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Con una bandera de plástico se marcan los
sitios de corte para que los caficultores
no se pierdan entre los matorrales altos. |
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Buscan engancharse en una
de las 465 fincas de los alrededores. Este mes es
tiempo de ‘traviesa’, una cosecha pequeña, que marca
lo que será la gran cosecha cafetera de octubre.
Los recolectores, una
‘tribu’ de errantes, que viajan por la Costa
recogiendo algodón, por el Valle cortando caña y
algunos por el sur del país ‘raspando’ coca, llegan
por estos días a los pueblos del Eje Cafetero en busca
de unos pesos. Se van en los ‘yipaos’ con los
administradores de las fincas que les ofrecen comida y
dormida, en los llamados ‘cuarteles’.
"Lo primero que preguntan
es que sí hay fríjoles todos los días", dice Divaniel
Granada, administrador de las fincas Chubut y La Mesa.
La vida de los
recolectores es dura. Todos los días se levantan a las
5 de la mañana y con un tinto en el estómago se van
rumbo a los surcos. Los hombres más diestros se meten
en los cafetos más altos, y las mujeres y los niños se
adentran en los más bajos.
Visten ropa vieja y
zamarros, delantales plásticos para protegerse de la
lluvia. Colgada de una cuerda llevan unas ‘cocas’
plásticas para echar los granos. A las 8 vuelven al
‘cuartel’ y desayunan arepa con fríjoles y arrancan
nuevamente a los surcos. Solo deben recoger los granos
rojos. A las 12 paran y se acercan a un hombre que
tiene una pesa. Cada uno cuelga su costal con sus
granos y espera el veredicto.
Por estos tiempos, el kilo
se paga a 350 pesos. Los más prestos recogen 50 en una
mañana, otros solo llegan a los 30. El hombre que los
pesa les apunta el resultado en un cuaderno y luego se
van a almorzar, por lo general una montaña de arroz,
con tajadas y un pequeño trozo de carne. Descansan
unos minutos y vuelven al cultivo.
Unos cantan canciones de
despecho, otros llevan un radio de pilas colgado al
cuello y otros maldicen su suerte entre los dientes.
Ese es el ritual de los
hombres que recogen los granos del café más famoso del
mundo, que se tomarán tostado los grandes ejecutivos
del mundo en Nueva York y Europa.
Freddy Arango
EL TIEMPO
19 de julio de 2005