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  México

 

Panorama de la agroindustria azucarera mexicana

Documento de la III Conferencia Latinoamericana

de Trabajadores de la Industria Azucarera

 

 

III Conferencia Latinoamericana de

Trabajadores de la Industria Azucarera

22, 23 y 24 de noviembre de 2006, Ciudad de México, DF

 

PANORAMA DE LA AGROINDUSTRIA

 AZUCARERA MEXICANA

 

La historia reciente de la agroindustria mexicana de la caña de azúcar se puede ubicar a partir de 1980, cuando se registra el principio de la curva ascendente que hasta la zafra 2005-2006 conserva todavía la tendencia creciente en la producción azucarera y que se caracteriza por su capacidad para atender el mercado interno y para acumular excedentes con los que hace acto de presencia en el mercado mundial de ese producto.

 

Me permitiré presentar a ustedes un breve resumen de lo que ha acontecido en la rama azucarera mexicana en los últimos 25 años, destacando la favorable evolución que en general ha tenido hasta lograr una larga serie de zafras superiores a los cinco millones de toneladas y hasta cerca de seis, como fue el caso de la 2004-2005.

 

De 1979 a 1981 vivimos en México la última crisis significativa de producción azucarera, puesto que en esos tres años bajó en casi 20 por ciento, ubicándose en 2,4 millones de toneladas, esto es, unas 600 mil toneladas por debajo de lo requerido para abastecer el consumo interno. Esto respondió tanto a la reducción de los volúmenes de caña destinados al proceso en más del 15 por ciento como consecuencia de menores áreas cosechadas, como a bajos rendimientos en campo y a menores índices de eficiencia en fábrica.

 

Debido a la reducción del volumen de producción, hubo necesidad de realizar importaciones de azúcar para satisfacer una demanda interna creciente que, como se dijo, se ubicaba por los 3 millones de toneladas de azúcar.

 

A partir de 1982 la agroindustria azucarera inició un período de recuperación muy dinámico que le permitió lograr incrementos consecutivos durante seis zafras, de la 1981-1982 a la 1986-1987, con niveles récord en las últimas cinco zafras de ese período, alcanzando 3,7 millones de toneladas, el volumen más alto en la historia de la industria, situación que permitió al país recuperar la autosuficiencia azucarera y registrar excedentes para reiniciar ventas destinadas al mercado externo, en volúmenes cada vez más importantes de 1983 a 1988, con excepción de 1984. Sin embargo, durante las tres siguientes zafras la producción sufre caídas consecutivas que la sitúan en 3,2 millones de toneladas en 1989-1990, es decir, un 15,32 por ciento menos respecto a la producción de la zafra récord de 1986-87.

 

En la de 1990-91 la producción se recuperó con un volumen de casi 3,7 millones de toneladas, pero disminuyó nuevamente en la zafra 1991-92 a 3,2 millones de toneladas, es decir, un 13,5 por ciento menos.

 

Durante la zafra 1992-93 se rebasó por primera vez la barrera de los 4 millones de toneladas, para bajar a la siguiente a 3,5 millones.

 

A partir de la 1994-95, y hasta la zafra actual, la producción se ha mantenido muy por arriba de los 4 millones. De hecho, la pasada zafra 2005-06 y las dos anteriores se han ubicado por encima de los 5 millones.

 

 

Importancia de la Agroindustria

 

La agroindustria azucarera mexicana es importante para la economía del país por las siguientes razones:

 

a)   Está clasificada en los primeros lugares a nivel mundial, en razón de sus volúmenes de producción de azúcar, que han sobrepasado los 5 millones de toneladas, como han sido los casos de las tres últimas zafras.

 

b)   Es la primera agroindustria del país, contribuyendo al Producto Interno Bruto con más de medio punto porcentual y con 3,5 por ciento de la producción del sector alimentos, bebidas y tabaco.

 

c)   Genera unos 500 mil empleos directos e indirectos y su impacto económico beneficia a más de 2,5 millones de personas, entre trabajadores y sus familias. Lo anterior se logra con la operación de 57 ingenios, los cuales se abastecen de caña sembrada en tierras de 227 municipios del país.

 

d)   Establece una larga cadena productiva con otras industrias como la refresquera, la dulcera, la chocolatera, galletera, farmacéutica, y en general con los sectores de los alimentos y bebidas.

 

e)   Produce un alimento que es fuente importante de la nutrición mexicana tradicional.

