PANORAMA DE LA AGROINDUSTRIA
AZUCARERA
MEXICANA
La historia reciente de
la agroindustria mexicana de la caña de
azúcar se puede ubicar a partir de 1980,
cuando se registra el principio de la
curva ascendente que hasta la zafra
2005-2006 conserva todavía la tendencia
creciente en la producción azucarera y
que se caracteriza por su capacidad para
atender el mercado interno y para
acumular excedentes con los que hace
acto de presencia en el mercado mundial
de ese producto.
Me permitiré presentar a
ustedes un breve resumen de lo que ha
acontecido en la rama azucarera mexicana
en los últimos 25 años, destacando la
favorable evolución que en general ha
tenido hasta lograr una larga serie de
zafras superiores a los cinco millones
de toneladas y hasta cerca de seis, como
fue el caso de la 2004-2005.
De 1979 a 1981 vivimos en
México la última crisis significativa de
producción azucarera, puesto que en esos
tres años bajó en casi 20 por ciento,
ubicándose en 2,4 millones de toneladas,
esto es, unas 600 mil toneladas por
debajo de lo requerido para abastecer el
consumo interno. Esto respondió tanto a
la reducción de los volúmenes de caña
destinados al proceso en más del 15 por
ciento como consecuencia de menores
áreas cosechadas, como a bajos
rendimientos en campo y a menores
índices de eficiencia en fábrica.
Debido a la reducción del
volumen de producción, hubo necesidad de
realizar importaciones de azúcar para
satisfacer una demanda interna creciente
que, como se dijo, se ubicaba por los 3
millones de toneladas de azúcar.
A partir de 1982 la
agroindustria azucarera inició un
período de recuperación muy dinámico que
le permitió lograr incrementos
consecutivos durante seis zafras, de la
1981-1982 a la 1986-1987, con niveles
récord en las últimas cinco zafras de
ese período, alcanzando 3,7 millones de
toneladas, el volumen más alto en la
historia de la industria, situación que
permitió al país recuperar la
autosuficiencia azucarera y registrar
excedentes para reiniciar ventas
destinadas al mercado externo, en
volúmenes cada vez más importantes de
1983 a 1988, con excepción de 1984. Sin
embargo, durante las tres siguientes
zafras la producción sufre caídas
consecutivas que la sitúan en 3,2
millones de toneladas en 1989-1990, es
decir, un 15,32 por ciento menos
respecto a la producción de la zafra
récord de 1986-87.
En la de 1990-91 la producción se recuperó con un volumen de casi 3,7
millones de toneladas, pero disminuyó
nuevamente en la zafra 1991-92 a 3,2
millones de toneladas, es decir, un 13,5
por ciento menos.
Durante la zafra 1992-93
se rebasó por primera vez la barrera de
los 4 millones de toneladas, para bajar
a la siguiente a 3,5 millones.
A partir de la 1994-95, y
hasta la zafra actual, la producción se
ha mantenido muy por arriba de los 4
millones. De hecho, la pasada zafra
2005-06 y las dos anteriores se han
ubicado por encima de los 5 millones.
Importancia de la Agroindustria
La agroindustria
azucarera mexicana es importante para la
economía del país por las siguientes
razones:
a) Está
clasificada en los primeros lugares a
nivel mundial, en razón de sus volúmenes
de producción de azúcar, que han
sobrepasado los 5 millones de toneladas,
como han sido los casos de las tres
últimas zafras.
b) Es
la primera agroindustria del país,
contribuyendo al Producto Interno Bruto
con más de medio punto porcentual y con
3,5 por ciento de la producción del
sector alimentos, bebidas y tabaco.
c) Genera
unos 500 mil empleos directos e
indirectos y su impacto económico
beneficia a más de 2,5 millones de
personas, entre trabajadores y sus
familias. Lo anterior se logra con la
operación de 57 ingenios, los cuales se
abastecen de caña sembrada en tierras de
227 municipios del país.
d) Establece
una larga cadena productiva con otras
industrias como la refresquera, la
dulcera, la chocolatera, galletera,
farmacéutica, y en general con los
sectores de los alimentos y bebidas.
e) Produce
un alimento que es fuente importante de
la nutrición mexicana tradicional.
f) Es
una actividad que capta importantes
cantidades de divisas.
g) Es
una rama económica con una fuerte
incidencia en el desarrollo regional y
local en 15 entidades federativas del
país.
