medio ambiente, sino en
los numerosos riesgos emergentes en las sociedades
desarrolladas. La malnutrición favorece la aparición de
diarreas, malaria y neumonías, pero la comida basura y la
vida sedentaria provocan en los países industrializados una
epidemia sin precedentes de obesidad en los niños (que más
tarde se verá asociada a enfermedades coronarias y
diabetes).
Con el desarrollo de los países, se van eliminando algunos
factores de riesgo, al invertir en saneamiento e higiene,
pero la industrialización trae consigo el uso de químicos,
la contaminación del aire y de las aguas, etc.
Las causas de muerte infantil que están más relacionadas con
el clima son las diarreicas, que causaron la muerte en 2002
a más de 1,5 millones de niños menores de 5 años; las
deficiencias alimentarias mataron a casi 240.000 niños. La
mayoría de esas muertes se produce en las zonas más
empobrecidas del planeta.
Dentro del hogar se queman combustibles sólidos (madera,
estiércol, carbón y otros) para cocinar o combatir el frío.
El humo que provoca esa práctica provoca quemaduras e
infecciones respiratorias que cada año se llevan por delante
a un millón de niños menores de cinco años. El nivel máximo
de concentración de partículas de humo permitido en los
países de la Unión Europea es de 50 microgramos por metro
cúbico, mientras en una calle de Bangkok se encuentran 240 y
en una cabaña con un fuego encendido se pueden hallar hasta
3.000 microgramos por metro cúbico. El mayor problema del
planeta en el futuro puede ser el de la escasez de agua.
Según Naciones Unidas, el equilibrio entre la demanda y las
cantidades disponibles de agua ya es precario. Más de mil
millones de personas dependen para beber de agua sucia
procedente de ríos y lagos. Pero el 86% de las aguas
residuales de Iberoamérica y el Caribe, así como el 65% de
las de Asia se vierten sin tratar a los ríos, lagos y mares.
De ahí vienen diarreas, cólera, disentería, fiebres
tifoideas, tracoma y otras como la malaria, que transmiten
los mosquitos nutridos en las aguas estancadas.
A esto hay que añadir los fenómenos meteorológicos extremos,
como huracanes e inundaciones. En el año 2002 las
inundaciones provocaron la muerte de 100.000 personas de las
que 60.000 eran niños.
La Madre Tierra está vinculada
a la salud de todas sus criaturas. Una vez más, queda
patente que salvaguardar nuestro planeta de la degradación
medioambiental es vital.