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Dia
Mundial del SIDA
Una crisis que no cesa |
Los
datos de la OMS sobre el Sida no paran de crecer cada año.
Las soluciones al problema pasan por la prevención, la
educación, las ayudas económicas y, sobre todo, estrategias
que combatan la pobreza, la marginación y las desigualdades
en defensa de los derechos humanos.
El
informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS)
correspondiente a 2004 ha estimado en 39,4 millones las
personas infectadas por el virus del Sida, en 4,9 millones
las nuevas infecciones y en 3,1 millones las muertes
causadas por Sida el pasado año.
No hay una epidemia única de Sida sino muchas, dependiendo
del contexto social de cada país. En África, la ruta
esencial de transmisión es la sexual, siendo las mujeres las
más afectadas. Sólo en los países sudafricanos hay 25,4
millones de infectados, y allí las jóvenes tienen de 3 a 6
veces más probabilidades de infectarse que los varones de su
edad. La pobreza impulsa el comercio sexual y la falta de
educación hace difícil la implantación de medidas de
prevención. En muchos casos la relación sexual es fruto de
la violencia. La India es otro de los países más afectados,
pero el ritmo de crecimiento de la epidemia es especialmente
preocupante en el área del Caribe, donde el comercio sexual
es también la primera causa. En Asia oriental y en países de
la Federación Rusa, que son también zonas de elevada
prevalencia, la drogadicción intravenosa es la primera vía
de contagio y muchas cárceles son focos importantes de
infección.
El Sida no sólo es causa de muerte y enfermedad, sino que
empobrece más a los países al disminuir la mano de obra y
aumentar la emigración. Una de sus consecuencias colaterales
es la desaparición del personal sanitario, agravando más la
situación.
Los fármacos antirretrovíricos han transformado radicalmente
la vida de los infectados por el VIH en los países
desarrollados, al convertir una enfermedad mortal en
crónica. El desarrollo de genéricos, especialmente en países
como la India y Brasil, ha disminuido espectacularmente el
precio del tratamiento, que ha pasado de unos 10.000 a unos
300 dólares anuales. Pero aún así, sólo el 7% de las
personas necesitadas de países de ingresos bajos o medios
pueden recibir tratamiento. En el África subsahariana sólo
el 5% de las mujeres embarazadas tienen acceso a medidas
para prevenir la transmisión a sus hijos. Y el tratamiento
del Sida supone sólo antirretrovirales; hay que considerar
las infecciones asociadas, especialmente la tuberculosis,
que se reactiva o progresa con facilidad en las personas
infectadas y cuya prevalencia en África va pareja a la del
VIH. El programa “3x5” lanzado por la OMS y ONUSIDA para
ofrecer tratamiento a 3 millones de enfermos a finales de
2005, ha supuesto una extraordinaria movilización de
recursos. Pero se ha visto totalmente desbordado por la
epidemia, que requiere unos presupuestos casi tres veces
mayores a los estimados. Para el año 2007 se calculan en
20.000 millones de dólares las necesidades para la lucha
contra el Sida.
En los últimos años no han aparecido novedades en el
tratamiento de antirretrovíricos, a excepción del
Enfurtivida, que no ha aportado ventajas significativas.
Sin embargo, el reciente descubrimiento de la proteína hA3G,
un factor antivírico natural producido por algunas células
humanas, ha abierto una nueva línea de investigación. Por
otro lado, las vacunas, aunque actualmente en ensayo en
varios países africanos, no parecen ofrecer una solución a
corto plazo.
No existe un arma única contra el Sida, sino la conjunción
múltiples medidas que sean de aplicación factible aunque su
eficacia individual no sea elevada. El uso correcto del
preservativo en la práctica es la prevención más eficaz,
pero su aceptación es muy limitada en muchos países y
situaciones. Educar en relaciones sexuales sanas y limitadas
a una pareja, utilizar sustancias microbicidas, facilitar
tratamientos de deshabituación y acceso a jeringuillas
estériles a los drogadictos, prevenir la transmisión
maternofilial o tratar a los ya infectados son múltiples
frentes de lucha para reducir las tasas de transmisión.
Y para que la ayuda económica no se desperdicie hay que
potenciar las políticas locales, lo que se ha resumido en el
concepto de “tres unos”: un plan nacional sobre el Sida, una
autoridad nacional del Sida y un sistema de vigilacia y
evaluación de cada país. Además, una política anti-Sida debe
implicar en su diseño y aplicación a los propios infectados
por VIH, y debe ir ligada a estrategias que combatan la
pobreza, la marginación social y la desigualdad de sexos; en
resumen, actuaciones que defiendan el respeto de los
derechos humanos.
Rafael Rotger
CCS - España
28 de noviembre de 2005
*
Profesor del Departamento de Microbiología II
de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de
Madrid
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