La agroindustria azucarera requiere de una política de
Estado que permita la integración del mercado de
endulzantes. Si el gobierno continúa ''montado en su
caballo'' de vetar la Ley de Desarrollo Sustentable
para la Caña de Azúcar podría provocar que la
producción se reduzca a 4 millones de toneladas
-volumen que se tenía antes de la firma del Tratado de
Libre Comercio de América del Norte- y el déficit se
cubra con jarabe de maíz de alta fructosa, advirtió
José Cruz Romero, especialista en el tema.
El veto presidencial a la Ley de Desarrollo
Sustentable para la Caña de Azúcar lleva consigo ese
riesgo, con altos costos sociales y económicos.
''Habría desinversión, desempleo, migración,
crecimiento de los problema de seguridad nacional y
falta de desarrollo en 227 municipios de 15 estados
donde se lleva a cabo la actividad. El problema
suscitado por el veto
presidencial es muy serio y así debe entenderse",
asentó.
La inconformidad de la Secretaría de Agricultura,
Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa)
es por la participación de 57 por ciento del productor
cañero en el precio de referencia. Pero no menciona
que una de las propuestas de la dependencia fue
otorgar subsidios por 6 mil millones de pesos para
hacer competitivo al sector, particularmente a los
industriales, a los que iba dirigido ese apoyo; retiró
la sugerencia porque la Secretaría de Hacienda se negó
a entregar dicho subsidio.
Sagarpa cambió el planteamiento y, sustentando su
propuesta en la reducción del precio de la caña de
azúcar, diseñó su estrategia de "hacer más eficiente
al sector" y, por ello, empezó a promover la firma de
convenios entre particulares, en los cuales se
establece que el pago por la fibra de la caña se hará
promediando las tres últimas zafras, mientras en la
ley vetada se establece que el precio se fijará de
acuerdo con la fórmula de la zafra en turno.
De esa forma, Sagarpa reduce el precio de la caña,
pero no cambia el parámetro de eficiencia de fábrica,
ni promueve la calidad ni la competitividad; lo que
hace, abundó el especialista, es "crear condiciones
para que México sea menos competitivo".
Consideró que la ley aprobada el 21 de junio por la
legislatura actual, después de consultar a los
sectores involucrados, resuelve el ordenamiento
jurídico entre abastecedores e industriales, ya que
estipula y promueve acciones de fomento para el
desarrollo de una política estructural sustentada en
la diversificación productiva. Pero, acotó, "si no hay
voluntad y disposición del Ejecutivo Federal para
hacerlo, la ley podría ser letra muerta".
Con la derogación del decreto, la caña de azúcar dejó
de ser considerada por el gobierno un producto de
interés público y con la ley cañera pasó al estrato de
básico y estratégico. La producción de caña representa
13.5 por ciento de la producción agrícola; el azúcar,
3.5 por ciento de la rama de alimentos, bebidas y
tabaco, y 0.5 por ciento del PIB.
Además, el azúcar está entre los cuatro productos más
importantes de la dieta de la población, ya que se
tiene un consumo anual per cápita de 50 kilogramos; la
agroindustria azucarera genera 440 mil empleos y de
ella viven directa e indirectamente 12 millones de
personas.
Gisela Espinosa Damián, docente en la maestría en
Desarrollo Rural de la UAM, observó que ni con el
decreto ni ahora con la ley cañera ''hay garantía de
que los ingenios sobrevivan", y se pregunta si la
expropiación de 27 ingenios, en 2001, "fue sólo un
tentempié que pospuso el temido ajuste", pues ahora la
agroindustria cañera ya no es de interés público.
No descartó que el futuro de esa actividad esté en
riesgo, ya que aunque el gobierno "salve
recurrentemente al empresario azucarero, sus alianzas
estratégicas parecen más cerca de las multinacionales
fructoseras y, por tanto, se lleve una tajada del
mercado del azúcar".
Agregó que desde hace 25 años la explotación comercial
del jarabe de maíz de alta fructosa se ha expandido
vigorosamente en Estados Unidos y ahora los
productores de maíz están muy interesados en derribar
las barreras comerciales de jarabes. En ese país hay
12 compañías productoras, las más grandes son ADM Corn
Processing, Cargill, A.E. Stanley y CPC; mientras en
México hay dos: Arancia y Almidones Mexicanos.
Matilde Pérez
La
Jornada
25 de
julio de 2005