Un ejército de mano de
obra barata -más aún, semiesclava- de casi 100 mil personas se va aniquilando
día a día mientras construye las palaciegas instalaciones hoteleras de la costa
caribeña de la provincia mexicana de Quintana Roo. Son los jornaleros agrícolas
pobres transformados en improvisados albañiles miserables. Son los “daños
colaterales” del turismo “todo incluido”, todo, menos estos trabajadores,
calculadamente excluidos.
La Riviera Maya, Cancún, Cozumel,
Playa del Carmen, Isla Mujeres, son sinónimos de placer, descanso,
relax, diversión, lujo, glamour, “loca” vida nocturna, consumo compulsivo. Son
algunos de los destinos turísticos mexicanos con mayor expansión y crecimiento
en esta década, y están todavía lejos de haber alcanzado su techo. En 2006, sólo
en visitantes provenientes de cruceros Quintana Roo recibió a 3,5
millones de personas, 25 por ciento de las cuales provenía de Estados Unidos.
Todos estos “paraísos” están ubicados sobre el Caribe
mexicano, en el estado de Quintana Roo (QR), península de Yucatán.
Es difícil conocer con precisión el monto global de las inversiones en la zona,
ya que la mayoría de las empresas declaran su domicilio en México DF y
otras ciudades importantes y sus inversiones son contabilizadas en esos lugares.
No obstante, la Secretaría de Economía mexicana afirma que entre 1999 y 2006, la
inversión proveniente solamente de España alcanzó en QR los 114
mil millones de dólares. El 70 por ciento se concentró en la hotelería.
La gallina de los
huevos de oro
La capacidad de alojamiento de QR es de 70 mil
habitaciones distribuidas en casi 800 hoteles. Cancún ofrece 27 mil
habitaciones, mientras que la Riviera Maya ronda ya las 35 mil. En 2006
ingresaron al estado 10 millones de visitantes que, según la Secretaría de
Turismo de QR, gastaron 4 mil millones de dólares. Quintana Roo
capta aproximadamente el tercio del ingreso total del país por concepto de
turismo.
Sin embargo, es probable que esta cifra sea apenas la punta
del iceberg del dinero que moviliza el turismo en QR, siendo que una
parte considerable de la “industria sin chimeneas” -sobre todo la que lucra en
la noche- se maneja en la informalidad, y también porque los datos disponibles
no parecen incluir los pagos previos realizados por los turistas en el modelo
“todo incluido”, sino sólo el gasto efectuado in situ.
En una casa de interés social de
dos recámaras, sala cocina y baño, ‘metimos a 45 personas’. El
contratista le quitaba a cada uno 5 dólares semanales
|
Sea como fuere, no hay duda que se trata de uno de los
principales polos turísticos del mundo que, además, registra un crecimiento
vertiginoso.
Los patitos
feos
Los hoteles son la base de este vellocino de oro, la piedra
angular del negocio. La explosión de la inversión turística en esta zona -más
que nada española- mantiene vivo desde hace años un incesante “boom” de la
construcción. Hace mucho que la mano de obra local alcanzó el pleno empleo, y la
inmigración de trabajadores desde otras regiones de México es, a esta
altura, la única fuente de trabajadores.
Hace dos años, la necesidad de reparar los daños causados por
el huracán Wilma provocó un acarreo masivo de agricultores que los
contratistas iban a buscar a las propias comunidades indígenas.
Muy cerca de QR se encuentra el estado de Chiapas.
Desde allí proviene la mayor parte de los inmigrantes que acuden a probar suerte
en “la tierra prometida” del turismo latinoamericano. Asimismo, se calcula que 2
mil inmigrantes guatemaltecos trabajan en la zona sin documentación de ningún
tipo.
Según el diagnóstico “Problemática de los trabajadores
migrantes pendulares, provenientes de Chiapas a la zona norte de Quintana Roo”,
encargado por la representación de Cáritas en San Cristóbal de las
Casas, Chiapas, a la consultora Redes-Turismo, Investigación para el
Desarrollo, de QR, “El 80 por ciento de los inmigrantes que llegan a
emplearse como albañiles son hombres; tres de cada cuatro tienen entre 15 y 34
años. El 60 por ciento está casado y con hijos; de ellos sólo 20 por ciento trae
consigo a su familia. El 16 por ciento carece de estudios y sólo 30 por ciento
cursó un grado más allá que los de Primaria.”
El informe, con base en una encuesta realizada a 300
albañiles, establece que “Si la empresa que los emplea no instala campamentos
para dormir, algunos se hacinan en cuarterías en plena selva donde pagan de 60 a
80 dólares mensuales, o duermen en parques públicos. Se alimentan de comida
chatarra, porque los platillos en el comedor comunitario les cuestan de 3,5 a 4
dólares, lo que representa la tercera parte de lo que ganan al día por más de
ocho horas de trabajo diario, con un día y medio de descanso a la semana”.
Aunque mejores que los que recibían en sus pueblos de origen
como jornaleros agrícolas, los salarios de la construcción son bajos. “El 20 por
ciento de los 300 encuestados -agrega el citado informe- dijo ganar 400 dólares
al mes; el 50 por ciento entre 400 y 600 dólares, y 30 por ciento entre 600 y
1.000 dólares. Pero diariamente gastan, en promedio, 7,5 dólares: 3,5 en comida,
1,5 en transporte y 2,5 en renta”. La mayoría envía una remesa mensual a su
comunidad o su familia.
