Durante los últimos
años el Turismo Comunitario (TC) ha recibido una atención contradictoria. Por
una parte incrementan los fondos de cooperación destinados a este sector, pero
por otro lado aumentan también las voces que ponen en cuestión su aporte y
enfatizan las contradicciones de esta estrategia como factor de desarrollo
rural.
Una de sus principales
debilidades es, paradójicamente, la escasez de estudios que pongan en evidencia
los aportes que el TC está generando en el desarrollo rural. En este
sentido, identificamos siete grandes ámbitos de contribución que, a nuestro
entender, está generando ya el TC en América Latina sobre los que
merece la pena centrar un programa sistemático de investigación.
El TC lo entendemos como un tipo de turismo
desarrollado en zonas rurales en el que la población local, en especial pueblos
indígenas y familias campesinas, a través de sus distintas estructuras
organizativas de carácter colectivo, ejerce un papel preponderante o
protagonista en su desarrollo, gestión y control, así como en la distribución de
sus beneficios. El TC no sustituye a
las actividades agropecuarias tradicionales (agricultura, ganadería, pesca,
producción artesanal…), si no que es una forma de ampliar y diversificar las
opciones productivas de las comunidades rurales y complementar así las economías
de base familiar campesina.
Los principales aportes identificados son:
-
Diversificación
productiva, creación de empleo y generación de recursos económicos directos.
El turismo ha sido una vía de diversificación de las actividades productivas
de las comunidades rurales. La puesta en marcha de servicios turísticos ha
generado nuevas fuentes de empleo en comunidades rurales en múltiples
ocupaciones, tanto para los propios propietarios de las iniciativas de
alojamiento, como para empleados de éstas o por parte de proveedores de
servicios o bienes diversos. Estos empleos no sólo han generado ingresos
monetarios, si no que al ser distribuidos a lo largo de todo el año, o no
ser necesariamente coincidentes con los ingresos derivados de las
actividades agropecuarias tradicionales, han permitido que las familias
implicadas en dichas actividades hayan podido mejorar su bienestar y
condiciones de vida. Los ingresos derivados del turismo han contribuido
significativamente a una mejora de la alimentación familiar y la educación
de los hijos e hijas.
-
Mantenimiento de
propiedades y mejora de infraestructuras. El desarrollo de actividades
turísticas por parte de las comunidades o algunos de sus miembros ha
contribuido a una revalorización de los bienes y recursos comunitarios, como
la tierra, el bosque o el agua. Con frecuencia, este incremento del valor de
estos recursos, principalmente la tierra, ha contribuido a su mantenimiento
frente a las presiones del mercado para su venta. Además, las
infraestructuras familiares y comunitarias creadas para atender a los
turistas (habitaciones, comedores, albergues, salas de actos) han tenido
también otros usos, beneficiando así a las poblaciones locales. Uno de los
principales aportes del TC es que ha permitido la movilización de
recursos que capitalizan el campo y quedan en manos de las familias
campesinas y comunidades rurales.
-
Dinamización de la
economía local. Los beneficios generados por la actividad turística
además de mejorar las condiciones de vida de las familias directamente
implicadas y de ser reinvertidos en el propio funcionamiento de la actividad
turística han sido utilizados en el progreso y fortalecimiento de otras
actividades productivas dentro de las mismas cooperativas o comunidades
rurales. Hay diversos ejemplos de cómo a través de los ingresos generados
por el turismo se ha logrado renovar las plantas de café o construir
infraestructuras necesarias para la transformación y agregación de valor de
la producción agrícola. Pero el impacto económico de la actividad turística
no acaba ahí. Uno de los impactos más sentidos y valorados en las
comunidades, más allá de quiénes están implicados directamente en los
servicios de alojamiento y atención, tiene que ver con la dinamización y
reactivación de las economías locales, generando una fuerte demanda
vinculada a la producción y venta de alimentos y bebidas, alquiler de
servicios, transporte, etc. Allí donde el turismo comunitario ha logrado
impulsar las economías locales se produce una significativa reducción de la
emigración hacia el exterior.
-
Democratización del
acceso a espacios rurales. Frente a otros modelos de desarrollo
turístico, como el turismo residencial, por ejemplo, que provocan una "elitización"
del espacio, por cuanto su acceso queda restringido para uso y disfrute de
sectores con mayores recursos económicos, el TC pone a disposición de
la gran mayoría de la población espacios, infraestructuras y servicios. A
pesar de que el TC aún depende demasiado del mercado internacional,
el grueso de oferta y precios establecidos facilitan este acceso público,
contribuyendo así a una mayor "justicia ambiental".
-
Protección del medio
ambiente. La gran mayoría de iniciativas comunitarias se han
desarrollado a la par de estrategias de protección y cuidado del medio
ambiente impulsadas por la propia población local. El impulso de actividades
de TC y cuidado del medio ambiente se ha desarrollado de forma
interrelacionada.
-
Algo se mueve en las
relaciones de género. Los trabajos de atención y servicio a los turistas
a excepción de las de guiado han recaído en su mayoría en las mujeres de las
comunidades. Este protagonismo vinculado a una actividad nueva y que está
reportando ingresos económicos significativos ha generado algunos cambios en
las relaciones de poder consuetudinarias entre hombres y mujeres. Las
mujeres vinculadas a este tipo de actividades turísticas, han incrementado
su participación y protagonismo en los asuntos públicos de la comunidad. No
son pocas las mujeres que disponen y controlan de forma autónoma los
recursos económicos obtenidos. Una de las cuestiones en las que más fijan su
atención muchas de las mujeres que hemos podido entrevistar es que gracias
al turismo, a pesar de que ciertamente han visto cómo aumentaban algunas de
sus tareas cotidianas, se han podido retirar de los trabajos más pesados del
campo. Muchas afirman con orgullo que ahora ya no tienen que "asolearse
afuera" y pueden trabajar "adentro". Y no es menos cierto que la presencia
en zonas rurales de hombres y mujeres de otras partes ha permitido a las
poblaciones rurales, y especialmente a las muchachas jóvenes, el contacto,
intercambio y conocimiento de otras formas plantearse la vida, la
maternidad, las relaciones de pareja, las preferencias sexuales, el trabajo
doméstico, etc. El contacto con personas que en algunos casos, no
necesariamente siempre, con visiones distintas de las relaciones de género
puede haber contribuido a la transmisión de valores distintos a los
tradicionales.
-
Oportunidades de
enriquecimiento cultural. El desarrollo de actividades turísticas en el
campo y en las que el principal motivo de atracción tiene que ver con la
propia vida rural ha sido una oportunidad para la revalorización y
reconocimiento de lo rural, su cultura material (arquitectura, trabajos,
cocina,...) y sus distintas expresiones culturales artísticas (música,
bailes, canciones,…). En demasiadas ocasiones la población urbana vive de
espaldas y en negación a la cultura rural. El turista pone en valor aspectos
de la vida cotidiana de las comunidades que suponen un motivo de
reconocimiento y autoestima. Por otra parte, el contacto con población de
otros lugares y países ha sido una oportunidad especial para la gente del
campo para conocer, intercambiar y enriquecerse culturalmente. Las formas de
turismo más vinculadas al voluntariado y a la solidaridad internacional han
sido especialmente propenso a la generación de este tipo de procesos.
La definición de una agenda de
investigación del TC, por supuesto, no termina aquí, es necesario
identificar también sus debilidades, limitaciones y contradicciones. Sin
embargo, entendemos que, en primer lugar, es necesario entender mejor y poder
valorar qué está aportando ya el TC al desarrollo rural en América
Latina.
|