 

f)    Es una actividad que capta importantes cantidades de divisas.

 

g)   Es una rama económica con una fuerte incidencia en el desarrollo regional y local en 15 entidades federativas del país.

 

Capacidad Instalada

 

La planta productiva de la actividad azucarera se integra por la infraestructura industrial de 57 ingenios que operaron durante la zafra 2005-2006, con una capacidad instalada que se estima en 42 mil toneladas de azúcar por cada 24 horas lo que en promedio equivale a unos 7,1 millones de toneladas de azúcar por zafra.

 

Considerando el resultado final de la última zafra, se puede afirmar que el aprovechamiento logrado en ella fue de 75 por ciento.

 

Vale la pena mencionar que la capacidad instalada es susceptible de afectarse por diversas variables.

 

Producción Azucarera

 

A partir de que en la zafra 1997-98 se logró rebasar la barrera de los 5 millones de toneladas, los montos de producción subsecuentes se mantuvieron por encima de las 4,7 millones de toneladas hasta llegar en la 2002-2003 a 4,95 millones; a 5,24 millones en la 2003-2004, a 5,8 millones en la 2004-2005 y a casi 5,3 millones de toneladas en la que concluyó el pasado junio.

 

Entre las variables que intervinieron para obtener estos resultados crecientes se mencionan: el rendimiento de fábrica, que en los últimos siete años ha pasado de 10,93 a 11,38, y a la reducción del tiempo perdido que disminuyó de 26,3 a 18,8 por ciento del número de días de zafra. Asimismo, la sacarosa en caña se ha mantenido alrededor de los 13,5 puntos.

 

La participación de los trabajadores ha sido crucial en este proceso de mejoramiento. Envueltos en la espiral del desempleo neoliberal, nuestro sindicato ha hecho acopio de energías para detenerla lo más posible, pero aún así, la pérdida de plazas ha sido considerable, asunto que es digno de tomarse en cuenta al calcular la relación kilogramos de azúcar por horas hombre trabajadas.

 

Sobre el rendimiento de fábrica se puede agregar que su crecimiento se debe, en general, al contenido de la sacarosa en caña y a la calidad de los trabajos de extracción de aquélla en los molinos, así como al cuidado que se pone en el proceso de elaboración de azúcar, abatiendo pérdidas de sacarosa en bagazo y mieles finales.

 

Mercado del Azúcar Nacional

 

La producción nacional de azúcar se destina básicamente a cubrir las necesidades del mercado interno, y a la exportación de sus excedentes al mercado internacional.

 

Los datos sobre consumo interno de azúcar y otros edulcorantes después de la zafra récord de 1997-98 revelan que de los 4,2 millones de toneladas en que se estimaba en 1999, pasó los 5 millones en 2004.

 

Estas cifras, vale precisar, consideran también el consumo de Jarabe de Maíz de Alta Fructosa, el cual vino a desplazar al azúcar de caña en cantidades muy importantes, habiendo logrado una participación máxima en el mercado nacional de hasta de 600 mil toneladas entre 1997 y 2001, tomando en consideración tanto las importaciones como la producción nacional de dicho jarabe.

 

Para 2002, gracias al Impuesto Especial a Productos y Servicios que aprobaron los diputados nacionalistas en diciembre de 2001, se pudo contener el embate mortal de la fructosa, ya que esas 600 mil toneladas equivalían a la producción de azúcar lograda por unos 10 ingenios que, en caso contrario, hubiesen tenido que cerrarse.

 

Para los años 2003 y 2004 la disminución de las importaciones de fructosa fue dramática por la razón antedicha, ya que su monto no llegó a 5 mil toneladas por año. En los dos años siguientes las cantidades se han mantenido muy distantes de su máximo registrado.

 

En cuanto al comercio internacional, cabe señalar que a partir de la zafra 1994-95 se consideraba que la producción de azúcar ya era suficiente para cubrir el consumo interno que era de unas 3,8 millones de toneladas, e incluso que había excedentes para exportación y como reserva estratégica.

 

Para entonces la competencia de la Alta Fructosa ya había levantado el vuelo y desplazado a unas 250 mil toneladas de azúcar. En 1999, por efectos del aumento en la producción de azúcar y de la introducción indiscriminada de Alta Fructosa que desplazaba al azúcar, se contaba con un excedente de este producto por encima de las 800 mil toneladas.

