Brasil
Con
Simone Battestin (Directora de Juventud de CONTAG)
“Los
jóvenes aspiran a cambiar
las
formas de producir” |
Proteger y capacitar a los trabajadores jóvenes de la
industria del café de Brasil, altamente expuestos a los
efectos de los agrotóxicos y fuertemente exigidos a nivel
laboral, así como prepararlos para modificar los modos de
producción son algunos de los objetivos del área de juventud
de la CONTAG; según expone Battestin en esta entrevista.
Otro problema son los agrotóxicos. Es un problema que se
vuelve más grave en los asalariados, porque deben cumplir
órdenes y tienen muy poca autonomía. Brindarles una
capacitación específica, enmarcada a su vez en una
capacitación general sobre los derechos del trabajador, es
indispensable.
CONTAG, a través de la Secretaría de Asalariados Rurales, ha
desarrollado campañas de prevención sobre el uso de
agrotóxicos en todos los estados de Brasil. No con una
actuación directa sino por medio de líderes locales y
coordinando con la asistencia técnica pública a través de
los municipios.
Esta campaña condujo a grandes discusiones sobre las
características de la asistencia técnica y la necesidad de
su reformulación, incorporando el enfoque de la agroecología.
En ese plano ha habido avances, como la línea de
agroecología y la de capacitación del Programa Nacional de
Fomento de la Agricultura Familiar (PRONAF). De todas
maneras esos avances han sido insuficientes.
-¿En qué
consiste el PRONAF?
-Es un programa alimentado por fondos públicos controlados
por los Consejos de Desarrollo Rural Sustentable. Estos
organismos están integrados paritariamente por
representantes de la sociedad civil y el Estado, que rotan
en su presidencia. El PRONAF opera en las esferas nacional,
estadual y municipal y tiene tres grandes líneas de acción:
crédito, capacitación –que desarrolla en partenariado con
organizaciones de la sociedad civil– e infraestructura.
Abarca un amplio abanico de temas: asentamientos,
agroecología, floresta, jóvenes, mujeres, agroindustria,
capacitación. Sus programas están bien definidos y
focalizados, y se ajustan al tipo de productor, al rubro, a
la renta.
-¿Existe
alguna norma que obligue a monitorear a los trabajadores
expuestos?
-Otro problema es que los médicos que reciben a los
trabajadores intoxicados no están capacitados para
diagnosticarlos adecuadamente. Hay también dificultades con
los exámenes, que son muy caros y no se llevan a cabo en
cualquier parte.
Hace muy poco, en Mato Groso, murió un joven dirigente de
CONTAG de un cáncer de pulmón, que probablemente contrajo
por su alta exposición a agrotóxicos.
CONTAG lucha para que en las regiones de alto riesgo los
trabajadores expuestos sean monitoreados. Pero ahí chocan
con los empresarios, que a menudo lanzan contraofensivas
aduciendo que se exagera con este tema. Es una cuestión muy
difícil, que depende de la voluntad política que exista para
resolverla.
-¿Qué
grado de conciencia tienen los trabajadores acerca de estos
peligros?
-En segundo lugar, articular todas las etapas de la cadena
para controlarla y aprovecharla.
Estos dos puntos atenderían tanto a quien produce como a
quien consume: se podría lograr un mejor producto y mejores
precios, tanto para productores como para consumidores.
En tercer lugar, ya que el café demanda mano de obra fuerte y
por lo tanto involucra a muchos jóvenes, habría que pensar
en las relaciones de trabajo, especialmente entre
agricultores familiares y asalariados, de manera de
garantizar los derechos de ambas partes.
La concentración en el tiempo de una alta demanda de mano de
obra en el café lleva, por un lado, a los agricultores
familiares a establecer intercambios de mano de obra y a
otro tipo de agricultores a contratar asalariados. Y allí no
siempre se respetan los derechos laborales. Habría que
establecer reglas diferentes para quien produce
exclusivamente con mano de obra asalariada, y quien lo hace
reuniendo mano de obra familiar y asalariada.
Hoy los jóvenes aspiran a cambiar la forma de producir,
quieren quedarse en el campo y trabajar allí, pero no de la
misma manera en que lo hacen sus padres. Quieren entender
mejor los procesos, el mercado, las técnicas, y estudian más
para eso. En una investigación conjunta que estamos
realizando con UNICEF sobre la realidad de los adolescentes
y jóvenes de entre 12 y 25 años, encontramos que crecen el
número de los que completan la segunda parte de la enseñanza
fundamental. Esta consta de dos etapas de 4 años cada una.
Si bien para la primera hay muchas escuelas en el medio
rural, para la segunda es necesario que los adolescentes se
trasladen a lugares más distantes, y para el secundario (de
3 o 4 años de duración) deben desplazarse aun más lejos y no
disponen de transporte adecuado. Esta investigación se ha
hecho con un enfoque abarcativo y preventivo de la salud.
Patricia
Acosta
© Rel-UITA
5 de noviembre de 2004
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