Los océanos del mundo
están en peligro extremo |
Este tema
aterrador muestra cómo el capitalismo rapaz, con la ayuda de la pesca de
arrastre, destruye la vida en el mar, lo contamina con mercurio y, de paso,
derrite los glaciares del Ártico y cambia el clima, sin que nadie frene esta
devastación. Bajo el título El Destino del Océano
-The Fate of the Ocean-
el tema fue abordado por Julia Whitty en 12 páginas de la prestigiosa revista
bimestral Mother Jones, una de las escasas publicaciones alternativa a los
monopolios de la gran prensa estadounidense
Los problemas oceánicos encontrados
antes a escala son ahora pandémicos. Los datos de la oceanografía, la biología
marina, meteorología, ciencia de la pesquería y glaciología revelan que los
mares están cambiando de manera ominosa.
Un vórtice de causa y efecto forjado
por los dilemas medioambientales globales está cambiando el océano desde un
horizonte acuoso con variados problemas regionales a un sistema global en
alarmante aflicción.
Según los oceanógrafos existe un
solo océano, con sus corrientes uniéndose en los mares y regulando el clima.
La temperatura del mar y su química cambia al ritmo de la contaminación y las
prácticas temerarias de pesca, entrelazándose para poner en peligro la fuente
común de vida más grande del mundo.
Calentamiento por
invernadero
En 2005, los investigadores del
Scripps Institution of Oceanography y del Lawrence Livermore National Laboratory
encontraron evidencia clara de que el océano está calentándose rápidamente.
Descubrieron que hasta media milla
desde la cima el océano se ha calentado dramáticamente en los últimos cuarenta
años como resultado de la inducción de los gases del invernadero humano.
Una manifestación de este
calentamiento es la fusión del Ártico. Una alta proporción de hielo recogiéndose
para convertirse en agua está deteniendo su propia regeneración, acelerando un
aumento de la superficie del agua que promete más calentamiento y fusión de
hielos.
Con el aumento de las aguas polares
en los mares más frescos y tropicales más salados, el ciclo de evaporación y
precipitación se vuelve más rápido, vigorizando aún más el efecto invernadero.
Las corrientes del océano reaccionan a este refrescamiento causando un
desplazamiento crítico que cada tres años desde 1957está llevando lentamente las
aguas superiores calientes a las latitudes norteñas de Europa, alentando
el miedo a un cambio cerrado y cataclísmico del clima. Esta aceleración del
ciclo de causa y efecto se hará difícil de invertir, si no imposible.
La basura atmosférica también está
alterando la química del mar, así como miles de compuestos tóxicos de
propagación devastadora que envenenan a las criaturas marinas.
El océano ha absorbido un estimado
de 118 mil millones de toneladas métricas de anhídrido carbónico desde el ataque
de la Revolución Industrial, con 20 a 25 toneladas que se agregan diariamente a
la atmósfera.
La acidez en aumento de los niveles
crecientes de CO2 está cambiando el equilibrio del PH del océano. Los
estudios indican que las conchas y esqueletos de moluscos y plancton que
contribuyeron a construir todo el arrecife de coral se disolverían en 48 horas
de exposición a la acidez esperada del océano para 2050.
Los arrecifes de coral ciertamente
casi desaparecerán y, lo aún más aprensivo, tal legado afectará al plancton. El
phyto plancton absorbe los gases del invernáculo, fabrica oxígeno y es el
productor primario del tejido de la red de alimentos del mar.
La polución de mercurio ingresa en
el tejido de los alimentos por la vía del carbón y de los residuos de la
industria química, se oxida en la atmósfera y se establece en el fondo del mar.
Allí es consumido, mientras se
entrega mercurio a cada eslabón subsecuente de la cadena alimentaria. Hasta los
predadores como el atún o las ballenas transportan niveles de mercurio tan altos
como un millón de veces más que las aguas que los rodean.
El Golfo de México tiene los
niveles más altos de mercurio jamás registrados, con un promedio equivalente a
diez toneladas de mercurio que bajan cada año a la vida por el Río
Mississippi y otra tonelada agregada por las perforaciones costeras.
Agujeros negros
del
océano
Junto con el mercurio, el
Mississippi entrega nitrógeno (a menudo de los fertilizantes). El
nitrógeno estimula en el agua el crecimiento bacteriano y de plantas que
consumen oxígeno, creando una condición conocida como hypoxia, o zonas muertas.