 

En la actualidad, y en años recientes, se ha cubierto el consumo interno. Concretamente las dos últimas zafras han dado resultados superiores a dicho consumo, calculado éste en 5,1 millones de toneladas. De esto deriva nuestro desacuerdo tanto en lo que respecta a la Alta Fructosa como a las importaciones indiscriminadas y autorizadas por el gobierno federal con claros propósitos especulativos, que han hecho que en menos de un año los precios se hayan elevado hasta en un 80 por ciento.

 

 

Con lo dicho hasta el momento sobre resultados de las últimas zafras se puede concluir que la agroindustria azucarera reporta resultados variables aunque con tendencia positiva, para los cuales es crucial la acertada combinación de sus factores productivos y la búsqueda de la meta de cubrir el mercado interno, así como contar con reservas excedentes para concurrir al mercado internacional.

 

El azúcar mexicana en el marco del TLC

 

El mercado nacional del azúcar se encuentra en peligro a causa del notable desarrollo de edulcorantes sustitutos, y en el plano internacional los azucareros mexicanos hemos venido padeciendo una gran desilusión al ver la decepcionante realidad de las negociaciones del Tratado de Libre Comercio en lo que a azúcar corresponde.

 

Se firmó dicho Tratado y al parecer no supimos qué fue lo que se firmó. Ahora resulta que los documentos que se conocieron, que se firmaron y aprobaron en el Senado mexicano en materia azucarera están condicionados por las llamadas “cartas paralelas” que, al parecer, en su momento no se dieron a conocer a los legisladores mexicanos.

 

Los hechos son, sin embargo, que nuestro mercado azucarero vive amenazado por el fantasma de la Alta Fructosa, que ya nos ha dado muestras de su peligrosidad.

 

La historia de la Alta Fructosa como problema para el azúcar mexicana comienza prácticamente el año en el que entró en vigor el Tratado de Libre Comercio, aunque la alarma de los azucareros comenzó en el transcurso de 1996, año en el que, conforme avanzaban sus meses, la importación de Alta Fructosa vino teniendo crecimientos tan inquietantes que los industriales mexicanos del dulce solicitaron en enero de 1997 a la secretaría de Comercio y Fomento Industrial una investigación antidumping sobre estas importaciones.

 

Dicha Secretaría emitió una resolución en enero de 1998 que imponía cuotas compensatorias definitivas a las importaciones de fructosa. Pero dichas cuotas, aún siendo tan elevadas como 175 dólares por tonelada, no fueron obstáculo para detener la invasión, la cual, por su lado, pasó a una segunda fase que fue la instalación de dos plantas productoras de Alta Fructosa en el país, concretamente en Guadalajara y San Juan del Río.  Ambas son filiales de empresas estadounidenses dedicadas a lo mismo, ya que producir en México, contando con materia prima subsidiada y sin pagar aranceles, les reporta grandes ganancias.

 

Es oportuno mencionar que el 22 de junio de 2001 el panel de solución de controversias de la Organización Mundial de Comercio falló de manera preliminar en contra de esa resolución de enero de 1998, emitida por la entonces secretaría de Comercio y Fomento Industrial, lo que el mismo panel ratificó el 22 de octubre del siguiente año obligando a nuestro país a eliminar las cuotas compensatorias impuestas a las importaciones de Alta Fructosa de Estados Unidos.  En una palabra, nuestro país quedó sin defensa alguna contra los embates de la Alta Fructosa.

 

En resumen, la industria azucarera estuvo librando una batalla desigual en contra de la Alta Fructosa, y en alguna forma la ha venido librando en la actualidad, en una tarea que, objetivamente, no se ve cuándo terminará.

La Alta Fructosa es un subproducto del maíz estadounidense, lo cual hace que su costo de producción sea sumamente bajo, y si a ello le agregamos el hecho de que se trata de maíz subsidiado por el gobierno de aquel país, y que entra al nuestro para producir fructosa sin pagar un solo centavo de arancel, nuestra conclusión es la duda de si se trata de una situación irregular de comercio internacional, o de un plan malvado para acabar con la industria azucarera mexicana.

 

Pero la desgracia no termina ahí. Los acuerdos del TLC determinan que en asuntos azucareros y de edulcorantes, nuestro país permitiría la entrada de Alta Fructosa proveniente de Estados Unidos, sin limitación alguna, a cambio de que éste le comprara a México una cantidad anual de 25 mil toneladas de azúcar durante los primeros siete años del Tratado, los cuales se cumplieron en 2000; a partir del octavo año podríamos elevar nuestra exportación hacia Estados Unidos hasta 250 mil toneladas.