Capacidad
Instalada
La planta productiva de
la actividad azucarera se integra por la
infraestructura industrial de 57
ingenios que operaron durante la zafra
2005-2006, con una capacidad instalada
que se estima en 42 mil toneladas de
azúcar por cada 24 horas lo que en
promedio equivale a unos 7,1 millones de
toneladas de azúcar por zafra.
Considerando el resultado
final de la última zafra, se puede
afirmar que el aprovechamiento logrado
en ella fue de 75 por ciento.
Vale la pena mencionar
que la capacidad instalada es
susceptible de afectarse por diversas
variables.
Producción Azucarera
A partir de que en la
zafra 1997-98 se logró rebasar la
barrera de los 5 millones de toneladas,
los montos de producción subsecuentes se
mantuvieron por encima de las 4,7
millones de toneladas hasta llegar en la
2002-2003 a 4,95 millones; a 5,24
millones en la 2003-2004, a 5,8 millones
en la 2004-2005 y a casi 5,3 millones de
toneladas en la que concluyó el pasado
junio.
Entre las variables que
intervinieron para obtener estos
resultados crecientes se mencionan: el
rendimiento de fábrica, que en los
últimos siete años ha pasado de 10,93 a
11,38, y a la reducción del tiempo
perdido que disminuyó de 26,3 a 18,8 por
ciento del número de días de zafra.
Asimismo, la sacarosa en caña se ha
mantenido alrededor de los 13,5 puntos.
La participación de los
trabajadores ha sido crucial en este
proceso de mejoramiento. Envueltos en la
espiral del desempleo neoliberal,
nuestro sindicato ha hecho acopio de
energías para detenerla lo más posible,
pero aún así, la pérdida de plazas ha
sido considerable, asunto que es digno
de tomarse en cuenta al calcular la
relación kilogramos de azúcar por horas
hombre trabajadas.
Sobre el rendimiento de
fábrica se puede agregar que su
crecimiento se debe, en general, al
contenido de la sacarosa en caña y a la
calidad de los trabajos de extracción de
aquélla en los molinos, así como al
cuidado que se pone en el proceso de
elaboración de azúcar, abatiendo
pérdidas de sacarosa en bagazo y mieles
finales.
Mercado
del Azúcar Nacional
La producción nacional de
azúcar se destina básicamente a cubrir
las necesidades del mercado interno, y a
la exportación de sus excedentes al
mercado internacional.
Los datos sobre consumo
interno de azúcar y otros edulcorantes
después de la zafra récord de 1997-98
revelan que de los 4,2 millones de
toneladas en que se estimaba en 1999,
pasó los 5 millones en 2004.
Estas cifras, vale
precisar, consideran también el consumo
de Jarabe de Maíz de Alta Fructosa, el
cual vino a desplazar al azúcar de caña
en cantidades muy importantes, habiendo
logrado una participación máxima en el
mercado nacional de hasta de 600 mil
toneladas entre 1997 y 2001, tomando en
consideración tanto las importaciones
como la producción nacional de dicho
jarabe.
Para 2002, gracias al
Impuesto Especial a Productos y
Servicios que aprobaron los diputados
nacionalistas en diciembre de 2001, se
pudo contener el embate mortal de la
fructosa, ya que esas 600 mil toneladas
equivalían a la producción de azúcar
lograda por unos 10 ingenios que, en
caso contrario, hubiesen tenido que
cerrarse.
Para los años 2003 y 2004
la disminución de las importaciones de
fructosa fue dramática por la razón
antedicha, ya que su monto no llegó a 5
mil toneladas por año. En los dos años
siguientes las cantidades se han
mantenido muy distantes de su máximo
registrado.
En cuanto al comercio
internacional, cabe señalar que a partir
de la zafra 1994-95 se consideraba que
la producción de azúcar ya era
suficiente para cubrir el consumo
interno que era de unas 3,8 millones de
toneladas, e incluso que había
excedentes para exportación y como
reserva estratégica.
Para entonces la
competencia de la Alta Fructosa ya había
levantado el vuelo y desplazado a unas
250 mil toneladas de azúcar. En 1999,
por efectos del aumento en la producción
de azúcar y de la introducción
indiscriminada de Alta Fructosa que
desplazaba al azúcar, se contaba con un
excedente de este producto por encima de
las 800 mil toneladas.
En la actualidad, y en
años recientes, se ha cubierto el
consumo interno. Concretamente las dos
últimas zafras han dado resultados
superiores a dicho consumo, calculado
éste en 5,1 millones de toneladas. De
esto deriva nuestro desacuerdo tanto en
lo que respecta a la Alta Fructosa como
a las importaciones indiscriminadas y
autorizadas por el gobierno federal con
claros propósitos especulativos, que han
hecho que en menos de un año los precios
se hayan elevado hasta en un 80 por
ciento.