Las zonas muertas aparecen
dondequiera que el oxígeno oceánico se empobrece por debajo del nivel requerido
para sostener la vida marina.
Una porción importante del Golfo
de México, que en 2001 medía casi 13.000 kilómetros cuadrados, se ha
convertido en zona muerta, el área más grande en EEUU y la segunda más
grande en el planeta.
No es ninguna coincidencia que
prácticamente todas las casi 150 zonas muertas conocidas en la Tierra están en
la desembocadura de los ríos y casi 50 ulceran las costas de EEUU.
Mientras la mayoría fue causada por
el nitrógeno llevado por los ríos, las instalaciones de combustible fósil
ardiendo ayudan a crear esta condición, como lo hacen el fosforoso
alcantarillado humano y las emisiones de nitrógeno de la descarga de los
automóviles.
Entretanto, desde su nivel más alto
en 2000, la captura global de peces silvestres ha iniciado un marcado declive, a
pesar del progreso en las tecnologías marineras y la pesca intensificada.
La llamada eficacia en la pesca ha
estimulado estragos inauditos en la vida marina. Calculando que en una sola
línea de flota de barcos en sesenta o más millas de océano, si cada uno ceba
unos 10.000 anzuelos captura por lo menos un 25 por ciento de peces no deseados.
Con un estimado de 2 mil millones de
anzuelos instalados cada año, se tiran al océano como 43 mil millones de kilos
anuales de vida muerta o peces muriéndose.
Adicionalmente, los pesqueros de
arrastre cada dos años dragan cada centímetro cuadrado neto de las plataformas
continentales. Pescando en el suelo del mar con una verdadera excavadora o
bulldozer, las rastras nivelan cada año una área 150 veces mayor que todos los
claros del bosque y destruyen los ecosistemas del fondo del mar.
La acuacultura tampoco es buena:
cada kilo de salmón cultivado devora como alimento más de tres kilos de peces
salvajes capturados. Un
estudio difundido en 2003 por la Universidad Dalhousie de Nova Scotia, basado en
datos fechados desde los años cincuenta, concluyó que tras cinco décadas de tal
asalto en cualquier parte en el océano sólo sobrevive el 10 por ciento de todos
los grandes peces de altura (atún, albacora/pez espada) y peces de costa
(bacalao, merluza, lenguado).
También están amenazadas otras
guarderías del mar. En los últimos diez años ha desaparecido el 10 por ciento de
la cama de hierba marina, privando así a los peces juveniles, manatíes y
tortugas de mar de sus hábitats ya críticos. Las camas de algas marinas también
mueren en proporciones alarmantes.
Mientras continúa la vorágine del
ataque humano en los mares, la ciencia en ningún momento de su historia ha
enseñado más que hoy sobre cómo trabajan los sistemas que sostienen la vida
sobre la tierra. Si no se revierte rápidamente el fracaso humano en el gobierno
del dominio público más grande del mundo, ciertamente el océano alcanzará pronto
un punto de no retorno.
Comentario:
Después de conocido el informe de
Pew Oceans Commission, los grandes medios de comunicación de EEUU, más
notablemente el Washington Post y la National Public Radio, en 2003 y 2004
cubrieron varias historias que abordan las amenazas inminentes al océano, las
recomendaciones para su protección y la respuesta del Presidente Bush.
Sin embargo, el tratamiento de los
grandes medios de comunicación de la aceleración colectiva del perjuicio al
océano y la polinización cruzada del daño estuvo largamente a cargo de Julia
Whitty.
En abril de 2006, el Time Magazine
presentó un artículo en profundidad sobre la tierra en “punto crítico”,
describiendo al planeta como un organismo hecho trabajar en exceso que lucha
contra las consecuencias del cambio del clima global en la orilla y en el mar.
En su artículo en Mother Jones,
Whitty presentó una mirada a la enfermedad global examinando directamente al
océano como el sistema circulatorio, respiratorio y reproductor de la tierra.
Continuando con “Los Últimos Días
del Océano”, Mother Jones produjo además el sitio web “Ocean Voyager”
(Viajero del Océano), una innovadora cyber-aventura que incluye videos,
entrevistas en audio con protagonistas clave, cámaras web y vínculos a páginas
informativas de Internet creadas por más de veinte organizaciones.
