Los pasados 12 y 13 de
febrero se celebró en Managua el seminario-taller “Entre Baleares, el Caribe y
Centroamérica: luces y sombras en la construcción de paraísos turísticos”, para
analizar el contexto turístico en las Islas Baleares, ver cómo ese modelo está
siendo reproducido en la región centroamericana y del Caribe, e intercambiar
experiencias para promover juntos auténticas alternativas de bienestar
comunitario.
Joan
Buades |
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Desde 1955
a 2004, los habitantes de las Islas Baleares pasaron de 348 mil a
casi un millón, y el número de turistas de 557 mil a 12 millones,
generando un nivel de presión humana insostenible sobre el medio |
La actividad, promovida por
el Grupo de Investigación en Sostenibilidad y Territorio (GIST), Alba Sud
y la Fundación Prisma, con la colaboración de la Carrera de Turismo Sostenible
de la Universidad Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua), “busca encontrar
caminos para vincular el análisis con el activismo social, para cambiar el
modelo turístico existente”, dijo Ernest Cañada, coordinador de Alba Sud
y vicepresidente de Acción por un Turismo Responsable (ATR), organización
con la que la Rel-UITA acaba de firmar un convenio de cooperación.
“No se trata solamente de
conocer mejor los destinos turísticos ya desarrollados, sino también del nivel
de relación entre el capital que se internacionaliza y globaliza y los contextos
locales, promoviendo un tipo de trabajo compartido entre todas aquellas
instancias que estudian y quieren profundizar sobre el tema y que, muchas veces,
sufren una condición de soledad”, manifestó Cañada.
El modelo
balear
Pese a lo que se pretende vender a nivel
mediático como un gran éxito, los efectos del modelo de desarrollo turístico
implementado en las Islas Baleares han sido devastadores.
“Tenemos más de 12 millones
de turistas al año, más de medio millón de plazas turísticas, y somos la región
más rica de España a nivel macroeconómico. Sin embargo, la realidad es
que la mayoría de la población no se beneficia de este desarrollo, y lo que en
las primeras décadas constituyó una fuente de riqueza, ahora se ha convertido en
un caos que beneficia solamente a los grandes inversionistas internacionales y
locales”, comentó a Sirel el investigador Joan Buades,
miembro del GIST.
“Lo que le va quedando a la
población -continuó Buades- es solamente la espuma de este modelo, que
genera altos índices de trabajo precario, un sistema de protección social mucho
peor que en el resto del Estado español y un nivel muy alto de destrucción
ecológica y de pérdida de bienestar social”.
Los datos presentados por
Joan Buades y Maciá Blázquez Salom, ese último docente de la
Universidad de las Islas Baleares (UIB) e integrante del GIST, son
aterradores. Desde 1955 a 2004, los habitantes de las Islas Baleares
pasaron de 348 mil a casi un millón, y el número de turistas de 557 mil a 12
millones, generando un nivel de presión humana insostenible sobre el medio.
Repercusiones
socioculturales y ambientales
“El 20 por ciento de la
población es de origen extranjero y se percibe lo local como algo de menor
importancia, sin futuro, porque lo que importa y tiene valor es lo que viene
desde afuera”, explicó Buades. “El acceso a la vivienda se ha vuelto
difícil. Por un lado, el costo por metro cuadro es 20,3 por ciento más caro que
la media española, y por el otro, hay un alto índice de casas vacías que se
prefieren alquilar a los turistas en temporada de vacaciones.
Existe también un fuerte proceso de
industrialización, uniformización y despersonaliza-ción del paisaje, y la
desaparición del suelo rústico, con la consecuente quiebra de la economía
campesina y ganadera, el aumento de la dependencia alimentaria y la desaparición
del paisaje rural”,
agregó el activista del GIST.
Otra consecuencia del modelo
balear ha sido una rápida precarización del trabajo. La fuerza de trabajo en las
Islas Baleares es la más barata de España, con un ingreso 6,7 por
ciento menor al promedio nacional, al mismo tiempo que se trabajan muchas más
horas, crecen la temporalidad, los accidentes laborales –54,6 accidentes/1000
ocupados frente al promedio nacional de 47,4– y la población activa, como efecto
del abandono escolar en búsqueda de un trabajo fácil, pero no calificado.
Otro fenómeno que trae mucha
preocupación tiene que ver con el progresivo deterioro del capital humano
existente. El gasto en educación –2,8
por ciento del PIB– es el más bajo de España, mientras que la tasa de abandono
de estudios obligatorios alcanza el 46 por ciento, muy por arriba del promedio
nacional. Lo mismo ocurre con la sanidad, donde el gasto sanitario es el más
bajo de España,
el 25 por ciento de la población paga también un seguro privado y sólo el 50 por
ciento de las consultas de medicina general se hacen en la sanidad pública.
A nivel ambiental hay
fuertes pérdidas en concepto de biodiversidad, mientras que es necesario
estudiar y valorizar indicadores que casi nunca se toman en consideración, como
la relación entre desarrollo turístico, energía y la progresiva disminución de
la disponibilidad de combustibles fósiles; la enorme cantidad de materiales que
se usan para la construcción (cemento); el agua y las nuevas formas de
abastecimiento como la importación a través de barcos cisternas, la
desalinización y la potabilización, lo cual comporta un considerable gasto
energético; la capacidad ecológica y el uso del suelo.