Con lo dicho hasta el
momento sobre resultados de las últimas
zafras se puede concluir que la
agroindustria azucarera reporta
resultados variables aunque con
tendencia positiva, para los cuales es
crucial la acertada combinación de sus
factores productivos y la búsqueda de la
meta de cubrir el mercado interno, así
como contar con reservas excedentes para
concurrir al mercado internacional.
El azúcar
mexicana en el marco del TLC
El mercado nacional del
azúcar se encuentra en peligro a causa
del notable desarrollo de edulcorantes
sustitutos, y en el plano internacional
los azucareros mexicanos hemos venido
padeciendo una gran desilusión al ver la
decepcionante realidad de las
negociaciones del Tratado de Libre
Comercio en lo que a azúcar corresponde.
Se firmó dicho Tratado y
al parecer no supimos qué fue lo que se
firmó. Ahora resulta que los documentos
que se conocieron, que se firmaron y
aprobaron en el Senado mexicano en
materia azucarera están condicionados
por las llamadas “cartas paralelas” que,
al parecer, en su momento no se dieron a
conocer a los legisladores mexicanos.
Los hechos son, sin
embargo, que nuestro mercado azucarero
vive amenazado por el fantasma de la
Alta Fructosa, que ya nos ha dado
muestras de su peligrosidad.
La historia de la Alta
Fructosa como problema para el azúcar
mexicana comienza prácticamente el año
en el que entró en vigor el Tratado de
Libre Comercio, aunque la alarma de los
azucareros comenzó en el transcurso de
1996, año en el que, conforme avanzaban
sus meses, la importación de Alta
Fructosa vino teniendo crecimientos tan
inquietantes que los industriales
mexicanos del dulce solicitaron en enero
de 1997 a la secretaría de Comercio y
Fomento Industrial una investigación
antidumping sobre estas importaciones.
Dicha Secretaría emitió
una resolución en enero de 1998 que
imponía cuotas compensatorias
definitivas a las importaciones de
fructosa. Pero dichas cuotas, aún siendo
tan elevadas como 175 dólares por
tonelada, no fueron obstáculo para
detener la invasión, la cual, por su
lado, pasó a una segunda fase que fue la
instalación de dos plantas productoras
de Alta Fructosa en el país,
concretamente en Guadalajara y San Juan
del Río. Ambas son filiales de empresas
estadounidenses dedicadas a lo mismo, ya
que producir en México, contando con
materia prima subsidiada y sin pagar
aranceles, les reporta grandes
ganancias.
Es oportuno mencionar que
el 22 de junio de 2001 el panel de
solución de controversias de la
Organización Mundial de Comercio falló
de manera preliminar en contra de esa
resolución de enero de 1998, emitida por
la entonces secretaría de Comercio y
Fomento Industrial, lo que el mismo
panel ratificó el 22 de octubre del
siguiente año obligando a nuestro país a
eliminar las cuotas compensatorias
impuestas a las importaciones de Alta
Fructosa de Estados Unidos. En una
palabra, nuestro país quedó sin defensa
alguna contra los embates de la Alta
Fructosa.
En resumen, la industria
azucarera estuvo librando una batalla
desigual en contra de la Alta Fructosa,
y en alguna forma la ha venido librando
en la actualidad, en una tarea que,
objetivamente, no se ve cuándo
terminará.
La Alta Fructosa es un
subproducto del maíz estadounidense, lo
cual hace que su costo de producción sea
sumamente bajo, y si a ello le agregamos
el hecho de que se trata de maíz
subsidiado por el gobierno de aquel
país, y que entra al nuestro para
producir fructosa sin pagar un solo
centavo de arancel, nuestra conclusión
es la duda de si se trata de una
situación irregular de comercio
internacional, o de un plan malvado para
acabar con la industria azucarera
mexicana.
Pero la desgracia no
termina ahí. Los acuerdos del TLC
determinan que en asuntos azucareros y
de edulcorantes, nuestro país permitiría
la entrada de Alta Fructosa proveniente
de Estados Unidos, sin limitación
alguna, a cambio de que éste le comprara
a México una cantidad anual de 25 mil
toneladas de azúcar durante los primeros
siete años del Tratado, los cuales se
cumplieron en 2000; a partir del octavo
año podríamos elevar nuestra exportación
hacia Estados Unidos hasta 250 mil
toneladas.