El sitio es una gira por varias
manchas de problemas del océano alrededor del mundo que resalta las soluciones y
hace pensar en acciones que podrían tomarse para ayudar a hacer algo diferente.
Actualización
de
Julia Whitty
Esta historia está sintonizada con
los nuevos desarrollos. Científicos están publicando actualmente una proporción
sin precedentes de observaciones –no sólo predicciones– sobre los rápidos
cambios del océano en nuestro planeta.
Primero y principal, el 2005 resultó
ser el año más caluroso registrado.
Esto refuerza otros datos que muestran que la tierra está más caliente que nunca
en los últimos 400 años y posiblemente en los últimos 2.000 años.
Un estudio emitido por el Centro
Nacional para la Investigación Atmosférica indica que las temperaturas del
océano halladas en el Atlántico Norte tropical en 2005 son casi dos grados
Fahrenheit más altas que el rango normal anterior. Esto resultó ser el
catalizador predominante para los monstruosos huracanes de la temporada 2005, la
estación más violenta nunca vista.
Las noticias del hielo polar no son
nada buenas. Los estudios
científicos (2002/2006) de la alianza NASA/Universidad de Kansas revelan que los
glaciares de Groenlandia están desplazándose hacia el mar y están fundiéndose
dos veces más rápido que hace diez años.
Esto pone en peligro el equilibrio
crítico del Atlántico Norte meridional volcando la circulación que sostiene
nuestra estabilidad en el clima. Entretanto, en marzo, el Estudio Antárticos
Británico anunció su hallazgo de que “la rúbrica del recalentamiento global” del
Antártico es tres veces más grande que la que estuvimos observando en otras
partes de la Tierra –la primera prueba a gran escala del cambio de clima a
través del continente sur.
Desde que se publicó “The Fate of
the Ocean” (El Destino del Océano) en la revista Mother Jones, es evidente que
también ha surgido la politización de la ciencia en la guerra del clima global.
En enero de 2006, uno de los
científicos de clima más relevantes de la NASA, James Hansen, acusó a la
agencia de intentar censurar su trabajo. Cuatro meses después, las imputaciones
de Hansen tuvieron eco entre los científicos de la Administración
Nacional Oceánica y Atmosférica, así como en un científico del Estudio Geológico
de EEUU que trabaja en un laboratorio de NOAA, quien denunció que su
trabajo sobre el cambio del clima global estuvo censurándose en su departamento,
como parte de una política de intimidación anti-ciencia de la administración
Bush.
Los problemas de la fauna del océano
también están realizando una escalada. En 2005, biólogos del Servicio de Manejo
de Minerales de EEUU encontraron osos polares ahogados aguas afuera de
Alaska, claramente victimados por la desaparición del hielo.
En 2006, investigadores del Centro
de Estudios de Ciencias Geológicas para Alaska de EEUU encontraron osos
polares matándose y comiéndose en áreas del mar en que ese año no se formaron
hielos, dejando a los osos privados de comida.
La Unión Internacional para la
Conservación de la Naturaleza y los Recursos Naturales revisó su Lista Roja para
el oso polar, cambiándole la clasificación de “conservación dependiente” a
“vulnerable”. En febrero, el Servicio de la Fauna y el Pez de EEUU anunció
que empezaría a considerar si los osos polares necesitan protección bajo la Ley
de Especies en Peligro.
Desde que apareció mi artículo, los
líderes de dos influyentes comisiones –la Comisión Banco del Océano y la
Comisión de Políticas en el Océano– criticaron al Congreso de EEUU, a la
administración Bush y a los gobernadores de los estados por no moverse lo
suficientemente rápido para restaurar la salud de los océanos de nuestra nación.
La mayoría de estas historias
permanece fuera de la vista, sumergidas en el remanso de los periódicos
científicos. El resto de los grandes medios de comunicación resulta incapaz de
discernir lo bueno y lo malo de la ciencia y da el mismo crédito a ambos, sin
definirse.
La historia de nuestro declinante
mundo oceánico y de nuestro propio futuro transcurre más allá del conocimiento
público, sin alterar conductas o metas y marcada por la falta de previsión.
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