El
Salvador
Nestlé:
“Somos malos
comunicadores”
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Según el presidente ejecutivo de la transnacional suiza, sus colegas deberían
difundir con más decisión las bondades del libre mercado. Nestlé ha intentado
explicárselas a sus trabajadores en El Salvador, pero éstos, ahora desempleados
y en la calle, siguen sin descubrir qué tiene de bueno la globalización.
Una
muchedumbre se concentra y protesta en la calle Park Avenue de Nueva
York, en el gélido febrero de 2002. ¿Quiénes son esas personas que
ganan la calle, que enfrentan a la policía y a un viento helado que
cala los huesos? Son ciudadanos que se oponen a que un grupo de
iluminados decida por ellos. Decida todo, por todos. Los que
rechazan la globalización como sinónimo de neoliberalismo, y a un
nuevo orden mundial en el cual el único bienestar que importa es el
de las transnacionales.
Mientras
esto ocurre, un “dream team” de ejecutivos empresariales,
millonarios y connotados políticos, participa en el Foro Económico
Mundial (FEM), que por primera vez en sus 31 años de existencia se
trasladó de Davos (Suiza) a la ciudad de Nueva York. A pesar de la
retórica de sus organizadores que afirman que el FEM es ahora más
abierto, es evidente que continúa siendo un club de privilegiados,
reunidos en el aristócrata hotel Waldorf Astoria.
Paralelamente al FEM, en el hemisferio sur se desarrolla el Foro
Social Mundial. Este Foro que nació en 2001, en Porto Alegre,
Brasil, reúne este año una extraordinaria multitud que proclama:
“Somos parte de una sociedad, no de una economía”, y propone que
“Otro mundo es posible”. Porto Alegre se ha transformado en un punto
de encuentro mundial, pero la oposición contra la manera
antidemocrática e insostenible de la globalización, emerge con
inusitada fuerza en cada esquina del planeta. La gente exige
“reconstruir el mundo para el pueblo y no para las ganancias”.
El lujo del
Waldorf Astoria y la excelencia del desayuno no pueden disimular la
desazón de los comensales. ¿Por qué la globalización concita
reacciones tan vehementes y contrarias?; la interrogante subyace en
un ambiente de consternación y desánimo. Súbitamente alguien se
levanta de su silla y amonesta a todos. ¿Quién es esa persona que
habla con cierto enojo y tanta pasión? Es, Peter Brabeck-Letmathe,
presidente ejecutivo de
Nestlé,
quien señala:
“En vez de tomar la defensiva y
permitir que los activistas monopolicen el debate, debemos salir y
difundir las bondades de los mercados libres. Somos malos para
comunicar los éxitos de la globalización”.
La revista
AméricaEconomía lo entrevistó durante el FEM. Ante la pregunta de
cómo habría que comunicar el mensaje, respondió:
“Primero tienes
que convencer a tu propia gente. Por ejemplo, si puedo convertir a
cada uno de los 255 mil empleados de Nestlé en embajadores de la
globalización, entonces ese es un gran paso adelante.”
Tratando de convencer
a los trabajadores de Nestlé en El Salvador
Cuando se
producía la referida entrevista, el Sindicato de Trabajadores de
Nestlé
del citado país y la empresa negociaban un nuevo convenio colectivo.
Cabe pensar que el proceso de negociación se realizaba en el marco
de lo sustentado por el señor Brabeck-Letmathe, es decir, tratando
de convencer a sus funcionarios sobre las bondades de la
globalización. Veamos qué sucedía: la propuesta de
Nestlé
de incremento salarial fue de 5 centavos de colones por hora. Con
esa oferta, un trabajador debía laborar 20 horas para que el
incremento se transformara en un (1) colón y 175 horas (22 jornadas
aproximadamente) para ganar un dólar. Como el Sindicato no aceptó
-nuestra gente es dura de convencer- uno se imagina la escena donde
Nestlé
reúne sus asesores, saca cuentas, consulta aquí y allá, y pone
toda la carne
en el asador con
una nueva oferta: 7 centavos de colón de aumento por cada hora de
trabajo. Ello significa que con un dólar,
Nestlé
podía pagar el incremento propuesto a 125 trabajadores. En la planta
de Ilopango en el Salvador trabajaban 89 personas.
En la etapa de
trato directo se efectuaron diez reuniones y
Nestlé
realizó siete propuestas hasta llegar a ofrecer 0,19 colones de
incremento por hora. Un trabajador que destinaba seis colones en
transporte por día, debía laborar casi 32 horas para trasladarse a
la fábrica.
El 28 de febrero
Nestlé
informa que sus utilidades habían ascendido a 3.920 millones de
dólares en 2001, y que las ventas alcanzaban la friolera de 48.820
millones de dólares. Brabeck-Letmathe anuncia, ufano, que
“hasta en un año turbulento el
grupo ha tenido un desempeño excelente y saludable”.
También la transnacional informa desde Vevey la compra de la fábrica
brasileña Garoto, con la cual pasa a controlar el 55% del mercado
local de chocolates.
Mientras tanto
en El Salvador,
Nestlé
amenazaba con abandonar el país si no se aceptaba su propuesta de
incremento salarial de tres centavos de dólar por hora. Volvamos a
la entrevista de AméricaEconomía donde Brabeck-Letmathe comenta,
“…el tema realmente
importante es cuánta gente ha podido salir de la extrema pobreza y
participar de la sociedad moderna, cuánta gente ha estado subiendo
la escalera de ingresos desde el escalón de US$ 1 al día a US$ 10 al
día”. Si
tomamos la propuesta de su filial salvadoreña de tres centavos de
dólar de incremento por hora, un trabajador debía laborar 33 horas
para obtener un dólar y 330 para obtener 10. Para los trabajadores
de Nestlé en El Salvador, subir del “escalón de US$ 1 al día a US$
10 al día”, insumiría aproximadamente 41 jornadas.
La
reunión del Foro Económico Mundial de 2002 culminó con la
intervención del Secretario General de la ONU, Kofi Annan, quien
pidió que el liderazgo empresarial probase, con acciones concretas y
no sólo con buenas palabras, que le preocupan los más
desfavorecidos. Es imaginable que el señor Peter Brabeck-Letmathe si
lo hubiese oído, habría aplaudido ese discurso. Y es evidente que no
lo oyó porque el pasado 28 de abril Nestlé cerró su fábrica en El
Salvador. Quedaron 97 trabajadores en la calle. Quizás su sordera
explique por qué es un mal comunicador.
Gerardo Iglesias
©
Rel-UITA
24 de Junio 2003.
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