Viven en “campamentos” extremadamente precarios armados por
la empresa contratista que generalmente consiste en un predio cercado y barracas
de nailon o materiales diversos. Allí, casi siempre sin electricidad ni agua,
los trabajadores cuelgan sus hamacas después de jornadas de 11 y 12 horas. A
menudo dormir en estos “campamentos” tiene costo, y puede llegar a 10 dólares
por noche. La mayor parte se encuentran emplazados a varios kilómetros del
obraje, y si bien algunas empresas organizan un servicio de buses, es común que
haya que caminar para acudir al trabajo.
Muchos prefieren dormir fuera de los “campamentos”, en parte
para ahorrase el costo, pero también porque se sienten más seguros ya que dentro
suele haber pequeñas bandas que venden drogas y cometen robos oportunistas.
Son
transportados como ganado en camiones sin autorización ni
condiciones de seguridad, no tienen equipo de trabajo y si lo piden
se los descuentan del salario |
La higiene personal es un problema de difícil solución.
Muchas veces los trabajadores se lavan en lagunas cercanas, pero como siempre
están contaminadas sufren enfermedades de la piel. En los “campamentos”, los
contratistas venden el agua a precio de oro.
Además de
explotados, estafados
Un informe publicado recientemente por la revista Proceso*,
explica que “hay empresas que sí contratan casas habitación para albergar a los
albañiles, pero en condiciones de hacinamiento. Un capataz de obra que pidió el
anonimato confió que en una casa de interés social de dos recámaras, sala cocina
y baño, ‘metimos a 45. El contratista les quitaba a cada uno 5 dólares
semanales’”.
La publicación señala que “los sindicatos también tienen su
responsabilidad por el abandono en que viven estos jornaleros. ‘En una obra de
280 trabajadores, el sindicato se lleva a la semana entre 25 y 30 mil pesos, a
cambio de poner una placa de que los albañiles están sindicalizados, pero no
verifican si cuentan con las prestaciones laborales. Me tocó ver que de cada 100
trabajadores, las empresas sólo afiliaban a cinco, con la complacencia de los
inspectores del IMSS, que llegan a las obras a cobrar su mochada (ndr:
soborno) para no clausurar la construcción’, relata un trabajador”.
El trabajo en negro y la subcontratación es moneda corriente
en las decenas de emprendimientos simultáneos que jalonan la costa Caribe de
QR. Como no hay seguridad social, oficialmente casi no hay accidentes
laborales. Los trabajadores heridos deben buscar por sí mismos los medios de
curarse, y cuando hay un muerto, “como no piden papeles si no tienes amigos en
la obra, te meten en una ambulancia y te llevan quién sabe dónde, tal vez a
quemarte”, denuncia un albañil.
Los trabajadores inmigrantes originarios de Chiapas,
Tabasco, Campeche, el interior de Yucatán e incluso de
Guatemala, denuncian que son transportados como ganado en camiones sin
autorización ni condiciones de seguridad, no tienen equipo de trabajo y si lo
piden se los descuentan del salario, deben comer los alimentos que los
contratistas dejan ingresar a la obra, y siempre son mucho más caros que en la
ciudad.
En octubre pasado, la Comisión de Derechos Humanos del Estado
de QR (CDHEQRO) divulgó el resultado de una investigación que probó todas
las denuncias sobre el maltrato, los abusos y las extorsiones a que son
sometidos estos trabajadores. Sin embargo, en una reciente entrevista el titular
del organismo, Armando García Torres, aseguraba que, pese a la gravedad
de las violaciones a los derechos humanos reportados, “no ha habido respuestas
suficientes para resolver el problema, por lo que procederemos a hacer el
análisis jurídico para determinar las competencias de cada dependencia y enviar
recomendaciones”.
La mayor parte aún adolescentes, solos, desculturizados,
excluidos en medio del lujo, los inmigrantes recurren casi invariablemente al
alcohol, y a veces a las drogas para sobrellevar su angustia. Se han relevado
casos de depresiones graves y hasta de suicidios. La desproporción entre mujeres
y varones hace que éstos recurran sistemáticamente a los servicios sexuales de
las prostitutas locales, quienes brindan sus servicios en condiciones higiénicas
deplorables. Se calcula que la mitad de los inmigrantes padecen enfermedades
venéreas o están contagiados con el VIH.
En el “paraíso” del todo incluido, los trabajadores que ponen
ladrillo sobre ladrillo en la construcción de esas enormes fábricas de dinero
sólo reciben las más pequeñas y desechables migajas.
Empleos chatarra
Entre 25 y 30 por ciento de los migrantes no habla español; el 94
por ciento deja familiares directos en sus comunidades, y el 20 por
ciento arriba a la zona con parte de la familia; el 20 por ciento
duerme en los campamentos y el resto rentan cuartos donde viven
cinco personas en promedio; trabajan entre 10 y 11 horas diarias;
ocho de cada diez son ayudantes de albañil; el 50 por ciento percibe
de 400 a 600 dólares mensuales, de los cuales gastan en promedio 225
en vivienda, alimentación y transporte de pésima calidad; el 50 por
ciento carece de prestaciones y sólo el 35 por ciento reportó estar
afiliados al IMSS.
|
Las tendencias en el mundo
-
Entre enero y
agosto de 2007 (últimas cifras disponibles) se registraron 610
millones de llegadas de turistas internacionales, esto es, 32
millones más de llegadas que en el mismo período de 2006. Se
presume que 2007 cerró con 900 millones de llegadas.
Fuente: Organización Mundial del Turismo |
|