El
modelo parido por la Revolución Verde tiene por cometido producir
más, no producir mejor. Impone la constante incorporación de
tecnologías sin control alguno, que a su vez generan desequilibrios
incontrolados. La guerra química contra las plagas es un ejemplo.
- Circuló
mundialmente que el banano será una fruta en extinción si no es modificada
genéticamente.
- Fue una
noticia muy extraña. Las transnacionales tienen cada vez más una conducta
mezcla de osadía y perversión. No existe una evaluación ni un análisis
científico serio que sustente tal aseveración. El banano es, hoy, una de
las frutas más consumidas y cotizadas en el mundo.
Es cierto,
sí, que padece una enfermedad, la “sigatoka negra”, presente en los
principales países productores. Pero, ¿quién la provoca? ¿No es acaso la
propia forma del cultivo de la fruta?
El banano
se produce en extensos monocultivos, en los que se aplican gigantescas
dosis de veneno, de plaguicidas, de fungicidas, y no sólo a raíz de la
sigatoka negra, ya que antes padecía otra enfermedad, el llamado Mal de
Panamá. El uso intensivo de agrotóxicos generó un gran desequilibrio, a
tal extremo que hoy podemos decir que el cultivo del banano es totalmente
artificial.
Sin
embargo, existen nuevas posibilidades y propuestas para el cultivo del
banano, por ejemplo en el marco de un enfoque ecológico. Entonces, cuando
recibimos la noticia de que el banano será transgénico o no será, debemos
advertir que ésa es la perspectiva de las grandes transnacionales,
empeñadas en dominar las tecnologías de reproducción, producción y todo el
proceso.
El proceso
ecológico del cultivo del banano, en cambio, da autonomía al agricultor,
le permite competir con calidad y otorga viabilidad social a un cultivo
que está en vías de perder viabilidad económica y biológica. Lo que hay
que cambiar en la forma de producir el banano, lo cual se está llevando a
cabo con gran éxito en Ecuador.
- ¿Conoces
esa experiencia?
- En
Ecuador ocurrió una cosa sumamente interesante. Los ecuatorianos, cuando
advirtieron la presencia de la sigatoka negra, recurrieron de manera
indiscriminada a los fungicidas, a tal punto que algunos productores
vieron que ello les iba a consumir toda su ganancia. Es que se ingresa en
un circuito por el cual cuanto más fungicidas se emplean, más resistencias
genera el hongo de la sigatoka, lo que lleva a tener que aplicar mayores
dosis. A partir de allí, hubo productores que comenzaron a ensayar
prácticas agroecológicas, en el marco de un proceso que pasa por encontrar
el equilibrio del suelo en sus propiedades físicas, biológicas y químicas
para fortalecer las plantas. Se sabe que la sigatoka entra en escena
cuando hay una sobresaturación de agua en el suelo, que acelera el
envejecimiento prematuro de la hoja favoreciendo el desarrollo del hongo.
Por ello, un suelo dotado de más materia orgánica es determinante para que
las plantas presenten una mayor resistencia al hongo.
La segunda
parte consiste en nutrir la planta a través de biofertilizantes. Los
biofertilizantes no son nuevos en sí mismos, pero sí constituyen una
tecnología nueva en la agricultura moderna. En Ecuador comenzaron a dar un
resultado fantástico, al producir plantas sanas y resistentes con un
metabolismo equilibrado.
La ventaja
es que se está utilizando una tecnología de punta que, a diferencia de los
transgénicos, se produce en la misma propiedad del productor, y no hay
residuos de plaguicidas, obteniéndose un banano de calidad y más
nutritivo. Un banano que tiene entre 28 y 30 por ciento más de vitaminas y
minerales, y 30 por ciento más de materia seca, por lo cual se conserva
mejor.
Reducir el
uso de fungicidas conduce a nuevas opciones agrícolas. Para aquellos que
disponen de las condiciones ambientales necesarias para este cultivo (los
ecuatorianos, los costarricenses, los colombianos, los filipinos) lo mejor
es pasar a una producción ecológicamente equilibrada. Por supuesto que
para las grandes transnacionales, que tienen interés en dominar aun más el
banano, crear transgénicos es lo mejor. Pero ello comporta enormes riesgos
actualmente debatidos en todo el mundo.
Hoy
podemos decir que se está en condiciones de que en diez años toda la
bananicultura del planeta sea ecológica, cosa que va en el interés de la
humanidad toda, de la economía mundial, de los consumidores. Y hacia allí
debemos dirigir todos nuestros esfuerzos y energías. Cuando vemos que en
Ecuador ya hay plantadas 30 mil hectáreas de banano orgánico, se puede
concluir que un proyecto de este tipo, que a algunos puede parecerles
descabellado, es perfectamente posible si se definen políticas públicas
nacionales en el interés de la sociedad. La condición es que los
productores, los consumidores, los gobiernos actúen en sintonía, en
beneficio de todos.
Gerardo Iglesias
©
Rel-UITA
3
de octubre de 2003