Y es en este punto donde
entran en juego las “cartas paralelas”.
Sucede que la condición original que
México debía cumplir para elevar de 25
mil a 250 mil toneladas sus
exportaciones de azúcar a Estados Unidos
era la de lograr por dos años
consecutivos, dentro de los siete de
vigor del TLC, un superávit en la
producción de azúcar, o sea, que ésta
cubriera el consumo nacional y
permitiera contar con excedentes del
producto para exportación.
Nuestro país no tuvo
problemas para lograrlo: desde 1995, y
prácticamente hasta el presente año,
hemos cumplido con ese requisito.
Ante ello, los
representantes comerciales del país del
Norte argumentaron que en las “cartas
paralelas” antedichas se especifica que
para calcular el superávit azucarero de
nuestro país se debe considerar también
el consumo nacional de Alta Fructosa.
Esto es que, para que
México pueda tener un superávit
azucarero, su producción debe ser mayor
a la cantidad que resulte de sumar el
consumo nacional de azúcar más la
producción nacional de Fructosa, más las
importaciones que se hagan de ésta. Así
las cosas, en la medida en que se
produzca más Fructosa en el país, o en
que se aumenten sus importaciones, el
superávit azucarero nacional será un
objetivo cada vez más difícil o
imposible de lograr, a menos que se
establezca algún tipo de restricciones
para contener la embestida de la Alta
Fructosa.
No estamos optimistas
respecto a los términos del mencionado
Tratado. Pronosticamos y hemos vivido ya
serias dificultades para hacer efectivos
los beneficios que el mismo nos ofreció.
Al querer nosotros beneficiarnos de ese
intercambio comercial, nos hemos
encontrado con que tiene un doble fondo
muy adverso para nosotros.
La amenaza a la industria
azucarera sigue, y nos preocupa que por
las presiones de Estados Unidos sobre
nuestro gobierno y sobre los organismos
reguladores del comercio internacional,
pueda llegar el momento en que se
anuncie un jaque mate para la
agroindustria azucarera mexicana.
A principio de julio de
2005 la Organización Mundial de
Comercio, en un informe preliminar y
confidencial, favoreció a Estados Unidos
en la controversia promovida por este
país en contra del Impuesto Especial a
Productos Elaborados con Alta Fructosa
al que ya me he referido.
Dicho impuesto ha sido
considerado por el organismo mundial
como injusto y discriminatorio contra la
Fructosa.
En concreto, el fantasma
vuelve a aparecer, ahora envalentonado
por ese respaldo.
Se inicia con ello otro
Vía Crucis para el azúcar mexicana y por
ende, se acelera la urgencia de hacer
algo al respecto y no quedarnos con los
brazos cruzados.
Esperamos que el próximo
gobierno de México no se abandone en el
sueño neoliberal y recuerde que primero
fue la sociedad y su impulso natural de
supervivencia, y luego fueron los
gobiernos, se supone que como guardianes
de los intereses nacionales.
Tememos que frente a las
amenazas descritas se dé un desaliento
generalizado para invertir en el campo y
la fábrica y que nadie se sienta atraído
a invertir en una actividad productiva
en riesgo de verse afectada
estructuralmente por una competencia que
tiene más tintes políticos que
comerciales.
Además de ese panorama
incierto, hemos de mencionar que nuestra
industria se está enfrentando con un
fenómeno que es tan dañino o más que la
Alta Fructosa, y nos referimos a la
importación indiscriminada de azúcar con
fines especulativos. Cabe mencionar que
dicha importación no sólo sucede a
ciencia y paciencia de las autoridades
responsables del comercio con el
exterior, sino que son éstas las propias
promotoras de esa actividad a través del
sistema de cupos, o autorizaciones
parciales.
Parece que fuera un plan
del actual gobierno para debilitar aún
más a la industria, justificando las
distintas modalidades que permiten su
ingreso, apoyado en argumentos que
revelan un devoto compromiso con los
postulados del libre comercio y de la
competitividad neoliberal.
Ante lo que hemos
expuesto, y conscientes de que uno es el
conflicto histórico entre las clases
patronal y obrera, y otro el conflicto
existencial entre la agroindustria
azucarera, el Jarabe de Maíz de Alta
Fructosa y el Tratado de Libre Comercio,
como organización obrera nos
pronunciamos en solidaridad con los
industriales azucareros en cuanto a
cuidar a la rama económica que nos da
empleos, ya que para nosotros no hay
alternativa: si existe la industria,
existimos como colectividad; y si se le
asfixia y muere, nosotros morimos con
ella como clase social.