 

Y es en este punto donde entran en juego las “cartas paralelas”. Sucede que la condición original que México debía cumplir para elevar de 25 mil a 250 mil toneladas sus exportaciones de azúcar a Estados Unidos era la de lograr por dos años consecutivos, dentro de los siete de vigor del TLC, un superávit en la producción de azúcar, o sea, que ésta cubriera el consumo nacional y permitiera contar con excedentes del producto para exportación.

 

Nuestro país no tuvo problemas para lograrlo: desde 1995, y prácticamente hasta el presente año, hemos cumplido con ese requisito.

 

Ante ello, los representantes comerciales del país del Norte argumentaron que en las “cartas paralelas” antedichas se especifica que para calcular el superávit azucarero de nuestro país se debe considerar también el consumo nacional de Alta Fructosa.

 

Esto es que, para que México pueda tener un superávit azucarero, su producción debe ser mayor a la cantidad que resulte de sumar el consumo nacional de azúcar más la producción nacional de Fructosa, más las importaciones que se hagan de ésta. Así las cosas, en la medida en que se produzca más Fructosa en el país, o en que se aumenten sus importaciones, el superávit azucarero nacional será un objetivo cada vez más difícil o imposible de lograr, a menos que se establezca algún tipo de restricciones para contener la embestida de la Alta Fructosa.

 

No estamos optimistas respecto a los términos del mencionado Tratado. Pronosticamos y hemos vivido ya serias dificultades para hacer efectivos los beneficios que el mismo nos ofreció. Al querer nosotros beneficiarnos de ese intercambio comercial, nos hemos encontrado con que tiene un doble fondo muy adverso para nosotros.

 

La amenaza a la industria azucarera sigue, y nos preocupa que por las presiones de Estados Unidos sobre nuestro gobierno y sobre los organismos reguladores del comercio internacional, pueda llegar el momento en que se anuncie un jaque mate para la agroindustria azucarera mexicana.

 

A principio de julio de 2005 la Organización Mundial de Comercio, en un informe preliminar y confidencial, favoreció a Estados Unidos en la controversia promovida por este país en contra del Impuesto Especial a Productos Elaborados con Alta Fructosa al que ya me he referido.

 

Dicho impuesto ha sido considerado por el organismo mundial como injusto y discriminatorio contra la Fructosa.

 

En concreto, el fantasma vuelve a aparecer, ahora envalentonado por ese respaldo.

 

Se inicia con ello otro Vía Crucis para el azúcar mexicana y por ende, se acelera la urgencia de hacer algo al respecto y no quedarnos con los brazos cruzados.

 

Esperamos que el próximo gobierno de México no se abandone en el sueño neoliberal y recuerde que primero fue la sociedad y su impulso natural de supervivencia, y luego fueron los gobiernos, se supone que como guardianes de los intereses nacionales.

 

Tememos que frente a las amenazas descritas se dé un desaliento generalizado para invertir en el campo y la fábrica y que nadie se sienta atraído a invertir en una actividad productiva en riesgo de verse afectada estructuralmente por una competencia que tiene más tintes políticos que comerciales.

 

Además de ese panorama incierto, hemos de mencionar que nuestra industria se está enfrentando con un fenómeno que es tan dañino o más que la Alta Fructosa, y nos referimos a la importación indiscriminada de azúcar con fines especulativos. Cabe mencionar que dicha importación no sólo sucede a ciencia y paciencia de las autoridades responsables del comercio con el exterior, sino que son éstas las propias promotoras de esa actividad a través del sistema de cupos, o autorizaciones parciales.

 

Parece que fuera un plan del actual gobierno para debilitar aún más a la industria, justificando las distintas modalidades que permiten su ingreso, apoyado en argumentos que revelan un devoto compromiso con los postulados del libre comercio y de la competitividad neoliberal.

 

Ante lo que hemos expuesto, y conscientes de que uno es el conflicto histórico entre las clases patronal y obrera, y otro el conflicto existencial entre la agroindustria azucarera, el Jarabe de Maíz de Alta Fructosa y el Tratado de Libre Comercio, como organización obrera nos pronunciamos en solidaridad con los industriales azucareros en cuanto a cuidar a la rama económica que nos da empleos, ya que para nosotros no hay alternativa: si existe la industria, existimos como colectividad; y si se le asfixia y muere, nosotros morimos con ella como clase social.