Turismo, corrupción
y democracia de baja intensidad
Macia Blazquez |
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La fuerza
de trabajo en las Baleares es la más barata de España, con un
ingreso 6,7 por ciento menor al promedio nacional; al mismo tiempo
que se trabajan muchas más horas, crecen la temporalidad, los
accidentes laborales –54,6 accidentes/1000 ocupados frente al
promedio nacional de 47,4– y la población activa, como efecto del
abandono escolar en búsqueda de un trabajo fácil, pero no calificado |
“La
lógica que está detrás de la economía turística
–explicó Buades– es tratar de
verla como una economía de éxito, mientras en la realidad se ha convertido en un
instrumento para la economía especulativa mundial para lavar dinero a través de
paraísos fiscales.
Las empresas transnacionales han captado capitales y los que han invertido
dinero negro en la especulación turística los han podido lavar”.
Para Maciá Blázquez Salom
existe una relación muy estrecha entre el modelo capitalista depredador, basado
en la acumulación, individualismo y autoexpansión, y el turismo. “Lo que
consideramos importante es evidenciar el papel que juegan las empresas
transnacionales turísticas en un marco capitalista, extendiendo los principios
de explotación del medio y de los trabajadores también a través del turismo.
Aunque exista una cosmética que lo encubra, denominando al turismo como una
actividad neutra, en realidad el turismo comparte con otras actividades la
explotación de los recursos materiales y humanos a través de los principios de
lucro individual y acumulación”, manifestó Blázquez.
“Es por eso –continuó el
activista del GIST– que las empresas transnacionales como cadenas
hoteleras experimentan un proceso de progresiva integración con empresas de
aerolíneas y de intermediación, porque la economía de escala les otorga un poder
incluso superior a lo de los Estados. Un poder que les posibilita establecer las
normas e imponer toda una serie de condiciones y facilitaciones, a costa del
erario público de los países receptores. No podemos olvidar que existen unas
clases dirigentes que tienen connivencias con la clase empresarial en una
democracia de baja intensidad, con fenómenos de corrupción y fraude”.
La
exportación
del modelo
balear
Al principio de los años 50,
cuando se experimentó la primera explosión turística internacional, el turismo
se benefició de un marco totalmente desregulado y se transformó en un sector que
vive al margen de cualquier tipo de normativa o supervisión pública. “Cuando lo
que llamamos turbocapitalismo se puso en marcha en los años 80, años de
desregulación financiera al eliminar protecciones sociales y autorizaciones
públicas, el turismo se encontraba ya muy internacionalizado y acostumbrado a
trabajar sin ningún tipo de barrera”, comentó Buades.
Con la caída de la
rentabilidad en las Islas Baleares, las grandes transnacionales locales
comenzaron a buscar otros lugares donde poder replicar el modelo ya
experimentado allí.
Actualmente, las
transnacionales turísticas españolas, sobre todo las que están radicadas en las
Islas Baleares, se sitúan en los primeros puestos en el ranking mundial de las
cadenas hoteleras. Las empresas Sol-Meliá, NH, Riu,
Barceló, Iberostar, Matutes/Fiesta-Sirenis,
Occidental Hotels & Resorts y Husa poseen 1.219
hoteles, el 45 por ciento de los cuales en el exterior, prevalentemente en
Estados Unidos y Caribe, capitales europeas y en el Mediterráneo.
Según Buades, “El
modelo balear es como la patente de un producto que se intenta clonar en otras
zonas del mundo, y la impresión es que no se ha aprendido nada en los últimos 50
años. Las grandes empresas transnacionales turísticas -continuó- quieren
trabajar en regiones del mundo donde no hay problemas de legislación ambiental,
conflictos sociales o normativas que las obligan a cumplir con intereses
generales. Es un modelo que crea caos, consume seis veces los recursos naturales
que se tienen, crea destrucción y fragmentación de la sociedad y está prisionero
de la especulación financiera.
Lo que tenemos que hacer es desacoplar el desarrollo de la industria turística
de los intereses de los grandes financieros internacionales que lavan dinero, y
volver a relacionar el turismo con las comunidades locales, el desarrollo a
escala humana, que permita a las poblaciones salir de la situación de miseria en
que se encuentran”.
Globalizar
las resistencias
Uno de los objetivos del
seminario fue intercambiar experiencias para tratar de formular hipótesis de
resistencia y alternativas que busquen un verdadero bienestar para las
poblaciones.
“La clave es quién decide
–aseveraron los panelistas-. Tenemos que avanzar hacia una democracia mucho más
real, y hay que vertebrar democracias
locales, hacer que las comunidades decidan sobre si les interesa el desarrollo
turístico y perseguir todo tipo de opacidad financiera que permita seguir con
este sistema de lavado de dinero. Esto quiere decir cambiar el modelo político,
terminando con los paraísos fiscales y dar instrumentos públicos para que las
sociedades puedan saber quiénes, dónde y por qué invierten, a quién beneficia y
de dónde sale el dinero.
Hay que ponerle un freno a
todo esto a través de la información, la participación ciudadana, porque
como se globalizan las amenazas tienen que
globalizarse también las resistencias,
estableciendo vínculos de colaboración, solidaridad, activismo, más allá de las
fronteras o las identidades nacionales, intercambiando experiencias y
aprendiendo cómo enfrentar a las amenazas, evitando que en el mundo se cometan
los mismos errores”, concluyeron.
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