Tenemos claros los
límites de intereses y no dejaremos de
luchar por nuestros derechos como
trabajadores. Hay diferencias de
conveniencia al interior de la
industria, pero también estamos
dispuestos a hacer causa estratégica
común con los industriales en lo que a
su defensa ante la Fructosa se refiere.
De ninguna manera
consideramos ocioso invocar el sentido
nacionalista que debe imbuir todas las
acciones que llevemos a cabo en favor de
la agroindustria. Conocemos el poder que
el esquema neoliberal concede a los
países económicamente poderosos, y en
contraposición a ello, considero
propicio invocar también el sueño
bolivariano y latinoamericanista para
hacer frente unido a la amenaza común.
Por todo lo anterior, y
por la diversidad de conflictos que se
está generando en los diferentes
sectores que participan en la
agroindustria, el Sindicato de
Trabajadores de la Industria Azucarera y
Similares de la República Mexicana se
permite presentar las siguientes
conclusiones y propuestas de acción.
Conclusiones
-
La agroindustria azucarera ha
logrado crecimientos palpables en
los últimos diez años, motivados
principalmente por las expectativas
que se crearon en la rama industrial
ante la integración comercial del
país al Tratado de Libre Comercio.
-
La autosuficiencia azucarera del
país, al margen de lo establecido en
el Tratado de Libre Comercio de
América del Norte y de las “cartas
paralelas”, ha sido prácticamente
una realidad desde la zafra 1994-95,
después de la cual se ha contado con
excedentes aritméticamente reales
que han sido neutralizados por las
cuentas retorcidas que se hacen en
dichas “cartas”.
-
Las compras injustificadas de azúcar
en el exterior, la producción
nacional de Alta Fructosa y las
importaciones de la misma han tenido
como efectos inmediatos.
a) El
desplazamiento de azúcar nacional.
b) La
generación de excedentes relativos de
azúcar cuya venta en el exterior no es
rentable.
c) La
imposibilidad de establecer estrategias
para la recuperación efectiva de nuestra
industria.
-
La existencia y vigencia de las
“cartas paralelas” ha obstaculizado
la esperada exportación del azúcar
mexicana hacia Estados Unidos, socio
comercial principal en aquel marco
de cooperación, obligando a los
industriales nacionales a malbaratar
su producto en el mercado
internacional.
-
La problemática en la que está
envuelta la industria es de muy
diversa índole, y su solución
requiere la participación de todos
los sectores que tenemos la
responsabilidad nacionalista de
defenderla contra los ataques
arteros orquestados
maquiavélicamente desde el exterior,
supuestamente justificados por
acuerdos comerciales que más parecen
términos sobre una muerte anunciada,
que bases para la cooperación e
intercambio decente entre las
naciones.
Propuestas
Es urgente llevar a cabo
una revisión y una corrección
nacionalistas de los términos del
Tratado de Libre Comercio en materia
azucarera, incluyendo los de las “cartas
paralelas”, y poner un alto a la
importación de Alta Fructosa y de maíz
transgénico destinado a producir ese
sustituto del azúcar.
De manera paralela y a
nivel nacional, conviene retomar el tema
de los subproductos de la caña de azúcar
a fin de mejorar la rentabilidad de la
agroindustria, destacando entre aquéllos
la cogeneración eléctrica y la
producción de etanol para consumo
vehicular, el cual, comparado con los
derivados del petróleo ofrece
innumerables ventajas como el hecho de
provenir de un recurso renovable y de no
ser un combustible contaminante. Para
México, como país exportador neto de
azúcar, el etanol como derivado de la
caña de azúcar le ofrece grandes
posibilidades productivas y rentables.
Por otro lado, es digna
de considerarse la posibilidad de
utilizar las mieles finales del proceso
de producción azucarero como nutriente
en alimento para ganado, así como la de
incrementar la producción de alcohol con
fines de exportación. Un promedio de
producción de alcohol en las dos últimas
zafras se ubica en 55 millones de
litros, equivalentes a 550 millones de
pesos para nuestra economía.
La organización obrera
azucarera se pronuncia, finalmente, en
solidaridad con todas las medidas que
los sectores involucrados y el gobierno
tomen para corregir las condiciones
adversas que afectan a la agroindustria
en el medio comercial internacional y
con todas aquéllas que promuevan el
saneamiento financiero y productivo de
la misma, hasta hacerla capaz de
responder a lo que el mercado mundial
del azúcar espera de ella.
23 de noviembre de 2006
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