 

Tenemos claros los límites de intereses y no dejaremos de luchar por nuestros derechos como trabajadores. Hay diferencias de conveniencia al interior de la industria, pero también estamos dispuestos a hacer causa estratégica común con los industriales en lo que a su defensa ante la Fructosa se refiere.

 

De ninguna manera consideramos ocioso invocar el sentido nacionalista que debe imbuir todas las acciones que llevemos a cabo en favor de la agroindustria. Conocemos el poder que el esquema neoliberal concede a los países económicamente poderosos, y en contraposición a ello, considero propicio invocar también el sueño bolivariano y latinoamericanista para hacer frente unido a la amenaza común.

 

Por todo lo anterior, y por la diversidad de conflictos que se está generando en los diferentes sectores que participan en la agroindustria, el Sindicato de Trabajadores de la Industria Azucarera y Similares de la República Mexicana se permite presentar las siguientes conclusiones y propuestas de acción.

 

Conclusiones

 

  1. La agroindustria azucarera ha logrado crecimientos palpables en los últimos diez años, motivados principalmente por las expectativas que se crearon en la rama industrial ante la integración comercial del país al Tratado de Libre Comercio.

 

  1. La autosuficiencia azucarera del país, al margen de lo establecido en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y de las “cartas paralelas”, ha sido prácticamente una realidad desde la zafra 1994-95, después de la cual se ha contado con excedentes aritméticamente reales que han sido neutralizados por las cuentas retorcidas que se hacen en dichas “cartas”.

 

  1. Las compras injustificadas de azúcar en el exterior, la producción nacional de Alta Fructosa y las importaciones de la misma han tenido como efectos inmediatos.

 

a)  El desplazamiento de azúcar nacional.

b)  La generación de excedentes relativos de azúcar cuya venta en el exterior no es rentable.

c)  La imposibilidad de establecer estrategias para la recuperación efectiva de nuestra industria.

 

  1. La existencia y vigencia de las “cartas paralelas” ha obstaculizado la esperada exportación del azúcar mexicana hacia Estados Unidos, socio comercial principal en aquel marco de cooperación, obligando a los industriales nacionales a malbaratar su producto en el mercado internacional.

 

  1. La problemática en la que está envuelta la industria es de muy diversa índole, y su solución requiere la participación de todos los sectores que tenemos la responsabilidad nacionalista de defenderla contra los ataques arteros orquestados maquiavélicamente desde el exterior, supuestamente justificados por acuerdos comerciales que más parecen términos sobre una muerte anunciada, que bases para la cooperación e intercambio decente entre las naciones.

 

Propuestas

 

Es urgente llevar a cabo una revisión y una corrección nacionalistas de los términos del Tratado de Libre Comercio en materia azucarera, incluyendo los de las “cartas paralelas”, y poner un alto a la importación de Alta Fructosa y de maíz transgénico destinado a producir ese sustituto del azúcar.

 

De manera paralela y a nivel nacional, conviene retomar el tema de los subproductos de la caña de azúcar a fin de mejorar la rentabilidad de la agroindustria, destacando entre aquéllos la cogeneración eléctrica y la producción de etanol para consumo vehicular, el cual, comparado con los derivados del petróleo ofrece innumerables ventajas como el hecho de provenir de un recurso renovable y de no ser un combustible contaminante. Para México, como país exportador neto de azúcar, el etanol como derivado de la caña de azúcar le ofrece grandes posibilidades productivas y rentables.

 

Por otro lado, es digna de considerarse la posibilidad de utilizar las mieles finales del proceso de producción azucarero como nutriente en alimento para ganado, así como la de incrementar la producción de alcohol con fines de exportación. Un promedio de producción de alcohol en las dos últimas zafras se ubica en 55 millones de litros, equivalentes a 550 millones de pesos para nuestra economía.

 

La organización obrera azucarera se pronuncia, finalmente, en solidaridad con todas las medidas que los sectores involucrados y el gobierno tomen para corregir las condiciones adversas que afectan a la agroindustria en el medio comercial internacional y con todas aquéllas que promuevan el saneamiento financiero y productivo de la misma, hasta hacerla capaz de responder a lo que el mercado mundial del azúcar espera de ella.

 

23 de noviembre de 2006

 

 

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