Perú
Kola Real:
Terrorismo
en su origen y en sus prácticas
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En 1982, la
hacienda de Eduardo Añaños situada cerca de la ciudad de Ayacucho en la
sierra peruana, fue atacada por un comando de Sendero Luminoso, debido a
ello se trasladó a Lima con su señora, Mirtha Jeri, y sus seis hijos.
Cinco años más tarde la familia regresó a Ayacucho, donde Eduardo y su
hijo mayor Jorge, se iniciaron en el negocio de los refrescos. |
La
planta para elaborar sus productos -entre los cuales se
destaca Kola Real, su marca insignia- se inauguró en junio
de 1988. Sendero Luminoso todavía seguía activo, pero su
condición de local le permitió a la nueva empresa sortear
más fácilmente esta circunstancia que a la competencia (Coca
Cola,
Pepsi
Cola e Inca Kola)
cuyos productos llegaban de “afuera” en grandes camiones,
frente a las pequeñas camionetas que los Añaños utilizaban
para distribuir sus productos. En 1990, los otros cinco
hermanos -Ángel, Arturo, Álvaro, Carlos y Vicky- se unieron
a la empresa y decidieron extenderse a Huancayo, más tarde,
en 1997, comenzaron sus operaciones en Lima.
Perú comenzó a quedarle chico y la empresa, conocida como
Ajegroup -sigla que surge de los apellidos Añaños y Jeri- desembarca en
Venezuela en 1999, en 2001 en Ecuador, 2002 en México y 2004
en Costa Rica. En Perú cuenta con
8
plantas y capta 17 por ciento del mercado; dos plantas en
Ecuador con aproximadamente el mismo porcentaje de mercado;
una planta en Venezuela con 12 por ciento del mercado; dos
plantas en México y 5 por ciento del mercado; 1 planta en
Costa Rica que actualmente produce un millón de litros
mensuales, captando 8 por ciento de ese mercado y que además
exporta a Nicaragua y Guatemala, con la intención de
extenderse en los próximos meses al resto de los países
centroamericanos. La cifra de ventas es un secreto
celosamente guardado, pero se estima que el 70 por ciento de
las mismas se originan fuera de Perú. Actualmente los Añaños
admiten que están estudiando su ingreso a Chile y Brasil y
el ingreso al mercado estadounidense desde México.
Ajegroup aparece como una
empresa simpática, en una lucha desigual con los gigantes
del sector. Sus ventajas consisten en que posee sus propias
fórmulas para las bebidas que produce, sus ventas están
orientadas a los sectores de bajos recursos y sus productos
se venden en envases que duplican en capacidad a los de sus
competidores -en México ya están utilizando envases de tres
litros y medio- con un precio comparativo sensiblemente
menor. Sus clientes principales son los pequeños negocios
minoristas y prácticamente no invierte en propaganda.
Asegura que está “democratizando el mercado” y además se
esfuerza por brindar una imagen de empresa familiar: en una
entrevista a Business Perú, Ángel Añaños manifestó que “los
trabajadores cumplen un papel muy importante en el
desarrollo de la empresa”.
De aquella afirmación a la realidad hay un largo trecho.
En las nuevas plantas de México y Costa Rica casi no existen
trabajadores en la producción. Las líneas embotelladoras son
totalmente automatizadas y con gigantescos robots que
realizan casi todo el trabajo. Cada una de esas grandes
plantas ocupan poco más de 300 trabajadores. El grueso de la
mano de obra se ubica en la distribución que se encuentra
tercerizada en su totalidad. Esta informalidad en un sector
tan importante le significa grandes ahorros en impuestos y
prestaciones laborales, además de no existir gastos en
seguros, responsabilidad por daños a terceros, etc.
Tal parece que el lema de Ajengroup es aprovechar a las
personas dispuestas a trabajar por lo que se les quiera
pagar. Pero los trabajadores se resisten a ello y ejercen su
derecho a organizarse, cuando eso sucede la simpática
empresa familiar cambia de rostro y recurre a la represión.
Hace dos años, 40 despedidos de su fábrica en Puebla
(México) se concentraron durante semanas frente a la fábrica
reclamando por la violación al convenio colectivo, la
obligación de realizar horas extraordinarias sin retribución
alguna, la necesidad de adquirir su propia ropa de trabajo,
malos tratos y acoso sexual. Mientras los despedidos
realizaban sus piquetes, la empresa solicitaba personal a
través de la prensa. Actualmente sus trabajadores están
representados por el Sindicato de Trabajadores de la
Industria Embotelladora de Aguas Gaseosas, Refrescos, Aguas
Naturales, Cervezas y de las Bebidas Envasadas en General de
México (afiliado a la UITA) con un convenio colectivo
aceptable y unas relaciones que el Sindicato califica de
normales.
Pero lo anterior no es la norma. El pasado 5 de febrero,
los trabajadores de Ajeper -nombre que identifica a la
empresa en Perú- constituyeron el Sindicato Nacional de
Trabajadores Obreros de Ajeper. Pocos días más tarde varios
de los trabajadores sindicalizados fueron despedidos, entre
ellos dos dirigentes del Sindicato. Simultáneamente se
iniciaron una serie de acciones destinadas a hostilizar a
los trabajadores sindicalizados, entre otras, cambios en sus
puestos de trabajo, supresión de las horas extras y no
otorgar el tiempo necesario para consumir alimentos pese a
que trabajan en horario corrido. Simultáneamente, la empresa
se niega a considerar el pliego de reclamos destinado a
negociar el convenio colectivo. Los despidos arbitrarios y
la negativa de negociar el pliego fue denunciado por el
Sindicato ante el Ministerio del Trabajo, pero la empresa no
asistió a ninguna de las convocatorias efectuadas por las
autoridades.
Eduardo Añaños y sus hijos seguramente todavía recuerden
que sus negocios se iniciaron hace 17 años como consecuencia
del terrorismo, pero no dudan en aplicarlo si de aumentar
sus ganancias se trata. En un país como Perú, con una de las
tasas de desocupación más altas de la región, la pérdida del
trabajo como consecuencia de ejercer un derecho -que la
Constitución, las leyes y los convenios internacionales
ratificados por el país garantizan- resulta una de las más
abominables y crueles versiones del terrorismo.
Hoy iniciamos una campaña en defensa de los trabajadores
de Ajeper y al igual que la empresa damos preferencia a las
clases de menores ingresos, también como ella apostamos a la
propaganda boca en boca. Los consumidores, en cualquiera de
los países donde la empresa opera, deben recordar la fábula
de aquella zorra que contenta lamía una lima porque estaba
tragando sangre… sin percibir que se trataba de su propia
sangre.
Las marcas de Ajegroup
son:
Kola Real, Big Cola, First, Sporade, Cielo
(agua natural), Oro y Pulp (Jugos)
recuérdalas en el momento de adquirir un refresco.
Si quieres protestar por la política laboral de la empresa,
dirígete a Álvaro
Añaños
Jeri,
Gerente General:
mhuaman@kolareal.com.pe y por favor envía
copia a:
uita@rel-uita.org
Si alguien
piensa que la campaña que iniciamos está destinada a
beneficiar a las grandes transnacionales del sector,
informamos que en este momento estamos apoyando la
lucha de los trabajadores de Coca
Cola
en Perú, originada por el despido abusivo de 50
trabajadores, entre ellos algunos dirigentes
sindicales. |
Enildo
Iglesias
© Rel-UITA
5 de mayo
de 2005
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