FLORICULTURA│DERECHOS HUMANOS
Con María Victoria Quiñones
Las espinas
de las flores
colombianas
Durante la realización del Foro Binacional sobre la
Floricultura celebrado del 21 al 22 de abril, la abogada
María Victoria Quiñonez aportó una comprometida intervención
que resumimos a continuación.
Colombia
y Ecuador se encuentran entre los primeros lugares en
la producción y exportación de flores a nivel mundial. Sus
trabajadoras y trabajadores, sin embargo, están hundidos en
la más absoluta desprotección y miseria.
María Victoria
tiene una experiencia de diez años de trabajo en la
principal región productora de flores de Colombia: la
Sabana de Bogotá. Su intervención en el Foro comenzó
abordando las condiciones de trabajo y salud en el sector.
“Hace algún tiempo -relató- la edad máxima para ingresar a
la actividad era los 40 años. Ahora las empresas buscan a
personas que no superen los 30 años porque saben muy bien
que la gente con más edad no aguanta el rigor e intensidad
del trabajo.
Uno de los problemas más comunes que vemos tiene que ver con
el Síndrome del Túnel Carpiano y las Infecciones
Respiratorias Agudas (IRAS). En este último caso, si
se hace un relevamiento de la época con mayor incidencia de
estas enfermedades se verá que coincide con las fumigaciones
que se aplican cuando inician las temporadas altas: San
Valentín, el Día de la Madre.
“Si se hace un relevamiento de la época con
mayor incidencia de estas enfermedades
respiratorias, se verá que coincide con las
fumigaciones que se aplican cuando inician las
temporadas altas: San Valentín, el Día de la
Madre” |
Pero las empresas nunca van a reconocer esta
situación -advierte María Victoria-, y aducen que es
un problema de las lluvias intensas, o del cambio climático,
o cualquier otra cosa menos reconocer una enfermedad
profesional”.
Mano de obra descartable
En Colombia operan las Administradoras de Riesgos
Profesionales (ARP), especializadas en negar derechos
y servicios a los trabajadores accidentados o enfermos ya
que sus utilidades se incrementan en la medida en que no se
reconozca el origen profesional de una patología.
Según María Victoria, “Cuando hay mucho
personal con su capacidad de trabajo reducida por
enfermedad, las empresas cambian de ARP y así los
trabajadores pasan de un lado para otro. ¿Qué hace la nueva
ARP? Sencillamente se lava las manos argumentando:
‘Cuando usted se accidentó, cuando usted se enfermó, no
estaba cotizando conmigo’.
De esa manera hay una gran cantidad de personas sin la
posibilidad de ganarse la vida porque han perdido capacidad
para trabajar, pero tampoco tienen a quien acudir para
recibir un tratamiento”.
Falta capacitación
Otra problemática consiste en que “el trabajador o la
trabajadora no son capacitados. A veces se elaboran
Panoramas de Factores de Riesgo, pero nadie los conoce, o se
crean los Comité Paritarios de Salud Ocupacional (COPASOS),
pero éstos nunca operan y en la mayoría de los casos a los
representantes de esos Comité ni siquiera se los capacita
para actuar cuando se presenta un accidente de trabajo.
No hace mucho un operario que estaba colocando plástico en
un invernadero tuvo un accidente -relató María Victoria-.
Un tensor se soltó cortándole el rostro y la gente no sabía
qué hacer. Cuando al final lo pudieron atender surgió el
otro problema que comentaba recién: el operario era afiliado
a la ARP COLPATRIA, y como la empresa se había
cambiado de ARP simplemente no le querían reconocer
sus derechos.
“Hay una gran cantidad de personas sin la
posibilidad de ganarse la vida porque han
perdido capacidad para trabajar, pero tampoco
tienen a quien acudir para recibir un
tratamiento” |
Afortunadamente pude acompañar al trabajador a COLPATRIA
como si fuera un familiar y luego me identifiqué como
abogada, por eso lo atendieron. Ese trabajador está ahora
pensionado y lleva cinco cirugías, pero todavía se le
continúa el tratamiento porque ese día yo andaba por ahí. Si
no hubiera sido así –sentenció la abogada-, estaría como la
mayoría de los trabajadores lesionados: total y
absolutamente desprotegido y abandonado”.
Luego María Victoria narró el caso del hijo de 20
años de una de sus amigas que en diciembre pasado se vinculó
a una empresa para trabajar en temporada, pues necesitaba
una computadora para sus estudios.
Pocos días después de que el joven comenzara a trabajar su
amiga la llamó desesperada y le pidió que acudiera a su
casa.
“Fui a ver al muchacho y lo encontré con la vista
completamente irritada y dolorida. Me relató que ‘Estaba
en el cuarto frío, me pusieron unas tinas con agua y
me dijeron que echara cloro dentro. Yo veía que salía humo y
allí fue que me empezaron a doler mucho los ojos’.
¡Por favor! -exclamó María Victoria- ¿Cuánto cuesta
un par de gafas plásticas? Pudieron haber dejado ciego a un
muchacho de 20 años por economizar menos de dos dólares.
Finalmente, quiero enfatizar que los derechos no se
ruegan, no se suplican, se exigen porque son nuestros, y si
no los exigimos como nos corresponde nos van a seguir
avasallando”, concluyó.
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